Virginia Mora Febres*
Joan Didion en su maravilloso libro El año del pensamiento mágico, menciona que el dolor por la pérdida es un lugar desconocido, hasta que llegamos a él. Todavía como expresé en un obituario que escribí sobre Mariela, recorro el camino entre la paradoja de la resignación y la incredulidad de su ausencia. En alguna oportunidad me he visto con el móvil en la mano y con esa idea escurridiza y loca de llamarla para contarle algo, de volver a compartir alegrías, risas o temores, de compartir la cotidianidad.
Hace siete meses que Mariela Michelena falleció. El 12 de diciembre de 2023, después de muchos años de librar batallas con su enfermedad; fue una superviviente enérgica y llena de vida durante muchos años.
Mariela fue una mujer productiva, sus palabras escritas o dichas mantenían al espectador pendiente, ávido de seguir leyendo o escuchando y pienso que, si de algo ella hizo gala, fue de una gran avidez por la vida.
Dentro de su prolífica labor como psicoanalista, fue miembro titular con función Didacta de la Asociación Psicoanalítica de Madrid, trabajando durante largo tiempo en la institución, llegando a ser Directora del Departamento de Psicoanálisis con Niños y Adolescentes y miembro activa de diferentes comisiones.
Sin embargo, además de su trabajo como psicoanalista, se dedicó con verdadera pasión a la escritura, a la enseñanza y a la divulgación del psicoanálisis. Su camino recorrido de muchas vivencias que cuenta en su último libro autobiográfico Lo que alcancé a contarte (2.023) nos muestra entre otros aspectos, parte de esa siembra magnífica y de esa cosecha fructífera que han tenido sus palabras, sus enseñanzas, sus libros y su difusión en las redes.
Su primer libro Un año para toda la vida (2002) es casi un clásico entre las embarazadas. A este libro le siguió Saber y no saber. Curiosidad sexual infantil (2006) y en 2007 publicó su mayor éxito Mujeres malqueridas, un auténtico best seller.
Tres años después nos contó de forma testimonial y con humor los avatares de su enfermedad, a través de su libro Anoche soñé que tenía pechos (2010) y luego publicó Me cuesta tanto olvidarte (2012) y Mujeres que lo dan todo a cambio de nada (2015).
En 2017 escribió una novela titulada La vida son los miércoles y por último en 2023 nos regaló el libro mencionado anteriormente Lo que alcancé a contarte.
La última recidiva de su enfermedad, fue dura y amenazante desde sus inicios, y, sin embargo, ahí estaba Mariela, quien a pesar de todo, seguía mostrándonos a través de las redes y de un programa que tenía en Instagram, Un café con Mariela, toda una suerte de ideas y reflexiones psicoanalíticas, cultivadas y cosechadas a través de sus libros y de sus miles de seguidores, que cautivados con su palabra, su sonrisa y su naturalidad, podían distinguir perfectamente la profundidad de su mensaje, la claridad de sus ideas psicoanalíticas y las lecciones de vida que encerraban cada encuentro.
También me gustaría comentar algo acerca de la amistad. Hace unos días escuché a Rosa Montero, quien comentaba que de las cosas mejores que había hecho en su vida, era hacer amigos. Me sentí identificada con esta frase y me acordé del privilegio que tuve de tener a Mariela como amiga o hermana elegida de vida.
La palabra amigo nace de una raíz griega de la que derivan amor y amigable. En este sentido, la amistad sería una de las formas del amor que incluye el estar abierto a la otredad, a la intimidad, al reconocimiento de la singularidad y de las diferencias, sería un amor que elegimos de manera consciente y cultivamos a lo largo de la vida; cuando pensamos en la amistad de una manera profunda vienen a nuestra mente los amigos que han permanecido a lo largo del tiempo.
Aristóteles en su Ética a Nicómaco, distinguía tres especies de amistad: las amistades interesadas, que duran lo que dura el interés mismo, son las mas innecesarias; después están las amistades por el placer o el goce que pasan generalmente con la edad y por último habla sobre las amistades virtuosas, aclarando que la amistad por virtud es la única que merece verdaderamente el nombre de amistad.
La amistad, cuando es auténtica se basa en un misterio que Montaigne resumió en una hermosa frase: “Porque era él; porque era yo”.
Mariela fue una amiga virtuosa, fiel, sincera y solidaria con los aconteceres y contingencias.
Nos conocimos en la Universidad Católica Andrés Bello hace 47 años …en un principio nos unieron los apuntes compartidos y la similitud que ambas encontramos en la forma de escribir los mismos y el montón de marcadores de colores que usábamos…así, casi de forma azarosa comenzamos a estudiar juntas a lo largo de toda la carrera y aunque ella era de las mayores y tenía una vida muy diferente a la mía, pronto nos hicimos muy amigas y cada una fue conociendo el espacio de la otra.
Mariela fue una hermana elegida de vida, nuestro vinculo quedó consolidado por la lealtad que caracterizó nuestra amistad. Ella me ayudó a construir pertenencia a medida que fui transcurriendo por diferentes experiencias vitales y probablemente yo también la ayudé a ella en situaciones de cambio y de duelo. Ambas en los últimos años también compartimos adversidades por enfermedad.
