Con el sugerente título “El deseo de ser otro. Notas para una escucha de la transexualidad” Marcelo Mendes nos condujo por un viaje plagado de incógnitas e incertezas. Un viaje, un recorrido no sólo teórico sino profundamente clínico que cuenta con dos viajeros – analista y paciente – siendo el psicoanálisis mismo el vehículo que intenta recorrer ese camino buscando descifrar los enigmas de la subjetividad humana.
Su ponencia interroga el lugar de la escucha analítica ante estos fenómenos clínicos y pone en cuestión el estatuto que le otorgamos a nociones como estructura, síntoma, identidad, subjetivación, normalidad o patología.
Lo desconocido del otro sabemos que siempre nos genera angustia e incertidumbre. Sentimientos y sensaciones que tendemos a obturar al escuchar las historias y los padecimientos de nuestros pacientes. Tendemos a taponar esa angustia con lo que ya sabemos y con lo que esperamos encontrar. Bion – y tantos otros – hace ya tiempo que nos alertó de éste peligro cuando planteó la necesidad de una escucha sin memoria y sin deseo. Peligros de obturación y taponamiento con lo ya sabido, lo ya pensado y lo ya teorizado que en la clínica trans adquieren gran relevancia. No en broma Bion planteaba que en toda sesión de análisis se reúnen dos asustados: uno por lo que va a descubrir, el otro por lo que va a escuchar.
En su ponencia, Mendes nos habló del proceso terapéutico de Bianca, una mujer de 36 años, y con un doctorado en ciencias, que consulta por una serie de temores e inhibiciones neuróticas que no le permiten conducir.
Durante las entrevistas cuenta que hace 8 años se sometió a una intervención de reasignación de sexo. Su novio se ha “rayado” al saberlo. No desea estar con ella, ni presentarle a su familia. Manifiesta un franco rechazo a estar con alguien que anteriormente fuera un hombre. Situación de rechazo que a Bianca la remite a profundas vivencias infantiles de exclusión y repudio que sufrió por parte de su familia y de su entorno social al verle y tratarle como “el afeminado”, sintiéndose como alguien “sin lugar”. Hij@ (la arroba intenta dejar marca de las dificultades que tenemos al nombrar el género y la identidad sexual de estas personas) de un padre que describe como un maltratador y una madre que entiende su reasignación de sexo como un ataque directo hacia ella.
Al ser preguntada por la elección de su nombre, Bianca cuenta que nació siendo el menor de varios hermanos varones y que antes de nacer, su única hermana fallece de muerte súbita. Se llamaba Bianca y toma de ella su nombre.
Además, luego de la intervención Bianca cuenta que sufrió una fuerte depresión y que posteriormente surgieron pensamientos martirizadores que le acusan de “eres un maricón! No eres una mujer!” con claros tintes paranoides y alucinatorios.
Actualmente, está desconcertada ante su propia sexualidad dado que empieza a sentir atracción hacia otras mujeres.
Estas breves pinceladas de un rico y fecundo proceso psicoterapéutico que lleva 6 años de duración son utilizados con gran lucidez por Marcelo Mendes para plantear interrogantes sobre la escucha de la transexualidad y el lugar que la teoría tiene en la mente del analista. ¿Asistimos a un relato histérico de una mujer que busca en los logros académicos reconocimiento y admiración que restauren su narcisismo herido? ¿Es una psicótica que busca a través de una intervención quirúrgica una restitución fálica que la haga sentir completa? ¿Es el deseo de ser otro un viaje desesperado para intentar ser alguien -en nuestro caso Bianca- que la saque del no-lugar? ¿Es suficiente el modelo estructuralista para dar cuenta de éstos fenómenos? ¿Alcanza nuestra metapsicología para dar cuenta de ellos?
La clínica de la transexualidad se nos presenta enigmática. Mendes nos habla de sujetos convictos, prisioneros en un cuerpo que no reconocen como propio llegando a fenómenos cuasi psicóticos de ajenidad y extrañeza. Nos habla de contrabandistas que habitan entre dos mundos. Bianca: ¿es una mujer? ¿Es un hombre trans? ¿Qué es para ella lo masculino, lo rechazado, que le vincula a un padre maltratador? ¿Qué es para ella lo femenino, al remitirla a una madre deprimida por la muerte de su hija? Allí, una vez más encontramos una brújula que nos permite realizar la aventura de adentrarnos en territorios inexplorados: escuchando la singularidad.
Hoy, corrigiendo una célebre frase por todos conocida pareciera que es el deseo y no la anatomía quien escribe el destino.
Una clínica que exige ser escuchada en su subjetividad y en su individualidad y que cuestiona nuestros principios y nuestras premisas teóricas. Una clínica que requiere ser escuchada, también aquí, sin memoria y sin deseo.