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PSIQUE ESTÁ SUFRIENDO DEMASIADO*

PSIQUE ESTÁ SUFRIENDO DEMASIADO*

Por Roberto Fernández**

He decidido denominar a esta alocución para acompañar las palabras de la Directora, Ana María Caellas y dialogar con ustedes, hablando de un peculiar sujeto, al que llamamos “psiquis” o “psique”, si queremos aludir a su origen en lengua griega, del que pienso atraviesa un peculiar sufrimiento en este momento de nuestras vidas, del cual habrá que hacer historia.

A Bruno Bettelheim debemos el habernos señalado una desviación cientificista de la creación del saber y la práctica que todos estamos sosteniendo, el Psicoanálisis, producto de la investigación psíquica de su creador, Sigmund Freud. Bettelheim señala la pérdida de significación que se produjo a raíz de traducciones, desdeñando la vía original, que apuntaba a la investigación y teorización sobre fenómenos anímicos, que obviamente, no se reducían a “lo mental”, sino que hablaban del alma humana, que ya para los griegos, era objeto de preocupación. El alma humana está en la raíz de lo que Freud tuvo que teorizar utilizando modelos de la ciencia jerarquizada como “objetiva “para lograr un lugar digno en lo considerado “científico”, diferenciándolo de lo especulativo que no respondiera a las condiciones vigentes del conocer científico de la época.

Bettelheim advierte que las traducciones que aparecían en las versiones inglesas de los escritos freudianos distorsionaban buena parte del “esencial humanismo” que impregna el texto alemán original. Rescata también una de sus metas, que orientó la investigación, y que se desprende del poder de la interpretación de fenómenos anímicos y en particular, de deseos humanos, “que cada uno puede acceder a un viaje de “autorreconocimiento” y familiarizarse con los abismos del alma”. No puede olvidarse que se trata del acceso a fuerzas “oscuras” y desconocidas para la conciencia que “esclavizan” y determinan al sujeto humano. Que se trata precisamente, de que lo resistido por el saber humano, es lo que Freud abordó y trató de describir y operar sobre sus efectos. El texto originario freudiano habla de la naturaleza del alma que ubicó como “aparato psíquico” (modelo que fue modificando constantemente a lo largo de su investigación). De los atributos del alma, de cómo se revela en todo lo que hacemos y soñamos y actuamos. En palabras de Bettelheim, “las abundantes referencias al alma han sido extirpadas en la versión inglesa”.” En lugar de inculcar una profunda percepción de todo lo que nosotros tenemos de humano, las traducciones han tratado de inducir una versión supuestamente objetivista, operable bajo modelos sostenidos como “científicos”, y reconocidos como tal por nuestras culturas, también llamadas por un acuerdo imaginario, como “occidentales” y atribuyéndole así un prestigio de superioridad.

Freud, en una carta a Jung, señala: “…en esencia, el Psicoanálisis es una cura a través del amor”.

Entre muchos otros ejemplos, denuncia que, en la búsqueda de sentido de la vida humana, se produce una desviación especial en la traducción de “pulsión” e “instinto”. Y nos dice que, para el pensamiento alemán, Freud usaba el término “trieb”, que Strachey trató de justificar, al elegir traducirlo por “instinto”, diferenciándolo del término “instinkt”, que lo usaba cuando hacía referencia al instinto de los animales. La usaba cuando le parecía adecuada, para lo animal y lo sustituía por “trieb” (luego asentada su traducción como “pulsión”) cuando se trataba de seres humanos. Traducir como “impulso” hubiera sido más pertinente. Freud nunca creyó que los aspectos más importantes de la conducta humana estuvieran determinados por sus instintos, más allá de nuestras fuerzas, porque de ser así, la terapia “psicoanalítica” sería imposible. Justamente, Bettelheim introduce un pasaje de las “Nuevas Lecciones introductorias del Psicoanálisis” (1932) que el objetivo del Psicoanálisis es “fortalecer el yo, hacerlo más independiente del superyó, ampliar su campo de percepción y extender su organización de tal modo que pueda apropiarse nuevas partes del “ello”, añadiendo “Donde era “ello”, yo habrá de advenir”.

