Expone el caso: Belén Alonso**
Introduce y comenta: Iluminada Sánchez***
Introducción
Iluminada Sánchez: Vamos a trabajar sobre un caso que Belén Alonso generosamente nos va a exponer. Empresa, que entraña la dificultad de sintetizar la totalidad de un proceso. Nuestra idea es, a través de él, mostrar a la analista pensando y trabajando con una pareja de padres.
El trabajo con la pareja de padres en espacio terapéutico propio es una vertiente diferente de la habida en los encuentros necesarios a lo largo del proceso terapéutico del hijo. Nos proponemos diferenciar y transmitir, tanto aspectos teóricos como clínicos de esta vertiente.
Cuando las funciones parentales están obstaculizadas de manera severa y se genera una dinámica enquistada, el terapeuta del hijo se encuentra sin margen, en los encuentros periódicos, entendiendo que lo aconsejable es derivarles a otro profesional que se ocupe de ellos con la asiduidad oportuna y donde puedan tratar sus dificultades en un espacio propio.
¿Qué son los padres? Una pregunta con una respuesta amplia y con la suficiente enjundia como para plantearnos la especificidad del abordaje. Partimos de que los padres empiezan por ser una pareja que en un momento de sus vidas deciden tener descendencia. Son pareja y son padres. Son pareja y son pareja de padres. Estas condiciones confluyen en el vínculo que se establece con el hijo/a.
Como toda tarea psicoanalítica que emprendamos, en la tarea con los padres, nos encontraremos con la complejidad y las dificultades inherentes a un proceso elaborativo.
Se trata, como decía, de una tarea específica y debido a ello en Aecpna hemos ido construyendo un método de abordaje editado en la obra: “El quehacer con los padres. De la doble escucha a la construcción de enlaces”.
A lo largo de la exposición clínica que hará Belén Alonso, iré incluyendo algunas notas sobre este método aplicado, en esta ocasión, a la escucha y atención a la pareja de padres en un espacio terapéutico propio.
Antes de dar paso a la narración del proceso, quisiera hacer algunas acotaciones previas partiendo de cómo se inicia la andadura del caso de la pareja de padres: Eva y Felipe.
Una terapeuta recibe la petición de atender a una niña de nueve años, casi diez. Como siempre, cada vez que llega un caso la terapeuta se pregunta ¿Por qué ahora? ¿Qué habrá movido a estos padres a querer consultar por su hija?
Del modo habitual, cita primero a los padres: a los que han formulado la demanda. En seguida le cuentan que su hija, única, había tenido algunas crisis de ausencia que les angustió mucho. Narran que, Eva, la madre, había tenido una problemática neurológica (ya superada) durante el embarazo necesitando tratamiento durante los primeros 6 meses de la niña.
Los especialistas consultados por las ausencias de la niña descartaron cualquier problema orgánico. Lo consideraron de origen psicológico.
A partir de ahí Eva y Felipe dieron más significado a una serie de dolencias menores que la niña había ido manifestando de manera continuada desde que era pequeña: caídas, esguinces, malestares físicos de distinta índole; siempre con algún problema que afectaba su cuerpo (Algo que Eva más adelante vendrá a reconocer como una característica de su propia infancia).
Y desde ese acontecimiento (los episodios de ausencia de la niña) decidieron consultar.
Niño/a, padres y síntoma
El síntoma del niño/a necesita convertirse en una especie de llamado que interrogue para que sea considerado como tal, como síntoma. El niño/a está implicado en una trama libidinal en las coordenadas de su subjetividad.
La respuesta de por qué ahora, se revelaba: la niña hizo un síntoma que conectó con los temores de sus padres. A menudo vamos a constatar que la petición de consulta surge cuando el niño/a manifiesta conductas y/o malestares que, de alguna manera, conmueven a los padres. Allá donde narcisísticamente estaban bien instalados, a pesar de las dificultades manifiestas, las señales no son recibidas hasta que se vehiculizan en un “lenguaje”, por decirlo así, que les concierne de especial manera, que angustia, que se sale de lo esperado o soportable. Quienes trabajamos con niños a menudo nos encontramos con que además del síntoma que les impele a consultar hay varios otros que llevan tiempo manifestándose, sin embargo, son aceptados como un mal menor, como algo natural o categorizado como propio de la familia.
Esto nos muestra la implicación de cuestiones propias de los progenitores imbricándose en la sintomatología de los hijos, por lo tanto, como terapeutas todo lo que concurre en la situación de nuestro paciente niño/a o adolescente (el momento en que los padres deciden consultar, cómo llegan a nosotros, la demanda que traen y de donde parte la misma, …) nos interesa para entender al niño/a que nos llega y el niño/a que los padres portan en su cabeza.
Por otra parte, por supuesto, estará la escucha que daremos al niño/a o adolescente, su propio deseo, sus conflictos, angustias y momento de su desarrollo en las distintas áreas: emocional, físico, cognitivo y relacional.
Padre y madre, desde sus historias edípicas conjugarán un entramado de combinatorias que se reflejarán en cómo sustentan sus funciones parentales. Sabedores de cómo estas funciones son constructoras de un orden subjetivizante estaremos atentos a la tríada que conforman: padre, madre, hijo/a.
Nota: en este punto quisiera aclarar que cuando hablamos de tríada, de función materna o paterna, no nos referimos a personas físicas, sino a lo que concurre en el ejercicio de la parentalidad, vínculos y dinámicas interrelacionales, independientemente de la modalidad familiar: pareja heterosexual, homosexual, monoparental, … E igualmente hablamos de padres, de modo genérico, para aligerar la escritura y la lectura.
Es a partir de nuestra escucha analítica, dentro de un clima de apertura y confianza, que captaremos cómo se filtra lo inconsciente en el discurso espontaneo de los padres. Nuestra escucha y nuestro objetivo es conocer los diferentes vínculos: al que une cada uno de ellos a su hijo, al que les une como pareja, al que unió a cada uno con sus padres y, también, al que intentan establecer con nosotros.
En el caso de la hija de Eva y Felipe, la niña desde siempre había mostrado conductas regresivas y dificultades para relacionarse con sus pares, manifestando una marcada inhibición, sin embargo, solo ante el temor de que la niña enfermara de lo mismo que la madre, se conmovieron y decidieron consultar.
La terapeuta que les recibió entonces, desde las entrevistas preliminares, fue explorando y conociendo las historias de estos padres, los lugares que ocupaban en las dinámicas familiares, cómo llevaban a cabo sus funciones parentales, la historia de la pareja, cómo eran sus vidas en la cotidianeidad, … Y escuchó en frases tan elocuentes como “Mi hija lo es todo para mí”, por parte del padre y en “No sé cómo acercarme a mi hija” por parte de la madre, el resonar de serias dificultades en la conformación de la tríada y las funciones parentales. Percibió que para Eva y Felipe sus niños-hijos internos, los niños e hijos que fueron, estaban muy en presente y sesgando seriamente sus funciones parentales, considerando que, si por parte de ellos no había un trabajo que les posibilitara reubicaciones, iba a ser muy dificultoso e interferido el proceso de la niña, deduciendo la necesidad de que tuvieran un lugar propio con otra terapeuta.
