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Problemáticas adolescentes*

Problemáticas adolescentes*

  • por

Lic. Eliana Tomaszewski**

Introducción de la sesión clínica “Adolescentes perturba­dos. Riesgos y complejidades actuales.”

Por Lilian Ospina Martínez***

En AECPNA abogamos por distintos es­pacios de debate y reflexión. Las sesiones clínicas, en el marco de la actividad cien­tífica, son en sí mismas un espacio de in­vestigación y creación que tiene el propó­sito de facilitar la escucha y la compren­sión del sufrimiento psíquico.

En la necesidad de abordar los desafíos de la clínica de hoy, hemos convocado en nuestros espacios de formación y diálogo a personas que físicamente se encuen­tran lejos pero que en el intercambio per­cibimos cercanas porque nos une nuestro deseo de entender y ayudar a nuestros in­fantes y adolescentes. La idea es mante­ner vivo el pensamiento y la práctica psi­coanalítica en cada uno de nosotros y en relación con el tiempo histórico y social que nos toca vivir. Es una realidad que en la clínica actual vemos adolescentes se­veramente perturbados con más frecuen­cia de lo que desearíamos y no queremos dar la espalda a esta preocupante reali­dad. Es nuestra obligación pensar en ellos como el psicoanálisis lo hace y pensarnos también como responsables del entra­mado social en el que están inmersos nuestros niños, latentes, púberes y ado­lescentes.

Contemplamos con estupor patologías nuevas mucho más primitivas ontológica­mente hablando, son patologías o disfun­ciones procedentes de estadíos muy pre­coces: trastornos de la alimentación o del sueño, dificultades en la constitución sub­jetiva, procesos psíquicos que no llegan a desarrollarse y que ponen en cuestión el crecimiento mismo. Carencias relaciona­les precoces que dificultan o impiden la estructuración del narcisismo primario y que ponen en peligro la estructuración psíquica y por ende, la subjetividad misma se halla amenazada. Los fallos en la fun­ción para excitante materna, contenedora y ligadora de lo pulsional, junto a las defi­ciencias en la función paterna dificultan la diferenciación y separación de los objetos primarios, imprescindibles para su repre­sentación en el mundo interno, origen del proceso de simbolización que posibilita la renuncia a la satisfacción pulsional di­recta, instala la represión primaria y que posibilita la constitución del yo. Teniendo en cuenta que estos fallos suceden en momentos precoces del desarrollo, antes del acceso al lenguaje, difícilmente van a ser expresados a través de palabras e im­posibilitará el proceso de resignificación psíquica que se produce durante la ado­lescencia, por lo que el cuerpo se consti­tuirá en el escenario para expresar los an­tiguos dramas precisamente porque que­dan como no representados y tienen su origen en la primera infancia como vere­mos en los distintos relatos clínicos de hoy, dificultad para recordar, imposibilidad para historizar, incapacidad para pen­sarse, problemas en la identidad… Vere­mos en los casos que hoy nos presentan, como el cuerpo es depositario del sufri­miento, del vacío imposible de sostener y ser representado, de la pérdida, de la au­sencia, del abuso…dolor que deja marca en el cuerpo y que pretende diluirlo o miti­garlo, un dolor que, a pesar de todo, se hace más soportable que el sufrimiento psíquico, nosotros los psicoanalistas, abogamos por comprenderlo.

Si el síntoma es una formación psíquica de gran complejidad, una respuesta psí­quica muy elaborada, ¿qué pasa cuando falla la represión? Si no hay represión, no hay separación entre lo consciente y lo in­consciente. En este sentido dice Recal­cati: «Ciertas prácticas de goce parecen suplir al mismo inconsciente, la droga o la privación-sacrificio de la anoréxica o el vó­mito de la bulímica están representando al propio inconsciente». En la clínica de hoy, vemos que los adolescentes convierten su cuerpo en un cuerpo para gozar o para ser gozado, en un escaparate que se ex­hibe en las redes. Un cuerpo que se tatúa, se agujerea, un cuerpo que sufre la falta de contención, de simbolización, de pala­bra, un cuerpo que ya no es continente.

