Ileana Fischer**
“El exceso del aumento de rendimiento provoca el infarto del alma”
Los tiempos híper modernos han dejado atrás aquellas marcas que caracterizaban al tiempo de la modernidad. La normalización que organizaba estructuras y proyectos delineados con objetivos claros en lo académico, laboral y social ha dado paso poco a poco a un estilo nuevo caracterizado por búsquedas más exploratorias y erráticas en las que por momentos no es posible anticipar un devenir.
Las adolescencias de nuestro tiempo configuran sus recorridos subjetivos de modos menos lineales y estandarizados que aquellos que caracterizaban la modernidad.
Senderos imprecisos y fluidos se cartografían en el andar circulando por espacios configurados en el ir y venir entre la realidad online y offline en la que sin contradicción se yuxtaponen lógicas de la continuidad y simultaneidad como modo de organización de la categoría de tiempo.
La hipermodernidad ofrece nuevas lógicas de producción de subjetividad. Singulares modos de crear a la otredad y a la mismidad. Mundos ampliados y lógicas intersubjetivas trascienden fronteras geográficas mediante las nuevas tecnologías en tiempos casi instantáneos.
Esa sociedad disciplinaria descripta por Foucault ha mutado al decir de Han (2010) en una sociedad del rendimiento cuyos sujetos no están convocados a obedecer sino a rendir. El autor propone para esta sociedad la lógica de la positividad del “we can do it” como imperativo que provoca, por agotamiento, un enfermar característico de nuestro tiempo: las depresiones y toda la gama de perturbaciones del estado del ánimo caracterizadas por el repliegue, aburrimiento y cansancio. El desfalleciendo del deseo es un virus que se infiltra en las subjetividades de época. En palabras del filósofo coreano: “El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa” (Han, 2022, p.29). Sociedades agotadas de rendir y gestionar el tiempo se disgregan en sus solitarias existencias en silencio, en sus cuartos durmiendo largas horas, sumergidas en las ofertas del mercado a las que se puede acceder mediante los aparatos de consumo o gadgets (Lacan, 1974) o embriagándose con alguna sustancia que permita construir un limbo fugaz.
Las subjetividades de nuestro tiempo se enraízan en la cultura del exceso, el aflojamiento en relación a la ley, la hiperestimulación, hipercomunicación, hiperdesarrollo, e hiperconsumo, éxito y satisfacción inmediata y en abundancia. La temporalidad es vertiginosa y se impone el “ahora” en un fluir sin pausa (Fischer, 2020). Todo está dispuesto para un goce ininterrumpido.
Si como Piera Aulagnier plantea el “discurso social proyecta sobre el infans la misma anticipación que la que caracteriza al discurso parental” entonces: ¿Cuáles son los efectos en la subjetivación adolescente cuando los discursos de época proponen como ideal la satisfacción irrestricta de la pulsionalidad arrasando así con los diques pulsionales y empujando a un goce sin límites? ¿Cómo transitar la moratoria necesaria en el plano de la fantasía de los caminos del hallazgo de objeto cuando se oferta una hipersexualización prematura y nos encontramos con ciertas dificultades para ingresar en latencia? ¿Cómo ingresar en el campo del encuentro sexual y tramitar esa experiencia de goce y diferencia cuando el mercado estimula el goce autoerótico mediante una cada vez más creciente oferta de “juguetes sexuales” que prometen un placer más intenso, veloz y sin las complicaciones del cortejo? ¿Cómo hacen los adultos para trasvasar el empuje deseante y ofrecer material simbólico para construir futuro a los jóvenes cuando son ellos mismos quienes han sido en ocasiones expulsados y convertidos en desechos de la cultura? ¿Cómo se revista el estadio del espejo en el tiempo adolescente para rearmar la imagen del cuerpo resquebrajada por lo puberal cuando el empuje social es a la construcción de cuerpos conformes a un ideal de mercado?
