Ana Mª Sigal*
La muerte no pertenece al mundo,
es siempre un escándalo y,
en ese sentido trasciende siempre al
mundo.
E. Levinas (1)
En Porto Alegre, en 1998, en el IV Coloquio Internacional Jean Laplanche (2), Sivia Bleichmar presenta “Mi recorrido junto a Laplanche”, trabajo que, desde mi visión, se convirtió en un marco de su producción.
Al mismo tiempo en que nos habla de lo que aprendió del maestro, haciendo un recorrido por los conceptos fundamentales de su obra, se posiciona públicamente, cuestionando ciertas teorizaciones que le ofrecen dificultades.
Marca una filiación y adquiere su independencia: “hace propio aquello que hereda de sus padres”, como nos dice Freud.
En mi historia, Silvia y Laplanche forman un eslabón.
Agradezco a Laplanche la posibilidad que me ofreció de continuar siendo freudiana. Estudiando su obra me fue posible “hacer justicia al texto” (3); la lectura de los textos de Silvia me ayudó a sostener el coraje de cuestionar con independencia el pensamiento de los autores clásicos y fue un ejemplo de la gran capacidad que tenía de mantener la autonomía. Su rechazo a sacralizar el texto le posibilitó un pensar propio y una creación personal.
Silvia pudo reconocer filiaciones múltiples y no se adhirió dogmáticamente a ninguna escuela. Filósofos, sociólogos, antropólogos, poetas, escritores son también fuentes de inspiración. Política y cultura para ella son como agua que bebe.
Ambos tienen un trazo común: en el coloquio de Bonneval, Laplanche cuestionó su maestro y analista Lacan, por la lectura que hizo de Freud, se separó de la identidad de pensamiento e inauguró un espacio propio. A este propósito, escribió: “el inconsciente, más que estar estructurado como un lenguaje, es la condición misma del lenguaje” (4)
Silvia también supo cuestionar su orientados cuando, en Porto Alegre (5), declaró: “Es aquí donde mis ideas divergen de las de Laplanche”
Visité a Laplanche en 1971, en su casa de Paris, para solicitarle autorización para la traducción de algunos textos que queríamos publicar en español. En esa época yo aún vivía en Argentina. Siempre tuve gran admiración por la lectura que Laplanche hacía de Freud y no perdí el contacto con él. Si algo anhelaba en los años 80, habiendo ya trabajado en el Curso de Psicoanálisis desde 1976, era traer a Laplanche, el maestro, el autor de Vocabulario de Psicoanálisis , la referencia psicoanalítica que nos era tan familiar, para que hablara en el Sedes. Parecía casi un sueño: Laplanche no había viajado a la América Latina hasta entonces. ¿Aceptaría la invitación?
En 1990 tuve un nuevo encuentro, en su casa de la Rue de Varenne, en el intento de retomar la invitación, y lo primero que hizo fue hablarme de Silvia Bleichmar.
Se extendió sobre la excelente tesis que ella orientaba. Sus ideas, su inteligencia brillante y aguda, su capacidad profunda para pensar el psicoanálisis eran parte de los elogios que se escuchaban en el discurso de Laplanche.
Me envolvió un intenso deseo de conocerla y pensé que, así como tenía el deseo de traer a Laplanche al Sedes, quería invitarla a participar en una compilación que estaba preparando sobre “El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños”.
Silvia estaba exiliada en Méjico, mientras otros psicoanalistas argentinos habían optado por Brasil; ese fue nuestro desencuentro. Por suerte, y gracias a Laplanche, tuvimos un encuentro.
Me recibió en su casa con un afecto sorprendente. Al mismo tiempo que se mostraba dulce y tierna, era firme y no hacía concesiones en sus comentarios.
Mientras tomábamos café y hablábamos de psicoanálisis, intercambiábamos ideas sobre la política y la vida, todo ello con tal familiaridad que me hacía sentir como si nos conociéramos desde siempre. No faltaban los comentarios sobre los hijos, sobre las condiciones del exilio y la vuelta a Buenos Aires. La vi feliz en su nueva casa y llena de proyectos para su país.