Nos estamos encontrando con grandes problemas en la constitución del sujeto. Niños y adolescentes que tienen proble­mas en representarse la presencia-au­sencia del objeto. Pero ¿por qué cada vez hay más casos que podemos enmarcar en la denominada clínica de los bordes? La organización border-line descrita por Otto Kernberg no es algo a medio camino entre la neurosis y la psicosis, sino una or­ganización pulsional donde el vacío no pudo ser nombrado por fallos en la simbo­lización, entonces surge una importante pregunta ¿podremos abordarlo con la pa­labra? La palabra es un campo de regula­ción para el goce. Hay dos registros de la experiencia humana, el del deseo y el del goce, el deseo pertenece al campo del principio del placer y el goce esta fuera del bienestar y sometido al cuerpo. Aunque la pulsión de muerte es muda, silenciosa y no se puede representar, aflora como lo hace lo traumático y la repetición, fuera del sentido y de lo simbólico de la palabra.

En la clínica de hoy vemos sujetos atrave­sados por la hemorragia, el desborda­miento, perturbaciones en el cuerpo, cor­tes, trastornos en la alimentación y senti­mos la impotencia de la palabra para con­tener ese exceso. Exceso que se pone en el cuerpo a modo de adicciones, intentos de suicidio y acting out. Vemos en nues­tras consultas la problemática que supone para los niños ocupar el lugar de satisfac­ción de sus padres ya que, si el otro solo goza de mí, no logro subjetivarme en el campo del deseo y se interrumpe o se per­turba gravemente su desarrollo infantil y el devenir de la adolescencia o como diría Freud, la metamorfosis de la pubertad. Veremos en las viñetas clínicas a conti­nuación, estas manifestaciones y de nuevo la pregunta: ¿Podrán ser aborda­dos a través de la palabra?

Dentro del proceso adolescente, los movi­mientos de desinvestidura derivados de la decepción respecto a los ideales infantiles y de desidentificación en relación a las fi­guras parentales, especialmente cuando no es posible el desplazamiento libidinal hacia otros objetos, pueden dar lugar a un repliegue narcisista consecuencia de la vulnerabilidad del yo, que caracteriza este momento de reorganización psíquica, o a una regresión narcisista severa de carác­ter melancólico con un alto componente autodestructivo. Esta vertiente autodes­tructiva está presente en las variadas ma­nifestaciones clínicas que encontramos a diario en nuestra práctica con adolescen­tes. Numerosas expresiones clínicas vehi­culizan estos trastornos narcisistas a tra­vés de ataques autodestructivos contra el cuerpo por su reactivación ante la investi­dura que el nuevo cuerpo genital adquiere en este momento de adolescencia. A todo ello hay que sumarle los efectos de la Pandemia sobre nuestros púberes y ado­lescentes como nos mostrarán las viñetas clínicas que hoy nos traen nuestras cole­gas de argentina. 

La extraordinaria fluidez y movimiento del funcionamiento psíquico hace que la ado­lescencia constituya un momento privile­giado y único de posible paso de una línea narcisista a otro más objetal y edípica, la transformación del yo ideal en ideal del yo y de acceso al superyó edípico, en su do­ble función protectora y prohibidora. Sin embargo, a pesar de esta posible reversi­bilidad se pueden producir complicacio­nes muy graves y se hace necesaria una intervención analítica para intentar impe­dir que este funcionamiento se convierta en patología adulta, abortando el proceso adolescente. Es decir, como planteaba anteriormente: cuando no es posible el desplazamiento libidinal hacia otros obje­tos, puede dar lugar a, o bien un repliegue narcisista, o a una regresión narcisista se­vera de carácter melancólico y autodes­tructiva.

Ojalá solo tuviéramos que explicar a nuestros adolescentes en las consultas que, llegada la pubertad, tal como escribió en “Final de juego” Julio Cortázar, “los ve­ranos ya no serán los mismos a la hora de la siesta”.

Sin más dilación quiero dar paso a nues­tras invitadas de hoy; la pandemia nos ha puesto contra las cuerdas y su efecto de­moledor es el que nos ha abierto las puer­tas para saborear un rico y fructífero en­cuentro con el Otro y con estas otras (en minúsculas) del otro lado del Atlántico.  

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Problemáticas adolescentes*

Lic. Eliana Tomaszewski**

En términos generales  la adolescencia es posible concebirla  como un proceso psi­cológico según el tipo de sociedad y la época ya que son  una construcción histó­rica/cultural. Los aportes de Freud permi­tieron reconocer a la pubertad como hito importante por el desarrollo de los órga­nos genitales ,la aparición de la menarca o de las erecciones con eyaculación ,y la posibilidad de mantener relaciones sexua­les. Freud la ha descrito como una organi­zación sexual definitiva.

