Virginia Mora Febres**
¿Qué significado tiene ser padres hoy? ¿Es una misión imposible?
La visión de la familia como institución que tenía su origen generalmente en una unión matrimonial ha sufrido muchas transformaciones.
Elizabeth Roudinesco, en su libro La familia en desorden menciona que en los momentos actuales hay un desorden en las familias, y este desorden tiene que ver con los nuevos paradigmas que se plantean.
Las técnicas reproductivas cada vez más se han ido sofisticando, dando pie a formas inéditas de concepción, lo que ha dado lugar a una diversidad en el armado de las familias, desde la congelación de embriones, que facilita el postergar la fertilidad para otro momento de la vida, hasta la posibilidad de tener bebés “a la carta” con todo el efecto psíquico que esto puede acarrear.
Estos métodos con todas las variantes que se pueden aplicar al día de hoy han modificado la visión de la familia y cada vez más es necesario hablar de funciones parentales, sin tomar en cuenta el género.
Aunque la familia como una institución cultural, está sujeta a la historia y sus transformaciones; su función primordial permanece porque el lazo familiar tiene el destino de acoger la vida y su humanización.
La temática de cómo hacemos la vida humana, como humanizamos a alguien, es un asunto que me ha resultado atrayente, hace algunos años hablé sobre el tiempo humano como el tiempo de la palabra, pues es a través de ésta que se ingresa en la dimensión de lo humanizado, de la simbolización. El pasaje de la existencia biológica a la vida humana se funda en el orden simbólico. Orden que está marcado por las relaciones de parentesco consideradas para el psicoanálisis, como funciones. La materna, ligada especialmente al deseo y al amor y la paterna ligada especialmente a la ley. Solo así la criatura humana entra en la cultura.
Cuando le hablamos a un bebé y le pedimos que nos espere o que ya vamos, lo estamos iniciando en el transcurso del tiempo humano, suelen decirse estas palabras, en el momento en que no se les puede satisfacer de forma inmediata, como si uno quisiera que pudieran entender el desajuste que existe entre su demanda perentoria y urgente y la posibilidad de satisfacción de la necesidad. La frustración con su deseo permite que los niños entren en la dimensión temporal. Los adultos -los padres- recubren y protegen al niño con su propia carga narcisista y a la vez propician palabras que son absolutamente necesarias para que el niño no se sienta perdido y lo ayude a descubrir y desplegar todo su abanico de deseos que lo constituirá en sujeto.
También, nuestros pacientes en la clínica nos muestran que la vida que no ha sido adoptada simbólicamente por el deseo del Otro, sin el lazo con el Otro, se mostrará extraviada, se vivirá como expulsada, como un tormento, es una vida que tenderá a arruinarse.
De esta manera, tal como diría Francoise Doltó, toda paternidad es radicalmente adoptiva.
Angustias de los padres de hoy
Actualmente, nuestro horizonte vital cada vez más está requerido y recargado de inmediatez, de menos palabras y más actuación, de mayor virtualidad y menos presencia física, de más ruido y menos sosiego. Todos estos factores confluyen en un río a veces muy tumultuoso cargado de logros impuestos desde el exterior, en objetos de consumo, en identificaciones frágiles con narcisismos altamente vulnerables, donde las adicciones pueden tomar el relevo de las verdaderas necesidades, y las personalidades “como si” o los falsos self pudieran ser favorecidos.
Tal como plantean Amorós y colaboradores en su artículo ¿Nuevos ideales? ¿Nuevos padres? lo que más vemos es a muchos jóvenes sobre adaptados y pegados al discurso paterno, sin ideales propios; jóvenes con el título de hedonistas bajo el brazo, quienes solo aspiran a una vida en la cual el placer inmediato es la meta.
El mundo de los padres también se ha abonado a este plan, pues ha cambiado la forma de relacionarse con los hijos, en un intento por parte del adulto de detener el paso del tiempo, tratando de permanecer en la eterna juventud, de esta forma se bloquea la transmisión del pasado y de la experiencia, así como el hecho de que el hijo pueda aceptar los límites y el duelo por la propia infancia. Cuando esto ocurre, no solo se dificulta asimilar la diferencia de sexos y de generaciones sino también la capacidad de simbolización.