En tiempos de hiper modernidad se promueve como se dijo, un modelo de individuo que se abastece a sí mismo y hace culto a su modo narcisista de vivir el mundo nutriendo y nutriéndose de contactos y seguidores en detrimento de lazos que también toleren una cuota de displacer. Los sujetos se proponen la acumulación de experiencias puramente hedonistas que se sostienen en la instantaneidad gozante y la posibilidad de reemplazo inmediato cuando ya han perdido utilidad. El mundo de lo virtual es ejemplo de ello. Una metonimia infinita que se pone en acto en el deslizamiento continuado del pulgar (scrolling)[1] que hace pasar al nuevo reel o publicación de Instagram. Y dado que el algoritmo de las redes sociales toma nota del comportamiento que cada sujeto tiene en ellas devuelve una y otra vez aquello que hace al propio fantasma.
En otro orden de cosas es necesario también decir que los vivientes de nuestra cultura son testigos una y otra vez del espectáculo de la crueldad y la impunidad. Rita Segato (2018) nos invita a pensar en el presente como una época que caracteriza como la pedagogía de la crueldad en la que la desimplicancia y la desafectación son el tono emocional en el que todo parece posible de ser mostrado, vendido, usado y desechado. El culto a la autoexplotación (Han, Byung- Chul, 2021) que mencionamos antes produce individuos fatigados y apáticos que compelidos al consumo sólo logran una y otra vez reproducir insatisfacción. El terreno de lo virtual ha sido tierra fértil para la siembra y cosecha de diversas formas de agresión intempestivas, hostigamientos sistemáticos junto a otras prácticas que dan cuenta del desfallecimiento de la ternura (Ulloa) y una cada vez más instalada desimplicancia subjetiva.
A esta altura no es novedad decir que los discursos culturales inciden en las producciones de subjetividad y que toda cultura es productora de subjetividades relativamente congruentes con los discursos y prácticas que la caracterizan. En ellos se vehiculizan ofertas identificatorias, sistemas de ideales, modos de goce y prohibiciones. Silvia Bleichmar (2004) dice que las prácticas y los discursos son “los modos históricos que generan las condiciones del sujeto social” (p.82). La subjetividad como producto histórico – cultural también incluye las vías y los modos en los que establece o no el lazo con el otro.
Ya en 1908 Freud advirtió acerca la incidencia de los discursos sobre la subjetividad cuando planteó que el imperio de un tipo de moral sexual cultural podría menoscabar la salud y la aptitud vital de las personas. Años después en El malestar en la cultura (1929) hizo referencia a las renuncias pulsionales libidinales y agresivas a las que es exigido todo individuo para vivir en ella.
¿Entonces cómo se ha diseñado este plan tan malicioso en el que el humano que en tiempos inmemoriales aceptó renunciar a una parte de sus satisfacciones pulsionales para convivir con otros y ser protegido por la cultura, ahora es tratado por ella como desecho luego de su uso como objeto de consumo? ¿En qué momento la especie humana se ha convertido en una suerte de bestia carroñera que se satisface a sus anchas despojando a sus miembros de sus pertenencias más preciadas como son los deseos, esperanzas y proyectos?
Según Bauman en Vidas desperdiciadas (2004) cada orden social produce sus propios desechos para sostener su equilibrio y así es que crea “residuos humanos” (ídem) que van quedando fuera del sistema desprovistos de medios de subsistencia y de la ilusión de un porvenir mediante discursos arrasadores que hacen culto a la crueldad.
Insisto: ¿cómo se construye la subjetividad adolescente en este contexto que empuja a la satisfacción sin límites en un clima de profundas incertidumbres?
En este marco epocal e intersubjetivo los y las adolescentes deberán transitar este segundo tiempo de la constitución de la subjetividad. Tiempo que requerirá del apuntalamiento del adulto como semblante de garantía de continuidad y propiciador de la complejización subjetiva en el camino a la autonomía. ¿Qué adultos hay disponibles para ofertarse en este lugar?
La condición adolescente (Cao) corresponde a los múltiples trabajos de reorganización y reensamblaje psíquico e intersubjetivo que inician con la pubertad. Una de estas tareas simbólicas es la triple articulación y resignificación entre pasado, presente y futuro como operación historizante que implica la posibilidad de reelaboración de lo vivenciado de modo tal que sea posible una reescritura y un reposicionamiento subjetivo. El proceso de historización no sucede sin la puesta en marcha de interrogantes sobre aquello instituido en la historia de cada sujeto. Proyectarse a un tiempo futuro caracterizado por la autonomía deseante es un modo de re-pensarse.