Una derivación de este tipo no puede ser planteada como una prescripción o mandato, no se trata de convencer, eso no tendría la necesaria consistencia para emprender un proceso y búsqueda de entender qué les sucede. Será necesario un recorrido elaborativo previo donde la pareja de padres pueda encontrarse con lo que la terapeuta ve/escucha desde afuera y que puedan contactar con esa necesidad de ayuda.
Eva y Felipe, tras el necesario tramo elaborativo, iniciaron su trabajo en un espacio propio con otra terapeuta.
La tarea con los padres y la tarea con la pareja de padres en espacio propio
Veamos brevemente una diferenciación entre la tarea con los padres de nuestro paciente niño/a o adolescente y la tarea con los padres en un espacio propiocuando el niño/a está atendido por otro terapeuta.
Cuando trabajamos con niños/as y adolescentes, nos planteamos la necesidad de darles un lugar a los padres y crear con ellos un clima de trabajo donde no se sientan juzgados, descentrándonos del lugar omnipotente donde nos sitúan pidiéndonos recetas o pautas.
Es una tarea con el fin de recabar una información muy valiosa que nos permita comprender el contexto donde está el niño, para ayudar a los padres a discriminar entre lo de ellos y lo de su hijo, los lugares que ocupan, la dinámica y las funciones; les damos un lugar para que puedan verse en la relación y en lo que transmiten a su hijo y aquello, de sus historias, convicciones, viejos temores o anhelos, que se filtran en esa relación sosteniendo o fomentando el síntoma. Un lugar, para que puedan contactar con lo que interfiere sus relaciones creando padecimientos mutuos y círculos viciosos de malestar. Un lugar, para ser acogidos como padres y sean escuchados en sus temores y angustias. Un lugar, para que puedan acompañar el proceso de su hijo/a. Una tarea de clarificación y encuentro con sus posicionamientos y asunción de las diferencias, la otredad del hijo.
Aquí jugará especial papel el lugar que ha de ocupar el analista. Nuestro paciente será el niño/a; los padres NO serán nuestros pacientes. Esto conlleva lo que se ha mencionado como la especificidad del trabajo con los padres de nuestro paciente niño/a o adolescente.
Es una tarea que comienza en la doble escucha desde las entrevistas diagnóstica y devolución, y que, se continúa en los encuentros espaciados a lo largo de la terapia del chico/a.
Sin embargo, cuando la dificultad es muy marcada y los lugares en la tríada están desajustados alterando gravemente las funciones parentales, esos encuentros son insuficientes y precisan mayor enfoque, asiduidad y espacio propio para poder lograr la discriminación y elaboraciones necesarias en cuanto a los vínculos, las dinámicas… y demás elementos concurrentes en el marco de los intercambios conscientes e inconscientes entre ellos y entre ellos y su hijo/a.
Son tareas que comparten el mismo enfoque y en el escenario siempre estará la pareja, muchas veces necesitada de ser rescatada como tal, sin embargo, con los padres de nuestro paciente nos ceñiremos a los aspectos que se enlazan con el campo de ese otro, el hijo. Intervendremos aunando los puntos donde, en sus relatos, surja la repetición en el vínculo con el hijo/a. Es lo que llamamos la Construcción de Enlaces.
Por otra parte, en la tarea con la pareja de padres en espacio propio, el ángulo de enfoque se permite una mayor apertura. En el discurrir del proceso donde abordan las dificultades que concurren en el ejercicio de la parentalidad y en el vínculo con el hijo, inevitablemente se irá vislumbrando las dificultades de pareja, que paso a paso irán tomando un lugar central. Siendo factible de atenderse en ese espacio que es solo para ellos.
Dar un espacio propio a la pareja de padres ya es una manera de marcar una discriminación clara de lugares cuando éstos muestran confusiones que sesgan las funciones parentales.
Cuando Eva y Felipe llevaban en esa tarea terapéutica algo más de dos años, la profesional que les atendía se vio en la necesidad de plantearles que no podrían seguir trabajando con ella (por circunstancias personales). Junto a ella sopesaron la trayectoria, trabajaron la despedida, y asimismo, vieron la necesidad de dar continuidad al trabajo y fueron derivados a Belén Alonso.
Ahora la hija tenía casi trece años, seguía en terapia y su proceso era muy positivo. Se atisbaba en el horizonte el final de su terapia.
Las etapas del crecimiento de los hijos
El crecimiento de los hijos confronta a los padres, promueve y remueve sus propias historias y conflictos. Cada edad requiere reajustes, no siempre sencillos, para los padres. Cada edad confronta y comporta nuevas adaptaciones.
Para Eva y Felipe el inicio de la andadura de su trabajo como pareja de padres partía de sus dificultades para desprenderse de la niña.
Ahora, tendrían que transitar desde ser padres de una niña a ser padres de una púber entrando en la adolescente. Un desprendimiento de nuevo cariz.
Es así como este caso le llega a Belén.
Exposición del caso clínico: Eva y Felipe
Belén Alonso: Cuando recibimos a unos padres por primera vez, ambas partes, ellos como padres y nosotros como analistas, comenzamos a la vez un recorrido. Un recorrido que nos adentrará a través del motivo de consulta por lo que serán sus angustias, sus preocupaciones actuales en relación con ese hijo/a, para llegar a entender no solo sus historias como padres, sino también las propias como hijo e hija.
El comienzo con Eva y Felipe fue un comienzo poco habitual. Ellos ya tenían un recorrido hecho con otra terapeuta y yo tenía que encontrar el punto en el cual se encontraban para seguir trabajando con ellos. Este fue un aspecto importante a tener en cuenta.
Cuando Eva me llama, habían transcurrido unos meses desde la finalización con la terapeuta anterior. Parecía un tiempo lógico para poder abordar de nuevo un proceso terapéutico. Fue un tiempo necesario para darse cuenta de que, pese al esfuerzo que les suponía, necesitaban seguir. La terapeuta anterior veía argumentos para que ellos continuaran el trabajo.
¿Con qué padres me encuentro?
Felipe es el mayor de 3 hermanos. Siempre estuvo muy absorbido por la demanda de su familia en general y del padre en particular, que era un padre-niño que no ejercía su función paterna y siempre estuvo muy ausente. La madre paterna era la que sostenía a la familia. El padre tenía una empresa y le fue mal. Felipe desde muy joven asumió una responsabilidad que no le correspondía, un niño deseoso de cumplir con las demandas del padre. No tuvo adolescencia y se sintió muy solo. Se vio obligado a estudiar la carrera que el padre le dijo porque la familia le necesitaba, pero a él, nunca le gustó. Cuando lo relata, llora porque nunca pudo acceder a su deseo.
