En una entrada anterior, sobre la prevención del trauma infantil por el confinamiento, mencionábamos la importancia de la capacidad elaborativa de los niños y niñas para prevenir los efectos disruptivos que el confinamiento tiene en dicha población. Acompañaba la entrada un cómic que ilustraba lo que queríamos transmitir. En esta ocasión contamos con una mágica historia: “Los puentes de Llasta”. Otro especial ejemplo de elaboración de los acontecimientos que estamos viviendo a causa de la pandemia por coronavirus.
¡Gracias Daniela!
Deseamos que disfrutéis la lectura.
Los puentes de Llasta
Érase una vez una historia, pero no una cualquiera, sino la más bonita que jamás haya sido contada por todo un mundo entero unido al unísono. Hablo sobre la historia que la población del Planeta Llasta vive hoy para contar.
En la localidad de Giarlots existía un gran puente. Este puente se encontraba sobre un río. El río Harold había fluido bajo las amontonadas rocas del puente durante tanto tiempo que ni las mismas piedras lo recordaban.
Un día, de repente, las algas que se encontraban en las profundidades del río comenzaron a agarrarse a los extremos del puente. Cada día las plantas apretaban más los laterales y las algas trepaban progresivamente hacia su centro. Los aldeanos de Giarlots luchaban por separar las plantas de la construcción, pero no había manera de lograrlo.
El río llevó sin intención a las algas a otros puentes y lo mismo fue sucediendo. Pasó un mes tras otro y los puentes del planeta Llasta habían quedado totalmente cubiertos por una mezcla de color verde que se iba oscureciendo con el paso del tiempo. Los aldeanos de Llasta, con mucho miedo, dejaron de ir a los ríos y como nadie los visitaba, no se fabricaba ni vendía pan. Las ciudades tuvieron que ser cerradas. Un día, un aldeano inventor de Giarlots que llevaba en casa más que ninguno, se despertó y se asomó a su ventana a través de un tubo cilíndrico que permitía agrandar el rango de vista. El aldeano miró el puente y observó que el río al estar solo, se movía más lentamente, por lo que el débil movimiento de las aguas espantaba a las algas. El aldeano continuó observando y el gran día llegó. Las algas desaparecieron por completo, aunque algunos todavía piensan que se escondieron en el hondo fondo de las profundidades. Los puentes recobraron su bonito color crema y, los aldeanos del planeta de Llasta cantaban una canción que decía: Juntos lo hemos conseguido.
Autora Daniela