Regina Bayo-Borràs**
“He aquí a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida, dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de auto aniquilamiento”.
S. Freud, 1929(1930)
Parecerían palabras proféticas de tiempos antiguos si no fuera porque ilustran sin ambages los tiempos actuales. Freud, -quien en su capacidad también de futurólogo/meteorólogo, pues su dimensión polifacética es verdaderamente extraordinaria- estaba anunciando los furiosos huracanes destructivos que habrían de llegar, tras los intensos vendavales de los años 30/40 del pasado siglo.
¿Qué anuncian los años 20/30 del siglo actual? ¿Sigue siendo imposible dominar la perturbación de la convivencia humana?
Quizá podríamos decir hoy que nuestros tiempos revueltos indican sobre todo un cambio de época, por las profundas transformaciones que se están produciendo. Me refiero a las que descolocan los ejes /referentes básicos que han permanecido estables durante muchas décadas y que han sostenido los parámetros (valores, ideales, ética) que enmarcan y contienen las condiciones necesarias de producción y configuración de la vida psíquica: vínculos, formas de familia, formas de crianza, lazo social, etc. Z. Bauman (2023)[i] aborda este paulatino proceso de extinción de una sociedad basada en lazos y vínculos sólidos y aparentemente consistentes al afirmar que la modernidad líquida actual es un modelo de sociedad en la que las parejas y los trabajos ya no duran como antes. Y esta realidad social en la que lo sólido y estable ha devenido en ligero y efímero no deja de producir consecuencias en lo psíquico.
Son transformaciones de corto -porque tienen efectos muy inmediatos- y también de largo alcance. La incertidumbre y el desasosiego están haciendo estragos, especialmente entre adolescentes y jóvenes de todos los niveles sociales. Tenemos informes realizados por organismos internacionales del mundo occidental, como por ejemplo uno realizado en Australia, en el que se corrobora una tendencia que había empezado a detectarse mucho antes de la aparición de internet: que las nuevas generaciones tienen peor salud mental. Otros tantos estudios alertan del aumento de suicidios en los jóvenes de nuestro país, y en países de nuestro entorno occidental, también en USA, etc.[ii] Los suicidios en adolescentes crecieron un 32% entre 20219 y 2021.[iii] Si bien la ideación y conducta adolescente se articula con factores subjetivos, familiares y sociales muy variados, no deja de llamar la atención que los datos sean tan estremecedores en el siglo veintiuno, que se considera como de grandes logros y avances en la calidad de vida (salud, cultura, educación, etc.)
Dimensiones en fase de transformación: Lo bio-psico-socio-tecnológico
Desde el psicoanálisis podríamos acercarnos a comprender algo más y mejor de qué se trata cuando se escucha el mantra: “no se trata de una época de cambios sino de un cambio de época”, aludiendo a un cambio de “era”[iv]. Sería necesario perfilar mejor de qué se trata, cuál es el perímetro que estamos traspasando – (traspasar: morir; traspasar: desbordar). Un perímetro entendido como un encuadre, que enmarca y da contención. Por tanto, considerar el momento actual como otra “era” sugiere dejar atrás un pasado que se ha venido sosteniendo con modelos y referentes estables, hasta ahora incuestionables e imperecederos. A modo de ejemplo: que la reproducción humana sólo era posible a través del coito entre varón y mujer. Pero hoy esos referentes (que han sido básicos y han dado un sostén imprescindible para la constitución de lo psíquico humano), ya no son únicos, ni estables, ni consistentes, sino líquidos, difusos, ambiguos e intercambiables; además –importante- son ampliamente cuestionados e incluso desvalorizados por destacados sectores sociales del campo de la salud y de la educación.
Si lo humano conocido hasta ahora lo hemos entendido como el resultado/efecto de la coexistencia de tres dimensiones íntimamente articuladas y sobredeterminadas -lo psico-socio-biológico-, estas tres dimensiones resultan, a mi modo de ver- hoy en día insuficientes. A ellas se ha incluido la científico-tecnológica, con todas sus consecuencias positivas y negativas que alumbran un nuevo tiempo. Por ejemplo, en la actualidad hay voces (Harari, Carbonell) muy reconocidas en el ámbito de la investigación tecno-científica y social que advierten de nuevas y en cierto modo inquietantes modificaciones que se van a producir indefectiblemente. Estas modificaciones son bastante enigmáticas todavía y van a “sacudir” ciertas dimensiones fundantes de lo psíquico. ¿Cuáles? Veremos; sería objeto de otro debate y de otros estudios, pero ya tenemos algunos dos indicadores:
- El Informe Pisa[v], en el que se advierte del déficit en la función simbólica/simbolizante de la población infanto-juvenil.