Eva por su parte viene de una familia muy unida, es la menor de 2 hermanos. Describe a una madre muy autoritaria donde ella se colocaba en un lugar de niña incluso en la actualidad. Parece que la salvó la relación con el padre que la escuchaba más y la apoyó para estudiar su carrera. La personalidad de la madre era muy superyoica y ella ahora repite con su hija. Cuenta que la madre siempre la trató como a una niña muy frágil y se sintió muy excluida de la relación entre su aquella y su hermano. Relata que los abuelos también tenían una relación infantilizante con todos, con los hijos y los nietos. Felipe siempre ha visto a Eva como una niña a la que había que proteger.
La pareja se conoció a través de amigos en común. Eva tuvo la queja de sentirse como algo no prioritario para Felipe. Y éste comenta que cuando se casaron quería una familia, pero no tenía claro lo que implicaba. Siempre tuvieron el proyecto de ser padres, pero después de las dificultades de salud de Eva, decidieron no tener más hijos. Según lo trabajado con la terapeuta anterior, se dan cuenta de que nunca fueron propiamente una pareja, porque estaban más mediatizados por otros y las responsabilidades.
En cuanto a la relación con la hija, Felipe se volcaba en atenciones propias de una función materna, mientras que Eva se sentía fuera de esa unión entre ellos, sintiéndose muy excluida.
Aunque Felipe había podido empezar a decir que No a la hija, todavía le costaba, tendía a justificarla y a veces hacía cosas que le correspondían a ella, siempre con el deseo de satisfacerla. Sin embargo, a Eva no le costaba imponer normas a la hija. Ambos tenían diferentes maneras de manejar los límites con ella, a Eva le faltaba aflojar un poco y a él ser más estricto.
Durante el tiempo que duró el primer tramo terapéutico, mejoró un poco la relación de pareja, vieron que siempre metían en medio a la niña. Por su parte, la hija también empezó a tener más capacidad de aceptar la exclusión hasta pedir a veces estar sola y ellos a ser capaces de dejarla fuera. Eva también pudo sentirse más segura y con más capacidad de escuchar recurriendo menos a la actuación superyoica. Sin embargo, parecía que todavía les costaba cambiar el tipo de relación y reconocer que la hija ya era una púber.
Por otra parte, había que seguir trabajando para ayudarles como pareja, para tener sus espacios propios y dejar a la hija el suyo.
Encuadre. Cómo planteamos el trabajo en este nuevo tramo:
Cuando recibo a estos padres, ambos expresaron su cansancio después de varios años de terapia de la hija y de la suya propia. Pensaban que ya estaban acabando y sin embargo, necesitaban continuar teniendo en cuenta además que la niña entraba en otra etapa muy importante de su crecimiento y era muy importante adecuarse a ello como padres.
Acordamos vernos una vez por semana. Yo veía la necesidad de seguir trabajando con ellos la discriminación entre ser pareja y ser padres, ahora padres de una adolescente.
Retomar e iniciar una nueva etapa de la terapia tuvo sus dificultades y hubo que trabajarlas. En este proceso, ninguno empezábamos de cero a diferencia de lo que ocurre en cualquier proceso normal.
Frente a una situación así no podemos alimentar la fantasía de que ya tenemos toda la información. Lo trabajado suponía un enriquecimiento para el nuevo proceso, pero a la vez dejamos la puerta abierta para que ellos pudieran hablar de lo que quisieran. Por mi parte, yo había recogido información de la terapeuta anterior (por eso yo tampoco empezaba de cero), pero había mucha información que me faltaba en lo referente a aspectos no verbales. Esos aspectos que acompañan al relato de los padres y que aportan tanta información. Podíamos suponer que el hecho de haber hecho un trabajo previo, y que ellos supieran cómo era ese trabajo, facilitaría el vínculo con estos padres, pero eso hubiera supuesto ignorar todos los procesos transferenciales que se ponen en juego en cualquier relación terapéutica. Yo necesitaba poder crear un vínculo con ellos, conocer y escuchar a estos padres en su manera de transmitir aquello que contaban. En definitiva, saber qué padres tenía enfrente.
De la misma manera en que la derivación vino encuadrada bajo el comienzo de una nueva etapa, la adolescencia de la hija, etapa donde uno de los trabajos psíquicos que plantea Ricardo Rodulfo es el pasaje del desplazamiento a la sustitución, así me planteé el proceso que comenzábamos. Mi objetivo era dar continuidad al trabajo de estos padres dentro de una nueva etapa, no obviar el camino recorrido, pero tampoco negar el cambio a través de un desplazamiento de lugares. La situación actual requería construir un lugar nuevo que sustituyera a lo anterior pero que pudiera rescatar lo ya trabajado. La continuación del trabajo con ellos, al igual que el pasaje a la adolescencia en el que ahora estaba inmersa su hija, necesitaba algo de lo anterior.
Con su síntoma, la hija había puesto de manifiesto algo de la problemática parental, fue la manera de hacerse oír, un intento de mostrar algo diferente que sumergió a los padres en un recorrido para descubrir quién era su hija y quiénes eran ellos como padres. Los cambios que la hija necesitaba planteaban también interrogantes a la subjetividad de sus padres.
PROCESO TERAPÉUTICO
Desde todo lo anterior, iniciamos esta nueva etapa terapéutica para esta pareja de padres, Felipe y Eva.
Voy a exponer el desarrollo del caso a través de viñetas y aspectos que fueron importantes en el proceso. Primero lo relacionado con Felipe y luego lo de Eva.
La implicación de ambos fue muy diferente sobre todo en los comienzos y eso afectó a la transferencia que desde el principio empezó a manifestarse. Eva siempre se mostró motivada en el trabajo y era ella la encargada de traer a las sesiones sus inquietudes con respecto a las diferencias que ambos tenían en la relación con la hija, así como sus angustias y frustraciones en lo referente a la relación de pareja y sobre todo en la comunicación con Felipe. Éste, por su parte, nunca mostraba ningún deseo por compartir nada propio y su reacción se limitaba a opinar sobre las cuestiones que Eva planteaba, casi siempre para mostrar su discrepancia.
Iluminada Sánchez: Belén, ¿Cómo afrontaste técnicamente esta diferencia?
Cada componente se muestra de diferente modo, casi siempre hay uno más dispuesto que otro, en ocasiones en cada sesión invierten las actitudes, podemos ver personajes distintos en cada encuentro actuando de manera complementaria en las resistencias o alternándose en las manifestaciones favorables o no, hacia la tarea terapéutica. Uno trae la queja y monopoliza el discurso. Otro busca aliarse con nosotros. En ocasiones, el que calla es el que aporta más reflexiones. Es una tarea con dos sujetos. ¿Cómo evitar la monopolización?
