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Psicoanálisis con niños. La legitimidad de un campo.

Psicoanálisis con niños. La legitimidad de un campo.

Los padres, la represión y la circulación de significantes enigmáticos en la conducción de la cura*

Ana Mª Sigal de Rosenberg**

El placer del trabajo está en la posibilidad de descifrar enigmas.  Cuando podemos hacerlo junto a otros colegas, que están también movilizados por el deseo de saber sobre sí y sobre el inconsciente, se producen encuentros, buenos encuentros que dejaran las marcas que nos afectan. Podemos a partir de aquí compartir los efectos de estos afectos.

Es a partir de estos encuentros de afectos e ideas que somos capaces de confrontar la multiplicidad que nos permite establecer uniones y relaciones, como también encontrarnos en las diferencias.

Es por este privilegio que deseo agradecer al Comité Organizador de estas jornadas el esfuerzo realizado para que  ellas sean posibles.

Algo tenemos en común los que participamos de este evento. Hemos sido afectados por el pensamiento de J. Laplanche, hemos sido atravesados por sus ideas que propician un movimiento productor de trabajo en relación a la obra freudiana, así como a la obra de Laplanche y a la producción singular de cada uno de nosotros.

Legitimidad de un campo

Si bien lo sexual infantil es uno de los paradigmas del pensamiento analítico, por ser constitutivo en la fundación del inconsciente, la posibilidad de analizar un niño es motivo de polémica desde hace mucho tiempo, y ocupa lugares diversos en las diferentes teorías y en los múltiples planos de formación.

Dos tipos de problemas cuestionan esta práctica y  nos proponen problemas que deben ser trabajados

1)  problemas de orden metapsicológico inherentes a la formación de la propia subjetividad; así como;

2)  resultados de esta metapsicologia que afectan el espacio analítico y su entorno en la determinación del setting.

Las primeras razones se refieren a elementos propios de la constitución del aparato psíquico, como por ejemplo, la función del otro traumatizante, en su relación con la represión primaria y secundaria; los tiempos del Edipo; la peculiaridad con que la temporalidad se hace presente en la formación del inconsciente. Todas estas cuestiones nos enfrentan con una tarea singular que es la de analizar un sujeto en proceso de constitución.

Vemos como el concepto de re-significación y los dos tiempos en la constitución del trauma reactualizan  la vieja polémica Anna Freud – Melanie Klein sobre ¿cual es el momento posible de un análisis?

Recordemos que Ana Freud nos hablaba de la dificultad de instaurar transferencia por la proximidad de los procesos reales vividos y la superposición en el tiempo de lo que serian los padres reales y fantasmáticos. Cuestionaba también la posibilidad de interpretar el Edipo así como negaba la posibilidad de instaurar transferencia, motivo por el cual aconsejaba la seducción como forma de provocar una alianza con el niño que lo asegurase en el proceso terapéutico.

Alguna de estas preguntas y cuestiones que se colocan en el año 1926, aun se vuelven actuales para los analistas de niños:

¿Sería posible un análisis antes del sepultamiento del complejo de Edipo, antes que  la represión  secundaria se haya instituido? ¿Podríamos hablar de sintamos en el verdadero sentido de la palabra, sin una tópica definida, antes que la represión primaria provoque el clivaje que funda el inconsciente,? ¿Los análisis de esta  época serían trabajos preventivos o cambiarían los destinos de la  represión? ¿Existiría la posibilidad de instaurar transferencia?

Sin duda que estas cuestiones deben ser dirimidas en el campo metapsicológico.

Basaré mis consideraciones apoyada en J. Laplanche[1] que  nos ofrece, a través de sus nuevos fundamentos, elementos, para resolver ciertos problemas teóricos que crearon un impasse para entender la formación del sujeto psíquico, en ese movimiento que va de la autoconservación a la sexualidad.

El autor nos habla de un inconsciente que no es innato, ni pre-formado desde los orígenes. Se distancia también de la teoría que nos propone un inconsciente que se constituye como producto de un efecto especular, donde no habría diferenciación entre el inconsciente – deseo – discurso de la madre y el niño.