- Informe salud mental: El 44,9% de la población –especialmente adolescente- afronta la situación actual con preocupación.[vi]
Porque si los referentes y las dimensiones que han dado base y sostén a la producción de lo humano conocido hasta ahora se están recolocando y articulándose entre ellas –a velocidad vertiginosa-, como vemos con la dimensión científico-tecnológica, entonces nos preguntamos: ¿Qué efectos más directos e inmediatos se están produciendo en lo psíquico/cognitivo/subjetivo? ¿Qué de lo psíquico/cognitivo/subjetivo conocido hasta ahora va a quedar reconfigurado? Dinámica pulsional, Narcisismo, Edipo, Castración, Identificaciones, Defensas, Fantasmas originarios, ¿los conceptos psicoanalíticos fundamentales van a ser ampliados/revisados en algunos de sus postulados?
Post-humanos y avances científicos
De 1929 a 2024 (noventa y cinco años) han acontecido transformaciones sociales tan importantes que han promovido la ampliación y profundización de nuevas perspectivas psicoanalíticas sobre el ser humano: por ejemplo, ahora conocemos más y mejor la compleja dinámica psíquica del psiquismo precoz, la compleja vida emocional de los adolescentes, la dinámica de las patologías narcisistas; y patologías antes inabordables han sido también mejor comprendidas desde el psicoanálisis.
En la exterioridad de los márgenes de nuestra disciplina podemos escuchar a pensadores muy significativos quienes están reflexionando sobre la nueva era que ya se alumbra: por ejemplo, N.Y. Harari (2023)[vii] en una entrevista reciente apunta a que podríamos estar en el límite de una nueva era de humanos mejorados o “posthumanos”, gracias a la ingeniería genética y a la tecnología. Plantea que las tecnologías de modificación genética y el aumento de la inteligencia artificial posiblemente alteren lo que significa “ser humano”, y que con ello parece que se estarían desafiando las ideas tradicionales sobre la identidad, la conciencia y la moralidad. Sobre estas cuestiones -identidad, conciencia y moralidad-, ¿tendremos algo que aportar desde el psicoanálisis?
Desde otro ámbito de investigación, Eudald Carbonell[viii] (arqueólogo y antropólogo, director jefe de Atapuerca) plantea que probablemente a finales de este siglo seremos cuatro especies: el homo editus, los que serán editados en los laboratorios; el homo prótesis, los que serán modificados genéticamente para poder hacer frente a determinadas patologías; los homo sapiens restrictus, los que no serán modificados; y por supuesto, los que se puedan ir haciendo a nivel de mecatrónica.[ix]
De hecho no hay que esperar a mediados de este siglo XXI para comprobar la imparable intervención de la inteligencia artificial en nuestras vidas: la IA, por ejemplo – (y por acercar el ejemplo a una de las cuestiones que afecta más directamente a la constitución de la identidad psíquica de un sujeto humano- ), ya “escoge” los mejores embriones para ser implantados en el útero femenino –de momento todavía sigue siendo en el cuerpo de mujer- en los procesos implementados a través de la reproducción humana asistida (RHA).[x] El azar en el encuentro fecundante de los gametos masculino y femenino será algo de otra época… puede que incluso obsoleta. Los avances en este campo de la reproducción humana asistida no sólo son imparables, sino cada vez más numerosos (uno de cada diez niños en nuestro país)[xi], y por supuesto, un nicho de negocio cada día más codiciado. Estaríamos asistiendo a una transición de la cientificidad – el autoritarismo científico, según J. Peteiro, al imparable ascenso de la científico-deidad. (R. Bayo-Borràs, 2014).
Los estragos a la madre naturaleza
A estos avances que nos anuncian Harari y Carbonell- (se trata de avances, sí, ¿no?)- de nuestra era tecnológica, se suman otras realidades de signo contrario, aunque tal vez se podría decir que no suman, sino que restan, porque ya bien entrado nuestro siglo actual, es evidente que la “madre naturaleza” sufre una devastación depredadora del ser humano de magnitudes catastróficas.
¿Es todavía evitable?
Por ahora no se han encontrado/implementado unos cauces/medidas suficientemente buenas (eficaces) que pongan coto al más allá de la pulsión destructiva humana. Pero hay una pregunta inevitable, ¿es justo y ético hablar de un genérico “ser humano” que englobe a ambos sexos, y poner a ambos en pie de igualdad en lo que concierne a la responsabilidad político/económica/ social de la causa/origen/desencadenamiento de estos devastadores estragos, cuando el patriarcado masculino -(considero que también hay un patriarcado femenino)- ha ejercido su dominio y control no solo sobre las mujeres (su cuerpo, su fuerza de trabajo, sus hijos como productos de transmisión y de intercambio, etc.) sino también sobre el conjunto de la riqueza natural que generosamente nos ha estado ofreciendo desde hace milenios?