Siguiendo este camino es que cada adolescente podrá enunciar su proyecto identificatorio (Aulagnier, 1977) como construcción de una imagen ideal de sí que promueve el compromiso a la acción.
Sin embargo, hay quienes encuentran obstáculos en esta tarea de historización y allí donde deberían abrirse al mundo motivados por la curiosidad y el deseo nos encontramos con jóvenes que han silenciado las preguntas y apagado la tendencia deseante poniendo de manifiesto profundas desconexiones y apatías.
En el trabajo clínico con adolescentes es cada vez más frecuente hallar estas presentaciones clínicas caracterizadas por el silencio, el repliegue y la inhibición.
En mi quehacer como analista he podido ubicar diversas causas vinculadas a estas manifestaciones del sufrimiento: efecto de arrasamientos sociales, deprivaciones afectivas, efectos de traumas, modos de restarse del otro o de convocarlo, resistencia a ingresar al mundo sexuado y de autonomía, demanda excesiva de los demás, efecto del sinsentido del futuro, huida del desafío que implica la conquista de lo nuevo, manifestación de una inhibición por tensión con el superyó, como rebelión a las demandas de los ideales de otros y a modo de correlato de la depresión.
En este contexto de hipermodernidad (Lipovetsky, 2006), negación del dolor (Han, 2020), búsqueda de placer inmediato, incremento de la relevancia de la imagen, la caída de meta garantes sociales (Jaroslavsky, 2020), un sentido del futuro como promesa de cumplimiento de anhelos resquebrajado y adultos consumidos por el sistema que tienen dificultad para acompañar y transmitir deseo es que el psicoanálisis tiene una oferta subjetivante para hacer: “Vamos, diga cualquier cosa que será maravilloso” (Lacan, 1970, p.55). El psicoanálisis tiene una oferta revolucionaria y que subvierte el discurso de época; invita a la palabra y así le abre el camino al deseo restituyéndole al sujeto su verdad. El psicoanálisis no le ofrecerá un tip o un objeto para taponar la angustia, sino que se dejará guiar por ella.
Avatares del cuerpo en la adolescencia en tiempos de subjetivación
Si el asunto es el cuerpo ¿Qué debe hacer un adolescente con lo nuevo que trae lo puberal? En la pubertad irrumpe lo real del cuerpo que exige tramitación. ¿Cómo responden a ello los adolescentes contemporáneos? ¿Qué efecto tienen los discursos posmodernos en el tratamiento sobre el cuerpo y en los modos de simbolización? ¿Cómo se despliegan estos trabajos en la “experiencia virtual” (Passerini, 2021)?
El advenimiento de la pubertad y sus modificaciones somáticas junto al nuevo empuje de la pulsión sexual (Freud, 1905) le exigen al psiquismo trabajos complejos de inscripción, de reorganización y neocreación representacional. La adolescencia se instituye como un tiempo en el que urge inscribir un nuevo cuerpo en simultaneidad a la reestructuración de la trama identificatoria. Esta tarea se realiza en una trama intersubjetiva que va del desasimiento de la autoridad parental al encuentro de nuevas redes vinculares exogámicas que funcionan con su presencia material y virtual como un espejo en el que es posible encontrar similitudes y diferencias imaginarias que contribuyen a la simbolización del cuerpo transformado y genitalizado. La presencia real del otro semejante es necesaria para llevar a cabo esta tarea de inscripción de la pulsión en el marco de una experiencia sensible pero también cumple una función central la “experiencia virtual” de encuentro. Para definir esta experiencia virtual y elegir este sintagma por sobre el de realidad virtual Passerini (2021, p.39) hace referencia a Walter Benjamin cuando sugiere que una experiencia humana no sólo refiere a los sentidos sino a lo vivenciado y como tal es una experiencia discursiva en tanto ingresa en el mundo de la representación.