Con la introducción del concepto de metábola Laplanche coloca un hiato entre el inconsciente de la madre y su cría, lo que nos permite repensar la fundación del sujeto como producto del momento en que se constituye la represión primaria, evitando así, colocarnos frente a un inconsciente de orígenes míticos.

Su formulación relativa al mensaje enigmático recupera para la clínica el concepto de  sexualidad como un eje fundamental, que en su articulación con la singularidad del Edipo y la castración dará cuenta de las diferentes formaciones sintomáticas. Es  con esta metapsicología que operaremos.

El segundo punto cuestiona la legitimidad del campo del psicoanálisis con niños debido a las dificultades de mantener un espacio propicio, con las condiciones necesarias que nos proporcione garantías para que un análisis pueda advenir. Pensamos que caracterizar este campo es una forma de legitimarlo porque nos confronta teóricamente con sus peculiaridades y nos proporciona elementos para evitar los riesgos que podrían hacer fracasar nuestra tarea práctica.

En ese sentido, como bien sabemos, no sólo los padres simbólicos o imaginarios circulan por el recinto de la cubeta analítica, también los padres reales aceleran las partículas de ese recinto, lo que nos obliga a transitar por momentos, en la frontera entre la realidad y el fantasma. Difícilmente es el niño quien demanda análisis, frecuentemente el interés  es de  los adultos, que incluyen un pedido para que posibilitemos cambios en la conducta del niño, en aquellos aspectos que a ellos (padres, abuelos, profesores, médicos) les resultan indeseables, lo que no necesariamente, responde al deseo o a la evaluación del niño.

El adulto introduce sus propias exigencias con un tono de legitimidad. Esto podría hacer que el trabajo comenzase con una hipoteca que comprometiese el campo inicial de un análisis.
Como analistas nos vemos lanzados al conflicto entre el deseo del niño y la demanda parental. La cuestión de los honorarios viene a complicar más el encuentro, ya que nos vemos prácticamente frente a un análisis por encomienda o con una indicación que lo limita prácticamente a la remoción del síntoma.

Todo esto nos hace pensar que el pacto inicial podría estar comprometido. Sin embargo, la teoría siempre avanza en función de las dificultades que la clínica le impone. Decir no a estas dificultades es tomar el fácil atajo de clasificar esta práctica como psicoterapéutica, lo que sería equivalente a volver a la cuestión del oro puro.  El hecho de que nos enfrentemos con un campo complejo no implica que le neguemos a éste ciudadanía.

Las patologías infantiles son una evidencia. Una vez fundada la tópica psíquica, nos encontraremos con síntomas, antes de ésta  podemos hablar de defectos o trastornos producto de fracasos en la constitución de la subjetividad como nos dice S. Bleichmar[2].

Sabemos los riesgos a que nos vemos sometidos al intentar abordar estas patologías, pero podemos trabajar de modo tal que nuestro objetivo sea ayudar al niño a elaborar su deseo individual lo que  le permitirá una mayor autonomía.

Entiendo el alerta de Laplanche en su Problemática V[3], cuando nos dice que “En este campo (de niños), el termino psicoanalítico debe ser colocado entre paréntesis porque la cubeta analítica, cuba de amor y de odio, se encuentra amenazada”, pero rescato también que nos habla de la posibilidad de superar con astucia las exigencias a las que nos somete esas instancias terceras, para que un análisis sea posible.

Aunque queramos marcar el carácter singular del campo de la clínica de niños, es preciso diferenciar tal singularidad de la idea de una especialización, y de su inevitable correlato, una formación específica, idea a la cual nos oponemos.

Singularidad del campo

Tres ejes principales, a nuestro ver, forman las coordenadas que delimitarían las particularidades del campo:

  1. el lenguaje del juego;
  2. el abordaje de un aparato psíquico en constitución ; y
  3. el carácter múltiple de la transferencia.

Opté por comunicar en este encuentro, las particularidades del carácter múltiple de la transferencia[4], porque su estudio nos aportara elementos para trabajar con esas instancias terceras, a las que hacíamos referencia, como soporte de transferencia. No solo encontraremos efectos  indeseables  por la presencia de terceros sino que también  éstos pueden ser de gran utilidad en la conducción de la cura.

