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Entre aciertos y errores, la naturaleza humana*

Juan D. del Olmo**

Creo que nadie puede dar
una respuesta, ni decir
qué puerta hay que tocar;
creo que, a pesar de tanta melancolía,
tanta pena y tanta herida
sólo se trata de vivir.

Lito Nebbia, Sólo se trata de vivir.

La madre suficiente

Hace algunos años, me contactó una mujer para realizar una consulta conmigo. Me dijo que había dudado y demorado bastante en llamarme; sabía que me interesaba mucho el pensamiento de Winnicott, y esta afición había motivado y dificultado el contacto por partes iguales. Ella había tenido un hijo recientemente, y el fantasma moral de “la madre suficientemente buena” la acosaba, haciendo simbiosis con su propia neurosis. Pero la moralidad no yace en el núcleo del concepto, ni en la letra ni en las ideas del autor.

La desorientación, la incertidumbre, incluso el desvalimiento de quienes se enfrentan a la maternidad y la paternidad, sobre todo por primera vez, sobre todo en estos tiempos de tantos cambios de paradigma, entre los cuales cabe incluir el de las crianzas, apenas puede ser paliada con la abundante bibliografía que pretende acompañar esos momentos. Parece que muchos profesionales, escritores, divulgadores e influencers, saben mucho. Sin embargo, parece haber también un saber intransferible, porque la angustia, la desorientación, la incertidumbre, y la pregunta ¿estoy haciendo las cosas bien? sigue existiendo no sólo socialmente, sino singularmente, a lo largo del crecimiento de los hijos.

Allí, creo, aparece el valor de Winnicott, introduciendo entre los polos de la madre mala y la madre buena, a la madre suficiente. Y, por si fuera poco, incluye dentro de lo materno al padre: “(la crianza materna lo suficientemente buena) incluye también a los padres, quienes deberán permitirme que use el término “materna” para describir la actitud total respecto de los bebés y su cuidado” (Winnicott, 1968). En otras oportunidades, realiza un desplazamiento del foco de lo materno a lo ambiental, extendiendo la responsabilidad de la continuidad de cuidados a quienes andan por ahí, aparte de la progenitora.

En 1956, Winnicott describe un fenómeno al que denomina “preocupación maternal primaria”. Señala, en línea con lo anterior, que puede afectar no sólo a la madre biológica, sino a quienes estén al cuidado del bebé / infante. La ubica como una locura transitoria, un replegamiento sobre la cría y la pérdida de interés sobre el mundo alrededor, e incluso a veces sobre sí misma; una atención sensible y una tendencia a la observación e interpretación de los estados del bebé que constituye una forma de conocerlo y de entrar en contacto. La madre comienza a construir un saber ya no con los libros que ha leído, sino con el cuerpo del bebé y el propio: con las manifestaciones de la vida en ambos.

Si recurrimos a algunas investigaciones provenientes del campo de las neurociencias, encontraremos explicaciones neurofisiológicas sobre estas modalidades tempranas de relación entre madre y bebé: la especialización del cerebro que orienta la percepción y la atención hacia las tareas de cuidado, y un dosaje hormonal que provee el sustrato orgánico para las intensidades emocionales, serían los fundamentos biológicos para la preocupación maternal primaria en las madres que han dado a luz. Sin embargo, agregan las mismas investigaciones, estos estados de preocupación primaria también se pueden hallar en padres y abuelos encargados de la crianza[1]. Es decir, aquellos que no han puesto el soma, pero sí ponen el cuerpo, los que atraviesan la experiencia de la dependencia. Esta moción, este drive dirían los ingleses, guarda relación con lo que Bowlby y otros han denominado pulsión de apego: una doble vía de búsqueda y provisión de cercanía, cuidado y protección. Hablar de pulsión en lugar de instinto materno ya nos encabalga de una manera más acorde y apropiada para la realidad humana.

Winnicott ubica que estos estados primarios de preocupación y de dependencia mutua están para transitarlos suficientemente, y flexibilizarlos. La sensibilidad exaltada, la postergación del mundo, la concentración de la mirada, acompañan la presunción de la vulnerabilidad del bebé y la necesidad de la provisión absoluta. La construcción y el conocimiento in crescendo de los tiempos y ritmos del infans, la participación de otros cuidadores, incluso el cansancio que se hace sentir por la prolongación de ese estado, introducen otra temporalidad menos urgente en la respuesta, una respuesta en la que ya no se juega necesariamente la vida.

Así nos abrimos al tema de los registros de la presencia, la no presencia y la ausencia.

Registros de la presencia

¿Qué es una madre suficiente (mente buena)? En su libro capital, Realidad y Juego, dice Winnicott,  aquella que no es demasiado persecutoria. Responde a una de las preguntas fundamentales en su cuerpo teórico en una de sus máximas obras con una respuesta negativa. Se rehúsa a establecer un decálogo de las buenas prácticas y dice: la que no persigue demasiado.