 El Psicoanálisis pretende demostrar que motivaciones fundamentales y desconocidas por la conciencia pueden trasladarse al conocimiento y reflexión consciente, accediendo a operaciones de significación y sentido que pueden permitir una alteración. El ser humano puede “cambiarse” a sí mismo, alterando aspectos de su ser en un grado suficientemente importante como para disminuir su malestar o sufrimiento. Más importante entonces, es el error de llamar “instinto” a lo que Freud denomina “pulsión de muerte”. Habla de una pulsión o impulso, inconsciente, que induce a producir actos destructivos, agresivos y autodestructivos. Bettelheim sugiere comprender que en nuestra “alma, se libra una apasionada lucha entre dos impulsos opuestos, que determina lo que sentimos y hacemos, y que explica en buena medida las dificultades que padecemos. Precisamente, hubo en el lenguaje freudiano, un especial cuidado en señalar los conflictos que ocurren en el alma humana, que hacen a su vivir. Si se piensa que, como señala Freud en “El malestar en la cultura” (1930), la lucha es “…entre las dos potencias celestiales, el eterno “Eros”, contra su adversario igualmente “eterno” (tánatos)”, puede pensarse que el problema central de la vida humana se ubica en el cómo manejar nuestros conflictos y contradicciones constituyentes, cómo salir adelante sosteniendo la propia vida.

 Si rescatamos el uso de la mitología, en particular la griega, entendemos como reina el destino trágico del ser humano, con el que se tiene que manejar durante su vida.

Hablemos entonces de la tragedia de Psique. Psicoanálisis combina dos palabras de origen griego, que remiten a dos fenómenos contrapuestos. “Psique” es el alma, de rico significado, cargado de emoción, y “análisis” implica separar las partes, y esto puede ser un modo de practicar un conocimiento científico. En el lenguaje alemán, el acento recae sobre la primera sílaba (“psico”), es decir, sobre el alma. El énfasis está en el alma, y no tanto en “análisis”, que es un modelo, entre otros, diferenciado como “método” de hacer un análisis.

 La historia de Psiquis incluye un “entrar en los infiernos, y recuperar algo en ellos, como paso previo a la apoteosis”. Freud aludió a la historia de Amor (Eros) y Psiquis, en su ensayo “El tema de la elección de un cofrecillo” (1913). La historia de Amor y Psiquis explica también el profundo apego de una madre a su hijo. La historia de Psiquis habla de una madre que tiene miedo de que una muchacha joven la sustituya en el afecto de la especie humana y en particular, de su hijo, y trata de destruirla. La historia de Edipo acaba en tragedia, aludiendo al temor del padre a que su hijo lo sustituya el no poder evitarlo. La historia de Amor y Psiquis tiene, en cambio, un final que podríamos llamar “final feliz”, como en las películas. En el caso de Amor, su amor por Psiquis, se trata de los celos que despierta ella en la madre de Amor, Venus. Venus, “con los labios entreabiertos”, besó fervientemente a su hijo para convencerlo de que destruyera a Psiquis, pero Amor se enamoró profundamente de Psiquis.

El amor incrementado de Eros por Psiquis, que ganaba en belleza a Venus, aumentó los celos hasta el odio feroz de Venus por destruir a Psiquis. Le exigió tareas que pudieran costarle la muerte, y entre ellas, la de traer de los infiernos “un cofre lleno de belleza por valor de un día”, y para estar segura de tener consigo a Amor, lo encerró con llave. Amor, desesperado, buscó la ayuda de su padre, Júpiter, quien, recordando sus propias aventuras amorosas, aceptó a Psiquis por esposa de su hijo. Júpiter interviene dominando a Venus, y logra que ambos acepten la realización del amor entre Amor y Psiquis. Júpiter y Venus auspician la boda en presencia de todos los dioses. Psiquis es convertida en inmortal y Venus hace las paces con ella. En cambio, en la tragedia de Edipo, él reencuentra a su madre, sin saber que lo era, tomándola por viuda, habiendo perdido a su supuesto amor, con la muerte de Layo. La culpa predomina en el destino del varón, que carga con un crimen por haber sucumbido al deseo de Yocasta, sustituyendo en ella, la falta de su amado.