Campo Transferencial Múltiple

Nada mejor para iniciar el camino en dirección al campo Transferencial Múltiple, que recordar a Juanito. Este caso sin duda puede ser considerado el primero que incluye un niño en la practica analítica, con la intermediación de  un adulto, su padre; es más, fue la propia transferencia del padre de Juanito con el “profesor” lo que inauguro ese campo analítico.

¿No es así en todos los casos? ¿Será posible iniciar el tratamiento de un niño, si los padres no depositan su confianza en el analista – actitud esta que define un lugar de supuesto saber, el mismo lugar en que el padre de Juanito colocaba a Freud como analista de su hijo? ¿Cuál es el polo, en el análisis de niños, que posibilita la inauguración del espacio analítico? ¿Será posible atender un niño si los padres no inauguran la transferencia? ¿Dónde, y de que modo, esta transferencia debe ser trabajada?

Fue a través del padre, que Juanito dirigió sus mensajes a Freud.  Fue el niño que le aconsejo al padre no preocuparse en exceso con sus palabras, “pues pensar no es hacer”, fue este mismo niño que le pide al padre que tome notas de lo que iba diciendo, para mostrárselas al profesor. Hay un mutuo refuerzo de la transferencia de Juanito al padre y del padre a Juanito, ambos con Freud.

La palabra de Juanito fue dirigida simultáneamente al padre y al otro analista.

Freud es también el supervisor, el soporte y la figura de sostén en la  transferencia del padre: Padre-terapeuta-hermano. Ambos consultan al “profesor”, que dice: ‘Yo sé”’. Ambos están en transferencia. La madre de Juanito no fue omitida. Si bien no fue convocada a estos encuentros, cumple un papel: fue paciente de Freud y aparece en la queja del padre, como responsable por el excesivo apego a Juanito.

En la tentativa de dejar a la madre excluida Freud no trabaja la transferencia existente y provoca en parte el destino de esta pareja, Quedó prisionero en la red de una transferencia de la cual no consiguió dar cuenta. Este  peligro aparece con frecuencia en los consultorios de los que con niños trabajamos.

En el  caso de Juanito existían elementos previos que complicaban la situación: el interés científico que movilizó a Freud y a su discípulo en la tentativa de comprobar las teorías sobre la sexualidad infantil en las que el maestro estaba trabajando, situación esta que acabo promoviendo el voyeurismo del padre. La fuerte edipización a la cual Juanito es sometido no es ajena a la formación del síntoma fóbico.

El caso de Juanito revela la inextricable implicación del niño, el analista y los padres en este tipo de relación. Como bien sabemos esa intervención clínica levantó múltiples cuestiones,  transformándose en un posible modelo para el análisis de niños.

Algunos analistas, entendiendo que el síntoma del niño se origina casi exclusivamente en la  conflictiva de  la sexualidad de los padres, se proponen trabajar solo con ellos y su deseo, dejando de lado la singularidad de ese aparato que acabamos de describir como un aparato psíquico en constitución donde el otro, funcionando como extranjero, implanta la sexualidad, que rápidamente devendrá en auto-traumática, fundando así el campo pulsional. Presuponer el inconsciente materno en continuidad con el inconsciente del infans, no forma parte de nuestra teoría.

Consideramos prácticamente imposible la realización de un tratamiento cuando los padres no se implican. Recordemos los padres de  Richard, el famoso caso de M. Klein, que durante la guerra se mudaron para una pequeña ciudad cerca de Londres para que el tratamiento fuese posible. O The Piggle de Winnicott, cuyos padres viajaban cuando el niño pedía  un encuentro con el analista.

No dudamos que hoy en día la situación es bastante diferente. Son los médicos y los profesores que indican los tratamientos. Son los convenios de salud que pagan. Son las personas que trabajan en la casa los  que  llevan a los niños. Son las escuelas las que, en lugar de revisar su currículum, diagnostican problemas de aprendizaje. Muchas veces, lo que nos llega es una demanda educativa, que antes de ser rechazada debe ser escuchada. En muchos casos los padres no saben formular lo que buscan. Si es para ellos o para el hijo el pedido de ayuda, por esto es necesario trabajar con ellos hasta tener claridad y, si es necesario, ayudarlos a transformar una indicación de la escuela o del medico en una demanda de análisis en la cual ellos estén implicados. Ya no son los otros los que quieren análisis para  el niño, la indicación puede partir de otros pero puede ser hecha propia.