La insistencia en las transformaciones fí­sicas de la pubertad ha llevado a describir un proceso psíquico denominado “pube­ral “que sería en relación a la psique lo mismo que la pubertad es en relación con el cuerpo.  [ gutton,b,1991].  La experien­cia puberal se la puede imaginar como una pantalla capaz de recibir la transfor­mación de  la pulsión en fantasías. La masturbación es un ensayo y despliega la capacidad de búsqueda y de encuentro de una relación gratificante con otro .

Lo “puberal se define como un proceso que refleja la presión que ejerce la reali­dad biológica de la pubertad sobre las  tres instancias psíquicas (yo, superyó ,ello).es así como surgen los procesos que llevan al  cambio en el “statu quo” de la latencia .estos procesos  podrían agru­parse en : endógenos -cambios corpora­les y hormonales ,y cambios psicológicos en el desarrollo del yo. Los exógenos , medio social y la barra de amigos .estos diversos factores se influyen mutuamente.

Dichos cambios descritos del proceso normal son los que producen  el afloja­miento de las tensiones reprimidas de la latencia. Se actualiza la dimensión edí­pica y afloran las características del esta­dio polimorfo, tales como la voracidad, crueldad, cinismo, etc. Los padres son ob­jeto de ataque debido a que han perdido su valor de omnipotencia y omnisciencia por la pérdida de la investidura libidinal.

Desde la dimensión de la identidad, los procesos disociativos obsesivos que habi­litaron la organización del yo [escolaridad, etc.] y del ideal del yo del latente [ identifi­cación con la imagen idealizada de los pa­dres] sufren un proceso de disolución, o sea un proceso similar a la desidentifica­ción, y la estructuración de la identidad tiende a replantearse.  

La identidad padece entonces los efec­tos de no contar con una imagen estable sobre la cual apoyar el revestimiento nar­cisístico. Los jóvenes pueden,  para aliviar esas vivencias de incertidumbre ,   transi­tar  por  instancias subjetivadoras ,tales como la “experiencia cultural’ entendida ésta como un espacio vincular donde se constituyen recorridos habilitados  para una experiencia inédita y común .por ej. : la participación con pares en deportes , política, música con lo concomi­tante   idealización de algún personaje, que sirven de soporte  al narcisismo y a posteriores identificaciones que pueden enriquecer el ideal del yo.

Sin embargo, también observamos casos en que dichas situaciones   se transfor­man en refugios que dificultan el desarro­llo de lo propio de cada quién.

En estos casos, podemos inferir un ex­ceso del funcionamiento de   identifica- ción. Proyectivamente de los aspectos aspiracionales del yo. El yo se debilita y anula sus propias potencialida­des. El objeto o sujeto idealizado se trans­forma en el ideal del yo y el vínculo que se entabla es de extrema dependencia, por ej.: la claustrofobia: la forma de ser es ha­bitar en el otro. También lo observamos en las conductas de dependencia que in­cluye las conductas de carácter adictivo manifiesto.

A veces se observa depresión subya­cente  y búsqueda de sensaciones como antídotos  .en estos casos ,el adolescente intentará reemplazar una relación afectiva percibida como peligrosa por su potencial amenaza a su autonomía ,por  una rela­ción de poder sobre un “”objeto”” que adopta así una función de sustitución con respecto a esa relación afectiva  que se podrá visualizar en la transferencias desde donde podemos operar .volvemos a pensar en la predominancia de la esci­sión del paciente, pues expulsa una parte de sí mismo experimentada como vergon­zosa o por sentirse inseguro , al tiempo que esta conducta de expulsión le habilita reafirmarse en ocasiones  en una identi­dad negativa  ,y podemos inferir que existe una escisión inadecuada entre  lo bueno y lo malo ,por lo tanto ,hay confu­sión. 

Esta configuración la he observado en un paciente en el cual los juegos por internet, que en principio funcionaban como un en­tretenimiento, se transformaron en un re­fugio problemático para evadir el contacto con sus compañeros quienes se transfor­maron en potenciales enemigos por el in­cremento de la ansiedad paranoide du­rante la pandemia. 

Los encuentros con los amigos se han puesto en jaque durante la pandemia, es­pecialmente en la época del distancia­miento social preventivo obligatorio y si bien ahora hay aperturas, algunos viven con ansiedad y miedo debido al potencial contagio la angustia, la ansiedad y la de­presión han sido algunos de los motivos de consulta.