Es obvio decir que las referencias a estos mitos no tienen valor científico. Pero resultan ambos, representaciones mitológicas que dan sostén a conflictivas halladas en las almas humanas como acontecimientos en su desarrollo sexual descubiertos en fantasías, apuntaladas por pasiones y pulsiones que se constituyen en lo infantil de cada uno, en su mundo deseante, como objeto y sujeto, en la trama relacional con sus orígenes y sus representantes. Que Freud tenía particular inclinación y admiración por la mitología y simbología griega, no puede negarse. El término “Psique” remite a una simbología que atribuye a él, características de belleza, de fragilidad, inmaterialidad, sufrimiento, tareas a realizar, riesgos a correr, búsqueda difícil, viaje de búsqueda y algo a alcanzar para sobrevivir, sostenida por el amor como meta mediada por el otro, implicando la protección de un padre y la separación de una madre rival. La existencia de Psique supone también el respeto y el cuidado por ella, protegerla para sostener también el amor por sobre el odio y cuidar la prolongación de la vida.

¿Estamos actualmente, haciendo algo por “cuidar” a Psique? ¿Acaso no podemos verificar cotidianamente, un “sufrimiento” que se traduce en profusión de actos agresivos y destructivos, predominio de la violencia, subversión de los valores que sostuvieron ideales de vida, y de mejor calidad de la existencia humana? ¿Estamos en relación con padecimientos anímicos que demuestren conflictos en el campo del amor? ¿O en presencia de actos y actuaciones subordinadas a la codicia, a la rivalidad, al aumento del poder destructivo de nuestras producciones, a la desarticulación de instituciones largamente trabajadas por las culturas de la humanidad, al aumento de fantasías y delirios plenos de omnipotencia ilusoria, al desprecio por la naturaleza que hace posible nuestra existencia, a la preservación de las relaciones que sostienen la convivencia y la formación de comunidades?

Puede parecer excesivo el acento en la destructividad, pero nuestra cotidianeidad nos brinda demasiado de todo este escenario, agudizado a fines del siglo pasado y desde el comienzo del presente. ¿Volver al pensamiento freudiano del siglo XIX? Tal vez ha llegado el momento en que sí resulte necesario. ¿Qué puede auxiliar nuestra comprensión y rescatar algunas de las cualidades humanas que protejan a nuestra alma de su posible destrucción, rastrear en la naturaleza del ser humano que nos brinda aún el Psicoanálisis? Yo creo que es posible y que constituye una demanda para nosotros. Recordando un juicio despectivo de una colega, en una reunión de sobremesa, luego de una actividad “científica”, cuando se atrevió a decir que “Psicología de las masas y análisis del yo”, texto freudiano de 1921, era vetusto y poco aportaba actualmente su conocimiento, cabría decir que, tanto este trabajo riquísimo de Freud, como “El malestar en la cultura” de 1930 y tantos otros más, de comienzos del siglo XX, resulta urgente volver sobre sus textos y su clínica, para traerlos en su plenitud a esta circunstancia trágica que estamos atravesando, culturalmente.,

Ahora me voy a permitir a citar referencias de colegas, psicoanalistas que proveen de reflexiones aportables a la comprensión de nuestra época y lo que nos acucia como tarea.

Cuestiones que pueden recogerse entre las inquietudes a las que aluden:

a)         Cambios en las presentaciones clínicas que promueven una revisión de las clasificaciones psicopatológicas de la primera mitad del siglo pasado. Neurosis, perversiones y psicosis, en el campo psicoanalítico, presentan figuras, en la cultura actual, que incluyen exceso de comportamientos subjetivos y de objetos de demanda que sustituyen a ideales sublimatorios y formaciones de fantasía.

b)         Predominio de cambios vertiginosos que se traducen en acontecimientos traumáticos o pérdidas por destrucción, de organizaciones elementales de las sociedades, deconstrucción de valores culturales, perversión de los instrumentos de organización de los estamentos sociales, predominio de un lenguaje que nos habita, desmantelando la riqueza lingüística y destruyendo la riqueza simbólica que sostiene todo pensamiento, predominio de discursos pertenecientes al campo económico para representar realidades que nos rodean, empobreciendo la psique para el trabajo sobre los pensamientos y las emociones. “Escasez” de palabras. Exceso de imágenes y signos.