Según Laplanche, el espacio analítico – campo seguro que propicia y contiene la circulación libidinal – abre una posibilidad de actualización de los elementos arcaicos, facilitando la instalación de la transferencia, del mismo modo en que se estableció la tópica psíquica. En otros términos, en el espacio analítico los mensajes enigmáticos se ponen nuevamente en circulación, posibilitando el trabajo con el inconsciente. Fue en esta teoría que encontramos subsidios para nuestras investigaciones clínicas que nos llevaron a trabajar el lugar de los padres en el tratamiento psicoanalítico.

Hace ya muchos años los analistas de niños comenzaron un trabajo con los padres como forma de introducir los restos transferenciales, que podían  propiciar la interrupción de un tratamiento. A  veces, cuando no se responde a la demanda de los adultos, aparece una  amenaza o se boicotea el tratamiento, se interrumpe el pago o comienzan las faltas y los atrasos. ¿A quien se interpreta? ¿Con quien se trabaja en esa circunstancia? ¿Será que el niño deberá ser el soporte de estas intervenciones a pesar de que su inconsciente no esta implicado directamente como siendo el productor de estas actuaciones? Entendemos que no.

El analista, para responder a su ética y no traicionar su hacer, que es propiciar en el paciente la búsqueda de la realización de su deseo, precisa intervenir junto a los padres, sin someterse ni hacer acuerdos. Entendemos que es interpretando elementos inconscientes de los propios padres, que será posible continuar el trabajo,  porque el síntoma no esta desplazado  en el niño, sino porque ellos son los que hacen el síntoma que actúan en la transferencia. Hoy en día es practica de casi todos los analistas, independientemente de la línea teórica en que se sustenten, hacer ciertas intervenciones junto a los padres como modo de trabajar las resistencias. Sin embargo no es de este  tipo de intervenciones que trataremos.

En los últimos diez años hemos introducido cambios en la  clínica con niños, que nos ayudaron a superar algunas de las dificultades que hemos enunciado como especificidad del campo, y que nos plantean cuestiones relativas a este encuentro. Para responder a ellas fue preciso una revisión a fondo de la teoría, que nos permitiese  encontrar las razones metapsicológicas que puedan dar cuenta de esa cambio en la práctica.

Como todo cambio este también encuentra resistencias ya  que se aparta de las prácticas mas conocidas que se implementan a partir de los referenciales tanto  kleinianos como  lacanianos.

Nuestra propuesta central es la siguiente: En la conducción de la cura, hay posibilidades de flexibilizar la represión del niño, a partir de una maniobra que incluya a los padres en momentos puntuales del tratamiento, donde la viscosidad prevalece sobre el flujo. Nos confrontamos con momentos en que la resistencia se acentúa de modo que las asociaciones se ven impedidas, la repetición se exacerba, y la posibilidad de elaboración fracasa. La angustia aumenta de modo tal que en lugar de propulsar la búsqueda, de propiciar nuevas asociaciones, nuevos recursos, el proceso se paraliza. Situaciones en que nuestros modos habituales de conducta no propician la continuación del trabajo. Momentos en los cuales ni la interpretación ni la reconstrucción operan como sería esperado. Es en estos momentos que pensamos que los padres (ambos o uno de ellos) pueden funcionar como re-emisores in situ de enigmas de los cuales ellos mismos son  extranjeros y que, estos mensajes pueden tener otros destinos que facilitan la circulación y la preelaboración.

El encuentro permite que el niño busque nuevas vías de re-traducción, ya que los mensajes al ser reenviados no tienen el mismo efecto traumatizante de su primera enunciación. Pueden así operar sobre los procesos mnémicos permitiendo reordenamientos según nexos diferentes, produciendo nuevas retranscripciones y abriendo nuevos caminos de asociación que antes estaban impedidos.

Por efecto del après-coup se facilita el camino de la preelaboración.

Esta invitación  a los padres es puntual y se realiza en los momentos en que es preciso poner a circular algo que está impedido de entrar en la red asociativa del niño porque los propios padres reprimen.