Belén Alonso: Cuando Eva contaba algo, fuera lo que fuera, siempre había una pregunta dirigida a Felipe invitándole a expresar su opinión sobre aquello que contaba su mujer y viceversa. Intentaba mantener siempre con ellos un paralelismo constante para así poder trabajar con ellos la triangulación. Cuando volvía la mirada a Felipe para escuchar lo que él tenía que decir, además de transmitirle que su opinión era importante, también era una manera de que él pudiera apropiarse de dicha opinión quedando incluido en el discurso.
A continuación, os hablaré de Felipe:
Desde el principio a Felipe le costó mucho más poder hacer vínculo de trabajo conmigo. Era una persona muy cerrada y con dificultad para mostrar sus sentimientos. Cuando el proceso fue avanzando, fui entendiendo cuál era la razón por la que su proceso para vincularse fue tan diferente al de Eva. El proceso de cambio de terapeuta y el duelo asociado a la pérdida se mezclaban con su propia historia. Así lo mostraba:
Viñeta:
Terapeuta: Hoy me gustaría que empezara Felipe. Parece que se sitúa siempre en el lugar de reaccionar ante lo que Eva le dice, pero ¿qué opina sobre las cosas que Eva cuenta?
Felipe: A mí me cuesta un montón empezar, prefiero que lo haga Eva y además no me gusta la Psicología, ni soy filósofo ni nada, para mi dos más dos son cuatro.
Manifestaciones de este tipo por parte de Felipe, me hicieron estar más atenta a las cuestiones transferenciales para poder descubrir qué verdad referente a su historia se escondía detrás de eso.
Iluminada Sánchez: En esto vemos un ejemplo de cómo trabajar con parejas supone el encuentro, como decía, con dos sujetos: cada uno con su verdad, sus transferencias, resistencias y defensas. Una cosa es quieran aliviar sus padecimientos y dificultades y otra abordar y afrontar cuestiones dolorosas o incómodas. Siempre surgirán resistencias de distinto calibre, que a su vez suponen trámites necesarios.
Por otra parte, todo encuentro comporta transferencias, es un fenómeno universal presente en los intercambios personales. Desde Freud, se entiende por transferencia el fenómeno psíquico por el cual se reactualizan en una relación presente los imagos inconscientes que signaron las relaciones primigenias o de especial valor para el sujeto (dando un paso ligero en esta ínfima explicación).
En la tarea con los padres de nuestro paciente, sabedores de su presencia porque son ineludibles en toda tarea donde ocupemos un lugar de saber, – siendo que escuchar, situar, entender nos coloca automáticamente como pantalla de proyecciones y desplazamientos transferenciales – nos veremos en la necesidad de hacer acuse de recibo de aquellas que interceptan la comunicación entre ellos y nosotros como terapeutas de su hijo/a. De no ser así, quedará como escollo dificultando la tarea reflexiva y la andadura de nuestra colaboración conjunta.
En la tarea con la pareja de padres en su propio espacio, nos encontraremos también con las transferencias de cada uno y las que aparecen conjugadas. Habrán de ser abordarlas de modo más amplio – cuando intercepten el discurrir del proceso, cuando se manifiestan en su vertiente negativa -. En este dispositivo hay un mayor margen para la profundización.
Siempre que abordamos los escollos, avanzamos.
Belén Alonso – (continua la información sobre Felipe) -:
Como consecuencia de la enfermedad de Eva, Felipe tuvo que encargarse de los cuidados de su hija. Una hija que desde el principio tuvo muchos problemas y que construyó con su padre un vínculo muy patológico. Padre e hija fusionados en una relación donde éste ejercía una función materna desde un aspecto muy omnipotente. Para él su hija era lo más importante y así lo decía “Mi hija lo es todo para mí”. Esto generó una triangulación trastocada en la triada familiar donde la madre quedaba excluida, con los consiguientes problemas de pareja asociados a este vínculo tan fusional que padre e hija tenían.
A Felipe le costaba excluir a su hija y a la vez sentirse a él excluido en la relación de ella con la madre. El construir una relación diferente con ella, donde pudiera dejarla fuera ofrecía también a su hija un modelo diferente para vincularse con otras personas, por ejemplo, con los amigos, pudiendo asumir lugares de exclusión, algo que a la hija le costaba mucho.
Uno de los trabajos más importantes para estos padres fue reorganizar sus lugares y el proceso de separación de la hija asociado a ello. Aunque para ambos resultaba muy complicado, el vínculo tan fusional que Felipe tenía con su hija, hacía que para él lo fuera aún más. Esto generaba muchas discrepancias entre ellos porque lo veían de manera muy distinta.
En paralelo, él también estaba en la búsqueda de su propio deseo, algo que nunca había contemplado.
Desde el principio el tema de la “ayuda” que Felipe daba a su hija fue una de las cuestiones más controvertidas. Eva siempre denunciaba lo disponible que Felipe estaba para la niña y las discusiones que eso les acarreaba como pareja. Ante cualquier demanda de la hija, Felipe acudía corriendo. Era algo que habían trabajado, y aunque era consciente de tener que cambiarlo, sin embargo, para él era casi imposible poder negar la “ayuda” a su hija. Su respuesta era “A mí no me importa ayudar, es mi dinámica de siempre”. Esto era una dinámica presente en la relación con su familia y con sus compañeros de trabajo.
Por ejemplo, la madre planchaba la ropa a la hija, ésta no la guardaba y se volvía a arrugar, entonces le pedía a su padre que se la volviera a planchar y este accedía sin pensar en qué podía suponer eso.
En ejemplos como ese podíamos ver que para Felipe el significante “ayuda” tenía una carga emocional muy importante. Condensaba aspectos de su historia que hacía que le fuera imposible renunciar a ello, conectándole con las relaciones “simbióticas”, como él decía, que había vivido en su familia de origen. Para “super Felipe” (como yo le apodé en tono de humor) ayudar significaba decir siempre que Sí, estar siempre disponible satisfaciendo el deseo del otro.
Aunque había empezado a poder decir que No a su familia, ahora también tenía que poder hacerlo con su hija. Por ejemplo, ella siempre demandaba al padre para que le ayudara a estudiar y Felipe le hacía resúmenes y esquemas para facilitarle el proceso, estaba convencido de que ella no podía estudiar sola.
Terapeuta: ¿Por qué piensa que ella no puede hacerlo sola?
Felipe: Quizá sea porque a mí me hubiera gustado que mi madre me ayudara con 8 o 9 años y además enseñar es algo que me gusta.
Terapeuta: Parece que quisiera hacer con su hija lo que deseó y que su madre no hizo con usted, pero ahora lo que toca es enseñar a su hija otras cosas, hacerse mayor, ser responsable. (Esto implicaba para Felipe un cambio de lugar, renunciar a serlo todo para ella, transformando esa ayuda omnipotente en un “acompañamiento”).
Felipe: Nunca lo había pensado así
Terapeuta: Su hija no es usted y ahora necesita que la ayude de otra manera, para hacerse mayor. De esa manera es como si quisiera que ella continuara con ocho o nueve años.