El trabajo de inscripción del nuevo cuerpo genital que trae la pubertad es un trabajo universal del adolescente y estará afectado por las exigencias que la cultura propone en sus discursos. Podríamos decir que el cuerpo es hablado y producido por lo social en tanto lo social es un hecho de discurso.
El cuerpo como construcción cultural resulta del entrecruzamiento entre la intersubjetividad histórica y el discurso familiar y extrafamiliar caracterizados por ofertas que contienen tensiones entre lo hegemónico y no hegemónico que se articulan con la lectura singular que cada sujeto realice de lo cultural determinado por las experiencias histórico subjetivas simbólicas y libidinales del encuentro con el otro y los efectos de presencia (Puget, 2020). Barthe (2012) plantea que los cuerpos son políticos en tanto su construcción no reviste sólo la esfera de lo privado sino también de lo público materializado en discursos y actos en un entramado.
La cultura establece los estilos estéticos y modos de definir lo saludable determinando modos individuales y colectivos de cómo vivenciar/experimentar los cuerpos y sus sensaciones. Los adolescentes nos muestran diversas maneras de intervenir sus cuerpos con tatuajes, escaraciones, cortes de cabello llamativos, restricciones alimentarias, entre otros. Algunos de estos tratamientos del cuerpo se alinean en el borde de los ideales estéticos, otros representan dotaciones identitarias suplementarias que dan consistencia ante ciertos encuentros con el vacío que representa no sólo la caída de lo infantil propio de la adolescencia sino también la retirada del mundo adulto como zona de sostén apuntalante. Cuerpos decorados con tatuajes y pircings en los que se pone en acto un modo apropiación del cuerpo y a su vez se lo marca para hacerlo único. En una cultura que tiende a la homogenización brutal de los cuerpos los adolescentes encuentran marcas singulares para producir alguna diferencia que les recorte de la normativización creando estéticas propias. Otros alienados en el discurso imperante someten sus cuerpos a restricciones alimentarias, consumos excesivos de alcohol, afiliación a grupos online que promueven desafíos casi mortíferos en línea como modo de validación social.
Algunas adolescencias actuales nos presentan el agujero que representa la caía del sentido y el detenimiento de la capacidad de pensar. Angustias desbordantes que ponen en marcha pasajes al acto constantes que denuncian un imperativo de goce por sobre una invitación al deseo.
Nuevas modalidades de goce sexual, nuevas identidades fluidas, nuevos modos de consumo operan como formas de organización y agrupabilidad en las adolescencias.
Como fue mencionado previamente también nos encontramos con presentaciones más inhibidas con adolescentes que no hablan o hablan poco no como efecto de la resistencia sino como efecto del vacío y de labilidad en el lazo con la palabra. Tienen dificultades para describir emociones y recurrentemente dicen “no sé”, “no puedo”. También ha habido un aumento de conductas e ideaciones de muerte en los jóvenes en el tiempo de la postpandemia. Es característica la ausencia de pregunta y conflicto ante el estado de ánimo. Como analistas somos invitados a tomar cada vez más los indicios del sujeto que se presentan en los silencios, pausas, lenguaje no verbal y tono afectivo.
¿Cómo construir lazo con el otro? ¿Cuál es el estatuto de la palabra para los adolescentes de hoy?
Gabriela, cuando el silencio habla
“El analista sostiene como presencia- cubierta imaginaria de un pedazo de real – la exposición del lugar que retiene al sujeto, para lograr con sus intervenciones, el cambio de un destino por un estilo” (“Las intervenciones del analista”, Vegh, I.)
Justo en el horario acordado ingresó a mi WhatsApp un mensaje que decía: “Estoy abajo”. Así anunció Gabriela de 19 años su llegada al consultorio. Decidí responder con un “voy” y me dispuse a ir a su encuentro. En el ingreso al edificio de mi consultorio encontré a una adolescente que esperaba perfectamente erguida, abrazada a su bolso y mirando fijamente a través del vidrio de la puerta hacia el ascensor. Noté un gesto de cierto desconcierto cuando vio que aparecí por otro lugar dado que utilicé las escaleras. Abrí la puerta, la invité a pasar y le pregunté si estaba de acuerdo en utilizar ese medio para llegar al consultorio (el consultorio está en un segundo piso). Al llegar arriba esperó silenciosa a que le indique al abrir la puerta: “adelante”. Una vez dentro y mirando hacia abajo se detuvo y nuevamente le dije que el consultorio era el que estaba al final del pasillo. Con algunas vacilaciones se sentó en el sofá. Con breves frases introduje mi invitación a que ella pudiese desplegar el o los motivos por los cuales había decidido contactar a una analista.
