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Sobre la subjetividad en el acto de aprender y sus dificultades.

Sobre la subjetividad en el acto de aprender y sus dificultades.

  • por

Ileana Fischer*

No se aprende en soledad. Se aprende en lazo.

En general los niños llegan a consulta cuando algo del sufrimiento o del males­tar está en juego. ¿Podría ser de otro modo? La consulta siempre es desenca­denada porque hay algo que angustia, frustra, enoja y/o desespera.

En los tiempos de la infancia son los adultos a cargo de la crianza quienes solicitan la consulta y enuncian aquello que se presenta como disruptivo. Será nuestro trabajo como analistas ubicar inicialmente cuál es la demanda y sobre quién recae.

Cuando el foco de la preocupación se relaciona con una dificultad en el apren­dizaje la consulta suele estar acompa­ñada por un pedido proveniente del ám­bito escolar. Frases como: “La maestra dice que no presta atención en clases”, “Viene sin copiar del pizarrón y hay que hacer todo en casa. Siempre con una nota en el cuaderno de comunicacio­nes”, “No entiende matemáticas. La maestra dice que no le ponga apoyo es­colar porque con lo de la escuela es su­ficiente. No sé qué hacer porque no en­tiende”, acompañan el discurso que se despliega en la primera entrevista. Que el pedido esté acompañado por una su­gerencia que proviene del ámbito esco­lar pone de manifiesto que el aprendi­zaje no es una cuestión del orden de lo privado, sino que es un acto público. ¿A qué me refiero con público?   

Aprender no es una cuestión solitaria. En nuestra cultura se aprende de cuerpo presente en la escuela en compañía de otros. Po­dríamos incluir aquí los efectos en el aprendizaje que se manifiestan en la ac­tualidad a raíz de la virtualidad. Pero este tema será objeto de otra comunica­ción. Sin embargo, dejo la siguiente pre­gunta: ¿Cómo incide en el aprendizaje como experiencia la presencia y ausen­cia del cuerpo?

Decía que aprender es un acto público dado que se desarrolla en un espacio social-compartido e involucra no sólo los deseos de los padres y el niño en situa­ción de aprendizaje sino también los an­helos de la ciudadanía. Los otros del campo social esperan que sus futuros ciudadanos aprendan y deseen hacerlo. En este sentido podríamos decir que aprender es un acto que produce subje­tividad en tanto en despliega en campos complejos en los que se encuentran en tensión deseos e ideales individuales y colectivos; actuales e históricos que te­jen una trama que se dispone como oferta identificatoria (Aulagnier, 1972).

Si tenemos en cuenta que el aprendizaje escolar es un proceso complejo en el que tienen lugar transformaciones que incluyen: al objeto de conocimiento, al sujeto (en el que el deseo de saber y la curiosidad ofician de motores) y a los otros; entonces estamos considerando que aprender compromete a la subjetivi­dad toda en un campo intersubjetivo.

En este sentido la escuela como institu­ción perteneciente al ámbito de lo social es uno de los escenarios en los que los niños llevan a cabo parte de su constitu­ción subjetiva mediada por el proceso de aprendizaje. De modo tal que los adultos (docentes) que participan en ella no sólo cumplen con la función de propi­ciar los aprendizajes, sino que también toman parte en la subjetivación de los ni­ños.  Tal es así que será de fundamental importancia tener en cuenta los anhelos y las representaciones que las y los maestros tienen respecto del aprender, sus dificultades y la infancia. En tanto estas construcciones psíquicas son transmitidas (ofertas identificatorias) es que producen efectos a nivel del sujeto en situación de aprendizaje.

En 1914 Freud escribió acerca de la fuerte impresión que dejaron sus maes­tros en su recorrido escolar: “No sé qué nos reclamaba con más intensidad ni qué era más sustantivo para nosotros: ocuparnos de las ciencias que nos ex­ponían o de la personalidad de nues­tros maestros. Lo cierto es que esto úl­timo constituyó en todos nosotros una corriente subterránea nunca extinguida, y en muchos el camino hacia las cien­cias pasaba exclusivamente por las per­sonas de los maestros (…) Los cortejá­bamos o nos apartábamos de ellos, les imaginábamos simpatías o antipatías probablemente inexistentes, estudiába­mos sus caracteres y sobre la base de estos formábamos o deformábamos los nuestros (…) En el fondo los amábamos mucho cuando nos proporcionaban al­gún fundamento para ello; no sé si todos nuestros maestros lo han no­tado”(p.247)