c)         Un registro aceptado con cierta generalidad por muchas observaciones sobre nuestras culturas “globalizadas” acerca de una figura frecuente, la del “sujeto devorado por la tecnología. En esto se abre un campo para investigar, el producido por un desplazamiento discursivo del hombre como sujeto, al discurso de lo tecnológico y de los instrumentos por esa actividad producidos, como dispositivos programados que sustituyen la relación humana.

d)         El descuido de la consideración de la sexualidad infantil y su importancia en la construcción de la subjetividad. Predominio de lo perverso. El niño como objeto sexual.

e)         Desahucio, al modo en que se practica en los lugares de habitación del sujeto humano, tanto territorialmente, como de sus viviendas, ya sea por la violencia de destrucción, como de la violencia económica de los llamados “entidades financieras, desahucio por falta de pago de préstamos, profusión de “fondos buitres”, países cuyos estados sucumben a lo adeudado, etc.,etc. También puede incluirse la pérdida de trabajos y creciente desocupación laboral, como marginalización de las comunidades, concentraciones incrementadas por menos y marginalización de muchos. Un reordenamiento traumatizante en los lazos sociales, con su correspondiente alteración de lazos libidinales, incremento del odio desligado, etc.

Podríamos seguir con esta lista, pero prefiero citar algunos de los trabajos que vienen anunciando estas observaciones. Simplemente nombrar títulos y autores en los que pueden acceder a los intentos de comprender algo del presente.

Julia Kristeva “Las nuevas enfermedades del alma”

Massimo Recalcati “Las nuevas formas del síntoma”.

Otto Kernberg “La personalidad límite”

Helen Deutsch “La personalidad como sí”.

Donald Winnicott “El falso self”

André Green “La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud”

José Milmaniene “La clínica de la diferencia en tiempos de perversión generalizada”

Giorgio Agamben “El tiempo que resta” y “El tiempo y la gloria”

Julia Kristeva “Esa increíble necesidad de creer”

Jean Claude Milner “Las inclinaciones criminales de la Europa democrática”

Corlenius Castoriadis “Figuras de lo pensable”.

Si se puede extraer una conclusión de la versión freudiana ilustrada por la lucha entre Eros y Tánatos, en su mutuo enlace, no se trata de una versión optimista enfrentada a una pesimista de la vida, sino a una actuación simultánea, conjunta y mutuamente enfrentada de ambas pulsiones, una neutralizando a la otra, ambas primordiales, puestas en marcha con el fenómeno de la vida. Sólo ese enlace puede dar cuenta de la gran riqueza de la vida, en permanente construcción y destrucción, ni uno ni otro por sí mismo. De sus ideas expresadas en “Análisis terminable e interminable” (1937) se desprende que el requisito de amar con regocijo y ser amado por quienes más nos importan, haría prevalecer a Eros y brindarle placer a Psiquis, disminuyendo la importancia del sufrimiento o displacer emanado del vivir y sus trabajos para prolongar la vida.

Según Julia Kristeva, ya mencionada, el reto que enfrenta el Psicoanálisis actual estaría en transformar esta suerte de “prisión del alma” que ha levantado el denominado “Occidente”, como medio de supervivencia y de protección, y que ahora exhibe su desastre. El reto terapéutico, es, al mismo tiempo ético y político. No se trata de hacer una figura de “normalización”, por medio del Psicoanálisis, como medio de conducción de las “psiques heridas y traumatizadas” a un supuesto “éxito social”, que resulta ser una “degradación de la cura”, y que responde a una ideología que sustenta “el éxito” como meta, con auxilio del “tener” y el “consumir”, como atributos del “ser” concebido así como “feliz”. Los dos grandes retos actuales y futuros, se juegan en dos campos: en la competencia con el papel de las neurociencias y la farmacología, y el deseo de no saber, instalado desde el poder social, político y económico, detentado y promovido para sostener la imagen del ser humano moderno.