En cualquier caso, no ha predominado una ética “winnicottiana” de preocupación por el otro lo suficientemente integrada/incorporada en ambos sexos, como para contener la voracidad que le domina, y que contribuye a retroalimentar su compulsión a una repetición destructiva. Digo destructiva y no de muerte, porque ésta última camina silenciosa, y en cambio, los trágicos acontecimientos que nos rodean llegan con un estruendo clamoroso: las voces pidiendo auxilio bajo los escombros y los gemidos de la hambruna causada por la crueldad del agresor nos horrorizan cada día, a todas horas; nos llegan en directo hasta nuestro ámbito doméstico.
Estamos inundados de datos, informes, estadísticas comparativas, pronósticos. A modo de ejemplo de algo que nos concierne como especie: Tim Lenton, Investigador de la Universidad de Exeter y coautor del informe[xii], asume una responsabilidad social “delegada” cuando nos comparte sus conocimientos: la crisis climática amenaza con desencadenar un efecto dominó de daños acelerados e incontrolables, en los que se pueden cruzar algunos puntos de no retorno del planeta, como el deshielo en Groenlandia o la muerte masiva de corales, que dispararía una “cascada catastrófica”, ya que todos los sistemas de la Tierra están interconectados.
Las democracias consiguieron lo que ha costado siglos alcanzar: que podamos tener conocimiento de lo que está sucediendo. Y nos hacen saber que la madre naturaleza y las vidas humanas siguen estando humilladas, denigradas, mutiladas, y expuestas a peligros, amenazas y horrores sin fin. Por tanto, aunque nos veamos interpelados por una insoportable indiferencia (otro oxímoron), sin embargo, no podemos alegar desconocimiento. Porque no cesan las informaciones de los crímenes bélicos y las catástrofes medioambientales, las incertidumbres respecto de la deriva de la especie humana son cada día mayores; también de los nocivos efectos sobre la salud mental de la población –jóvenes y adultos.
Informados, advertidos, impotentes
Los avisos de Naciones Unidas[xiii] van en la misma dirección: sobre la extinción de las cosechas, de los ríos y las fuentes, de gran parte de la fauna porque muchas especies ya han desaparecido[xiv], también de los glaciares, pues en 2050 es probable que no quede ninguno en nuestro planeta. La madre naturaleza ya no se queda preñada, se han secado sus pechos, su desertificación es extrema, y por tanto su infertilidad se extiende. La naturaleza, madre del planeta, está dando signos inequívocos de que está agotando sus recursos, sus defensas, y se queja sin cesar. Las advertencias llegan de todas partes, también de la cumbre del clima de Dubái en las declaraciones de diez científicos[xv], cuando manifiestan: “no hay tiempo para más dilación”. También llegan mensajes parecidos de nuestro entorno más próximo: el Observatorio de Biodiversidad de Catalunya informa que se ha perdido el 24% de la fauna en las últimas dos décadas. La humanidad ha extinguido más de 1400 especies.[xvi]
Sin embargo, como decía, la voracidad vampírica del ser humano, extrayendo de la naturaleza su leche, su sangre y su aliento, abusando de su generosa y milenaria abundancia, no sólo se nutre vicariamente de sus recursos, sino también con ello sigue alimentando su narcisismo depredador: el de quienes sólo están al servicio de conseguir su propio enriquecimiento a corto plazo.
Pero ¿Cuándo fue el hombre –en sentido genérico- previsor de sus desgracias si podía tener al alcance la satisfacción directa e inmediata de sus pulsiones?
La aniquilación es posible, no sabemos todavía si probable. Lo único cierto es que el tiempo es limitado para revertir la deriva. De ahí la angustia de extinción que nos inhibe de saber –nos resistimos a entender/asimilar, lo que se sabe y se difunde.