La charla fluía como en un delta, como en un río con muchos brazos que se dispersan y se encuentran con facilidad en pequeños remansos. Fue un momento de gran felicidad, un buen encuentro con mi país, con el cual estaba intentando reanudar lazos tras un tiempo de amarga separación.
En 1991, viajamos a Buenos Aires con otros amigos y psicoanalistas brasileños para participar del gran encuentro que se realizó en Argentina con Laplanche. Excelente escenario de los trabajos sobre su obra, en el cual Silvia dirigía, con maestría, una orquesta formada por intelectuales y psicoanalistas y que supuso para Laplanche un esfuerzo colosal en el dar cuenta de sus formulaciones. Fue allí donde logré sacarle a Laplanche la promesa definitiva de venir a hablar al Sedes. Formamos una comisión que trabajó duramente, y así, en 1993, se realizó un evento, para cuya concreción Silvia fue un gran soporte.
Nos acompañó con su marido, Carlos, durante cuatro días en una playa paulista que fascinó a todos. Silvia era incansable. Recuerdo su figura inquieta paseando por la playa de Camburí, disparando cuestionamientos. Su pensamiento era como un torrente incesante que no buscaba respuestas pero sí disparaba enigmas.
Buscaba comprender quien sería aquel que era capaz de decodificar los mensajes que llegan del otro si no hay sujeto desde el origen. Silvia decía: no encuentro ventaja en sustituir el concepto freudiano de representación-cosa por el de significante-designificado… y así seguía, para minutos después disfrutar de la naturaleza con una risa abierta y franca, que nos invitaba a reír juntos.
Silvia facilitó mucho mi sueño: Laplanche hizo dos presentaciones en el Centro de Convenciones Rebouças, a finales del mes de agosto de 1993, descubriendo encantado a su público brasileño (6).
Ella también se enamoró de Brasil y su gente; dio conferencias, formó grupos, lanzó sus libros.
Hoy día, sus ideas marcaran también como “un espino en la carne” aquellos que asistieran sus seminarios y que con ella supervisaran. Así dejó su inscripción.
Silvia se entregaba con la fuerza del amor de quien quiere fundar; de quien, con generosidad, produce el mismo efecto profundo que la sexualidad del otro produce en su vástago. Aquí ella se hizo querida y reconocida por la riqueza y seriedad de su trabajo. Aquí fue acogida, con cariño, por un pueblo generoso, como también nosotros fuimos acogidos 30 años atrás.
Silvia es una pensadora de nuestra época, podemos afirmarlo, por la trascendencia de su obra y por la apropiación que de ella hacen innumerables lectores y psicoanalistas; una obra que abre nuevos caminos al pensamiento, que dice algo nuevo; una obra que respeta el texto y lo desdobla. Nos sorprende la facilidad con que nos muestra la posibilidad de ver algo nuevo en aquello que creíamos ya conocido.
Hoy día ya no se puede desechar la conceptualización que marca la diferencia entre trastorno y síntoma.
Al inicio del encuentro en Porto Alegre, nos dijo Silvia: “Desarrollo, a partir de la represión originaria, un modelo de análisis de niños que intenta una correlación entre lo discursivo y lo prescriptito: antes de la represión originaria, el análisis de niños, como tal, aplicando el método, no es posible. Éste solo es posible a partir del inconsciente fundado, inconsciente que no existe desde los orígenes. Se abre de este modo, un campo de redefinición posible para intervenciones analíticas que pueden ser producidas en los tiempos de la fundación psíquica y en los casos en los cuales hubo un fracaso en la constitución tópica”.
Es a partir de esta formulación del campo del psicoanálisis infantil que Silvia se separa tanto del a-historicismo estructuralista cuanto del geneticismo evolucionista.