La aparición del Covid fue imprevista, im­pensable para muchos y en algunos ca­sos tuvo efectos traumáticos ya que po­tenció la caída de la imagen narci­sista que el soporte del grupo de pares .de amigos en presencia podía ofrecer.    Asi­mismo, también cayó la confianza en la ciencia, en la política, etc. generando un grito de desesperanza frente a la impo­tencia que se tradujo en algunos casos en depresiones y en otros la respuesta ob­servada fue la desmentida y negación del evento coronavirus en distintos grados.

Recalcati, Massimo [2021]nos recuerda, en una de sus conferencias, que la fun­ción primera de la imagen en el espejo es donar identidad al sujeto, es recubrir el real pulsional con la forma de la imagen. Agrega que cuando padecemos un trauma, hay desconexión entre la imagen y el real de la pulsión, entre la forma y lo informe. Dijo al respecto “” que el Covid es el punto traumatizante de la imagen, pero no solo de la imagen sino también del ser humano en su totalidad”. Lo compara con las dismorfofobias que padecen los ado­lescentes en el sentido de la caída de la gestalt y el surgimiento de la dimensión in­forme de la vida, y yo agregaría de la caída del yo. En este contexto ,recuerdo un sueño de una paciente de 17 años  que padeció Covid con síntomas mediana­mente intensos, y contó en su sesión una pesadilla cuyo contenido manifiesto era el de una casa en estado muy precario cu­yas paredes se descascaran   y ella inten­taba resolverlo tapando con afiches de su grupo musical predilecto esas paredes es­tropeadas, pero cuando lo intentaba, veía que no era efectivo. Al traerlo a sesión pudo elaborar su angustia de muerte, sen­sación de derrumbe , y durante la conva­lecencia se sostuvo, entre otros intereses, con la música de su agrado que evocó  las experiencias tempranas del vínculo ma­terno con su respectiva envoltura sonora , y se constituyó en un sostén para la viven­cia de inermidad. 

Aparecieron de forma más acuciante las oscilaciones de la autoestima, ¿quién soy?, ¿cómo soy? ¿qué quiero de mi? , ¿qué busco? Estas preguntas adquieren matices diversos más allá de que se haya destituido lo conocido familiar. , en algu­nos pacientes, incluso, dichas preguntas quedaron postergadas  pues la acción frente a la desesperanza resultó ser una herramienta para aliviar  la vivencia de inermidad .frente a la aparición del dolor mental  y la turbulencia emocional, los jó­venes operan con el mecanismo de esci­sión  e identificación proyectiva. Esta  es la defensa principal en esta etapa, para lo­grar un intento de estabilización .

Cuando la crisis   transita por los canales de la salud, si bien se ponen en jaque los canales sublimatorios olos obtenidos en la latencia, posiblemente en estos ca­sos no indicamos un psicoanálisis de alta frecuencia que promueve la dependencia a un método, pues estamos en presencia del proceso adolescente “normal” con toda la turbulencia emocional que esto conlleva. Pueden consultar x la angustia que estos cambios producen y les propo­nemos un abordaje con menor intensidad, por ej. hay jóvenes que consultan por un problema puntual (ejemplo: están acom­plejados x algún detalle de su cuerpo o se pelearon con el novio, pero está funcio­nando bien en los distintos contextos de su vida, puede estudiar, tiene amigos y hobbies, pero quiere tener un espacio para poder explorar sobre lo que le su­cede.

En otros casos lo puberal conlleva un mo­mento que genera trastornos en el equili­brio para los jóvenes con una constitución psíquica precaria debido a déficits en las etapas previas .se requerirá la consulta a un terapeuta pues la intervención en ese momento podría evitar que se integre y se vuelva parte de la personalidad.

Duelo, desmentida y situación traumática: una viñeta clínica.

Se trata de una joven de 20 años que lla­maré Cristina, quién consultó por inconve­nientes con Pablo, su novio. Refiere que tiene problemas sexuales en el sentido de disminución del deseo y anorgasmia. Hablaron de terminar la relación, ya que él le hace reproches constantes. La paciente refirió: “Siento bloqueo grande cuando discutimos, no puedo pensar ni argumen­tar, no puedo dejar de gritar y siento odio, me siento entrampada, me duele el estó­mago continuamente”. En la 2da entre­vista comentó desafectivizada que hasta hacía unos meses convivió con ella y la hermana la tía paterna que falleció re­cientemente]    Su madre murió cuando la paciente tenía apenas 4 años. Su papá envió a vivir a sus tres hijos con una tía paterna. Con ella estuvieron durante tres años hasta que la tía también falleció. (Cuando Cristina tenía 7 años). Comentó que su papá viajaba continuamente por su trabajo. Dijo al respecto: “Fue parco con nosotros. No tuvimos diálogo, no se podía hablar de mi mamá en su presen­cia”. 