En riesgo de extinción está la madre naturaleza, y con ella el planeta tierra debido a la voracidad del ser humano en la sociedad patriarcal. Esto es especialmente desalentador cuando a través de las informaciones sabemos-pero no aceptamos- que sólo sobreviviremos cuando consumamos menos. Sin embargo, la vorágine consumista no cesa: estamos consumidos por el consumo.[xvii]
Aun así, no creo que nos esté invadiendo un imaginario social apocalíptico. Si fuera ese el caso, seguramente se habrían desplegado más recursos y movimientos por la defensa del medio ambiente para salvar la madre nutricia primigenia; se habrían desplegado mecanismos en pro de la decidida reparación de los daños producidos. Sin embargo, como decía, no es difícil comprobar que a nivel colectivo predomina una actitud de firme desmentida, con la que se trataría de suprimir los datos que alertan de una realidad inequívoca. ¿Se podría pensar en algo parecido a un matricidio inconsciente?
Al psicoanálisis no sólo le interesa/importa la realidad interna. Desde sus inicios siempre ha procurado distinguir entre la angustia real y la angustia imaginaria, ya que nuestro sistema sensorial-perceptivo es fuente de un conocimiento tan importante como necesario para no auto engañarse negando fenómenos –satisfactorios/placenteros y adversos/displacenteros- que provienen de la realidad externa. Y -esto es importante- que no son exclusivamente producto de proyecciones subjetivas. Más bien suele suceder a la inversa: cuando la magnitud de una amenaza -de origen interno o externo- es de tal envergadura que el yo ve naufragar su configuración básica (psíquica y física), reaccionará utilizando defensas más radicales, más primitivas, de forma más rígida, lo cual va a ser consiguientemente a costa de una mejor integración psíquica.
¿Se podría pensar a la manera de un suicidio inconsciente?
Este sería, a mi modo de ver, uno de los efectos retrógrados del progreso científico-técnico actual.
Otras extinciones
Como decía, la extinción que se prevé definitiva de ríos, fuentes, lagos, así como de innumerables especies de fauna, flora y otras variedades geológicas (volcanes, glaciares, etc.) del planeta, pone en peligro la habitabilidad y la convivencia como nunca antes se había dado. Nuestra casa común, -único hogar antes de traspasar a otra materialidad- se tambalea, al tiempo que muchas otras costumbres, hábitos y rituales que lenta pero paulatinamente, están dejando de existir. Son costumbres, hábitos y rituales arraigados de generación en generación, que han ido configurando nuestra vida familiar, social y laboral, que también han desaparecido -¿para no volver? Hasta hace medio siglo eran modalidades de intercambio y de relación entre las personas consideradas entre inmutables e imperecederas, que venían bautizadas por la iglesia y estimuladas por un régimen autoritario bien implantado.
En el primer cuarto del siglo veintiuno la sociedad se ha abierto a otras modelos de familia, de relaciones de pareja[xviii], de encuentros sexuales, de elecciones de objeto amoroso; a otras formas de procreación a través de la RHA, a otras modalidades de crianza y educación-, formatos de copaternidad sin vínculo amoroso[xix]. No parece que se extinga la familia nuclear como la hemos entendido desde el derecho romano, porque todavía sobrevive en la mayoría de las sociedades conocidas; sin embargo, sí está en cierto declive la familia patriarcal tradicional, sobre todo en las comunidades más democráticas. En ellas se ha logrado preservar una infancia no erotizada, acompañar a una adolescencia no pulsionalmente descontrolada.
Discontinuidad, inestabilidad, desarraigo
Esto comporta una serie de pérdidas de no menor valor.
Como primera y más específica:
La de la continuidad en el vínculo de los hijos con alguno de sus progenitores y/o abuelos; también con alguna parte de sus respectivas familias de origen y otros adultos significativos.
La continuación, la de la estabilidad emocional en los procesos de crecimiento y desarrollo durante las etapas de infancia y adolescencia, tan importantes para la cohesión y constitución subjetiva;
Y la que produce un cierto desarraigo causado por traslados y desplazamientos del lugar de residencia, de trabajo, de formación educativa, etc. Es más difícil conservar amigos de escuela y vecinos del barrio, y a veces los de la universidad han buscado otros países para encontrar un futuro mejor, donde se establecen nuevas relaciones con los que no hay memoria histórica del ciclo de vida. Discontinuidad, inestabilidad, desarraigo y distancia -no sólo geográfica -del medio familiar y social de origen. No queda claro si estas circunstancias vitales son causa o efecto de que haya una cierta actitud entre los jóvenes a no querer descendencia por motivos económicos y también ecológicos.[xx] No se extingue el deseo de tener hijos, pero la demografía va disminuyendo sin cesar.
El progreso retrógrado: De la continuidad existencial a la desconexión emocional.