Sabemos que aspectos parciales de las representaciones-cosa pueden ser recapturados en un  nuevo tejido y re-transcriptos al modo del proceso secundario en su relación con la representación-palabra.

Sabemos que  el recuerdo mismo no retorna, pero si, algún trazo ligado al recuerdo infantil que lo evoca. Sabemos también que siendo intraducibles algunos mensajes pueden re-circular en busca de un estatuto menos traumático.

Sabemos que cuando estos mensajes comienzan a circular, algo del otro transita en la transferencia, porque estos mensajes se hacen presentes como pertenecientes a su emisor.

Sabemos también que el proceso se realizaría del mismo modo en un análisis  de adultos o de niños ya que esta función es intrínseca al analista como disparador de enigmas.

¿Entonces por que los padres?

Porque ellos mismos son objeto de transferencia, como lo era el padre de Juanito para él, y ambos en transferencia con o analista. Es en este decir en transferencia con el analista que se les ofrecen elementos para articular las simbolizaciones faltantes. Es, en  lo extraño- familiar (Das Unheimlich)[5] , lo ominoso, del discurso de los padres como soportes de transferencia, que el enigma, re-circulando puede tener otros destinos.

Lo familiar que le llega al niño de los padres de la realidad y lo extraño que le llega de los padres, ellos mismos, en relación con lo desconocido de su inconsciente, la extrañeza de esos padres en su función seductora-traumatizante. Algo que estaba oculto ha venido a luz

Es interesante destacar como el  contacto con los padres, en esta doble función que provoca extrañeza y familiaridad, que revela y oculta, actúa como disparador de asociaciones y propulsor de movimiento.

En este aparato en constitución, donde las fronteras y los lugares están  constituyéndose, los padres aparecen como figuras fronterizas entre la realidad y el fantasma y, al incluirlos, se facilita un encuentro que no tiene nada que ver con la interacción, es un encuentro más próximo de una circulación en donde los viejos mensajes enigmáticos se transforman en nuevos, posibilitando cambios que operan en ambas  direcciones. De los padres al niño y del niño a los padres.

Si en una sesión un niño se propone  salir para mostrarle algo a la madre que está en la sala de espera, se les puede sugerir que la madre entre, ya que posiblemente algo nuevo debe ser puesto a circular y trabajar en el recinto de la cubeta.

Los padres que convoco no son los padres del Yo, los padres de la realidad. Son esos padres “usinas”, permanentes emisores de una sexualidad que los implica en su inconsciente. Son los padres extranjeros a su saber, que con su palabra permiten al niño encontrar puntos de anclaje, disparadores de asociaciones. Silvia Bleichmar nos dice: “que interrogando al  portador del mensaje se sabe que como respuesta se  encontrara un fantasma, y no la realidad del otro”[6]. Hago extensivo este concepto al encuentro con los padres.

En consecuencia su presencia posibilita que los trazos reprimidos en las  primeras operaciones de establecimiento de la tópica psíquica pasen a circular de forma diferente, con nuevas articulaciones. De esta forma, pueden producirse efectos nuevos, sea porque los padres modifican su relación con el propio deseo, sea porque el niño dispone de nuevos elementos para relacionar con los significantes que le llegan como enigmas a partir del campo del otro adulto.[7]

Una palabra, un gesto, un tono de voz, un juego con los padres, aparecen como restos diurnos a partir de los cuales el niño puede hacer nuevas construcciones. En la Interpretación de los Sueños,[8]  Freud nos dice: “La representación inconsciente como tal es incapaz de ingresar al preconsciente, y solo puede manifestarse como efecto, si entra en contacto con una representación inofensiva (restos diurnos) Así los padres, con su presencia, con su discurso, se ofrecen como restos diurnos a ser utilizados.

Sobre indicios dados por ellos puede iniciarse un verdadero camino de regresión a lo reprimido, y no solo esto, nuevos recursos pueden ser hechos produciendo configuraciones nuevas, lo que nos permite pensar el proceso de análisis no solo en su función rememoradora, estrictamente regresiva, sino también como productora, lo que permite al sujeto creación de nueva subjetividad.

La represión secundaria presupone una tópica ya constituida. Freud busca encontrar las marcas primeras, las pistas de aquel momento del origen, aun sabiendo que sus restos solo aparecerán en la represión secundaria. El discurso parental ya es producto de esta y facilita este camino de regresión.