Hoy en día tiene prioridad el poder de la imagen, el joven busca reconocerse a sí mismo a través de los “me gusta” o “te comparto”, los vínculos y el grupo se consolidan en este escenario virtual, que genera una realidad paralela en la que todo parece posible y al alcance de forma inmediata.
Podemos pensar que en este nuevo escenario el conflicto ya no estaría entre lo permitido y lo prohibido, sino entre lo posible y lo imposible, dando pie a patologías como anorexia-bulimia, adicciones, perversión, somatizaciones.
Menciona Recalcati en su libro ¿Qué queda del padre? Que los padres hoy tienen dos grandes nuevas angustias:
La primera angustia tiene que ver con la exigencia de sentirse amados por sus hijos. Es una exigencia inédita, ya no son los hijos quienes piden sentirse reconocidos por los padres, sino que son los padres quienes buscan sentirse reconocidos por los hijos. De esta manera queda abolida la disimetría de generaciones. En esta categoría podemos mencionar esos padres que siempre son demasiado amables, que no pueden decir que no, que tratan todo el tiempo de eludir cualquier posibilidad de conflicto.
Freud en su texto “Sobre los dos principios del acaecer psíquico” revela muy claramente el combate que se libra a lo largo de toda la vida entre el principio del placer y el principio de realidad. Este conflicto simboliza la complicada batalla que todos tenemos que librar: ¿debemos ceder al principio del placer, que supone el conseguir la satisfacción inmediata de nuestros impulsos y deseos, o tenemos que renunciar a vivir bajo la sombra de estos impulsos y solo estar con el manto de la realidad? Textualmente dice: “el relevo del principio del placer por el principio de realidad…en verdad no se cumple de una sola vez ni simultáneamente” sino poco a poco y con mucho esfuerzo.
Los que trabajamos en clínica sabemos qué si no se experimenta el límite, el deseo suele arrastrarse hacia una experiencia mortífera, de un goce destructivo. Por esto es completamente indispensable que alguien que pueda poner en práctica la función paterna, asuma el peso de introducir la castración simbólica.
La segunda gran angustia tiene que ver con el rendimiento. Cada vez más observamos que los reveses, los fracasos, las derrotas de los propios hijos son toleradas de peor manera por los padres. Muchas veces observamos qué si un joven tiene que sortear un obstáculo, lo retiran para no causarle una frustración, pero de esta manera tampoco el joven puede vivir la experiencia. De esta forma, prevalecen las expectativas narcisistas de los padres, quiénes al no poder tolerar los límites, la falta, colocan a los hijos en proyectos de cumplimiento obligado. Es como que hubiese una exigencia superyoica de eficiencia, de logros. Lo que subyace es la fantasía de tener un hijo sin defectos, lo cual evidencia esas angustias narcisistas de los padres, así como la necesidad de ocultar cualquier imperfección.
Los jóvenes no soportan la derrota, porque quienes no la soportan en primera instancia, son sus padres.
Me viene a la mente el caso de Clara una mujer profesional, joven, con enormes posibilidades y recursos en su formación, quién vino a mi consulta por sentir que no podía tolerar después de varios años de separada, el hecho de haber tenido ese fracaso con su pareja. Su desanimo vital y la necesidad de procrastinar las tareas que tenía pendientes no podía entenderlas, y Clara se había convertido en una persona borrosa, entristecida, poco definida en sus deseos y en sus gustos. Clara hablaba todo el tiempo con admiración y cariño sobre sus padres, estos habían depositado altas expectativas en ella y en su rendimiento profesional para continuar con las empresas familiares, y aunque eran muy generosos y cálidos en sus planteamientos, pronto pude escuchar el apremio de estos con el trabajo terapéutico que venía haciendo Clara conmigo. Venir a terapia era una muesca en ese expediente impoluto de vida que ambos padres querían mantener sobre su hija; pero ella también estaba atrapada en su propio deseo de ser el objeto ideal de la madre, viviendo de forma desmesurada la pena por su divorcio. Si bien, el divorcio representaba una pérdida con su duelo correspondiente, realmente tuvimos que profundizar en el duelo profundo que estaba soterrado, la pista la obtuve a través de mi contratransferencia: En una sesión, Clara hablaba sobre situaciones concretas de su trabajo y la desidia que la embargaba y que no entendía, me dijo de pronto que una amiga se había hecho un pequeño tatuaje, pero que ella no se atrevería a hacerse algo así, indeleble, mientras me lo contaba, a mí me vino a la mente algo que había leído sobre Hiroshima y es que cuando cayó la bomba, la gente que estaba vestida con kimono, se le había quedado pegado este y el estampado del mismo quedó para siempre en el cuerpo, como un recuerdo atroz e imborrable de esa vivencia. Le comenté esta imagen a mi paciente, diciéndole: Siento que hay una parte de usted que se vive así, marcada de forma indeleble. Clara comenzó a llorar de forma muy desconsolada, diciéndome: Es tal cual, pero exactamente no sé porque… Tiempo después pudimos entender y caminar por las vías dolorosas que supone la imposibilidad de la castración, es cierto que todo padre quiere un hijo ideal y hay que renunciar a esa expectativa y poder elaborar el duelo, ella había entrado en connivencia con esos deseos de los padres, le gustaba encarnar ese ideal.