Pareciera que estas transformaciones/pérdidas/extinciones afectan a un estado no menor de la dimensión subjetiva: el de la necesaria continuidad existencial (D. Winnicott, 1960), estado de estabilidad y de sosiego, garantizado por el sostén materno, sin que sea la madre biológica la única que ejerce la función. Según Winnicott, la continuidad del ser se logra gracias a una buena transición del estado de ser primario al estado de Yo soy. Esto es, el paso del ser al Yo soy.
Es interesante esta aportación winnicottiana, como tantas otras, para entender mejor las dificultades que encontramos en la expresión del Yo soy en los trastornos actuales de la infancia y de la adolescencia; como, por ejemplo, cuando les cuesta hablar directamente por teléfono, o cuando buscan su propia imagen y los likes de manera compulsiva. A mi modo de ver, estos fenómenos no se deben a un exceso de narcisismo, sino un déficit, que impulsa a la búsqueda compulsiva de reafirmación. Este déficit en las etapas tempranas de la constitución subjetiva, y que perdura en las etapas siguientes del desarrollo-promueve una suerte de desconexión emocional con el entorno (social) y con los otros (significativos); eso (lo cual) se ha convertido en una conducta muy generalizada, de la que se hacen eco multitud de informes educativos y de salud mental: la paulatina e incesante desconexión del sujeto posmoderno[xxi] con algunos aspectos la realidad externa, que evita/disminuye los vínculos interpersonales y empobrece un contacto relacional auténtico.[xxii] Bastante desconectados en lo emocional e hiperconectados en lo virtual.
Nuestra pregunta sería: ¿Con ello se logra evitar de algún modo la “perturbación de la convivencia” a la que se refería Freud?
Sin desmentir ni disociar, desde el psicoanálisis se está intentando dar significación al alcance y las repercusiones de estas transformaciones en la formación y calidad de los vínculos familiares y sociales. Aquí voy a mencionar algunas para dar cuenta de la amplitud de estas transformaciones:
- La procreación actualmente es también –con mayor frecuencia- reproducción humana Tecnológicamente Asistida. R.H.T.A. (que prescinde del coito, de gametos parentales, de la diferencia de los sexos, del cuerpo materno por otro subrogado).
- La realidad externa –diferenciada de la realidad psíquica/realidad interna- ahora ha ampliado su dimensión con la Realidad virtual. Tres realidades: psíquica, externa y Virtual, que no es ni interna ni externa.
- La inteligencia ahora también tiene otra dimensión: Inteligencia Artificial, con todas las posibilidades que conocemos y desconocemos todavía.
- La prensa es Digital; Los juegos son videojuegos; los libros son audio-libros; los encuentros sexuales son a través del método Tinder. Y otras tantas nuevas categorías que se han incluido en las ya conocidas.
Logros, paradojas y contradicciones
Varios son los elementos que se han incorporado –de manera definitiva- a la llamada “cultura” contemporánea. Si en 1930 –tan lejos, tan cerca- Freud alertaba de los males que aquejaban al hombre y a la mujer de su época -una época que cultivaba lastres perniciosos para la salud mental de su población, como las creencias religiosas restrictivas de la sexualidad, los tabúes y prejuicios seculares entre hombres y mujeres-, ahora en 2024, noventa y cinco años después, todo aquello parece anacrónico. Como si otra “historia” se hubiera desencadenado a partir de aquella encadenada a viejos tabúes y prohibiciones, soltando lastres y cadenas, haciendo borrón y cuenta nueva. ¿Cuáles son los tabúes actuales?
Con todo, hay unanimidad: hemos logrado llegar a una era de progreso generalizado. Lo sabemos, pero vale la pena recordarlo:
- Las religiones ya no comandan nuestras vidas – ¿quizá por eso perviven algunos fanatismos peligrosos?
- No estamos tan desvalidos ante la enfermedad y la muerte gracias a los avances médico-científicos… ¿quizá por eso se tiene más en cuenta las enfermedades que los enfermos?
- Estamos más informados y comunicados que nunca anteriormente, lo que implica un nivel de desarrollo democrático mucho mayor que hace un siglo, con la participación tanto de hombres como mujeres de todas las clases sociales en la elección de sus representantes políticos y sociales, pero la generación del TikTok se desinteresa de la política.[xxiii] Ésta sí que es una de las extinciones más “fecundas”, que para algunos es muy provechosa mientras que para la mayoría implica empobrecimiento, alienación y sometimiento. (Nos hace recordar la obra de Orwell, 1984, y el eficaz Ministerio del Pensamiento).
- Como planteaba más arriba, la llamada “estructura” familiar se ha ido “desestructurando”, y en esta dinámica de desconfiguración de roles, funciones, valores, hábitos y rituales -que dos generaciones anteriores mantenían con gran estabilidad (también rigidez en los roles)-, aquella dinámica familiar se ha ido despegando/desprendiendo de factores que, hasta fin de siglo pasado, especialmente, se consideraban “constantes y necesarios” para la estabilidad psíquica de las personas.