En sus mensajes el niño puede encontrar múltiples vías evocativas que le permitirán invertir diversas representaciones que lo conducen a la represión primaria. Sin embargo, las raíces en que uno se anuda en el otro, permanecerán como restos intraducibles. Se recupera en el otro del encuentro, algo del otro traumatizante del adulto primero. Elementos de la represión secundaria reverberan como ondas que tocan con sus vibraciones elementos de la represión primaria, produciendo un nuevo sonido. De esta forma los significantes desarraigados del código de la lengua son re-evocados y pueden, en parte, ser transcriptos al proceso secundario, a partir del cual pueden volverse conscientes.

Sabemos que el camino de salida de los representantes pulsionales está impedido, porque  están fijados al inconsciente por la represión primaria, pero las vías de ingreso de nuevos elementos no lo está, y su destino dependerá de la trama de base originalmente constituida. Si los contenidos  de la represión primaria funcionan como un imán para las represiones posteriores, e invierten en la posibilidad de “dar caza” a los derivados que tienden a escapar, como nos dice Freud en su texto de “La Represión”, los elementos de la represión secundaria funcionan como anzuelos de los elementos de a represión primaria. Estos nuevos elementos que los padres ponen a circular consiguen enganchar, pescar y arrastrar aspectos parciales de estos enigmas primeros, poniéndolos a circular con una modalidad menos traumática. Posibilitan de este modo encontrar vías de  satisfacción que no son necesariamente las vías sintomáticas. * Estos restos no decodificados en las primeras operaciones,  pueden generar nuevas combinaciones que les permita vías para ser ligados.

Es en esta nueva circulación que se produce una nueva versión de la historia apoyada en la  función traductora y auto teorizante del ser humano. No es atrás de la verdad objetiva que corremos en un análisis, lo que sí importa, es saber que seremos capaces de disponer de un saber más amplio y menos sujetado a los aspectos no decodificados de los mensajes maternos primeros, propiciando así una superación parcial de los elementos reprimidos.

Es posible rescatar algo de lo arcaico en la situación que la transferencia ofrece. La re-emisión de mensajes por parte de los padres, reintroduce algo del objeto-fuente antes de la represión. El habla de los padres en transferencia, en la situación analítica, produce un efecto disparador y facilita la circulación de la dimensión sexual. En esta situación, el analista funciona como Freud en relación al padre de Juanito, como sostén de los mensajes que los padres emiten, ofreciéndose como garantía para que el niño pueda flexibilizar la represión, y tejer en función de un elemento rememorado, toda una red de relaciones que lo integren al sistema preconsciente-consciente.

La presencia del psicoanalista con quien los padres y el niño están en transferencia puede operar como efecto potenciador o amortiguador de esos mensajes enigmáticos posibilitando un efecto particular en los aspectos reprimidos de los padres, del hijo o del propio analista que a partir de entonces podrá disponer de nuevos materiales.

Los padres ocupan para el hijo un lugar de transferencia en la cubeta analítica, porque a ellos mismos se les atribuye un lugar de saber, ellos son portadores de enigma, que a su vez lo transfieren al analista, en un movimiento de “transferencia de la transferencia” como nos dice Jean Laplanche. En el encuentro con ellos en la sesión, ya hay una reedición de las primeras relaciones.

En suma, la situación analítica propicia especialmente un movimiento de articulación y desarticulación de significaciones ya establecidas, que se plasmaron en el proceso de subjetivación, y es por esta razón que la convocatoria de los padres nos parece extremadamente interesante. Elefecto de doble provocación nos parece precioso. El inconsciente de los padres también se ve afectado.

Partimos de la idea de que en el pedido de análisis los padres aceptan implicarse, están en transferencia, por tanto están dispuestos a ser interpretados, lo que puede ser echo sin correr el riesgo de hacer  interpretaciones salvajes. El límite y el alcance de estas interpretaciones pueden ser discutidos en otro momento.

Los encuentros con el hijo en el espacio de la sesión  pueden producir efectos analizantes que movilizan situaciones reprimidas  en los mismos emisores, remitiéndolos al propio inconsciente. Los productos emergentes podrán ser trabajados en  espacio separado con ambos o con cada uno de los padres.