En este sentido considero que desde que inició la pandemia y la presenciali­dad escolar se vio afectada una de las funciones centrales en el sostenimiento del lazo con el deseo de aprender y los procesos subjetivantes han sido las pro­puestas dialogales que las y los docen­tes ofrecieron a sus estudiantes. Así es­cuchamos en el consultorio a niñas, ni­ños y adolescentes diciendo: “No hici­mos nada. Hablamos. Contamos lo que nos pasa.” Y yo respondo: “¡¿Cómo que no hicieron nada?!¡Hablar no es nada!”. Pienso que esos espacios de circulación de la palabra a cámara encendida han promovido la escucha como acto que in­terpela al sujeto a hablar-se. Cuando un docente pregunta a sus estudiantes so­bre sus emociones y actividades lo inter­pela como sujeto. Ese decir le devuelve una imagen especular en la que se enuncia un: “Yo te reconozco como un sujeto deseante. Quiero escuchar tu voz.”  

Según queda señalado en la cita freu­diana el vínculo con las y los docentes es de carácter libidinal siendo esta una cualidad necesaria para el aprendizaje. Esto invita a pensar en la escuela como una zona de encuentro intersubjetivo en la que es posible investir novedades.

Aprender requiere   catectizar lo ajeno y novedoso para procurar un reencuentro con una experiencia de placer. Es un acto de apertura que participa de la ela­boración de un proyecto futuro (Aulag­nier, 1972). En este punto propongo al­gunos interrogantes. ¿Qué sucede cuando hay restricciones en los aprendi­zajes? ¿Cuáles son los aspectos en juego que se hacen presente en la es­cena de lo escolar, como campo inter­subjetivo, cuando algo del aprendizaje está interferido? ¿Qué de los investi­mentos, es decir de lo libidinal, se en­cuentra obstaculizado y por qué? ¿Cómo se vinculan estas modalidades con la historia de ese niño o niña en es­pecial? ¿Por qué en algunas ocasiones la experiencia del aprender conlleva su­frimiento y no experiencia de placer?

Aprendizaje y tiempos de constitu­ción subjetiva.

Es relevante estar advertidos que al pensar en las consultas acerca de los ni­ños tomemos en consideración que se trata de sujetos en tiempos de constitu­ción. Tiempos fundantes de la operato­ria psíquica. Es decir que el cambio, la construcción y la remodelización psí­quica son procesos en funcionamiento. Este aspecto nos orienta en tanto ana­listas a poner atención en que las apro­ximaciones diagnósticas son presunti­vas, momentáneas y contextualizadas en un campo multideterminado.

Tomo el concepto de campo desde la perspectiva enunciada por Bleger (1963) cuando lo describe como el re­corte de la situación; siendo ellael con­junto total de elementos, hechos, rela­ciones y condiciones en los que se ma­nifiesta una conducta en un tiempo y lu­gar determinados, en la que se incluyen factores externos e internos del sujeto.  Teniendo esto presente es que pode­mos tomar las palabras de Gisela Untoi­glich (2011) cuando dice que en la infan­cia “los diagnósticos se escriben con lá­piz”. De modo talque acercarnos a un sujeto con una dificultad para la tarea de aprender implica tener en cuenta la si­tuación intra e intersubjetiva en la que se encuentra y atender a ella para pensar las aproximaciones diagnósticas y es­trategias terapéuticas.

Cuando nos referimos a los problemas para el aprendizaje tenemos en cuenta que se tratan, o bien de conflictivas en algún aspecto de la subjetividad en oca­siones, o de perturbaciones en la cons­titución misma de la estructuración psí­quica en otras. Estas problemáticas di­cen algo del sujeto. Nos hablan del tiempo subjetivo en el que se encuentra, de sus vicisitudes con los deseos y las defensas; y de su modalidad cognitiva. Tanto la problemática que se pone de manifiesto al modo de un síntoma, como formación transaccional efecto de la de­fensa, y aquella que lo hace al modo de un trastorno en la constitución psíquica, se evidencian como restricciones en los investimentos de las novedades escola­res.  

Desde la perspectiva psicoanalítica es posible recortar para la reflexión los as­pectos subjetivos que están implicados en el aprendizaje escolar como aquellos que tienen que ver con los modos singu­lares para incorporar los objetos de co­nocimiento y acercarse a ellos. Estos movimientos se vinculan a la función simbólica y a la modalidad cognitiva como maneras de representación y aproximación sucesivas a las objetivida­des escolares.