Iluminada Sánchez: A través de esta viñeta vemos a Belén haciendo la intervención que llamamos Construcción de Enlaces. Toma el punto donde lo vivido por Felipe, mostrando que su anhelo infantil se presentifica, se repite, y, se realiza en el vínculo con su hija, apareciendo así un aspecto que sostiene el síntoma de la niña: apegada y dependiente de su padre.
En la medida en que consideramos que el fenómeno de la repetición incluye la reedición de patrones estructurales con toda su carga narcisística, edípica y de la historia identificatoria, es que existe un espacio en el que nuestra intervención es posible y necesaria.
Trabajamos con conexiones entre significantes históricos que no han sido efectuadas anteriormente. Esto permite a los padres la comprensión de aquellos aspectos de la relación con su hijo que solo aportan dolor y sufrimiento.
Seremos testigos y notarios que recogemos lo que los padres nos traen de ellos y lo enlazamos, construcción mediante, con lo que aparece en el vínculo con su hijo/a y en las manifestaciones de éste.
La Construcción de Enlaces es la intervención que se centra en ese punto de conexión entre lo del padre/madre y su hijo/a. Es una intervención que hace posible poner de relieve, mostrando, lo que concurre en el vínculo. Es, podemos decir, la intervención prínceps – aunque, por supuesto, habrá muchas otras posibles modalidades de intervenciones – en cada una de las dos vertientes de la tarea con los padres: sea en los encuentros con ellos a lo largo del proceso de nuestro/a paciente niño/a o en la tarea terapéutica con ellos en espacio propio. Es una intervención que muestra conexiones y repeticiones en el vínculo padres-hijo/a.
Belén Alonso: Mientras seguimos trabajando la dificultad del padre para gestionar la separación con su hija, en la vida de Felipe sucede algo que irrumpe de repente y por lo que él está muy afectado. Tendrá que hacer un cambio de trabajo que va a suponer menos dedicación a la hija. Eso hace que ella se queje y reclame a su padre que quiere que él siga llevándole a clase. Por primera vez, Felipe impone su decisión, aunque lo argumenta diciéndole a la hija que el cambio tiene que ver con conseguir una mejora económica para que ella pueda ir a la universidad y no con su deseo. Eva por su parte, apoya este cambio porque sabe que es un proyecto de Felipe. Felipe empieza a conectar con lo que él quiere.
Durante esta etapa donde Felipe estaba pasándolo tan mal y se siente tan vulnerable por el cambio de trabajo, surge una queja hacia Eva aludiendo a que ella es muy directa tanto con él como con la hija.
Este “ser directa” me lleva a algo de lo que habíamos hablado anteriormente donde Felipe me decía que yo era muy directa y que le daba “mucha caña”.
Estas cuestiones transferenciales que uní en mi cabeza junto con lo que me transmitió en relación a que no le gustaba la Psicología, me llevó a poder indagar qué había detrás de lo que él percibía en mí. Pensé que algo de su historia se estaba mezclando cuando expresaba eso. Poder escuchar esto, sin cuestionarlo ni actuarlo, permitió adentrarnos en la verdad de lo que había detrás, descubrir qué de la historia de Felipe se había mezclado en esta nueva relación conmigo.
Hablamos de lo importante que es aprender a despedirse de las cosas, de las situaciones. Se le estaban juntando muchas despedidas, también era difícil separarse de la relación que tenía con su hija, así como a ella renunciar a la situación ideal con él. Parece que era la primera vez que se sentía fuera de algo de papá y que éste no iba a estar tan disponible.
Viñeta:
Retomo lo que Felipe comentó de mi estilo directo (parecido al de Eva) y que él me reconoce que rechaza. Yo le digo que parece que él necesita algodones, relaciones fusionales, pero se pueden tener “relaciones directas” y que sea una relación buena, una relación que contenga. Le pregunto con qué puede relacionarlo.
Felipe: Creo que todo esto viene de la relación con mi madre (llora).
Terapeuta: Parece que le cuesta hablar de ella
Eva: Felipe ha vivido en un mundo de exigencias, de críticas, pero poco emocional porque no podía. Yo en parte también. A mí no me han escuchado, a él tampoco y no hemos aprendido a escuchar. Yo creo que tenemos que cambiar el modo de crítica, de reproche.
Terapeuta: Por eso Felipe rechaza la parte de Eva de petición explícita de ayuda, porque le impide ver lo otro. Parece que en su cabeza no entra que una relación con “noes”, con límites, pueda ser también emocional. Para usted la dificultad es cómo relacionarse con alguien que es “frío” (directo, que pone límites, que dice noes) sin dejar fuera lo emocional (como su madre).
(Felipe sigue llorando y asiente).
Terapeuta: Parece que, ante las demandas de Eva, le cuesta decirle “ahora no puedo escucharte como tú quisieras porque estoy saliendo del túnel”, en su lugar, se enfada con ella y no le hace caso, aunque a veces ella solo quiere que la escuche, no que le dé una solución.
Eva: Claro, sin embargo, se enfada conmigo y no me hace caso, porque yo lo único que quiero es que me escuche y no que me dé la solución.
Terapeuta: Algo de mi ser “directa” también le crea rechazo, lo vive como una exigencia. Por lo que ha dicho, parece que le recuerda a la relación con su madre. Quizá nunca ha pensado que se puede ser comprensiva aun siendo directa (no fusional), por eso también en la relación con su hija aparece tanta disponibilidad.
A través de hacer consciente el entramado transferencial, Felipe, por primera vez, se muestra más relajado. Pudo entender que podía escuchar las demandas de Eva, sin tener que atenderlas, y que podíamos hablar de sus dificultades, sin necesidad de tener que cambiarlas de inmediato como si de una exigencia o petición se tratase.
En las sesiones posteriores, empieza a ponerse de manifiesto lo doloroso que es para él tener que romper, cortar las relaciones. Su manera de separarse siempre ha sido cortando por lo sano, “rompía a lo tremendo” como él decía. Sus relaciones se resumen en personas con las que se fusiona (madre, hija) y las que no (Eva). Él siempre tuvo miedo a fusionarse después de la relación tan tormentosa y posterior ruptura que tuvo con su anterior novia con la que se obsesionó. Manifiesta que con Eva puede convivir porque él no está fusionado con ella.
Terapeuta: ¿Con qué asocia la relación fusional?
Felipe: Con mi madre (llora).
Él había hablado poco de su madre. Aunque en otros momentos la había nombrado, sin embargo, yo percibí que ese momento era diferente y así se lo transmití.
Ahí pudimos trabajar con él su forma de estar en las relaciones, una manera de todo o nada, o se fusionaba o las cortaba drásticamente sin elaborar las despedidas.
Felipe dice que ha llorado más ahora que cuando murió su madre. “Lo acepté porque cuando te llega, te llega”. Eran una familia matriarcal, cuando murió, la familia se descolocó.