La cuestión del aparato psíquico en formación, y la profunda dependencia vital en la cual el niño nace y a la cual se somete, nos enfrenta con una circunstancia particular de este campo  donde el tiempo hace diferencia. Una intervención adecuada en el momento justo produce cambios que pueden evitar daños mayores.

Al ser su inconsciente provocado en el encuentro con el hijo, esos padres pueden poner a circular en su propio psiquismo algo que, aun estando ellos en análisis, podrían demorar años en focalizar.

Para terminar quisiera resaltar,  que esta propuesta de incluir los padres y trabajar en momentos puntuales con ellos sea juntos o separados, no tiene que ver con la idea de trabajar con el deseo del otro originario por su extensión fundante del  inconsciente de los infans, ni porque es en el inconsciente de ellos que se origina el síntoma que será metaforizado en el niño.

No es una propuesta de trabajar con las resistencias que en el adulto pueden aparecer con relación al análisis del niño. No es una propuesta interaccionista, tampoco una propuesta de terapia familiar. Se refiere al trabajo posible con el inconsciente de cada uno en su singularidad, fundado y fundante en el interior de un aparato psíquico que tomó como propio aquello que le fue ofrecido como ajeno, en un movimiento traumático de seducción del adulto que resitúa la sexualidad en el origen.

Resumen

Este trabajo discute cuestiones relativas a la inclusión de los padres en el psicoanálisis con niños, tomando del pensamiento de Laplanche el concepto de significante enigmático y la teoría de la seducción generalizada. Sabemos que no solamente los padres simbólicos e imaginarios circulan por el espacio de la cubeta analítica, también los padres reales aceleran las partículas de este recinto obligándonos a trabajar en la frontera entre la realidad y el fantasma. Es preciso hacer consideraciones de orden metapsicológico para poder realizar la tarea práctica, donde las transferencias múltiples se hacen presentes. Desde esta perspectiva, pensamos que el proceso de la cura produce retranscripciones y reordenamientos facilitados algunas veces por la presencia de los padres, que reactualizan los mensajes sexuales enigmáticos en condiciones menos traumáticas. El psicoanálisis, al mismo tiempo que trabaja con la historia, crea historia.

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*Este trabajo fue presentado en el IV Coloquio Internacional J. Laplanche, en Gramado – Brasil (1998).

** Sobre la Autora: Ana Maria Sigal Rosenberg es psicoanalista, profesora del curso de psicoanálisis del Instituto Sedes Sapientae. Coordinadora del curso: Clínica psicoanalítica: conflicto y síntoma del Instituto Sedes Sapientae (S. Paulo – Brasil); compiladora y co-autora (S. Bleichmar, M. C. Kupfer; B. Salzberg y M. L. Siquier) del libro “El Lugar de los Padres en el Psicoanálisis de Niños”, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1995 y Editora Escuta, Sâo Paulo, Brasil, 1994.


BIBLIOGRAFÍA

[1] Jean Laplanche, Nuevos Fundamentos para el Psicoanálisis, Buenos Aires, Amorrortu, 1989.

[2] Silvia Bleichmar, La Fundación de lo Inconciente, Amorrortu, 1993, Pág. 18

[3] Jean Laplanche, La Cubeta. Trascendencia de la transferencia, Buenos Aires, Amorrortu 1990, p. 176

[4] El desarrollo de las otras variables podrá ser encontrado en Ana Maria Sigal Rosenberg, “Un Caldeirão Fervente” Psicanálise de Crianças, in Revista do Departamento de Psicanálise do Sedes, Percurso n° 20, São Paulo, 1998.

[5] S. Freud, “Lo ominoso”, in Obras Completas, Vol. XVII

[6] Silvia Bleichmar, “O intraduzível da mensagem do otro”, in Revista Projecto n. 6 Porto Alegre, 1996

[7] A. M. Sigal Rosenberg, El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños, Comp, Buenos Aires. Lugar editorial 1995.

[8] S. Freud, “La Interpretación de los sueños”, in Obras Completas, Vol. I, Buenos Aires, Amorrortu, 1988, p. 54.

Revista nº 0
Artículo 2

Fecha de publicación: DICIEMBRE 2007


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