En su texto “Paradojas de la Sexualidad Masculina”, ella nos ofrece la posibilidad de hacer una nueva lectura sobre los conocidos caminos de la sexuación. Durante años se repitió que la mujer recorre un camino más arduo que el hombre para alcanzar su feminidad. Silvia sugiere que reflexionemos sobre cuanto más difícil es el camino que el hombre habrá de recorrer, toda vez que debe cambiar de objeto primitivo de identidad, la madre, al padre, teniendo que pasar por la incorporación del pene para tornarse hombre. Esta lectura nos ofrece una nueva mirada, con consecuencias teóricas y clínicas insospechadas.
Si tenemos un homenaje que rendirle, este no debería realizarse por medio de una síntesis de sus ideas; al contrario, hemos de procurar despertar la curiosidad, colocar enigmas e incitar a que sea leída. Os invito, así, a que desentrañen sus pensamientos. Garantizo que la confrontación con sus textos solo enriquecerá el bagaje teórico de cada uno de sus lectores.
He presentado las ideas de Silvia en mis seminarios sobre “La Formación del Sujeto Psíquico” desde 1993, cuando fue publicado su primer libro en español.
Presenté también la Silvia- militante, a través de su texto “Dolor País”. Transmití los trabajos hechos por ella con los supervivientes de la explosión de AMIA, en Buenos Aires, institución judía que fue victima de un atentado sangriento, en el cual murieron más de ochenta personas. Silvia organizó unos trabajos con los supervivientes y los familiares, trabajando con las experiencias traumáticas y el dolor de los que sufrieron la masacre.
La última vez que estuve en Buenos Aires, en Julio de este año (2007), la llamé por teléfono. Le dije que deseaba enviarla un abrazo. En esta ocasión sentí que no había espacio para el café. Sentí que en ese momento no podía entrar en su intimidad, la cual reservaba, como un tesoro, para despedirse de aquellos a los que amaba y con quienes compartía su cotidianidad. Nos despedimos por teléfono, con mucho cariño. Silvia me dijo que sentía pena por no tener tiempo para ofrecer todo lo que aún estaba pensando. Sabíamos que no volveríamos a vernos.
Notas:
(1) Emmanuel Levinas. Dios, La muerte y el tiempo. Madrid, Ediciones Cátedra, 1993, p.134.
(2) Los coloquios anteriores fueron en 1992, en Canadá; en 1994, en Inglaterra, y, en 1996, en España.
(3) Expresión de Laplanche que se refiere a hacer una lectura de Freud sin distorsionar su pensamiento. No hacer que Freud diga lo que nosotros queremos decir.
(4) Laplanche e Leclaire, “El inconsciente: un estudio psicoanalítico”, coloquio de Bonneval (1959)
(5) Las referencias al texto de Porto Alegre son de una copia que Silvia me dio antes de la lectura de su trabajo y de las notas que tomé durante su exposición. No se si fue publicado porque no hubo anales de ese encuentro.
(6) En el primer encuentro, Laplanche habló sobre “La interpretación y la teoría traductora de la represión”.
En el segundo, sobre “La revolución copernicana y el problema del otro”.
Organizamos también un encuentro, que fue filmado, con Haroldo de Campos, para que la cuestión de la traducción no fuera discutida. Laplanche, traductor de Freud para el francés, e Haroldo de Campos, traductor de innumerables obras literarias. Dos titanes que se encuentran y se desencuentran en diversos aspectos sobre la traducción.
Los profesores tuvieron la oportunidad de disfrutar de un encuentro más largo, en el cual la formación fue discutida. Sus comentarios sobre nuestra institución y su encuentro con Madre Cristina fueron momentos que dejaron huella en nuestra historia.
ψψψψψψψψ
* Sobre la Autora: Ana Maria Sigal de Rosenberg es psicoanalista, profesora del curso de psicoanálisis del Instituto Sedes Sapientae. Coordinadora del curso: Clínica psicoanalítica: conflicto y síntoma del Instituto Sedes Sapientae (S. Paulo – Brasil); compiladora y co-autora (S. Bleichmar, M. C. Kupfer; B. Salzberg y M. L. Siquier) del libro “El Lugar de los Padres en el Psicoanálisis de Niños”, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1995 y Editora Escuta, Sâo Paulo, Brasil, 1994.
Revista nº1
Artículo 7
Fecha de publicación: ENERO 2009