Yo le digo que él también necesitó romper drásticamente con su madre para no sufrir, no había podido hablar de ella. Eso era lo que mostraba el llanto tan desconsolado cuando en otros momentos había relacionado algo con su madre. Cuando tiene que separarse, necesita cortar y romper drásticamente para no sufrir. Ahora él tiene que romper el vínculo fusional con su hija, pero ¿cómo buscar ese término medio con su hija sin ser drástico? ¿Cómo separarse de ella sin cortar por lo sano? Con ella no podía cortar del todo porque su hija seguía necesitándole, aunque ahora de otra manera.
Esta fue otra Construcción de Enlaces que pude realizar con Felipe. Él iba saliendo de una fusión para meterse en otra, era su dinámica vincular. No es lo mismo ayudar desde la omnipotencia (hija, compañera trabajo) cuando alguien le necesita, que cuando hay una demanda explícita como con Eva donde él se siente sometido a satisfacer esa demanda. Para Felipe no ayudar a los demás desde la omnipotencia (como su madre que fue la que les salvó) significaba ser como su padre (egoísta) y él siempre había luchado para no ser como él.
Ahora os voy a hablar de la parte del trabajo con Eva.
La relación que Eva tenía con su hija era muy diferente a la que tenía ésta con el padre. Como consecuencia de su enfermedad y la imposibilidad de ejercer la función materna, el vínculo con la hija era muy complicado quedando excluida de la relación entre ésta y el padre. Esto generó en Eva mucho sufrimiento porque, pese a sus continuos intentos, se sentía incapaz de poder entrar en esa relación de tanto apego entre padre e hija.
Esta dificultad por no haberse podido reafirmar como madre le provocó mucha inseguridad en los primeros momentos y cuando la hija fue creciendo se sentía muy desvalorizada porque la alianza que ella y el padre tenían, colocaban a Eva como la niña siempre enferma y quejosa. Padre e hija mostraban hartazgo con relación a las crisis de la madre, incluso a veces la hija se reía de ella.
Por otra parte, este lugar que ella tenía en la triangulación, fuera de la relación fusional de padre e hija le permitía poder denunciar al padre cuando éste incumplía cuestiones relacionadas con la puesta de límites hacia la hija, aunque con poco éxito.
El lugar de desventaja que siempre había tenido Eva, también con respecto a la relación entre su madre y su hermano, provocaba en ella múltiples quejas y reclamos de atención, estrategia a la que siempre había recurrido a través de la enfermedad, hecho expresado por ella. Se reconocía muy dependiente de Felipe.
Era muy común que expresara en las sesiones sus desacuerdos con su marido en todo lo que tenía que ver con la hija, pero en especial cómo le costaba a Felipe dejar un espacio para madre e hija.
Como consecuencia del proceso que Felipe estaba haciendo, teniendo reacciones radicales de acercamiento y alejamiento, Eva se sentía muy perdida e impotente para atraer a Felipe como pareja, hecho que le causaba mucha frustración.
Por otra parte, con su habitual talante, Felipe daba mucha atención a una antigua compañera de trabajo que tenía dificultades. Esto despertaba muchos celos en Eva. Él expresaba que necesitaba espacio y tiempo para poder separarse de dicha compañera, que era la primera vez que se sentía bien no cortando una relación de forma radical. Eva se sentía desubicada y ante su impotencia, me dice en una sesión “¡ayúdame, Belén!”.
En su demanda de ayuda explícita parece que Eva se pone como una niña que pide ayuda a su madre. Tenía celos y mucha queja de no ser atendida como necesitaba. Discutían a menudo porque siempre había otros en medio, sentía que desaparecía si él no estaba disponible para ella, le veía distante con ella como mujer.
Viñeta:
Terapeuta: Felipe sólo puede convivir con quien no se fusiona, pero siempre se engancha a alguien para fusionarse y Eva siempre está excluida. Han sacado a su hija de la relación y ahora han metido a la compañera de trabajo.
Eva: “¿Y yo qué?, necesito sentirme querida. Cuando vi que estaba absorbido por la chica de la universidad, me planteé dejarle, pero me dijo que iba a cambiar. Ahora es un dolor el no saber dónde vamos después de todo lo vivido”
Retomo lo que Eva había comentado en otra sesión y planteo: ¿por qué ella siente que desaparece si Felipe no está disponible?
Eva: Siempre me he sentido así con él. Quizá necesito que me proteja, que me dé seguridad. Me ha costado salir del lugar de niña, hasta hace poco no he sentido que mi padre me vea como una adulta, sólo como una niña.
Terapeuta: Parece que ante sus relaciones siempre se sitúa como una niña a la que hay que proteger, se siente indefensa, desprotegida y con mucha rabia cuando Felipe no la elige como mujer. Por lo que dice ha tenido una sobre protección por parte de su familia para algunas cosas, pero en otras ha tenido muchas carencias como en el aspecto de la escucha. No se ha sentido escuchada por sus padres en lo que realmente necesitaba, ahora tampoco por Felipe.
Eva: Hemos pasado de la relación fusional con su familia en la que yo me quedaba aparte, a vivir con la enfermedad, con la dificultad, y cuando nace nuestra hija, Felipe se engancha a ella y cuando estamos trabajando ese vínculo tan fusional, se engancha a la compañera de trabajo y en todo esto ¿dónde está la pareja, y yo?
Hablamos de la necesidad de que puedan empezar a construir la pareja y seducirse, algo que parece que evitan.
Una de las reivindicaciones de Eva era su necesidad para pensar sobre la pareja, pero sentía que Felipe no tenía la misma necesidad. Él reconoce que a Eva puede decirle que No, pero también reconoce que “a ella le das un poquito y quiere más”.
Eva en esta sesión estaba muy angustiada y se preguntaba qué es una relación.
Eva: Felipe se complementa con otras personas y yo me quedo fuera, las cosas de pareja las encuentra en otro lado.
Felipe: A mí me recuerda a los primeros momentos de matrimonio. Dedicaba mucho tiempo ayudando a mi padre y Eva pasaba muchas horas sola y tenía desmayos para llamar la atención.
Eva: No era la soledad física sino la emocional, pero ahora estoy en otro momento. Nunca me han escuchado, es mi gran carencia con mi familia y se me junta que estoy más anulada con mi hija y Felipe, no me gusta, pero tengo que adaptarme y colocarme y mi cerebro no responde como querría. Mi nivel de estrés e incertidumbre están a rebosar y me duele cuando Felipe no me habla.
Terapeuta: Eva siempre mirando a Felipe y éste siempre mirando hacia fuera. Parece que a Felipe le cuesta valorar lo que la relación con Eva le proporciona, desde la realidad, hay cosas que no le gustan (la enfermedad, que es muy pesada…) pero también es la única que le da un valor y reconocimiento y el esfuerzo por ser comprensiva con su situación, algo que le está costando mucho.
Felipe: Sí, reconozco que me viene bien, pero necesito recolocarme.