Los aportes biológicos que actúan sobre el comportamiento y modifican la vida psíquica, nos obliga a trabajar profundamente sobre la noción de pulsión, en Psicoanálisis, como “bisagra” soma/psique, siendo ambos, planos del logro de sentido y sostén de relación con algún otro, una suerte de “milagro” de relación de un yo con un objeto. El Psicoanálisis brinda el acceso a considerar la estructura de un sujeto con diferentes posiciones del yo y distintas modalidades y funciones del objeto, pluralidad de yoes y tipos de objeto. La tiranía actual del neoliberalismo y la globalización, que anula y deconstruye la concepción de Estado, su organización política y social, condicionando sus economías, medios de producción y posibilidades de relación de todo tipo, se ha transformado en una nueva “prisión del alma”, como condición de dominio y control. La estructuración de subjetividades arroja nuevas producciones.

En sus aportaciones en “Nuevas enfermedades del alma”, se apoya en la concepción de la psiquis griega, vinculándola con la concepción del “Anima” de los Estoicos latinos. Los médicos de la antigüedad se encuadraron dentro de la dualidad cuerpo/alma y consideraron diferencialmente “enfermedades del alma” y “enfermedades del cuerpo”. La psique, como estructura productora de sentido y aporte de significación, “representa” los vínculos del ser que se dirige a otro ser

Desde el Psicoanálisis, la cura aparece como una “construcción significante”. El “aparato psíquico” o “anímico”, se muestra y expresa, preferentemente en estructuras de lenguaje. La enfermedad, llámese psíquica o somática, se muestra como una de las potenciales lógicas de expresión, se incluye en la noción de vida y es un componente del vivir. El Psicoanálisis persigue una adquisición de sentido como medio de elaboración. El habla es portador de Eros y tánatos enlazados y el Psicoanálisis explora la vida anímica, esto es, su discurso “en acto”. Con la aparición de la creación freudiana, la psique “vive una nueva vida” para nosotros.

Podemos preguntarnos “de qué está hecha el alma”, “sus representaciones y producciones”, “sus lógicas productivas”, “su saturación”, “su fracaso”, etc, etc. Según Kristeva, coincide con muchos, entendiendo que nuestra experiencia cotidiana nos va mostrando “una reducción espectacular de la vida interior”. Se prescinde de “representaciones de la experiencia propia como vida psíquica”. El “territorio del alma” resulta exiliado, saturado de imágenes y acciones que lo transportan y conducen, sin fronteras entre placer, displacer, realidad o imaginación. Según su perspectiva, la vida psíquica del hombre moderno se sitúa entre síntomas somáticos (enfermedades con hospitales e intervenciones sobre el cuerpo incluidas), transferencias hacia imágenes prestadas al deseo por medios dominables y controlados (cine, televisión, fotografías, videos, carteles, medios de difusión, propagandas, destellos inhibitorios de la mirada que reducen en visiones, etc. Se bloquea e inhibe el trabajo de la psique, se anula el pensar y el registro de vivencias. Se pregunta: ¿se anuncia una suerte de “nueva humanidad”?

Acuerda con muchos estudios de nuestra realidad, considerando que el malestar de hoy muestra una fuente poderosa de él, a través del uso de un lenguaje que se acaba percibiendo como banal, artificial, vacío, “robotizado”, prescripciones performativas portadoras de mensajes en repetición, generando una imposibilidad de simbolización, que deviene “traumatismo” y resultan “insoportables”. Las llamadas “nuevas enfermedades” resultan dificultades o incapacidades de representación psíquica que soporten y estimulen su trabajo, llegando a destruir el espacio psíquico, que resulta ser, precisamente, el centro de trabajo del proyecto psicoanalítico. La ausencia del buen cine, la repetición constante, la deficiencia del arte en los ámbitos de la música, la literatura, la pintura, la escultura, resultan muestra de un déficit en actividad sublimatoria, devorada por una tecnología que anula al sujeto de la producción imaginaria y simbólica. Desde la experiencia psicoanalítica, se advierte una revalorización del poder de la imagen en desmedro de la palabra en el corazón de la transferencia. El lenguaje del relato fantaseado se empobrece como simple descripción de actos. Parece resultar una clausura como medio de relación y por lo tanto, como elemento no portador ni elaborador de los afectos. El discurso aparece como “deshabitado”, “despojado” del sujeto que lo sostiene.

