El recorrido por el que nos han llevado los ponentes en este ciclo sobre los Rostros de la Masculinidad nos ha dejados preguntas abiertas a cuestiones que ya no podemos ignorar sobre la manera diferencial en que nos topamos en la clínica los síntomas de hombres y mujeres desde las posiciones femenina y masculina.
En este sentido, pensar y abordar la clínica actual sin cosechar los resultados de las innumerables siembras que ha habido de nuevas miradas y nuevos planteamientos resulta caduco. Tendremos que explorar más allá de las fronteras del psicoanálisis actual con aquellos puntos de la teoría y la clínica que provocan incertidumbre, que nos impulsa a buscar nuevas respuestas ante el cúmulo de interrogantes que proliferan y no nos dejan indiferentes; supone poner en marcha las reflexiones teóricas para acercarnos a nuevos enunciados que reflejen y den cuenta de las transformaciones que estamos viviendo.
Los estudios de género y los feminismos han abordado este fenómeno entendido como el ascenso de la mujer, trasponiendo lugares que creíamos inamovibles, interpelando asignaciones sociales en espacios diversos, vigentes durante mucho tiempo. Sin embargo, no ha sido sino recientemente que el mundo de los hombres o más específicamente de lo masculino, cuando las ciencias sociales han empezado el camino de la investigación y la interrogación: ¿Qué les está pasando a los hombres? ¿Dónde están los hombres de ayer? ¿Son distintos a los de hoy? nuestra disciplina no es ajena a estos interrogantes.
La intención de este Ciclo ha sido acercarnos a estos interrogantes para poder aproximarnos a los rostros masculinos desde una narrativa distinta que la que hasta ahora nos ha acompañado como parte del imaginario social heredado (machismo, violencia, patriarcado, privilegios, opresión, desigualdad).
Hemos escuchado sobre los desafíos del psicoanálisis en relación a este tema como aquello que cambia e igualmente permanece, destacando la importancia de los referentes simbólicos allá y entonces, aquí y ahora. La falta de un universal femenino tiene consecuencias sobre la posición masculina. Una masculinidad que hoy presenta distintos rostros, pero todos ellos marcados por la incertidumbre.
Rostros que en algunos casos se han ido transformando y que, como parte del sistema de delación son las manifestaciones de respuesta imaginarias del sujeto acorralado. El suicidio en la adolescencia, el cuestionamiento de la virilidad, los pasajes al acto y las inhibiciones adolescentes como formas de degradación de la vida erótica, la perplejidad frente a la falta de universal femenino, la paternidad, son algunos de estos rostros.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de masculinidad? ¿Hablamos de algo más que del goce fálico característico del varón? Si definimos masculino a partir de lo femenino, ¿no es un modo de invertir la lógica Freudiana (antes de 1933) cuando intentó definir a la niña- y por extensión- la feminidad- tomando como modelo al niño? ¿Podemos hablar de determinantes psíquicas de la masculinidad, más allá de las planteadas desde la biología y la sociología? ¿Tenemos que salirnos de la lógica binaria para poder escuchar mejor estos rostros? ¿Conllevan a un tipo distinto de síntoma, de queja? ¿Hablamos de un modo particular de sufrimiento desde la posición masculina?
Si bien son preguntas complejas que posiblemente no tengan respuestas inequívocas, si son preguntas que nos convocan a repensar las representaciones con las que hasta ahora hemos escuchado, nombrado e interpretado al sujeto en la consulta; comprender al hombre y a la mujer de hoy implica inexorablemente pensarnos igualmente como analistas hoy.
Psicóloga. Psicoanalista.
Profesora y miembro de la comisión directiva de AECPNA