Por Leonia Fabbrini,
Iluminada Sánchez;
Beatriz Bonanata**
En Clave Ψª: ¿Qué la llevó a cuestionarse e investigar sobre el trabajo con parejas y cómo fue perfilando su pensamiento y enfoque actual?
Cuando lo que escribo me ha sido pedido por un colega interesado en recorrer conmigo un trayecto, el resultado es el de un encuentro con alguien ausente-presente que adquiere características especiales: crear un espacio de diálogo que se asemeja a una reflexión iniciada a partir del deseo del otro, o sea responde a una curiosidad, a un interés. Ello por supuesto es estimulante y al mismo tiempo orienta lo que se escriba hacia determinada perspectiva.
Una de las preguntas que me ha sido formulada se refiere al deseo de saber cuál es el origen de mi interés por este tipo de trabajo con parejas y ello ya constituye un problema. ¿Es posible definir un origen o el origen se define a partir del hoy? Pareciera que definir un origen tranquiliza. Es muy frecuente en las terapias de pareja que intenten buscar y cristalizar un origen, sea de su pareja, de su enamoramiento, de su conflicto y ello ya se torna punto de partida para un malentendido. Es difícil que atribuyan ambos el mismo origen a algo, y si podemos aprovechar este malentendido es posible que les permita darse cuenta que, aun habiendo estado en el mismo espacio y tiempo, entre ambos siempre habrá una diferencia imborrable. Ello da cuenta de la alteridad de cada uno, lo que puede transformarse en un aspecto dinámico e interesante de la relación o por el contrario, cuando la necesidad de anular la alteridad es imperativa, se torna malestar de diferente tipo.
Pero de todas maneras es posible que además atribuya un origen a mi trabajo con pareja a mi interés por los grupos que es anterior, a mi interés e intriga por lo que sucede entre las personas. Por ese motivo voy a contestar en mi próximo comentario.
En Clave Ψª: ¿Cuáles son las condiciones que Vd. considera necesarias para que pueda darse un trabajo terapéutico con una pareja?
Mi respuesta a la pregunta anterior tiene que ver con la pregunta que me está formulando y la va dar un ejemplo en el que se alterna el reconocimiento de las limitaciones de un encuadre individual para pensar una pareja y el deseo de la pareja de atenderse conmigo.
Entonces hoy recuerdo que comencé a trabajar con parejas a pedido de una ex-paciente mía que tenía serios conflictos con su esposo. Prácticamente era su tema principal. Ya en su análisis habíamos llegado a un punto de estancamiento, porque hablaba permanente de su marido, yo había ensayado las interpretaciones habituales para mi en aquel entonces donde primaba la perspectiva desde las vicisitudes de las identificaciones proyectivas e introyectivas, etc., sin que ello pareciera modificar ni aportar nada novedoso para el curso de los conflictos de mi paciente. Terminó su análisis y tiempo después, dado que sabía que yo trabajaba con grupos, o sea en encuadres en los que la relación entre dos o más personas ofrece nuevas perspectivas, supuso que ello me `permitiría trabajar con parejas. Tal vez también algo había pasado durante su análisis en relación con cierto tipo de intervenciones mías que la pudieran llevar a pensar que su conflicto se producía entre ella y su esposo y que era difícil para mí acceder al conocimiento de esta situación. No se repetía en la transferencia sino que era algo que se deba en otra situación.
Además, seguramente fue importante para poder empezar este trabajo que mi paciente tuviera una transferencia ya establecida conmigo y que, de alguna manera, su esposo también deseaba que sea yo la que los atendiera. Acepté el desafío avisándole que no tenía experiencia pero que íbamos a intentar trabajar.
En este caso, la condición para empezar este tratamiento fue la idea de mi paciente de que eso podía aportarles algo, que yo aceptara y que ambos esposos tuvieran interés en disolver algunos malos entendidos.
Cuando vuelvo a pensar en este comienzo, pareciera que la paciente misma se dio cuenta que no es lo mismo hablar de otro ausente que hablar en presencia de ese otro. Y que si bien podía haber quedado insatisfecha de su trabajo en análisis individual no lo atribuía a mi falla sino a la falla del encuadre.
Ello me dio una lección: algo pasaba entre los dos que hacía cortocircuito y las dificultades seguramente se debían a una dificultad para escucharse y poder crear un lenguaje.
De todas maneras en aquel entonces tuve que reconocer que algunas teorías que hasta ese momento manejaba en forma privilegiada no eran suficientes. Me refiero a la teoría del narcisismo, a la teoría de las identificaciones, de las relaciones de objeto, de las fantasías inconscientes, de la transferencia que me ubicaría en un lugar tercero o superyoico. Y entonces poco a poco fui poniendo el acento en las vicisitudes del escuchar a otro, de ser escuchado por otro, de cómo se dan los intercambios, a las resistencias propias a este tipo de encuadre como, por ejemplo, el refugio en las conflictivas individuales, los reproches, las acusaciones, el maltrato al otro etc..