Terapeuta: Tienen que construir la pareja desde aquí, desde esa nueva realidad. A Felipe le cuesta porque inconscientemente le atraen las relaciones ideales donde no hay un No (familia, hija, compañera de trabajo…) pero reconoce que sólo puede convivir con alguien como Eva con quien no se entrega fusionalmente y a la vez es foco de sus demandas. (Felipe rechazaba la enfermedad de Eva o cualquier cosa que le recordara a la castración, él prefería vivir en la omnipotencia).
Felipe: Mis cimientos se están removiendo y siento alivio porque “súper Felipe” se está desmoronando y es un alivio tremendo. He cortado muchas relaciones por no saber relacionarme y ahora no lo quiero hacer igual, yo estoy tranquilo.
Terapeuta: Eva, ¿por qué piensa que se siente tan desprotegida, tan excluida?
Eva: Yo siempre me he sentido desprotegida. Soy consciente de que me he agarrado a Felipe también y él ahora no puede. Creo que la desprotección familiar era falta de escucha. De pequeña mi madre siempre me sobre protegía tratándome como a una niña, pero no me escuchaban lo que yo necesitaba realmente. Ahora siento eso de Felipe, pero entiendo que él está en su proceso.
Felipe: Es que con Eva siempre siento pesadez al querer ser escuchada.
Eva: Tengo dificultad para defender lo mío, siempre me he dejado llevar por los demás. Siempre justificándome con mis padres. Siempre muy pasiva. Creo que la enfermedad es por eso, atacarme a mí misma. Lo pasé mal con mi hija, el no saber imponerme como madre, y con la familia.
Terapeuta: Parece que Eva siempre ha tenido mucha dificultad para defender su lugar. Ahora con Felipe siente que no tiene un lugar si él no se lo da, necesita poner en juego su deseo y no esperar a que Felipe sea quien cumpla con él.
A lo largo de sesiones, Eva expresa que por fin está pudiendo poner nombre a esto. Sabe que hay una parte sana de Felipe que le unió a ella. También el tema de la enfermedad empieza a tomar otro sentido para ella.
Eva en otra sesión comenta que Felipe siempre ha tolerado mal las enfermedades.
Felipe: Es por el “súper Felipe”, me llevo mal con las enfermedades.
Eva: Ha sido una trayectoria difícil lo que implicó mi recuperación, nosotros no teníamos estructurada la relación y luego vinieron las enfermedades. Yo hice mi terapia por mí y Felipe no entendía por qué yo hablaba de la niña. Pero yo no podía estar bien si mi hija no lo estaba. Yo me quedé un poco traumatizada por la operación, por eso fui a terapia, me costó.
Terapeuta: ¿Qué supuso la enfermedad para usted?
Eva: No lo pude pensar. Primero con sentido del humor. Fue durante el embarazo. Intenté trabajar, pero no pude, me dieron la baja. Luego perdí autonomía, dejar mi casa. Cuando nació mi hija todos alrededor diciéndome qué hacer, parecía que yo no podía decidir sobre mi vida. Me sentí incomprendida, mi idea de madre era diferente. Creo que mi cabeza estalló, no saben si el tumor estaba ahí de siempre o desde el embarazo. Creo que era una falta de incomprensión hacia mí misma, tuve que resetear.
Eva va descubriendo a lo largo de las sesiones cómo la enfermedad es la manera que tiene de “quitarse la carga, de resetearse” (como dice ella) hasta ahora esto ha sido el menor coste emocional para ella. Gestionar las relaciones de Felipe con otras personas le cuesta, pero tampoco quiere estar enferma porque le asusta mucho. Se siente impotente.
Conclusiones:
La adolescencia de la hija
Para Eva y Felipe siempre fue difícil ser padres, estaban empezando a trabajar en sus funciones parentales cuando llega la adolescencia de su hija y se sienten muy perdidos. La relación de Eva y su hija siempre estuvo sesgada por la rivalidad y la dificultad de tener una relación entre ambas sin conflicto y ahora eso se ponía de una manera especial sobre el tapete.
Esta nueva etapa les obligaba a tener que revisar la suya propia como adolescentes y la relación con sus propios padres.
Como dice Freud en “La novela familiar del neurótico” En el individuo que crece, el desasimiento de la autoridad parental es una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo…”
La vida psíquica de ambos era una continuación de los lugares que habían ocupado durante la infancia, aquellos hijos obedientes que seguían cumpliendo con el mandato parental. No habían podido realizar ese trabajo tan necesario relativo a ese desasimiento con la autoridad, impidiéndoles descubrir quiénes eran y como consecuencia tampoco habían podido descubrir qué deseaban, elaboraciones propias de la adolescencia.
La hija de Felipe y Eva pudo empezar a renunciar a ese lugar tan especial que tenía, eso permitió la salida hacia fuera. Cuando ella comienza a relacionarse más y a salir con amigos, ambos padres empiezan a expresar sus miedos ante todos los riesgos que eso acompaña: beber, fumar porros, salir con chicos y todo lo relativo a la sexualidad, tema muy conflictivo para una madre que le estaba costando salir del lugar de niña y asumir el papel de una mujer deseante.
Por su parte, Felipe se ponía muy celoso cuando su hija comienza a hablar de los chicos que le gustan e intentaba ridiculizarla transmitiéndola que ningún chico iba a ser como papá, con el consiguiente enfado que esto provocaba en la hija. También cuando ella mostraba el deseo de estudiar fuera, su padre en tono de broma decía “¿¡para esto hemos luchado tanto, para que nos abandones!?”.
Esa separación y la consiguiente confrontación generacional necesaria no fue posible para estos padres con los suyos propios, pero tenían que poder permitírsela ahora a su hija. Ella empezó a reclamar más su espacio, su intimidad y a mostrar más límites negándose a que supieran todo de su vida. Felipe sentía que, si no estaba con él, le podía pasar algo, necesitaba protegerla…pero ante esto ella respondía “papá, no me metas tus miedos que son tuyos, yo no soy tú” y esa seguridad de su hija empezó a tranquilizar a Felipe. Eva también hacía un esfuerzo por no transmitir sus prejuicios ante los peligros de una etapa que ella no había vivido. Este alejamiento por parte de la hija permitió la posibilidad de un acercamiento de la pareja, que ya había comenzado.
Iluminada Sánchez: Primero, Eva quedó al margen de la función materna, necesitando ser atendida por su enfermedad, luego Eva se preocupaba mucho por las enfermedades de su hija y Felipe no lo veía como ella. Eva siempre regañaba a su hija, cosa que Felipe no hacía jamás y discutían por eso. También se ve cómo padre e hija están unidos desvalorizándola por estar siempre enferma y quejosa.
Hay un tránsito a realizarse, de ser la que está fuera y quejosa a ser una madre que puede ser referente identificatorio para su hija púber y adolescente soportando las rivalidades y ambivalencias que surgen con más fuerza en la adolescencia entre madre e hija.
Belén, ¿Dónde se reflejarían los pasos de Eva en esa dirección? ¿Pudieron armar una relación madre-hija privada?