A riesgo de ser repetitiva: volver a señalar la escisión radical con que se ha ido desgajando el amor de la sexualidad; la sexualidad de la procreación; y los procesos de crianza también separados del amor y de la procreación. Por tanto, ha dejado de ser imprescindible –e incuestionable- la diferencia de los sexos para la constitución de un núcleo familiar y para la procreación. Tampoco son necesarias las relaciones presenciales, ni para la satisfacción sexual, ni para establecer amor, así como la convivencia también es prescindible para la crianza de los hijos, o el noviazgo para el conocimiento de los amantes. Los tiempos se han acortado, a la vez que se han multiplicado: hemos pasado de una dimensión de estabilidad diacrónica a otra principalmente sincrónica, y esto afecta recortando la dimensión temporal de los procesos psico-físicos para consolidar vínculos.
Este despegue/despedazamiento en la manera de relacionarnos –sobre todo en lo íntimo y lo privado, genera/estimula un sujeto desapegado. El roce de la convivencia se ha modificado, y no queda claro si se sienten más solos o más acompañados los jóvenes con sus “consolas”, con sus juegos de rol online, con sus conexiones a través de avatares, que cuando están con sus amigos y no saben qué decirse o de qué hablar.
Mientras las relaciones virtuales predominan en muchos ámbitos de nuestras vidas, desde lo más público a lo más privado (pero ¿hay diferencia todavía?) a través de las pantallas – trabajo, familia, amistades- amorosas, solidarias, etc.- la relación presencial/presencialidad cobra otra dimensión: ¿Habríamos considerado hace apenas cinco años establecer relaciones transferenciales en el tratamiento psicoanalítico online con pacientes a miles de kilómetros de distancia?
Esto le da al sujeto una vivencia de ubicuidad, de omnipotencia, de que en su vida no hay tanto azar sino la posibilidad de elección a la carta; elecciones sin esperas, pero que obturan los tiempos necesarios para que el deseo se vaya gestando; ocupado en una búsqueda inmediata de satisfacción pulsional, que suele reducir sus capacidades para la sublimación. El desapego con la cultura –en el sentido tradicional de la palabra- está en riesgo. Si decíamos que a la generación TikTok no le interesa la política,[xxiv] ¿podemos inferir que eso significa que no le interesa la participación/ implicación en los problemas del mundo ni de su alrededor? Recuerdo un video egipcio que hace poco ganó un premio, en el que se daban escenas de personas que caminaban mirando su pantalla mientras los demás yacían en el suelo, atropellados o enfermos[xxv] . El sujeto actual se busca en pantallas que le llevan a otros mundos o en el espejo de su propio móvil que le reflejan su propia imagen, pero no se encuentran entre sí porque no hay “alguien significativo” al otro lado.
El malestar en la cultura hoy no viene condicionado por la represión de la pulsión sexual –o por la inhibición de la manifestación del deseo erótico[xxvi]– sino que tiene otras características. La sexualidad –o, mejor dicho, la satisfacción de la pulsión sexual oral/anal/genital es–actualmente- accesible en cualquier momento, en cualquier lugar presencial o virtual, con cualquier objeto y/o persona, entre otras cosas porque se puede adquirir e intercambiar incluso por internet. Este contraste es más acentuado si cabe cuando recordamos de dónde venimos: de una sociedad en donde la cultura se sustentaba en una estructura familiar contenedora-controladora, estable en su hipocresía también, basada explícitamente en la diferencia de los sexos y de las generaciones (diferencias que cada día están más diluidas) , con la dinámica de transmisión de generación en generación de sus conflictos, valores e ideales, cuyos síntomas y padeceres se articulaban en base a una conflictiva edípica “tradicional”, y que se presentaba como el pilar de toda sociedad . Ahora, sin embargo, la realidad se ha ampliado a la virtual, y la psíquica alberga otras ansiedades de aniquilación y de extinción: Se trataría de un progreso retrógrado: cada vez más habilidades/capacidades, a costa de reducir otras Simbólicas, relacionales, creativas.