Su consulta estaba cercana a la muerte de otra tía paterna, y esto le movilizó un duelo cuya falta de elaboración fui advir­tiendo gradualmente: El de su madre.

Asimismo, parecía padecer por la inhibi­ción que habría sufrido el padre, quien no pudo acompañarla a través de la transmi­sión de relatos familiares, anécdotas, fo­tos, etc., y careció así de representacio­nes que posibilitan el trabajo de duelo.

Fui observando que la joven reeditaba su resentimiento y sensación de abandono en todos los contextos de su vida tanto con amigas como con los profesores, como así también en lo transferencial, cosa que yo entendía que estaba relacio­nado con las pérdidas tempranas. Lle­gaba tarde a las sesiones y reaccionaba con odio y rechazo a interpretaciones que incluían como contenido su temor de que yo la decepcionara o la abandonara, tal como había sucedido en su historia.

Una de las primeras impresiones es que la paciente parece estar con ansiedad confesional y nos preguntamos el motivo por el cuál no puede pensar ni argumen­tar.      Agrega que se bloquea si discute. Nos preguntamos: ¿En qué percibe que queda entrampada? podríamos conjetu­rar, hasta aquí, que Cristina está Entram­pada/Encerrada en una identificación con el padre parco que no ha podido transi­tar   el dolor de la muerte de la tía pues moviliza a la madre muerta? 

Parecería que no puede acoger la rabia y el dolor ante la ausencia de tantas figuras significativas pues parecía carecer de un desarrollo simbólico con el que poder po­ner en palabras los sentimientos. Se co­municaba por un lenguaje corporal: el nudo en el estómago. Las peleas con el novio la angustian pues temía también perderlo, (Factor desencadenante.) 

Si consideramos la metapsicológica de D. Meltzer podríamos conjeturar que:   En la transferencia podemos inferir 2 estados mentales escindidos en relación con sus sentimientos de abandono por duelos reiterados.

  1. Ubica en la Analista por   identificación proyectiva  un aspecto del self infantil de ella misma. Es decir , me hacía vivir a mí una configuración que la pa­ciente padecía. Me rechaza y abandona con llegadas tardes, etc. tal como imaginamos pudo sentirse la paciente de niña cuando murió su madre y al no contar con la compañía del padre.
  2. Mientras que Cristina, actúa una identificación con un padre re­traído que se aleja y no puede ha­blar. 

Volvemos a la paciente:    En una ocasión Cristina llegó 5 minutos antes de que fina­lizara su sesión, tocó el timbre y se fue in­mediatamente.

A la sesión siguiente me enteré de que se fue inmediatamente porque supuso que yo ya me había ocupado con otro pa­ciente. Se sorprendió cuando mi interven­ción le hizo notar que esa era su hora, y que yo estaba disponible. Cristina se con­movió. Luego de un silencio, la paciente tuvo un insight doloroso y genuino, este consistió ́en el registro del escaso tiempo compartido con su madre y los celos que advertía había sentido por la relación de sus hermanos con la madre, pues ellos pudieron disfrutarla más tiempo. Estos ce­los, ahora vivenciados, en compañía, le habían dificultado preguntarles a sus her­manos sobre la madre    

En otro momento del proceso surgió un recuerdo infantil que adquirió significación patógena aprés coup.    Cuando murió su madre Cristina pasaba mucho tiempo en la casa de la prima del papá a la que lla­maré Silvia. 

La paciente relata que Juan, el marido de Silvia, abuso de ella. Dijo al respecto: “con el tiempo me di cuenta de que me mano­seaba, me besaba, a medida que crecía me hablaba de sexo para que no fuera una putita de quién se aprovecharan los chicos. No puedo evitar sentir culpa. ¡Cómo no hice nada para mandarlo a la mierda ¡”.

Me interesa en este punto hacer un alto para pensar  en lo  que Ferenczi desarro­lla en su trabajo  “Confusión de lenguas entre los adultos y el niño” (Ferenczi, S., 1932) .El autor enfatiza la noción de  un desencuentro entre las expectativas de ternura y consuelo de los niños, y la pre­disposición sexual patológica del adulto .Su hipótesis  es que “La personalidad aun débilmente  desarrollada de la niña reacciona, ante un abuso, con una identi­ficación ansiosa y con la introyección de lo que la amenaza o la agrede”. Lo que es intrapsíquico va a quedar sometido, en un estado próximo al sueño-como lo es en el trance traumático- al proceso primario. 