Todo este camino tiene que ver con el narcisismo y es un duelo para todos, del hijo de no poderlo ser y de los padres de no poderlo tener. Forma parte de nuestro recorrido deshacer esa connivencia con ese deseo, pero hay que hacer el duelo por la no completud, por la no perfección, por aceptar la falta.
Los hijos no nacen de la biología, ni del plano jurídico sino de la elaboración psíquica que hagan los padres de ese hijo.
Las funciones parentales se encuentran entrelazadas con las historias edípicas y con la historia de la pareja, quienes poseen una historia, así como una prehistoria. Y si estos padres, estuviesen afectados por alguna situación traumática que no ha podido ser elaborada, y que a veces ni siquiera es consciente, se va a alterar el ejercicio de su parentalidad, pudiendo provocar síntomas en sus hijos.
Sabemos que los padres depositan deseos en sus hijos, y es fundamental que esto sea así, aunque el problema aparece cuando este deseo traspasa ciertas fronteras. Piera Aulagnier (¿Qué deseo, de que hijo?) para quién el aporte más fecundo de la teoría freudiana es el lugar y la función que asigna al deseo, decía al respecto “Renunciar al deseo es el equivalente de una muerte psíquica pero no poder aceptar los límites que encontrará en su realización puede concluir en un resultado equivalentemente catastrófico”
Como mencionan Caellas, Kahane y Sánchez, “ El deseo de los padres está teñido e invadido por las identificaciones, los mitos y mandatos generacionales, así como por sus propios deseos infantiles insatisfechos. En este entramado, en esta red está atrapado el hijo, pero también este entramado es el que lo sujeta”.
A la luz de lo expuesto, les comento otra viñeta: Julio vino a mi consulta por presentar grandes dosis de angustia, era homosexual desde la adolescencia y frente a su familia se sentía incapaz de mostrar su elección sexual, trayéndole esta situación enormes conflictos, viviendo dos vidas, y sintiendo cada vez más su sexualidad desbordada, sin posibilidad de poner freno a sus desbordes pulsionales.
El privilegio de la escucha psicoanalítica consiste en leer entre líneas, en darle un significado distinto a lo que aparentemente no lo tiene: En una oportunidad me contaba que en su trabajo como escultor tenía que dar unas clases de anatomía y estaba nervioso por tener que hablar en público y cuando estaba articulando un maniquí se le cayeron los pechos del mismo al suelo y se armó un gran lío con esto y después que pudo recoger los elementos del maniquí, le dijo al público en chiste “Perdí la cabeza por las mamas” preguntándome si no me había parecido gracioso. Yo le respondí: Lo que ha dicho usted más que gracioso es muy acertado, usted pierde la cabeza por su mamá…se produjo un largo y conmovedor silencio, que después dio pie a poder hablar y tolerar el dolor acerca de los sentimientos encontrados y confusos que su madre le despertaba. A lo largo de su trabajo analítico, pudimos entender entre otros aspectos, lo que había significado para él, el tener una madre excesivamente seductora y sin límites, tratándolo en muchas oportunidades más como una pareja que como un hijo y un padre pasivizado en su función paterna, ausente por su trabajo y con un matiz melancólico.