Belén Alonso: Sí, este fue un aspecto muy importante de la evolución de ambas. A medida que Felipe se movía de ese lugar tan omnipresente para su hija, Eva pudo empezar a tener más presencia en la vida de ella. Por una parte, el padre pasaba muchas horas fuera de casa estudiando, haciendo que ambas estuvieran bastante tiempo juntas, y por otra, la hija empezó a tener más interés por la madre, ya no desde un lugar descalificativo, sino como el interés hacia alguien que podía aportarle cosas diferentes a las que le aportaba su padre. La madre solía recogerla del colegio y solían pasear juntas antes de ir a casa compartiendo conversaciones donde la hija tenía muy en cuenta a las opiniones de Eva. También empezaron a compartir “cosas de chicas” como depilarse, algo que a Felipe le dejaba fuera y no le gustaba nada.
La pareja: problemáticas
Sobre la escucha y la comunicación.
En cuanto a las dificultades de pareja, éstas siempre estuvieron presentes en prácticamente todas las sesiones, aderezando cualquier circunstancia o situación que se estuviera tratando.
Estas dificultades se manifestaban generalmente a través de la queja ante la falta de escucha y comunicación siendo éste un tema transversal en la relación y que ambos habían vivido en sus propias familias.
Eva siempre tenía una actitud de queja hacia Felipe, esperando que él adivinara lo que ella necesitaba. Muchas veces la enfermedad era la que hablaba por ella, y terminaba enfermando en aquellas cosas que no podía pensar ni comunicar. Se mantenía como en modo espera para ser pareja. Mientras, Felipe se sentía continuamente exigido y no suficiente para Eva.
Ninguno de los dos había aprendido a comunicarse ni a escucharse. Felipe no escuchaba los síntomas de su hija siendo pequeña, por otra parte, Eva se sentía ignorada. A Felipe también le costaba escuchar a una Eva diferente, ella había empezado a hacer cambios, pero él seguía relacionándose con ella como la niña “mimada” de antes. Él, por su parte, necesitaba autonomía y esto tampoco podía escucharlo Eva.
Para ambos era difícil trabajar como familia porque no tenían claro qué pareja eran y qué familia querían construir, y, por tanto, también saber qué padres iban a ser.
Durante el proceso terapéutico fuimos trabajando todos estos aspectos: ¿qué era ser una pareja para ellos?, ¿cómo era ser padres de su hija adolescente? Necesitaban construir algo juntos como pareja y como pareja de padres. No fue una tarea fácil, había muchas cuestiones que interferían constantemente y pese a todas las dificultades, siempre tuvieron un enorme compromiso con el trabajo.
El recorrido realizado les ayudó a ir discriminando lo suyo de lo de la hija, diferenciándose, ubicándose como pareja, una pareja que permitiera dar cabida al deseo de ambos. Eva pudo empezar a manifestar lo que deseaba sin que esa manifestación llevara implícita una demanda hacia su marido. La enfermedad le estaba obligando a recolocarse, a crecer, porque era, según decía ella, la forma en que su mente paraba. Ella deseaba cambiar su relación con la salud porque, aunque de pequeña la enfermedad siempre había sido su refugio, ahora esta manera de afrontar las cosas ya no le compensaba.
Felipe por su parte, pudo ir abriéndose durante el proceso, pasando de una actitud desconfiada a poder expresar sus emociones y encontrar una comprensión de sí mismo necesaria para abordar su tarea como padre y ubicarse en la pareja.
Pudo encarar su función paterna, ayudando a reorganizar lugares, posibilitando la circulación del deseo entre los miembros de la familia y así ir introduciendo nuevos sentidos a los significantes de su vida. Como hemos visto, uno de ellos era “ayudar” que cobró la visión desde un ángulo diferente. Él sólo podía considerar la ayuda o bien desde el cumplimiento de la demanda como una exigencia, cuestión que relacionó con su madre, o como la indiferencia que relacionaba con la actitud del padre, un padre al cual no quería parecerse. Es decir, desde el eje del “todo o nada”.
El síntoma de la hija marcó el inicio de un recorrido largo, intenso y también exitoso en muchos aspectos. Después de unos 3 años de terapia Felipe y Eva comenzaron a plantearse la posibilidad de ir acabando. Ellos sentían que habían trabajado mucho y también se sentían cansados. Decían “Belén, siempre va a haber cosas, pero ya nos vemos con herramientas”.
Esta vez la finalización no venía determinada por el hecho de que la hija estuviera mejor, como cuando sucedió en el cambio de terapeuta y ellos pensaban en no continuar porque veían mejor a su hija. Esta posibilidad de cierre tenía más que ver con sus propios cambios y con una mejora en las relaciones.
En el tiempo de cierre, pudimos hablar sobre el proceso que ambos habían realizado, cómo se sentían en ese momento, y qué preguntas y herramientas se llevaban para seguir pensando, ahora ellos solos. Se sentían mucho más reforzados como padres y estaban muy felices por la evolución de su hija (Felipe se emociona al hablar de ello).
El síntoma de un hijo/a siempre convoca a unos padres a mirarse, dependerá de éstos qué hacer con él, quedarse ahí, en el síntoma o transformar esa dificultad en un crecimiento mutuo donde cada cual pueda ocupar el lugar que le corresponde. Esto último es lo que pude constatar en el caso de Eva y Felipe.
Iluminada Sánchez: La pareja construye las funciones parentales favorecedoras o se las dificultan mutuamente desde posicionamientos sufrientes que trastocan la tríada.
El entramado de la tarea de Belén con Eva y Felipe nos muestra el reflejo de sus dinámicas en las dificultades de y con su hija donde resuena el “SIEMPRE” de la repetición.
Un desasimiento harto complejo como para lograrlo sin que la niña hiciera su proceso y sin que, ellos, en un espacio propio, pudieran hacer movimientos efectivos que repercutieran en los vínculos desde la pareja que conforman.
Los niños llegan a la consulta de la mano de sus padres, y, en ocasiones, como el caso de Eva y Felipe, los niños llevan a sus padres a terapia.
Agradecemos a Belén Alonso la generosa exposición de este caso que nos permite ilustrar aspectos de la especificidad de la tarea con los padres de nuestros pacientes niños y adolescentes.
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*Trabajo presentado en el V Ateneo Clínico del curso 2023-24 el 18 de mayo de 2024 en la sede de Aecpna en Madrid.
Sobre las autoras:
**Belén Alonso, es psicóloga clínica, psicoanalista y psicoterapeuta acreditada por FEAP. Es docente y miembro del Equipo Directivo de AECPNA.
***Iluminada Sánchez, es psicóloga clínica, psicoanalista y psicoterapeuta acreditada por FEAP. Es vicepresidenta, directora del área académica y docente de AECPNA. Coautora junto a Ana M.ª Caellas y Susana Kahane del libro “El quehacer con los padres. De la doble escucha a la construcción de enlaces”.
Revista nº 23
Artículo 4
Fecha de publicación JULIO 2024