Es decir que lo que es introyectado es mo­delado y transformado de una manera alucinatoria, positiva o negativa, si­guiendo el principio de placer.

El cambio significativo provocado por la identificación con el adulto es la introyec­ción del sentimiento de culpabilidad del mismo

Si el niño se recupera de la agresión, puede sufrir confusión, y frecuentemente su psiquismo está   escindido, funcio­nando como culpable y como inocente.

En este momento del análisis la interpre­tación giró en torno de que el desamparo y carencia la condujo a no poder discernir la violencia de la que era víctima. Se des­aconseja realizar intervenciones donde el énfasis esté puesto en el mundo interno en términos edípicos pues, con razón, se­rán escuchadas como acusaciones. 

Volvamos al devenir de la paciente. Du­rante el tratamiento, el cuadro se comple­jiza ya que la paciente recibió una carta de Juan que contenía fotos de la joven siendo púber en biquini en diversas actitu­des provocativas. Juan la invitaba a ce­nar. Esta situación funcionó como factor desencadenante de la activación de   una escena inconsciente que estaba reprimida y que surgió a raíz de un sueño. En este la joven fue al cuarto del matrimonio e in­tentó abrir el ropero que contenía la ropa interior de Silvia. Dijo al respecto “bailaba muy divertida, intuía que alguien me es­taba espiando, además use los maquilla­jes de Silvia, parecía una vedette”. Lo aso­ció con el recuerdo de que Silvia, antes de fallecer, y sospechando sobre la actitud de Juan, le advirtió que no fuera más a la casa, cosa que ella no tuvo en cuenta “mis tías me insistieron que lo fuera a ver, que yo era la única que lo hacía reír, tam­bién   discutía con él y era a la única que le daba la razón. Yo le robaba sus cosas, él se reía conmigo, fueron payasadas de las cuales ahora me avergüenzo”.

Ya avanzado el tratamiento, y ante la pro­ximidad de fechas vinculadas a la enfer­medad y muerte de su madre y a la cerca­nía de unas breves vacaciones analíticas, se evidenció lo siguiente:

Cristina se puso reticente en su análisis, llegaba tarde, faltaba, etc., hasta que pudo contar que estaba saliendo con Ma­rio, un hombre casado. Dijo al respecto:” Cuando chica disfrazaba las situaciones, siempre encubriendo comportamientos míos que no me hacen bien” ¿qué me pasa que me sigue atrayendo ese señor, y lo de Pablo anda muy bien?, yo lo quiero, no quiero estropear la relación con él. Sin embargo, cuando me llama Ma­rio siento cosquillitas, me gusta que me mande mensajitos. 

Me atrae esa situación de presumirse mu­tuamente. Quizás con eso tape el dolor que siento ahora, no quiero mirarme a ve­ces, no quiero darme cuenta de lo que me pasa…No sé porque no lo dije acá.” [Se refiere al ocultamiento de salidas con Ma­rio].

Paulatinamente estas actuaciones son in­terpretadas en el análisis como acciones cuyo móvil principal es alguna o varias de las finalidades de la sexualidad infan­til polimorfa. Rescaté el mensaje transfe­rencial:

Le interpreté que ella no podía relatar en su sesión su romance con Ma­rio(ocultamiento) porque la analista, en su fantasía inconsciente, era la madre, y Ma­rio el subrogado del padre. Fui interpre­tando que esta configuración idílica, (que a mi entender tenía un matiz hipoma­níaco), estaba al servicio de la negación de los sentimientos de exclusión propios de la escena primaria reactivada por la breve separación analítica. 

De esta forma invertía la situación y era yo la que quedaba excluida y sola. Sin em­bargo, surgen indicios de asomarse a la posición depresiva ya que no sólo se pre­guntaba sobre su actitud, lo que denotaba la participación del self adulto auto obser­vador, sino que también admitió sentir tristeza por la ausencia de su madre. Yo le recordé el aniversario del fallecimiento de su madre. Estos últimos elementos fueron formulados en una interpretación rescatando, como dijo D. Meltzer respecto de la técnica, “a veces hay que nutrir y asistir a los brotes de la mente que son capaces de pensar más que por desbro­zar la maleza”. En otros términos, menos inclinado a poner el acento en el funciona­miento de la posición esquizoparanoide que en la depresiva. 