Inquietud, infelicidad y talante angustiado
Como he ido señalando, son muchas las voces que nos alertan de los males que se están gestando mientras la tecno-ciencia sigue avanzando sin un código ético consensuado que proteja algunos de los daños que ya se están advirtiendo en niños y jóvenes principalmente. Mientras tanto, asistimos bastante desconcertados a la proliferación de la violencia de todo tipo, especialmente con los más vulnerables. Es una violencia que no se produce sólo en la intimidad de parejas, familias, sino también y con frecuencia en ámbito laboral, educativo, de atención a la salud y de todas las actividades relacionadas con el ocio (especialmente videojuegos), de la que se hace un espectáculo en redes sociales, y que las grandes corporaciones la utiliza de manera constante como la principal forma de entretenimiento[xxvii]. Sin tener en cuenta los efectos devastadores que produce en la cohesión e integridad psíquica de las persona de todas las edades, se ha instalado una suerte de desmentida y/o banalización de las consecuencias perniciosas que su visualización y abuso produce, en especial cuando está al alcance de todos, a todas horas, en todas partes. El mercado busca enriquecerse sin fin a costa de especular con el patrimonio psíquico; hasta hace unos años creíamos que su conducta depredadora se realizaba con los recursos de la naturaleza, pero además de enriquecerse también especula y perjudica el patrimonio psíquico.
René Kaës lo explica mucho mejor:
“Los períodos de desorganización social y cultural se caracterizan por el debilitamiento de los garantes metasociales y metapsíquicos: por la alteración de sus funciones de encuadramiento, de creencias compartidas y de representaciones comunes. Al tambalearse esos garantes, que recogen todo lo implícito de una cultura, resultan particularmente afectados los fundamentos del orden simbólico: la ley que se impone a todos y organiza al conjunto es sustituida por la arbitrariedad y la anomia. Los efectos psíquicos de ese tambaleo y del debilitamiento de los garantes es el objeto de análisis de El malestar en la cultura, que Freud emprende el 1929.” (Kaës, R., 2000)
Efectivamente. Conocemos el sentimiento oceánico como aquella sensación de eternidad, como algo sin límites, sin barreras, por así decir, “oceánico”. Y que –en busca de la ansiada felicidad- logra difuminar los límites del yo individual del sujeto para fusionarse –y desdibujarse- en un yo colectivo, universal, de manera que pueda evitar el displacer, aliviar el sufrimiento y si no eliminar, al menos disminuir las intensas y devastadoras angustias primitivas de muerte, desamparo y soledad. S. Freud y R. Rolland se ocuparon de diseccionar esta respuesta subjetiva, y también colectiva de la humanidad, ante angustias que pueden llegar a ser devastadoras para el psiquismo. Son tan innumerables como incontestables los avances, progresos, desarrollos positivos en los campos de investigación y conocimiento científico, tecnológico, de calidad de vida, que las esperanzas ofrecidas por las religiones han dado paso a las certezas de que se pueden mejorar las condiciones de vida. Sin embargo, abrir nuevos caminos para mejorar las condiciones de vida –y aliviar el sufrimiento de la enfermedad y de la muerte- no ha implicado reducir/suprimir las ansiedades, ni evitado el dolor y el sufrimiento, o atenuado las angustias de muerte. El siglo XXI ha llegado cargado de munición destructiva, ahora se trata de aniquilación –no individual- sino colectiva- despertando angustias de extinción no individual, sino como especie. Cuando la vivencia de continuidad existencial de nuestra especie se tambalea, y afecta al sentimiento oceánico freudiano, lo que compartimos como especie parece ser la abrumadora realidad externa en la que vivimos; pues –así se anuncia- hay que salvar al planeta sin dilación[xxviii].
Hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben, de ahí buena parte de su inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado. S. Freud, 1929,
Recuerdo una viñeta reciente en la que aparecía una imagen de Freud, caminando lentamente hacia su sillón tras el diván, en la que va pensando: Parece que el siglo XXI todavía me necesita. Efectivamente, el sentimiento oceánico de feliz fusionalidad con la naturaleza humana, – que tan generosamente ha sido promocionado por las religiones y otros discursos místico-espirituales-, ha de competir un siglo después con otras angustias de aniquilación/extinción, que ya están produciendo efectos sintomáticos muy elocuentes en la salud mental. Creo que interpelan una vez más la responsabilidad social del psicoanálisis y de los psicoanalistas, de promover pensamiento, creación y caminos de elaboración más eficaces y sostenidos.