Solemos decir que la travesía del análisis conduce al encuentro del sujeto con su verdad y que “en general una persona llega a análisis cuando ya no puede continuar pagando el precio de su sufrimiento” (Fischer, 2019. p.13). Desde hace años y conforme a los discursos de época se ha instalado en la cultura una tendencia a la desestimación, repudio y negación de todo afecto que distraiga de la felicidad y el éxito y para ello se han creado ofertas varias con las que se intentan taponar los agujeros de la insistencia de lo real. ¿A qué viene Gabriela? ¿A qué estará dispuesta? Para ir armando el tejido de la transferencia en este tiempo inaugural, como campo en el que se librará la batalla, Freud nos enseña que “uno le hace hablar al paciente y no le comunica más esclarecimientos que los indispensables para que prosiga su relato” (1913, p.126)
Gabriela inició su relato diciendo “yo no hablo, no me gusta, no me sale”. Luego dijo que realizó otros tratamientos y que siempre le decían que hable porque si no hablaba no se la iba a poder ayudar. En el último la analista le dijo que si no iba a hablar no tenía sentido que siga yendo y dio por finalizado el tratamiento.
Ese primer encuentro y los venideros se caracterizan por silencios y diversas intervenciones exploratorias, así como algunas puntuaciones orientadas a la posibilidad de ir armando alguna pregunta. El ritmo y clima de los encuentros es denso. Entrevista tras entrevista va tomando cuerpo un significante: “estar cansada”. Dice que todo la cansa, que no tiene ganas de nada, que quiere dormir todo el día, pero, aunque duerme igual está cansada y que no tiene ganas de nada. Agobiada por múltiples demandas laborales y académicas propias y provenientes de otros cercanos, el hablar – decir se ha convertido también en una demanda. ¿Cuál es la lógica de sus silencios? ¿Y de su cansancio? Una de las apuestas que se juega en la escucha analítica y las intervenciones es promover la producción de sujeto en aquel que nos consulta. El sujeto puede asomarse de diversos modos. Uno de ellos es hacer silencio, decir poco. Dado que hay tiempos lógicos en los que el sujeto se constituye será necesario el pasaje del acomodarse al otro al incomodar/poner en falta al otro. ¿Decir poco se tratará se incomodar al otro y no darle lo que espera y así causarlo? ¿Es una pieza de repetición que se pone en acto en la transferencia de la pregunta “¿Puedes perderme?”? Gabriela propone una estrategia dialógica singular: se hace preguntar, se hace esperar, hace que el otro acompañe estas reglas del juego. Cuida su palabra. Muestra su silencio. Una de las primeras enunciaciones fundantes del sujeto es el no. El no afirma al sujeto. El no es Yo como límite a la demanda del Otro.