Algunos sueños que ilustran el resque­brajamiento de la desmentida y la emergencia de lo escindido

Es interesante la continuación de una se­cuencia de dos sueños de angustia   que están vinculados con la carta y fotos reci­bidos por Juan [el perverso] donde Cris­tina jugaba a ser vedette. Dijo al respecto: “no quiero verlo, hoy día me produce miedo e indignación…yo estoy muy preo­cupada por el estado de salud de Amanda“ [esposa del padre]. Transcribo algunos párrafos de dos sueños:

1er. Sueño:

” Tengo una inquietud que no sé de donde viene, tuve un sueño que le va a moles­tar.    Se trataba de una gran revuelta, me tiraban astillas en los ojos, me raspaban los ojos. yo estaba en la calle, y me refu­giaba en un bar porque aparecían chicos que rompían los vidrios, levantaban las astillas y me las tiraban en los ojos, como si fuera ripio. Yo me intentaba cubrir la cara, igual me entraban.”

2do. Sueño:

“Se trataba de una gran persecución que nunca se terminaba, era la historia de un robo en que aparecía como un cómplice, pero luego se ve que yo traicionaba a al­guien: al cómplice del robo en que yo par­ticipaba, y me querían matar, pero yo me escapo. Aparece en otro momento el fan­tasma de ese cómplice, era un hombre grande que se parecía al marido de la prima de mi papá: el coquetón queriendo matarme, sin embargo, parecía que yo lo mataba a él, pero reaparecía, era algo que producía terror. No aparece en ningún momento lo que fue robado, pero sí algo fue robado. Yo me escapo porque me van a matar. Juan me persigue. En el final del sueño aparece un altillo que es similar al living de la casa de Juan (el  coquetón) y se empieza a romper, como que el revo­que se resquebraja. Yo estoy desar­mando un aparato que tiene una graba­ción y repentinamente aparece Juan de adentro del altillo, se ven sus pies. Dice:” Ustedes me querían robar y traicionar”.

“Yo percibía que en el sueño me acusa­ban de algo, era como si Juan me dijera ¡eh, infiel, me traicionaste. Recibía los pinchazos en los ojos, eso me dolía, como algo punzante. En el consultorio estaba Pablo,pero no podía pedirle ayuda por­que era tener que reconocer mi culpa, a él le fui infiel. En el sueño no me termino mu­riendo, es un truco”.

Vemos la ilustración en este sueño de la vivencia de la paciente quien recibe ame­nazas del aspecto perverso representado por Juan para permanecer en el estado de excitación perversa. Intenta salir, pero ad­vertimos un aspecto mentiroso que le ha­bla de traición y abandono como modo de presión con el objetivo de evitar el acceso al consultorio, es decir la necesi­dad respecto del método analítico.

El sueño tenía una cualidad de acción (“le va a molestar”).  Vemos entonces un fun­cionamiento la escisión e identificación proyectiva.

Los ojos de la analista al ver el sueño, en la vivencia de la paciente, se van a moles­tar. Lo antedicho reproducen la molestia que la paciente sintió al ver las fotos que le envió Juan donde se presenta como modelo seductora visibilizando su partici­pación activa ya en la adolescencia .Acá también fue necesario ayudar a reparar la función de atención  del yo que estaba evacuada( yo observador) ,es decir, ofre­cerle al psiquismo de la paciente una des­cripción de lo que acontece en su perso­nalidad en términos no sólo de la incomo­didad  debido a  su incipiente insight, sino también  que advirtiera el cambio que se avecinaba en su personalidad  al poder enfrentar el aspecto  sentido como ver­gonzante.

Por otro lado, identifica proyectivamente en la analista a la nena molesta, defrau­dada, a quién exhibe escenas dolorosas como lo hace Juan con ella, quién la in­duce a mantener la complicidad. Retener información respecto de Mario [ el amante] adquiere el significado de obs­truir la posibilidad de comprender lo que estaba en juego en Cristina y en la ana­lista.

Una parte de los contenidos psíquicos quedó asimismo temporariamente fuera de su conocimiento, ya que evacuó tam­bién su yo observador. A través de dicha identificación proyectiva alojó en mi mente su propia experiencia escindida del estado de miedo. 