La amistad para Mariela era una amistad sin letra pequeña, clara, sin ataduras extrañas. En nuestra amistad, habitaba otra temporalidad: la de pasar y compartir tiempos vitales sin relojes, donde predomina el acompañamiento con alegría y con humor.
A lo largo de estos 47 años solo una vez peleamos, me sonrío al recordarlo: estábamos estudiando para un examen de la Universidad y cada una tenía que hacer un resumen distinto y yo me equivoqué y se enfadó un montón, recuerdo que esa noche me quedaba a dormir en su casa y como casi no nos hablábamos, trabajamos muy rápida y eficazmente, en aquello en lo que teníamos que estudiar y resumir. Normalmente, nos trasnochábamos hasta las 2 o 3 de la mañana, porque no sólo estudiábamos, sino que se nos iban las horas contándonos la vida y de pronto veíamos el reloj y decíamos “vamos a callarnos para sacar esto adelante”… ese día de la pelea…fuimos de una eficiencia exquisita, impecable… al día siguiente, cuando íbamos camino del examen y de la Universidad, muertas de la risa dijimos: “Tenemos que pelearnos mas para que nos rinda el tiempo”…
Tuve la posibilidad de visitarla en Perú cuando vivió allí durante nueve meses y ya tenía todo un grupo armado de baile folclórico con su familia política…después nos mantuvimos reunidas y al tanto de nuestras vidas a través de cartas… pocos años después yo me vine a vivir a España, cosa rarísima en aquellos tiempos para los venezolanos y el único teléfono que tenía de alguien cercano en Madrid, era el de Mariela. Para ambas este reencuentro fue muy importante, ambas teníamos los duelos de patria entre otros y situaciones amorosas distintas; y aunque nos habíamos visto cuando ella había visitado el país, poder hablar como en los viejos tiempos fue balsámico para las dos.
En unas palabras que pude decir en su funeral, mencioné que Mariela seguía teniendo el corazón de arepa o de empanada, que no había perdido su venezolanidad y esto era visible y patente en su sentido del humor, en su placer por cierta música de nuestro país, aunque debo aclarar que Mariela sentía especial debilidad por los boleros y las rancheras, pero seguía disfrutando muchísimo ciertas comidas criollas, y su manera de hablar y sentir siempre mantenía el vínculo y la preocupación por lo que acontecía en nuestro país.
Sin embargo, Mariela sabía que la patria no es nada mas el lugar donde nacemos, sino también el lugar de destino, o sea el espacio simbólico que se construye a lo largo de toda una vida, y aunque vivió en varios países, entre ellos España, yo diría que especialmente su linda casa en Benajarafe (Málaga) terminó siendo su Itaca.
Mariela tenía el don de la escucha, y su palabra nutría el pensamiento, mis conversaciones profundas con ella siempre estaban tramadas por hilos llenos de significado, con matices, con gradaciones. Pero no siempre estábamos navegando en profundidades propias ni psicoanalíticas, también intercambiábamos lo que en ese momento fuera de nuestro interés: desde la última crema para el cutis, o hasta esa chaqueta monísima que acababa de ver, o los colores adecuados a usar para vernos mejor… Siempre admiré en ella su capacidad para detectar lo esencial de cualquier situación y era una friki de los papelitos de colores y por supuesto de los marcadores también, la impronta universitaria permaneció.
Al hilo de hacer estas palabras, me encontré con un Whatsapp de Mariela recibido justamente hace un año y medio, para los que no lo saben yo vivo en Tenerife, y viajo a Madrid con cierta frecuencia, ese día nos reunimos para desayunar ella y yo en el lugar donde yo estaba alojada, le habían realizado un drenaje en el pulmón y la sombra de lo que se avecinaba era casi palpable, estuvimos hablando larguísimo, me regaló una cartuchera con papeles y marcadores de colores para un trabajo que yo tenía que escribir… y yo a mi regreso, le agradecí mucho nuestro encuentro y profunda conversación, después ella me escribió lo siguiente:
“Mi Virginia querida de toda la vida. Yo creo que para las dos vernos siempre tiene algo de “hogar, dulce hogar”, de estar en casa, cómodas, conocidas y con la certeza de cuanto nos respetamos y nos queremos”
La sabiduría popular lo expresa muy bien “quien tiene un amigo tiene un tesoro”.
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*Sobre la autora: **Sobre la autora:Virginia Mora Febres es psicóloga clínica, psicoanalista, miembro asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM). Coordinadora de las Jornadas Anuales sobre Salud Mental y Psicoanálisis en Santa Cruz de Tenerife. Ha desarrollado su actividad clínica en Caracas, Madrid y Santa Cruz de Tenerife. Ha publicado diferentes trabajos sobre Psicoanálisis infantil, proceso analítico, Encuadre y pandemia y ha participado como invitada durante varios años en el ciclo de Cine y Psicoanálisis realizado por el Colegio Mayor Universitario Isabel de España.
Correo: virginiamorafebres@gmail.com
Revista nº 23
Artículo 12
Fecha de publicación JULIO 2024