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LOS NIÑOS NO SE DIVORCIAN

LOS NIÑOS NO SE DIVORCIAN

Beatriz Salzberg*

Resumen

La autora del libro “Los niños no se divorcian” plantea en este artículo los objetivos de una intervención profesional psico-social tras un divorcio.  Aborda los efectos que la desprotección de los padres produce en los hijos y las consecuencias de la reestructuración familiar.  Siguiendo el hilo conductor de un análisis pormenorizado de la situación de post-divorcio, quiere llegar a encontrar los mejores antídotos contra el dolor y el sufrimiento infantil.

El divorcio es cada vez más frecuente en nuestra sociedad.

Cuando abordamos un tema como este, que tiene tantas connotaciones sociales, políticas, educativas y religiosas, debemos extremar el cuidado para que nuestras creencias personales no afecten ni interfieran en el análisis de las familias luego del divorcio, ni en la evaluación de sus consecuencias en los hijos.

Si uno idealiza la familia puede tender a pensar que los hijos de los divorciados estarán peor que los de las parejas conyugales estables.  De hecho, los primeros estudios centraron su observación en el acto del divorcio y consideraron dos conjuntos:  matrimonio / divorcio; atribuyendo a la disolución matrimonial unas consecuencias patológicas para los hijos, preservadas en todos los casos de unión y convivencia conyugal.  Sin embargo, un acontecimiento, aunque traumático, no puede por sí solo ser el eje de todo un devenir psicopatológico.  El análisis de familias que habían pasado por esa situación me llevó a precisar un poco más el problema que denominaré:  los efectos de la desprotección parental a consecuencias de las reestructuraciones familiares patológicas post-divorcio.  Ya no tendremos el conjunto de los casados frente al de los separados, si no el análisis de las relaciones padres / hijos antes, durante y después del divorcio.

El divorcio es una crisis que conmociona a todo el grupo familiar.  De las crisis se puede aprender superándolas, o bien quedar detenido en ellas repitiendo situaciones de dolor, ira y fracaso.

El divorcio es una decisión de los adultos, que de este modo disuelven sus lazos conyugales y establecen las obligaciones y derechos hacia los hijos.  El divorcio legal no alcanza para explicar el estancamiento en la crisis.

Muchos divorciados continúan pleiteando durante años porque no pueden concluir el “divorcio emocional”.  El modo como los padres resuelven la crisis y superan el dolor por la pérdida del matrimonio es el primer factor a considerar en la repercusión del divorcio en los hijos.

Los divorciados deben elaborar el duelo por el matrimonio muerto y proceder a su entierro dentro de cada uno de los cónyuges.  Para lograrlo hay que asumir que ha terminado aunque uno no lo haya querido y superar la posición de víctima o culpable, bueno o malo que son categorías alejadas del análisis de las relaciones de pareja.

En el matrimonio confluyen dos tipos de lazos, los conyugales y los parentales.  El divorcio solo disuelve los primeros. El éxito en la preservación de los hijos depende de la continuidad de los lazos parentales.  Cuanto antes los ex – esposos recuperen la función parental, más protegidos estarán los hijos.

Ni se casan ni se divorcian

La capacidad negociadora de los cónyuges opuesta a la manipuladora y disgregadora marcará el buen o mal pronóstico en la re-estructuración post-divorcio.  Cuando trabajamos con parejas pre-divorcio o post-divorcio es importante comprometer a ambos miembros en las entrevistas. Cuando el duelo por el matrimonio perdido no ha concluido, los separados siguen “casados” en la disputa, utilizando a los hijos para sus fines personales y perjudicando su futuro.

Los niños no se casan ni se divorcian.  Pero, en ocasiones, un divorcio se salda con la desaparición o inconstancia de uno de los padres.  Otras veces los hijos se encuentran en medio del conflicto obligados a cumplir distintas funciones.

  • Centurión:  Al cuidado de la seguridad física de unos de los cónyuges al que protegen de la violencia del otro.
  • Espía:  De uno contra el otro. A veces doble espía.
  • Prisionero o Rehén.

Toda vez que sus padres les colocan en medio de la batalla escuchando las descalificaciones, mirando esa violencia física, participando de su intimidad, los están maltratando.

Los esposos viven el divorcio como un fracaso, una ruptura, y sienten tristeza, ira o dolor por la pérdida de la vida compartida, por la ilusión pisoteada o por la caída del mito difundido que el amor todo lo cura y la felicidad es eterna.  El fin del matrimonio, como experiencia de pérdida, se resolverá según la historia previa de la vida de cada uno de los cónyuges.