Freud también nos muestra con el ejemplo de Leonardo, lo peligroso que puede resultar cuando hay un exceso de función materna, es decir cuando la madre no puede separarse del hijo
Qué se transmite y qué se hereda
Para que un bebé construya su psiquismo y pueda organizar su mundo interno, es fundamental que tenga el apoyo de sus padres quienes le van a dar un lugar al recién llegado, un lugar en la familia actual y en la sucesión de generaciones.
Los padres transmitirán sus maneras de experimentar y pensar la vida, sus vivencias y la historia familiar. Y es toda esta base sobre la que el niño va a poder edificar su propia individualidad.
Como plantea Rosenbaum “cada recién nacido es portador de una misión, todo niño hereda la carga de recomponer a la familia a partir de la alianza de los dos linajes de los que ha nacido”
Han sido los textos de Freud Tótem y tabú e Introducción al narcisismo los que abren la pauta sobre cómo se juega el vínculo entre las generaciones, sobre la formación del psiquismo, sobre sus procesos. Freud decía que nada de lo que haya sido retenido podrá permanecer completamente inaccesible a la generación que sigue o a la ulterior. Y todas las corrientes de pensamiento coinciden en que: el sujeto humano no se constituye solo a partir de las experiencias que hayan ocurrido en su propia vida, es por esto, que la subjetividad no tiene límites precisos entre pasado, presente y futuro.
Cuando escuchamos el funcionamiento psíquico en su dimensión familiar, podemos ver el efecto de la transmisión generacional de formaciones psíquicas que se actúan de forma repetitiva. Y esos fragmentos de prehistoria que no han podido ser elaborados, suelen perpetuarse a lo largo del tiempo. A veces se trata de hechos secretos, que no pueden ser mencionados, porque es como si su revelación hiciera temer la reproducción del hecho traumático.
Los psicoanalistas no somos historiadores, pero si podemos estar interesados en la transmisión generacional y el papel que pueden desempeñar estas transmisiones en la organización del aparato psíquico de un sujeto, con la idea de resignificar, restablecer la disociación entre pasado y presente, y restituir la experiencia a un nivel de recuerdo pensable.
El asunto sobre la herencia inconsciente fue de interés para Freud a lo largo de su vida, pero es con Tótem y Tabú cuando comienza a hablar sobre la transmisión del Inconsciente entre generaciones, explicando que la transmisión consciente a través de la tradición no es suficiente para dar cuenta o explicar su continuidad en la vida psíquica de las generaciones, para asegurar esta continuidad dice:
“Esta continuidad está asegurada en parte por lo heredado de las disposiciones psíquicas que, para llegar a ser eficaces, necesitan sin embargo ser estimuladas por ciertos sucesos de la vida individual: Es así como deben ser interpretadas las palabras del poeta: Lo que has heredado de tus padres, reconquístalo si quieres poseerlo realmente”
Esta cita de Goethe que menciona Freud, también en el Esquema del Psicoanálisis plantea que el bebé llega a la vida con una predisposición que cada generación debe actualizar.
Tal vez pensando en Freud, menciona Recalcati que el acto de heredar sería como una reconquista. No es suficiente el recibir los bienes o los genes de otro, la auténtica herencia no es un asunto de sangre o de biología. Y volvemos al inicio de este texto, pues la vida no se humaniza por el bagaje genético, sino haciendo realmente propio todo lo que se ha recibido del otro. Heredar coincide con la existencia y con la subjetivación. Se trata de entender la herencia no como algo pasivo que nos llega, o que nos tocó, sino de ver que hace cada uno con esa herencia, que deseo subjetivo logra ir mas allá.
El tema de la herencia tiene que ver con la filiación, si en la filiación no hay un genuino espacio para que el hijo pueda ser colocado, la herencia es imposible. El primer acto de filiación es inscribir al niño con su nombre y apellido que de allí en adelante lo representará.