En Clave Ψª: ¿Una de las grandes dificultades en el quehacer terapéutico con la pareja es que el uno deje de acusar al otro de ser la causa de las dificultades de la relación debido, en buena parte, a las resistencias a hacerse cargo de lo propio. Quisiéramos conocer su punto de vista y enfoque sobre esta circunstancia recurrente y cómo afronta esa situación de impasse en el proceso terapéutico ¿Ud. contempla, en alguna ocasión, el tener encuentros individuales con cada uno de los componentes de la pareja?
La dificultad a la cual Vd alude tiene más que ver con la fuerza del narcisismo, la dificultad de aceptar que estar con otro requiere tomarlo en cuenta en lo que tiene de diferente, y que la diferencia la que es precisamente lo que los une, es irreducible. Cuando alguien acusa a otro o reprocha a otro, una de las ideas es que la relación es unidireccional y que el propio sujeto acusador o reprochador no tiene que ver con la generación de los conflictos. El otro es el que da origen al malestar y es ese otro el que lo tendrá que solucionar. Mi experiencia me llevó a pensar que si se focaliza estas cuestiones en las vicisitudes de la relación entre dos, no me ha sido necesario incorporar entrevistas individuales. Las mismas suelen ser sugeridas en función del intento de ubicar la dificultad o la patología en uno de los miembros de la pareja lo que implica ceder a la presión ejercida por uno de ellos.
Es también cierto que los reproches y las acusaciones responden a convicciones y que, por este mismo motivo, es a veces difícil transformarlas en pensamiento. Las convicciones conllevan la idea que existe una verdad, la que ve el sujeto y que esa verdad es soberana. Entonces como toda convicción habrá que ingeniárselas para encontrar como diluirla y dar lugar a nuevas ideas o a la relativización de lo que la pareja suele llamar “la verdad, o la realidad”.
En Clave Ψª: ¿Qué lugar tendrían, según su óptica, en el proceso terapéutico vincular los componentes edípicos que se reactivan en una relación de pareja?
Los componentes edípicos a los que Ud. se refiere probablemente tengan que ver con la posibilidad de explicar o interpretar algunas dificultades experimentadas por la pareja en función de la constitución de su identidad sexual en el seno de sus familias de origen. Cuando ello se manifiesta en la relación, y parecen por ejemplo organizar la situación analítica a manera de una relación edípica, habrá que ver a qué se refieren. A veces proviene de la necesidad de pensar que porque están presentes tres personas, esto constituye una relación de tres o sea edípica con sus diversas vicisitudes. Pero en ese caso el Tres tiene mas cercanía con el Uno, o sea con la proyección de una situación singular que con el establecimiento de un vínculo en el que se constituye a partir de un Dos. Curiosamente el Dos no se transforma en tres sino que es el Uno que se va transformando poco a poco en dos y en tres. Ello merecería explicaciones más complejas pero vale la pena por lo menos mencionarlo.
Por ese motivo considero que la pregunta que se me formula es muy general pero algo podría contestar. Por ejemplo se puede pensar en el lugar que ocupan las familias de origen de cada uno como un particular apego al lugar de hijo/a y dificultad de crear un lugar de esposo/a. O se puede pensar en dificultades sexuales a manera de la problemática de la castración. O se puede relacionar dificultades de asumirse como hombre o como mujer atribuyéndolas a un déficit en las identificaciones femeninas y masculinas, etc…No cabe dudas que todo lo dicho es válido si bien hay que encontrar como introducir este tipo de intervenciones sin que ello lleve a ubicar el conflicto en uno solo de los miembros de la pareja.
En Clave Ψª: ¿Qué relevancia le da Ud. en la terapia vincular a la escucha de la transferencia y contratransferencia?
Por supuesto este tema es relevante pero requiere alguna puntualización. Parto del supuesto, como mencioné con mi respuesta al origen de mi trabajo con parejas, que es necesario que se establezca un campo transferencial para poder trabajar. Y también parto del supuesto que ese campo transferencial se va creando a medida que trabajamos junto con otros analíticamente. Pero esto sería una respuesta muy vaga que no presupone que necesariamente en mis intervenciones tenga que auto-referir lo dicho por los pacientes. Se trataría de un campo de trabajo analítico en el que se admite que lo que se dice se puede pensar, tiene otros significados y estamos juntos para pensarlos. Tal vez lo que se transfiere es una curiosidad básica de la que se dota al analista.