La separación y divorcio de sus padres despierta en los hijos fantasías de abandono por la pérdida de la convivencia vivida como inseguridad e inestabilidad.  Es el miedo a la ruptura de la protección que representa para un hijo contar con un padre y una madre.  Es también el temor a ser culpable de la separación a la caída de la seguridad de contar con adultos responsables a los que encuentra convertidos en seres violentos, explosivos, e impacientes con él.  Un divorcio no resuelto por los padres, puede expresarse a través de un síntoma psicopatológico en el hijo.  Proteger a un hijo es permitirle:

  • No sentirse culpable ni creer que la causa del divorcio o que si él no hubiera nacido sus padres no hubieran tenido problemas entre ellos.
  • No entrar en medio de la batalla de sus padres.
  • Ser escuchado como sujeto y no como un objeto a disponer arbitrariamente por uno u otro de los cónyuges.
  • Sentir que lo siguen queriendo como antes de que comenzara el divorcio.
  • Informarlo verazmente sobre lo que está ocurriendo y favorecer la expresión de sus opiniones, temores y angustias.

Reestructuraciones familiares post divorcio

El divorcio no siempre finaliza con la firma.  La ex-pareja continua la disputa en un clima violento y/o abandona sus funciones parentales.  La crisis se perpetúa en las cuestiones atinentes a los hijos: 

  • ¿Quién los tendrá a su cargo?
  • ¿Cuándo estarán con el otro?
  • ¿Cómo se repartirán los gastos de manutención?

Me referiré a los efectos psicopatológicos que generan reestructuraciones familiares que tienen en común la pérdida de uno o más miembros de la familia.  Esta pérdida puede recaer tanto en uno u otro de los progenitores, como en el niño, cuando media doble abandono parental.

En los tres casos queda un excluido.  La pérdida del sitio puede ser tanto voluntaria como obligada.  Estas alteraciones agigantan la presencia y palabra de uno de los padres, mientras el otro se diluye.

Abandono y traumatismos psíquicos 

Las reestructuraciones familiares que producen los peores efectos en los hijos son:

  • Padre y madre abandonan a sus hijos.
  • Padre abandona a los hijos.
  • Madre abandona a los hijos.
  • Padre y madre entrometen a los hijos en su discordia y se interfieren en sus funciones.

La situaciones de abandono real de los padres a consecuencia de un divorcio, que suceden en las distintas clases sociales produciendo pseudo-huérfanos, constituyen la mayor fuente de traumatismos psíquico en los niños.  Sin embargo, es más frecuente observar como la relación con uno de los progenitores ha quedado convertida en algo imprevisible y discontinuo.  El efecto es siempre nefasto.

La inconsistencia en el régimen de visitas que puede llevar a la desaparición y abandono del padre / madre no tenedor siempre deja cicatrices para toda la vida.  Alimentan la depresión, mina la autoestima y culpabiliza al niño que siente que ello le ocurre por un fallo suyo “no lo quieren porque no es bueno”.

Muchas fobias, depresiones y trastornos graves del comportamiento de los hijos son reacciones al abandono de uno de los padres.  El padre/madre fantasma que desaparece hace más difícil la vida del niño.  Elaborar el abandono de un progenitor es una pesada carga, un duelo difícil de superar.

La experiencia de divorcio y abandono sensibilizan a estos niños ante situaciones de pérdida o separación, provocan ansiedad y los enfrentan a los sentimientos de desvalidez y denigración.  Ahí se deben buscar las causas de tantos trastornos de conducta, expulsiones escolares, rechazos por sus compañeros de niños con tanta facilidad para hacerse “enemigos”. 

Inmiscuir a los hijos en la discordia e interferir la relación con el otro (ex esposo o esposa) incitando su participación en un bando provoca desamparo.  En otros casos se usa al hijo como reunificador de la pareja.  Darle papeles como este u otros es manipularlo para elegir a uno y rechazar a otro.  O sea, es obligarlo a perder, a divorciarse antes de haberse casado y quedar atrapado en las redes del otro progenitor.

La intervención psicosocial en los casos de divorcio

Los objetivos de nuestra intervención deben tender a:

  • Permitir a los padres recuperar las funciones parentales.
  • Esclarecer con ellos los distintos lugares de cada uno que sí continúan:  padre-madre-hijos.
  • Trabajar en entrevistas con ambos padres aunque sean ex esposos
  • Diferenciar el sufrimiento del adulto del de los hijos.
  • Disolver las alianzas intergeneracionales (padre/hijos contra madre), (madre/hijos contra padre) y favorecer el acuerdo entre los padres en las cuestiones atinentes a los hijos.