Si salimos de la sorpresa y gravitamos alrededor de tal enunciado, podemos construir: la madre suficiente, o el sujeto parental suficiente, es aquel que está presente y está no presente, suficientemente.

Para ser justos, debemos agregar que esa no fue la única definición que el autor estableció sobre este tema. En otras oportunidades, se refirió a quien ejerce sobre sí una adaptación viva a las necesidades del infans: una adaptación dinámica, móvil, en los cuidados, que salga al encuentro de las necesidades de ser del bebé, caracterizadas por la construcción de una capacidad de agencia experiencial llamada self, la transformación del soma en cuerpo, y la creación y manipulación de los objetos del mundo.

Aparte de lo dinámico que podemos ubicar en lo vivo, encontramos lo humano: de modo tal que la relación de dependencia y la tendencia a la adaptación está atravesada por el deseo y la falta.

El concepto de falla en Winnicott viene a objetivar la brecha, entre un acto o tendencia de cuidado, y la necesidad del sujeto, en un momento dado. Una respuesta no suficiente, diríamos rápidamente. Ésta no decanta sólo por el lado del déficit de presencia, que es la representación más habitual del asunto, sino también por su exceso. La madre que no está no puede sostener, ni dar sentido, ni calmar la angustia del desvalimiento, manteniendo la problemática del infans en el plano de la búsqueda de las garantías del poder ser. La madre que está demasiado es casi una bruja, no da lugar al engaño ni al esconderse como gestos de individuación, no da lugar al llamado ni a la protesta, no da lugar a la frustración ni al arreglárselas, no mira de verdad sino a través de sus propios ojos. Podríamos circunscribir en este caso la problemática en la obturación para un ser creativo, singular.

¿Cuál sería la principal falla parental, en estos términos? La falta de entonamiento y disponibilidad afectiva, para intuir cuándo sostener y cuándo hacer lugar.

Continuando nuestro recorrido por Realidad y Juego, hallamos otra relativización de la falla; esta vez, en términos de lo que podríamos referir como un elogio de la frustración. “Si todo va bien, el bebé puede sacar provecho de la experiencia de frustración, puesto que la adaptación incompleta a la necesidad hace que los objetos sean reales (…) El bebé puede resultar perturbado por una adaptación estrecha a la necesidad, cuando dicha adaptación continúa demasiado tiempo y no se permite su disminución natural, puesto que la adaptación exacta se parece a la magia y el objeto que se comporta a la perfección no es mucho más que una alucinación.” (Winnicott, 1953). La adaptación incluye el retiro de la provisión (si no, no lo es): del sostén, forman parte la posibilidad y la expectativa de su mutación y fin. Una no presencia adecuada permite una consolidación de las capacidades logradas, una puesta a prueba de los recursos de autocuidado construidas como saldo de las huellas del encuentro con el otro.

Sobre la imposibilidad de no fallar y la capacidad de reparar

Humanidad, sensibilidad y falla, emergen como características subjetivas que van de la mano. Pretender no fallar nunca, representa una aspiración superyoica casi maquínica (también incorrecta, porque sabemos, como usuarios de tecnología, cuántas veces nuestras máquinas se equivocan). En nuestro encuentro con un niño o niña que va creciendo, intervienen el deseo, la angustia, la experiencia e inexperiencia, el saber propio y el ajeno, la facilidad y la dificultad de posicionarnos como lugar de apoyo y de autoridad, ciertos ideales y la resignación a que la sombra hablada, de la que hablaba Piera Aulagnier, deje de serlo, o nunca lo haya sido. Pero el mundo no se cierra sobre la burbuja del núcleo parental: otros actores, algunos incalculables e inverosímiles; acontecimientos inesperados, pueden aportar elementos disruptivos, a destiempo, sin que se haya podido efectuar un filtro necesario, y a veces imposible, para una elaboración psíquica suficiente. Sobran también ejemplos en los que a los sujetos parentales les toca administrar las fallas que ellos también padecen.

A Winnicott le costó mucho su relación con Melanie Klein, y tuvo con ella una ambivalencia afectiva y académica que le permitía reconocer algunos de sus valores como aportes, y al mismo tiempo distanciarse de ella. Un ejemplo de tal dinámica puede rastrearse en sus opiniones respecto del segundo momento de la constitución subjetiva, que Klein llama “posición depresiva”. Rescata sus observaciones, critica la denominación del fenómeno, y pone el foco otra arista: la capacidad para preocuparse por el otro. Es en este momento evolutivo en el que se consolida la diferenciación sujeto – objeto, acompañado por la estructuración del principio de realidad y la capacidad de agencia.  Klein afirmaba que el infans entraba en estados depresivos al constatar el daño que le propinó al ahora objeto total cuando estaba guiado por la venganza contra el objeto malo, y que trata de reparar sus agresiones. Winnicott propone sustituir el nombre de posición depresiva por el de fase de preocupación por el otro (en algunas traducciones figura como “fase de inquietud”), porque hace gravitar el eje en el cuidado del otro. El cuidado aún en el daño.