Por otra parte con Berenstein venimos pensando hace un tiempo que el término transferencia no cubre lo que entendemos es la relación entre dos o más otros que se constituye específicamente en base a una relación de imposición mutua. Se trata de una relación en la que necesariamente el uno impone al otro su alteridad y el otro tendrá que hacer algo con ella. La alteridad del otro excede siempre lo que es atinente al propio sujeto. De donde el término transferencia en el que se supone que uno es lo que el otro piensa o siente o necesita no da cuenta de la relación de alteridad. Y esto fue el motivo por el cual se creó el término “interferencia” para dar cuenta de la alteración que la presencia del otro crea. El otro interfiere y es de esa interferencia que tendremos que dar cuenta al intervenir. No solo comprendemos lo que le pasa al otro, nos identificamos sino que además proponemos ideas que no estaban en la mente del paciente o de la pareja paciente para pensarlas junto o para que ellos las piensen. Cuando hacemos esto, no estamos identificados sino tan solo somos seres pensantes que se les ocurren ideas que podrían ensanchar el campo de intercambio.
En Clave Ψª: ¿Cuál es su concepción sobre el lugar y las funciones del analista de parejas?
En base a todo lo dicho creo que se desprende que mi función básica como psicoanalista de pareja es la de poder modificar con la pareja su idea de lo que es un intercambio, de las dificultades inherentes al ser dos, tomar en cuenta que la alteridad del otro produce muchas veces malestar, intolerancia si bien por supuesto puede precisamente ser una fuente de enriquecimiento y vitalidad. La alteridad del otro, o sea el darse cuenta que no se lo conoce aunque se viva con el puede despertar curiosidad e interés o su opuesto, o sea malestar y sentimiento de exclusión y soledad. Hay conceptos que suele manejar la pareja que remiten a la idea que la pareja no consta de dos sujetos, que debieran pensar lo mismo y que eso sería equiparable a llevarse bien, que existe una sola verdad, y que entonces habría que poder reducir el Dos en un Uno. Hay frases que denotan esto así como el conflicto. Por ejemplo “nos llevamos bien, ni un si ni un no… pero estamos mal”. Creo que esa frase resume el fracaso que conlleva la concepción del Dos como si fuera un Uno más Uno.
Como comentario final, me doy cuenta que muchas de las preguntas que se me ha hecho tienen que ver con la necesidad de ubicar en el contexto vincular conceptos muy fuertes del psicoanálisis de un solo sujeto o del aparato psíquico singular. Ello es válido y necesario porque lo que propongo no es anular este conocimiento sino tan solo agregar otros enfoques que desplazan de su lugar central lo que antes lo ocupaba. Hay algunos conceptos psicoanalíticos que al ser desplazados de su lugar privilegiado parecen perder fuerza pero en realidad no la pierden sino que son menos explicativos de lo que podrían haber sido. Sin dudas, nuestro trabajo con las cuestiones atinentes a la salud mental solo abre nuevos interrogantes lo que en realidad debiera suceder en todo momento de la vida.
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* Sobre la Autora: Janine Pugetes Médica, Psicoanalista, Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) y de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, Directora Científica en ambas instituciones del Departamento de Psicoanálisis de Pareja y Familia, Miembro de la Asamblea por los Derechos Humanos (APDH). Autora de numerosos artículos sobre Psicoanálisis vincular, La mente del psicoanalista, Violencia Social, Nuevos Abordajes psicoanalíticos y Co autora de libros “El Grupo y sus Configuraciones” Lugar Editorial, 1982. “Psicoanálisis de Pareja”, Paidós. 1988, “Violencia de Estado y Psicoanálisis”. Centro Editor, 1991. “Lo vincular, Teoría y Clínica psicoanalítica” Ed. Paidós, 1997. Compiladora de “Psicoanálisis de pareja. Del amor y sus bordes” Ed. Paidós, 1997, “La pareja y sus anudamientos” Ed. Lugar, 2001.
** Sobre las Entrevistadoras:
Leonia Fabbrini es psicoanalista, fundadora y docente de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid, profesora del Master de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid. Psicoterapeuta reconocida por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas).
Iluminada Sánchez García es psicóloga-psicoterapeuta, psicoanalista; docente de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid; directora y coordinadora de la revista digital En Clave Psicoanalítica; colaboradora de la Cadena Ser (Radio Castilla – Burgos) en un espacio sobre psicología y salud psíquica del niño y del adolescente. Psicoterapeuta reconocida por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas).
Beatriz Bonanata, es psicóloga-psiconalista; Psicoterapeuta reconocida por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas)¸ colaboradora de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid; Delegada de la Sección de Psicoanálisis de FEAP.
Revista nº2
Artículo 1
Fecha de publicación: JULIO 2009