Agrega en su observación, que, los que pueden o intentan preservar una vida que neutralice, tanto el traumatismo del lujo, como el horror ante sus efectos (la desmesura reinante), tienen que “acondicionarse un interior”, una suerte de “jardín secreto”, un “hogar íntimo”, o dicho más sencilla y ambiciosamente para nosotros, “una vida psíquica”.

Entiendo aquí que, la psique es “nuestra protección”, con la condición de no permanecer en ella encerrados, como defensa regresiva que nos lleve a la psicosis, sino que podamos hacer de ella un medio de transferir, y por medio del lenguaje acceder al proceso de pensar, susceptible de transponerse en sublimaciones, en actos de sentido, en acciones de acuerdo a fines, en relaciones con otro de intercambio anímico. Kristeva considera que el “desasosiego psicológico” proviene del “alter ego” que construye la “sociedad del espectáculo”.

Como referente de una perspectiva psicoanalítica sobre la clínica actual, tomaré como ejemplo un texto de José Milmaniene llamado “Las nuevas formas del síntoma”, en su libro “Clínica de la diferencia en tiempos de perversión generalizada”.

El autor nos propone considerar como “nuevas formas de subjetividad” a las llamadas “patologías del goce” (en términos Lacanianos) o “patologías del vacío”. A este ámbito pertenecen también las aportaciones de Massimo Recalcati. En el campo de estas patologías se incluyen las adicciones, los trastornos alimenticios (anorexia, bulimia), violencias segregatorias (fanatismos y fundamentalismos étnicos y religiosos) perversiones generalizadas y psicosis colectivas.

La legitimación social de la perversión (abundancia de corrupción en todos los estamentos sociales) permite exponer públicamente los fantasmas incestuosos de la sexualidad infantil, aquello que sostiene desde lo inconsciente reprimido, la estructura neurótica. Los operadores teóricos freudianos resultan adecuados para considerar el fenómeno. Basa sus ideas, fundándose en los siguientes procesos de la llamada “postmodernidad”:

a-         La considerada “defección de la figura del padre” en su función edípica, como agente sujeto y agente de una ley (la prohibición del incesto) y sus equivalencias y derivados. Esta defección vendría acompañada de manifestaciones tales como “eclipse de valores”, “ocaso de ideales sociales”, “devaluación de la palabra”.

b-         Un debilitamiento de la identidad narrativa del sujeto que sujeta el discurso.

c-         El uso de defensas psíquicas consideradas “arcaicas” desde el modelo freudiano, como el “repudio” (rechazo) y la “desmentida” (sustitución de la realidad por productos y actos de realización de deseo)

d-         Distanciamiento de las producciones inherentes al circuito de la represión y el retorno de lo reprimido, básico de las neurosis. Son producciones sintomáticas que se inscriben en el campo de la “escisión del yo”, generador de un inconsciente desarticulado de lo reprimido.

Para fundamentar sus consideraciones, se basa en las características de la sociedad actual, denominada “de consumo”, sosteniendo que se presenta como “modo fetichista”, a diferencia de la modalidad “sintomática” de la sociedad represiva. Los sujetos pueden “exhibir sus goces obscenos” sin vergüenza ni culpa. Los “diques anímicos” aludidos por Freud, no resultan operables. Se actúan impúdicamente los “fantasmas de la perversión” (predominio de la desmentida y la escisión que da lugar al fetichismo sustitutivo de la falta).

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*Exposición con motivo de la inauguración del curso 2015-2016 de La Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid (AECPNA-M), acompañando a las palabras de la dirección de la Escuela, Lic. Ana María Caellas.

** Sobre el Autor: Roberto Fernández Pérez es Dr. en Psicología, Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la International Psychoanalytical Association (IPA) y de la Asociación Madrileña de Psicoterapia Psicoanalítica (AMPP). Docente de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid. Docente del Master en Psicoterapia Psicoanalítica en la Universidad Complutense de Madrid.

Revista nº 9
Artículo 5
Fecha de publicación: MARZO 2016


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