Para que el niño pueda reparar sus mociones agresivas, el sujeto parental debe demostrar que ha sobrevivido a ellas: de esta manera, queda abierta tal posibilidad. De lo contrario, si el otro no sobrevive, no hay arreglo ni resurrección posible. Este es un punto que podemos importar para la presente argumentación: la necesidad de poder contar con la esperanza de la reparación.

Posiblemente, gran parte de la obra winnicottiana gira en torno a los efectos y el trabajo psicoterapéutico respecto de la falla; en algunos artículos de los que componen el libro Deprivación y delincuencia, se explaya sobre su reparación a cargo de los sujetos parentales o quienes estén a cargo de la función de sostén y corte; incluidos algunos elementos ambientales. El autor sitúa esta capacidad de reparar en términos de cura ambiental o cura materna. También señala algo poco simpático a mi juicio: esta compensación no se trata de amor, porque si fuera por amor no hubiera ocurrido en primera instancia ese desencuentro. Disiento en principio, también en finales: creo que tal argumento va en contra de su mismo pensamiento y de la experiencia clínica, por qué no también personal. El amor falla, y el mundo, hoy por hoy, guarda un potencial traumático enorme, a veces muy difícil de gestionar.

Quisiera resaltar esta afirmación, para poder movernos del ideal del amor devoto, que todo lo puede, todo lo sabe, y protege de todo. Porque si ya tenemos madres y padres angustiados por no ser lo suficientemente buenos, y agregamos como variable que sus errores en los actos o la lectura de las necesidades de sus hijos corresponde a un amor no suficiente, duplicamos innecesariamente la ansiedad y la culpa.

Aquí radica un tercer elemento que me parece oportuno incluir en la serie aciertos y errores, adaptación y falla, encuentro y desencuentro: la reparación, que incluye cómo se reconoce lo desacertado, cómo se incorpora lo disruptivo en una continuidad de cuidados, qué se dice sobre ello, qué se hace para enmendar o sobrellevar.

A diario, el tratamiento con adultos nos da ejemplos de heridas infantiles silenciadas aún pujantes, ni olvidadas ni sepultadas. Dice Newman en una suerte de vocabulario sobre Winnicott: “Sugiero que quienes vienen a vernos, vienen a ser vistos. Por supuesto, no todos, o no todos de la misma manera, pero todos de alguna manera; y ello a causa de no haber sido vistos al principio por la madre o el padre…” “Nos encontramos con aquellos que no fueron vistos, disfrutados, escuchados o amados…” (Newman, 1995). Poco podemos intervenir sobre la realidad de la falla original, salvo reparar en ella: reconocerla y alojar ese dolor.

Así, se nos presentan matices en la reparación. Virginia Henderson, una referente histórica de la enfermería, ha dicho: “Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña”. Los matices de la reparación, en definitiva, lo son también de la presencia.

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Bibliografía:

Winnicott, D. W. (1953): Objetos transicionales y fenómenos transicionales. Realidad y Juego. Buenos Aires: Gedisa.

Winnicott, D. W. (1956): Preocupación maternal primaria. Escritos de Pediatría y Psicoanálisis. Barcelona: Laia.

Winnicott, D. W. (1967): Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño. Realidad y Juego. Buenos Aires: Gedisa.

Winnicott, D. W. (1968): Conceptos contemporáneos sobre el desarrollo adolescente, y las inferencias que de ellos se desprenden en lo que respecta a la educación superior. Realidad y Juego. Buenos Aires: Gedisa.

Newman, A. (1995): Non-compliance in Winnicott´s words. Londres: Free Association Books.

*Conferencia dictada en el Acto de Apertura del año académico 2024-2025 de AECPNA, con el título: Padres – madres, versiones clínicas. Fallos y aciertos. Octubre de 2024

**Sobre el autor: Juan D. del Olmo es Licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Especialista en Psicología Clínica.

Docente invitado y supervisor en residencias de Salud Mental de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires.

Ha formado parte del equipo del dispositivo de Hospital de día de Proyecto Suma en diversas funciones por 10 años, incluida la coordinación.  En la misma institución, coordina el Área de Docencia. En ese ámbito, se desempeñó como coordinador docente del Curso Superior Internacional Psicopatología, Clínica y Terapéutica (2022), organizado en conjunto con La Otra Psiquiatría y la Universidad de Belgrano, dictado por José María Álvarez como docente principal.

Ha publicado el libro “La clínica con Winnicott. Elementos para un psicoanálisis contemporáneo” (Editorial Entreideas, 2022), en el cual propicia una articulación entre los aportes clínicos y técnicos del autor, con la clínica psicoanalítica con adultos contemporánea, e institucional.

Ha creado el espacio @laclinicaconwinnicott, con la oferta de grupos de estudio y de supervisión, orientados por la perspectiva winnicottiana.

Ejerce, asimismo, la clínica en su consulta privada.

Contacto: juanddelolmo@gmail.com


[1] Cabe señalar que con notorias diferencias en las cantidades medidas.

Revista nº 25
Artículo 1
Fecha de publicación JULIO 2025

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