En suma, tratar de esclarecer los términos de la disputa y hallar los medios para acordar pactos.  Estos acuerdos les permitirán:

  • Trasmitir normas de conducta congruentes.
  • Responsabilizarse ambos de sus hijos.
  • Favorecer la relación del ex cónyuge con los hijos en beneficio de los niños de ambos.
  • Poder estar ambos próximos a sus hijos.
  • Participar activamente en su vida educativa, cultural y religiosa
  • Intervenir en todos los momentos cruciales de la vida de sus hijos

El antídoto contra el sufrimiento infantil

Es importante albergar en aquellas cuestiones que se refieren a los padres.  Estas abarcan  desde las de aquellos padres que solo pueden sentir el propio sufrimiento y negar cualquier otro, hasta las más o menos ajustadas a la realidad con reconocimiento por el dolor de los hijos.

La capacidad de los progenitores de diferenciar y tener en cuenta el sufrimiento de los hijos, diferente del propio, asegura un buen pronóstico en el post-divorcio.  Por el contrario, cuando no pueden percibir las diferencias entre ellos y los hijos, son padres narcisistas con dificultad para elaborar situaciones de pérdida y dolor.  Cuando una persona deja de discriminar la realidad independiente del otro, el proceso de elaboración post-divorcio va mal.  Los padres con estas características favorecen confusiones y apegamientos indiferenciados con sus hijos y suelen ser personas frágiles e inseguras.

Las entrevistas con los padres también permiten evaluar un post-divorcio a partir de la: 

  1. Recuperación de la capacidad y cuidado de los hijos.
  2. Calidad y cuidado en la comunicación con ellos.
  3. Acuerdos compartidos de visita y el cuidado por no interferirse en las funciones parentales.
  4. Colaboración con estos puntos por parte de las familias de origen y en caso contrario, su neutralización.

Por lo general, a partir del divorcio, en los niños pueden aparecer diversos trastornos que acentúan las características previas de cada hijo:  temores, cambios bruscos de humor, irritabilidad, pesadillas, dependencia y apegamientos, dificultades en la escuela, retraimiento.  Son reacciones esperables, que pasado el tiempo de reacomodación a la nueva situación desaparecen.  Si ello no ocurriera y persitieran, habría que hacer una consulta con un especialista.

Nuestra tarea se centra en:

  • Favorecer acuerdos amigables entre los padres.
  • Mantener los hijos al margen de las disputas.
  • Lograr que no se entorpezcan las relaciones con ellos.

En estos puntos se encuentra el mejor antídoto contra el dolor y el sufrimiento infantil y es la mejor forma de prevención de su salud.

Haber admitido que la ruptura conyugal no rompe la parentalidad, porque los que se divorcian son solo los esposos, es el mejor pronóstico para sus hijos.  Ellos no deben ser obligados a “divorciarse” perdiendo al padre y/o a la madre, luego de un divorcio.

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  • Sobre la Autora:  Beatriz Salzberg es Psicóloga, Psicoanalista.  Miembro del Equipo de la Clínica Psicoanalítica Logos, de Barcelona y Docente de la Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Barcelona.  Es además Coordinadora del Área Psicosocial de la ECAI (Entidad Colaboradora en Adopciones Internacionales) “Creixer Junts”, de Barcelona y Supervisora del Equipo del EIPI (Equipo Interdisciplinario en Primera Infancia) Erasmo Janer, en Barcelona.  Autora del libro “Los Niños no se Divorcian”, Editorial Logos, 1993, y coautora de “El Lugar de los Padres en el Psicoanálisis de Niños”, Lugar Editorial;  “Gemelos, Narcisismo y Dobles”, Ed. Paidos, 2000 y “Ampliando el Mundo”. Síntesis. 2005
  • Agradecemos a la Revista de Treball Social la cesión de este artículo aparecido en su número 143.
  • Libros recomendados:   

Colección “Crecer Juntos”.  Editorial Síntesis.

“Bebé, bienvenido al mundo (0-3 años )” Miriam Botbol

“El orgullo de descubrir (3-6 años )” Miriam Botbol

“Ampliando el mundo (6-12)” Beatriz Salzberg – María Luisa Siquier

“Tiempo de transformación (12 -15 años )” Mario Itscovich

“Emprender el propio camino (15-18 años )” Xavier Ametller

Revista nº2
Artículo 7
Fecha de publicación: JULIO 2009


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