Notas y Bibliografía
[i] https://www.infolibre.es/tomatelo-con-filosofia/modernidad-liquida-trabajos-parejas-no-duran_1_1661459.html
[ii] https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-11-27/un-estudio-confirma-que-las-nuevas-generaciones-tienen-peor-salud-mental.html
[iii] https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/07/20/64b8ea94e85ece655d8b45b4.html
[iv][iv] R.A.E. 1. f. Período de tiempo que se cuenta a partir de un hecho destacado. |
[v] https://www.educacionyfp.gob.es/inee/evaluaciones-internacionales/pisa/pisa-2022.html
[vi] https://es.search.yahoo.com/search?fr=mcafee&type=E210ES714G0&p=Informe+salud+mental
[vii] https://www.muyinteresante.es/actualidad/61855.html
[viii] https://www.20minutos.es/noticia/5098067/0/eudald-carbonell-probablemente-a-finales-de-este-siglo-seremos-cuatro-especies-humanas/
[ix] https://definicion.de/mecatronica/
[x] https://www.ultimahora.es/noticias/local/2023/11/15/2050183/sanidad-baleares-escoge-mejor-embrion-para-reproduccion-asistida.html
[xi] https://theobjective.com/economia/2023-10-29/reproduccion-asistida-espana-centros-hijos/
[xii] https://www.eldiario.es/sociedad/crisis-climatica-amenaza-desencadenar-efecto-domino-danos-acelerados-e-incontrolables_1_10745355.html
[xiii] https://news.un.org/es/story/2023/10/1525337
[xiv] Fauna y flora, glaciares y cosechas desaparecen
[xv] https://www.epe.es/es/internacional/20231112/mensaje-10-cientificos-cara-cumbre-dubai-94506394
[xvi] https://www.lanacion.com.ar/sociedad/efectos-en-cascada-la-humanidad-ya-provoco-la-extincion-de-mas-de-1400-especies-de-aves-el-doble-de-nid20122023/
[xvii] https://elpais.com/elpais/2021/01/05/alterconsumismo/1609880218_927927.html
[xviii] https://elpais.com/espana/catalunya/2023-12-03/mi-novio-es-un-holograma-creado-con-inteligencia-artificial.html
[xix] https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20231125/copaternidad-hijo-relacion-amorosa-crianza-leyes-94669314
[xx] https://www.pressreader.com/spain/la-vanguardia/20231207/281642489946352
[xxi] Guillermo Bodner –comunicación personal
[xxiii] https://www.epe.es/es/politica/20231008/generacion-tiktok-pasa-politica-vox-93098731
[xxiv] A la generación TikTok no le interesa la cultura
[xxv] Vídeo egipcio que ganó premio
[xxv] La violencia como entretenimiento
[xxv] Misión salvar el planeta. Cumbre del clima de Dubái. 12 nov el Periódico.
[xxvi] Freud, S. (1929). El malestar en la cultura. Amorrortu Ed. T. XXI. Buenos Aires. 1992.
[xxvii] Bok, S. (1998). Violence as public entertainment. Basic books. Perseus Books Group. USA.
[xxviii] Misión salvar el planeta. Cumbre del clima de Dubái. 12 nov el Periódico.
ΨΨΨΨΨΨΨΨΨΨ
*Publicado en la Revista TRAUMA, Estudios de clínica psicoanalítica, núm. 10: ¿Por qué la angustia? Ediciones del Serbal. Barcelona 2024. págs. 23-64.
**Sobre la autora:
Regina Bayo-Borràs Falcón es Licenciada en Psicología (Universidad de Barcelona 1976).
Psicóloga especialista en clínica y psicoterapeuta psicoanalítica, acreditada por FEAP y EFPA.
Actualmente es presidenta de la Comisión de Psicoanálisis del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC). (2018-2024)
Miembro y docente de GRADIVA, Asociación de Estudios Psicoanalíticos de Barcelona y de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, AEN, Sección de Psicoanálisis.
Socia de la Red Estatal de Mujeres de Profesiones Sanitarias, Red CAPS.
Socia y colaboradora de la Revista Intercambios Papeles de Psicoanálisis, y de la Revista MyS – Mujeres y Salud, red estatal de mujeres de profesiones sanitarias.
Ha sido Coordinadora y psicoterapeuta de niños, adolescentes y adultos en el Centro de Higiene Mental de Cornellá (BCN) (1985-1999). Coordinadora y psicoterapeuta del Servicio de Atención en Salud Mental para la Mujer (1996-2001). Cofundadora, docente y supervisora de la Escuela de Clínica con Niños y Adolescentes de Barcelona (1992-1997). Vicepresidenta de AEN Cataluña (1999-2001). Presidenta de la Sección de Psicoterapia Psicoanalítica de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) (2011-2014) y presidenta de la Sección de Psicología Clínica y Salud del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (2010-12).
Realiza formación continuada y supervisión clínica en servicios públicos y privados. Vive y trabaja en Barcelona.
Revista nº 25
Artículo 7
Fecha de publicación JULIO 2025