Desde el inicio de la vida el aparato psí­quico que ve abocado al trabajo de re­presentarse la realidad. Esta tarea es realizada mediante un esfuerzo psíquico que exige alejarse de la identidad de percepción y de los procesos primarios para funcionar en base a la  identidad de pensamiento movido por el apremio de la vida (Freud, 1895).  Tal como leemos en la obra psicoanalítica la constitución de lo psíquico es en relación a un otro que cumple la función de auxiliar y que tiene a su cargo las acciones específi­cas, que apuntaladas en la autoconser­vación abren el pulsar de la sexualidad. Por lo tanto ¿Cómo ubicar las variables intersubjetivas primarias en las dificulta­des para el aprendizaje? ¿Es posible su­poner que algunas dificultades escola­res se funden es fallas en la estructura­ción del pensamiento? ¿Cómo orientan estos conceptos para considerar al pro­ceso diagnóstico? ¿Qué huellas del ejercicio de las funciones primarias es posible encontrar en el discurso de los padres que se acercan a la consulta?

A partir de esto, es posible establecer como hipótesis que el estilo de relación que establece un niño con las objetivida­des escolares es por la vía de una trans­ferencia, conforme a las modalidades histórico-subjetivas fundantes de su psi­quismo correspondientes a la calidad de vínculo con el entorno primario.  Según este punto de vista la selectividad y res­tricción en el acto de aprender llevarían la marca de una reedición de los aspec­tos constitutivos del sujeto (Schlemen­son, S. 1996).  En algunos casos las res­tricciones en el aprendizaje se manifies­tan como parcelaciones y selecciones en tanto la dificultad para el aprendizaje está circunscripta a algún área especí­fica (leer en voz alta, escritura espontá­nea, etc.…) según se expresó previa­mente. En otros, cuando la totalidad de las áreas de aprendizaje están interferi­das tenderemos a pensar que ello es efecto de una perturbación en la consti­tución psíquica de modo tal que las ca­tegorías vinculadas al proceso secunda­rio de pensamiento no se han estable­cido o lo han hecho de manera deficita­ria. De acuerdo con esto nos referiremos a trastornos de aprendizaje para el úl­timo caso y no dificultades de aprendi­zaje como en el caso de las sectoriza­ciones. En los trastornos para el apren­dizaje la tarea analítica se orienta a in­tervenciones que tengan como objetivo establecer las condiciones necesarias para un funcionamiento psíquico más di­ferenciado. Podríamos decir que la meta es fundar psiquismo.

La condición básica para el aprendizaje es un aparato psíquico estructurado re­presión mediante, en el que el funciona­miento consciente e inconsciente se en­cuentre delimitado. Esto permite una operatoria psíquica tendiente a trabajar bajo la identidad de pensamiento y en relación a las categorías de espacio y tiempo como construcciones del Yo. Para que esto ocurra es necesario que es que el inconsciente adquiera el esta­tuto de reprimido, caso contrario el su­jeto queda expuesto a la constante des­carga pulsional sin mediatización cuya regulación corresponde al principio del placer. Las fallas en el establecimiento de la represión fundante impiden la constitución de un Yo organizado en base a las categorías temporo-espacia­les y leyes de la lógica.

Si bien el psicoanálisis no es una teoría sobre el aprendizaje, es posible consi­derar las coordenadas metapsicológicas acerca del funcionamiento psíquico para reflexionar acerca de las condiciones necesarias para la actividad del pensa­miento. Estos enunciados animan algu­nas preguntas: Si los objetos de apren­dizaje escolar son novedades que re­presentan entre otras cosas lo posible de ser conocido y al mismo tiempo ubi­can al sujeto en un punto de no saber previo ¿Podría tratarse de una dificultad para relacionarse con lo diferente, lo nuevo, cuando un niño tiene dificultades para aprender como efecto de cristaliza­ciones de clausura psíquica a modo de­fensivo? ¿Por qué para algunos niños lo nuevo y el estado de incertidumbre es motivador de investimiento del objeto de conocimiento y por qué para otros el efecto es de rechazo? ¿Podríamos pen­sar que en algunas ocasiones aprender reedita aspectos subjetivos vinculados al displacer que ponen en marcha pro­cesos restrictivos? ¿De qué modo la oferta identificatoria orienta los investi­mentos sobre los objetos de conoci­miento? ¿De qué modo se vincula el pensamiento con la pulsión?