En una ocasión, luego de decir que al finalizar la sesión se iría a su casa a dormir porque estaba cansada y que luego cocinaría unas galletitas para la merienda, le pregunté si le gustaba cocinar. Levantó la mirada, abrió sus ojos y sonriente dijo: “Si me encanta”. Lo que quedaba de sesión transitó sobre su gusto por la cocina, recetas y su disfrute respecto de ello. Su cuerpo dejó de estar erguido y adquirió cierta flexibilidad, el bolso se hizo a un costado y una mirada vivaz y sostenida acompañó sus decires menos esquivos. Silvia Saraceno Fasce (2023) nos dice : “ paciente y analista organizan cada vez su mutua experiencia de interacción, poniendo énfasis en la bidireccionalidad de dos subjetividades respetuosas de la especificidad que emerge de cada encuentro; siendo ambas determinantes para la co-construcción de una campo de trabajo analítico” (p.105)
Al tiempo “estar cansada” se articula como un deseo de desaparecer: “todos los días igual. Me levanto con esfuerzo. No quiero más”. A veces el silencio y el anhelo de desaparecer son la forma que cobra el modo de restarse de un otro que aplasta. Del dormir como modo de pausa /inhibición a la demanda del otro se presenta un “no quiero más” que acompañado de una conmovedora angustia se presenta junto a una mirada de terror. Ante un gesto de mi parte que anticipa una intervención me detiene diciendo: “no voy a hablar más.” Percibo su terror ante ese encuentro y solo digo: “Está bien. Estoy acá”. Finaliza la sesión y la invito a que concurra nuevamente esa semana. Dice que no puede porque tiene que concurrir a la universidad. Le digo que si le parece le reservo un horario y que no es necesario que me confirme en este momento que se lo guardaré por si cambia de opinión sobre la hora. Llegado el día propuesto y una hora antes del encuentro recibo un mensaje que dice que concurrirá a la sesión. Saraceno Fasce se refiere a la disponibilidad del analista (2023) como aquella que se plasma en diferentes funciones con la plasticidad de moverse entre diversas posiciones instrumentales.
He ido ocupando diversos lugares en el campo analítico. A veces silenciosa, otras más activa y a veces he pronunciado algo que podría pensarse bajo la definición de chiste.
Un psicoanálisis requiere de tiempo. Tiempo de detenerse, de pausa, de sostener el agujero que se presenta ante la emergencia de la angustia y de cuidar la palabra.
Laura Restrepo en su novela Demasiados Héroes cuando dice “Necesitaba ponerle por fin palabras a esta historia hasta ahora marcada por el silencio. Siempre había sabido que tarde o temprano tendría que darse la tarea, no quedaba más remedio, porque pasado que no ha sido amasado con palabras no es memoria, es acechanza. El problema había sido cómo contarlo, y ahora creía descubrirlo: íntimo y simple, como una conversación a puerta cerrada (…)” (p.234).
También en el análisis con Gabriela será necesario apostar a encontrar los diversos tiempos de contarlo para des-contarlo. En tiempos de demanda voraz de rendimiento en un análisis hacemos tiempo, construimos tiempo, damos lugar a la pérdida, al silencio. En tiempos de negación del dolor y de Invisibilización del sujeto ofertamos un espacio para que el derecho a ser escuchado se ponga en acto y de ese modo se restituya la dimensión del sujeto.
Bibliografía
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*Trabajo presentado en la Jornada de Apertura de Aecpna -“Aquí y entonces, allá y ahora”- el 30 de septiembre de 2023 en Madrid.
**Sobre la autora:
Lic. Ileana Fischer
Psicóloga (UBA) y Psicoanalista.
Miembro del Consejo Directivo de la AEAPG.
Directora de la Revista Digital Psicoanálisis Ayer y Hoy.
Coordinadora del Programa de Inicios de la Práctica profesional (AEAPG).
Profesora Titular de las Carreras de Especialización y Maestría de AEAPG en convenio con UNdeLM. Profesora del Curso Superior de Psicoanálisis con Niños y Adolescentes (AEAPG).
Ex Coord. del Centro Asistencial Arnaldo Rascovsky (Equipo de Adolescentes).
Exprofesora titular de la materia Psicología en Universidad Kennedy.
Ex coordinadora de Táctica Centro Psicológico.
Compiladora de Primeras entrevistas y Psicoanálisis. Encuadre e intervenciones en la clínica actual. Cuadernos Tópica N°13. Vergara Ediciones. 2019
Compiladora de “De vínculos, subjetividades y malestares contemporáneos·. Editorial Entreideas. 2020
Coautora de ·Clínica con Adolescentes. Problemáticas contemporáneas·. Editorial Entreideas. 2020
Autora y coautora de diversas publicaciones y presentaciones en jornadas y congresos.
E – mail: ileanafischer@gmail.com
[1] Scrolling procede de scroll la palabra inglesa que hace referencia al desplazamiento que permite avanzar en los contenidos de manera horizontal o vertical de una manera homogénea.
Revista nº 22
Artículo 1
Fecha de publicación ENERO 2024