Entendimos, tanto Cristina como yo, la imagen onírica que la invade, como la au­torrepresentación de su funcionamiento escindido, que comenzó a movilizarse y que organizó su psiquismo, Descubrimos la naturaleza de la relación inconsciente que mantenía con Juan y con Silvia. Construyó una realidad restitutiva: la farsa del Edipo con Juan y su mujer, salvando así a la figura de la madre a través de una salida maníaca. Si bien ella es cómplice de Juan en la consuma­ción de una fantasía edípica perversa, también surgen indicadores sobre el tra­bajo de discriminación -diferenciación de Juan e intentos de salida de la organiza­ción narcisista infantil que tomo el co­mando, hasta entonces, de su personali­dad. Desde este punto de vista la des­mentida tenía un componente per­verso que se estaba movilizando y colap­sando de forma dolorosa (resquebraja­miento del altillo].  El desarmado del apa­rato que tiene una grabación es la figura­ción onírica de las órdenes del perverso de que el self infantil se manten­ga sometido a sus mentiras. Los pincha­zos en los ojos parecen aludir al dolor del insight. La angustia de muerte que surge en el sueño la podemos remitir al proceso de desidentificación iniciado. Movimiento indispensable para que se genere un cambio psíquico. 

Lo importante en esta representación mental del Edipo que tiene con Juan, es que él se quejaba de que lo estaba abandonando, traicionando. Siguiendo esta línea de pensamiento podemos con­jeturar que, ante la emergencia del dolor respecto de la pérdida de su mamá, evo­cada no solo por la fecha sino también por las vacaciones analíticas, Cristina utilizó la relación con el partenaire, Mario, como un “antidepresivo”, tal como había ocu­rrido previamente con la presencia de Juan en su vida.

Desde mi perspectiva, es posible concebir los dos sueños como imágenes oníricas de pasaje y transformación, y como un in­tento de figurabilidad de aquello que se re­petía bajo la forma de actuaciones (las in­fidelidades, el dolor de estómago). En este sentido, los sueños de angustia pue­den ser entendidos como movimientos que permiten la simbolización de situacio­nes traumáticas. 

La importancia de la interpretación en tér­minos de víctima en primera instancia me parece que funcionó como estímulo a la capacidad de Cristina de conocer su mundo interno y reforzó su deseo de desidentificarse del personaje perverso a partir del reconocimiento de su complici­dad. La línea elegida de interpretación tuvo efectos que se manifestaron en otro sueño en el cual la paciente, ante la desa­parición de una niña chiquita en manos de un hombre que asocia con Juan, se acerca asustada a una policía para pedir ayuda, y ésta se ocupa del rescate. Las asociaciones incluyeron las historias que leía su padre cuando chica y anécdotas de algunas vacaciones compartidas du­rante la adolescencia con la familia ma­terna. En este contexto también refirió que su relación actual con su padre me­joró notablemente porque lo percibe más interesado por conocer no solamente aspectos de su profesión sino también de su vínculo con Pablo. La paciente fue ad­quiriendo un fortalecimiento de sus obje­tos internos que permitió tolerar las situa­ciones de dolor, frustraciones y también de disfrutar de la exogamia.

Bibliografía

Aryan, A. (201, „“Aportes a la comprensión de la experiencia puberal, su clínica y práctica psicoanalítica”, Revista Controversias, No. 15

Freud, S. (1905), ”Tres ensayos de teoría sexual”, O.C, Tomo VII,  Ed. Amorrortu 

Freud, S. (1923). La organización genital infantil”, O.C, Tomo XIX, Ed. Amorrortu

Meltzer, D. (1998), Adolescentes,Spatia Editorial, Buenos Aires.

Moguillansky, C. (2018) “La decisión en la construcciónn del sí mismo” Revista Controversias, No. 23

Waserman, M. (2014) “Aportes de Ph. Gutton al tema de la pubertad”, Revista Controversias No. 15


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*Para preservar la confidencialidad, E. Tomaszewski nos presenta  un breve repaso sobre algunos modelos psicoanalíticos, intercalando viñetas clínicas sobre las problemáticas adolescentes, tema central del caso presentado en Aecpna el 26 de marzo de 2022, junto con V. Esrubilsky,  dentro del ciclo “In­fancias y adolescencias. Escenarios contemporáneos.”


Sobre la autora:  Lic. Eliana Tomaszewski.  Psicoanalista didacta de APdeBA y profesora del Instituto Universitario de Salud Mental de APdeBA en los posgrados de Especialización en Psicoanálisis y en la Especialización de niños y adolescentes.

e-mail:teliana2013@gmail.com

Sobre la presentadora:   Lilian Ospina Martínez.  Psicóloga General Sanitaria. Licenciada en Psicología por la UCM con la especialidad de psicología clínica. Miembro de SERYMP (Sociedad Española de Rorschach y Métodos Proyectivos) y AECPNA (Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid); trabaja en consulta privada con adultos, niños y adolescentes.

Revista nº 19
Artículo 6
Fecha de publicación JULIO 2021


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