Dime cómo aprendes…

Sobre la base de que el aprendizaje se­ría un proceso libidinal de apropiación que se pone en marcha mediante el de­seo de saber y que es producido en in­teracción con otros en un campo diná­mico en el que se llevan a cabo transfor­maciones mutuas y considerando que ese modo de apropiación reedita aspec­tos de las relaciones con las figuras pri­marias (investimentos, desinvestimen­tos, deseos, ideales, identificaciones) es que propondré acercar el concepto de modalidad cognitiva (Slemenson).

Estas hipótesis nos orientan a pensar que la curiosidad y el deseo de saber son construcciones subjetivas y que no están desde el origen. Fue Freud (1905) quien en los textos en los que desarrolla el florecimiento sexual infantil y las pul­siones nos enseña que la pulsión de sa­ber es la resultante de la combinación de las pulsiones de ver y una versión su­blimada de la pulsión de apoderamiento.  En 1907 vincula la curiosidad con el in­terés por el origen de la vida que se pone en juego en la interrogación acerca del origen de los niños. Luego enuncia las teorías sexuales infantiles a partir de su formulación de la pulsión de saber (epistemofílica). El niño elabora teorías a nivel consciente para encontrar res­puestas no solo en relación al origen de la vida sino también en relación a la di­ferencia sexual anatómica. Tal es así que nuevamente encontramos en la obra freudiana referencias que orientan a pensar que la curiosidad y el deseo de aprender se encuentran en conexión di­recta a los enigmas centrales en la vida de los niños en relación con la sexuali­dad. Estas teorías infantiles son un modo de conocer y explicar el mundo: de representarlo.

Es necesario recordar que la actividad estrictamente psíquica corresponde a la representatividad, es decir presentar de modo interior al objeto y dominar los montos de cantidades psíquicas. Incluir en este momento de nuestro recorrido al lenguaje, como medio representativo y expresivo, nos permite relacionarlo con la producción simbólica en términos de actividad psíquica representacional. ¿Cómo se vincula lo que hemos visto hasta acá con lo que se denomina mo­dalidad cognitiva? La construcción de las objetividades escolares le exige los sujetos que sean libidinizadas para po­der ser representadas (incorporadas) a nivel psíquico. Vamos a denominar sim­bolización en el aprendizaje a las formas que adquiere la construcción de las ob­jetividades escolares. Y nos referiremos a modalidad cognitiva al modo singular en el que un sujeto simboliza y se apro­xima al aprendizaje como proceso com­plejo de representación.

Como se indicó en otro lugar, la escuela es el espacio en el que se ponen en cir­culación enunciados valorados por el conjunto social y que comportan un bien común en el marco de una socialización sistemática, a diferencia de la socializa­ción que realiza la familia.  Esta sociali­zación sistemática y el aprendizaje se realizan en el mundo de lo público, en consecuencia, podríamos pensar que el aprendizaje es solidario a la apertura, participación y enriquecimiento del su­jeto. Para que ello acontezca será nece­saria cierta disponibilidad psíquica que se vincula al deseo de saber el cual es correlato a una falta de saber como mo­tor.  En síntesis, el modo singular en que cada sujeto piensa procesa conocimien­tos, significa al mundo y su experiencia con él tendrán que ver con las marcas históricas originadas en la estructura li­bidinal con las relaciones primarias. De este territorio complejo y relacional se derivará un modo de producción simbó­lica y cognitiva singulares.

De la cultura de la mortificación al de­recho a ser escuchado

Somos testigos en la actualidad acerca de la preocupación en algunas escuelas por identificar tempranamente a los ni­ños que presentan o podrían presentar problemas en sus aprendizajes. Es claro que parte de la función de la escuela tiene que ver con identificar dónde hu­biere dificultades para poder establecer las estrategias pertinentes y propiciar el aprendizaje de los niños. Nuestra mi­rada como analistas va a estar puesta en los casos en los que se excede esta función. Digo “identificar dónde hubiere dificultades” ya que no siempre ellas son las del niño, sino que a veces son las de la escuela con ese niño.  Es decir, lo que la escuela no puede incluir.

Parecería que en la época contemporá­nea la preocupación por responder a la inmediatez y cierta la búsqueda de ho­mogeneidad lleva a perder de vista que los niños y adolescentes  son sujetos en constitución y que no todos tienen los mismos tiempos, habilidades y modali­dades cognitivas. Para constituirse se requiere de tiempo real y de tiempos ló­gicos subjetivos. No es un proceso veloz o que pueda apresurarse.  La búsqueda de lo inmediato lleva a obturar la mirada y no raramente se patologiza aquello que es un modo singular de aproxima­ción al mundo de las objetividades esco­lares y a los otros. No todo lo que se nos presenta como no ajustado al ideal es patológico. Esto es algo fundamental a trabajar con la escuela, la familia y los niños y adolescentes. Si el diagnóstico funciona como clausura, entonces la orientación del tratamiento tendrá que ver con la reeducación. Razón por la cual vamos más allá de lo fenoménico, incluimos las variables del campo y te­nemos presente el cuerpo teórico desde el que pensamos la dificultad para el aprendizaje. El modelo teórico que ten­gamos para pensar la constitución del aparato psíquico y su modo de funciona­miento determina la forma en que enten­deremos las manifestaciones. Así mismo lo son la orientación del trata­miento y las intervenciones.