Se puede fracasar al heredar, cuando por ejemplo vemos que hay un exceso de fidelidad hacia el pasado, y el sujeto se somete al mismo sin la posibilidad de invención o de creación de algo nuevo, es un fracaso por clonación que no permite avanzar en el desarrollo de la separación, mostrándose el sujeto incapaz de prescindir del padre. También podemos ver qué si hay un exceso de rechazo del pasado, y el sujeto se somete a una libertad sin vínculos, habrá un fracaso por rebelión, pues se pretende prescindir del padre sin servirse de él, esto acaba por producir una adherencia frustrada, donde el odio impide la separación en el heredar.
No podemos dejar de lado lo que mencionaba al inicio en relación a la subjetividad de nuestra época, los psicoanalistas vamos viendo las consecuencias sobre el don de la filiación que produce esta mercantilización de los nacimientos, y cada vez mas la cultura empuja a una desligadura total, a través del uso excesivo de las redes como vínculo, las migraciones masivas, la separación de las generaciones anteriores, el abandono de la lengua materna, no podemos estar sordos frente a estas situaciones, hay que escuchar sus efectos, para reintroducir esa dimensión de simbolización, con la idea de restar lo repetitivo o lo mortífero de algo que se repite. Los logros, los avances en la humanidad descansan sobre el peso de lo adquirido y la contingencia de lo nuevo.
Siempre transmitimos, lo queramos o no, a nuestros hijos, o pacientes, como nos han transmitido, lo hayan querido o no, nuestros padres, nuestros abuelos o nuestros analistas. Pero tenemos la alternativa de saber a través de un análisis acerca de esos mitos familiares, que nos ayuden a entender el padecimiento y así se pueda desarmar lo enfermo de la transmisión si lo hubo.
Termino con unas sentidas palabras de Recalcati quien dice: Heredar es descubrir que me he convertido en lo que siempre he sido, hacer propio -reconquistar- lo que ya era mío desde siempre.
Bibliografía
Amorós y colaboradores ((2.018) ¿Nuevos ideales? ¿Nuevos padres? ¿A que aspiran los adolescentes hoy? Revista de Psicoanálisis de la APM, 33.
Aulagnier, P. (1.977) ¿Qué deseo de que hijo? Revista de Psicoanálisis con niños y adolescentes. Número 3 Buenos Aires.
Caellas, Kahane y Sánchez (2.010) El quehacer con los padres. De la doble escucha a la construcción de enlaces HG editores. España.
Freud, S. (1.990) Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. En Obras completas (vol.12) Buenos Aires: Amorrortu editores
Freud, S. (1.990) Tótem y tabú. En Obras completas (vol. 13) Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Redactado originalmente en 1912-13)
Freud, S. (1.990) Esquema del psicoanálisis. En Obras completas (vol. 23) Buenos Aires: Amorrortu Editores. (Redactado originalmente en 1.938)
Mora, V. (2.015) Pinocho: De muñeco a sujeto. En Los cuentos infantiles Madrid: Lúa ediciones 3.0. Asociación Psicoanalítica de Madrid.
Recalcati, M. (2.015) ¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna Xoroi Edicions. Colección Mirar con las palabras.
Roudinesco, E. (2.003) La familia en desorden Buenos Aires: Fondo de cultura económica de Argentina
Rozenbaum, A. (2.015) Parentalidad y transmisión generacional (cap.3) Aperturas psicoanalíticas. Aperturas.org Número 049
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*Conferencia dada en las X Jornadas de Salud mental y Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica de Madrid el 5 de noviembre de 2022, tituladas: Las funciones parentales en el siglo XXI.
**Sobre la autora:Virginia Mora Febres es psicóloga clínica, psicoanalista, miembro asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM). Coordinadora de las Jornadas Anuales sobre Salud Mental y Psicoanálisis en Santa Cruz de Tenerife. Ha desarrollado su actividad clínica en Caracas, Madrid y Santa Cruz de Tenerife. Ha publicado diferentes trabajos sobre Psicoanálisis infantil, proceso analítico, Encuadre y pandemia y ha participado como invitada durante varios años en el ciclo de Cine y Psicoanálisis realizado por el Colegio Mayor Universitario Isabel de España.
Correo: virginiamorafebres@gmail.com
Revista nº 20
Artículo 9
Fecha de publicación DICIEMBRE 2022