El ideal de éxito y eficacia propuesto por la cultura actual lleva a lo que Fernando Ulloa denomina “Cultura de la Mortifica­ción” en la que el sujeto está coartado, al borde de la supresión de su singulari­dad. Nuestra tarea tendrá que ver con proponer otra mirada-escucha en tanto modo de lectura de lo que se presenta a la consulta. Considerar la conexión de los procesos de subjetivación con el aprendizaje nos permite construir un sentido singular de las dificultades que no corra el riesgo de dejar al niño preso de un rótulo que suprima de su deseo de aprender y su derecho a ser escuchado.

Bibliografía:

Aulagnier, P (1972): La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Ca­pítulo 4. Editorial Paidós.

————— (1977-78): Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión. Editorial Pai­dos. Primera edición. 1994

Bleger, J.: (1963): Psicología de la conducta. EUDEBA. 

Bleichmar, S: Supuestos teóricos psicoanalíticos para abordar las cuestiones teóricas del aprendizaje. En Temas de psicopedagogía. Año 5. 1991 

Fischer, I.: Negarse a leer, una posición subjetiva posible. Revista AEAPG. Nro34. 2013

Freud, S. (1905):  Tres ensayos para una teoría sexual. O C. Tomo VII. Ed. Amorrortu

———– (1907): El esclarecimiento sexual del niño . O C. Tomo IX. Ed.  Amorrortu

———– (1908): Sobre teorías sexuales infantiles. O C. Tomo IX. Ed. Amorrortu

———– (1914): Sobre la psicología del colegial. O C. Tomo XIII. Ed. Amorrortu

Kaplan, C: La Inteligencia escolarizada Un Estudio de las representaciones sociales de los maestros sobre la inteligencia de los alumnos y su eficacia simbólica. Ed. Aprendi­zaje y Subjetividad. 1997

Laplanche y Pontalis: Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós

Schlemenson, S. (1996): El aprendizaje: Un encuentro de sentidos. Bs As. Kapeluz.

——————– (2000): Cuando el Aprendizaje es un problema. Ed. Miño y Dávila

——————–(2001): El diagnóstico psicopedagógico en Niños que no aprenden. Ed Paidós Educador.

——————–(2009): La clínica en el tratamiento psicopedagógico. Buenos Aires Pai­dós.

Ulloa, F: Desmanicomialización. Revista Zona Erógena Nro 14. 1993

Untoiglich, Gisela: En la infancia los diagnósticos se escriben con lápiz. En Actualidad Psicológica. Año XXXVI. Nro. 396.  2011

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*Sobre la autora: Ileana Fischer es psicóloga  (UBA) y psicoanalista.  Miembro del Consejo Directivo de la AEAPG. Directora de la Revista Digital Psicoanálisis Ayer y Hoy. Coordinadora del Programa de Inicios de la Práctica profesional (AEAPG).  Profe­sora Titular de las Carreras de Especialización y Maestría de AEAPG en convenio con UNdeLM. Profesora del Curso Superior de Psicoanálisis con Niños y Adolescentes (AEAPG). Ex Coord. del Centro Asistencial Arnaldo Rascovsky (Equipo de Adolescen­tes). Exprofesora titular de la materia Psicología en Universidad Kennedy.

Ex coordinadora de Táctica Centro Psicológico. Compiladora de Primeras entrevistas y Psicoanálisis. Encuadre e intervenciones en la clínica actual. Cuadernos Tópica N°13. Vergara Ediciones. 2019. Compiladora de De vínculos, subjetividades y malestares con­temporáneos. Editorial Entreideas. 2020. Coautora de Clínica con Adolescentes. Pro­blemáticas contemporáneas. Editorial Entreideas. 2020, Autora y coautora de diversas publicaciones y presentaciones en jornadas y congresos.

E – mail: ileanafischer@gmail.com

Revista nº 20
Artículo 6
Fecha de publicación DICIEMBRE 2022


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