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La Violencia: Una Condición Humana.            

La Violencia: Una Condición Humana.            

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Por Virginia Mora Febres*

El tema que hoy nos convoca el de la violencia está a la orden del día, es un asunto vigente, sólo basta escuchar o ver las noticias por un corto rato, y la violencia aparece de múltiples maneras; así nos podremos encontrar otra triste muerte de alguna mujer, que engrosa esa negra estadística de la violencia de género; o ajustes de cuentas no sólo entre bandas de criminales sino entre los propios políticos, algún problema de bullying, o de acoso laboral, la xenofobia, los fanatismos, son muchísimos los matices y formas que puede adoptar la espiral de violencia en nuestra sociedad actual.

Voy a comenzar hablando acerca de una imagen del pintor George Watts, se llama El Minotauro y fue realizada en 1885.

Al ver esta obra me parece que, este Minotauro muestra, por una parte, un aire melancólico, el pintor retrata la soledad y la ternura del monstruo mirando un lugar inalcanzable, pero no se me escapa que también se aprecia el horror de la bestialidad, en su rostro y en ese pajarito muerto que su mano aprisiona.

La imagen del minotauro a lo largo de su figuración mitológica ha sido siempre la de la ambigüedad entre la vida y la muerte, el acecho y el amor que persigue hasta el asesinato, siendo fruto del amor de Pasifae, reina de Creta, quién suplicó por su vida, y al mismo tiempo condenado al asesinato por su padrastro, el rey Minos; éste asustado y avergonzado al nacer el monstruo, fruto de los amores de Pasifae, mandó a construir al artista Dédalo un inmenso palacio, con un laberinto. Allí encerró al monstruo y cada año le daba de pasto a siete jóvenes.

Minotauro persiguiendo a sus víctimas en un laberinto casi imposible de discernir, placer y satisfacción y destrucción y muerte, historia repetitiva que nos recuerda a los pacientes con sus síntomas y repeticiones. Toda esta historia condensa muy bien las dos pulsiones de las que habló Freud: Eros y Tánatos, pulsión de vida y pulsión de muerte.

No es casual pensar en qué momento surge con fuerza todo este pensamiento sobre la pulsión de muerte, ya que las guerras mundiales marcaron un hito de reflexión y se hicieron necesarios nuevos constructos teóricos. Freud replantea la relevancia del principio del placer en el psiquismo humano, como factor determinante de la naturaleza humana, generando así lo que Laplanche y Pontalis llamaron vuelta de los años 20, en la cual se resalta la imposibilidad para Freud, de seguir considerando el principio del placer como un fenómeno que pueda dar respuestas tanto a los acontecimientos sociales, como los fenómenos expuestos en el juego infantil y sus constantes pulsiones repetitivas; en este contexto surge su concepción sobre la pulsión de muerte.

Pensar en el concepto de violencia desde un punto de vista psicoanalítico no es tan sencillo, pues el término como tal, fue muy poco explicado por Freud; de hecho, éste lo usó en su escrito ¿Por qué la guerra? En su respuesta a Einstein en 1.932, refiriéndose más bien a una tendencia inherente, propia del ser humano relacionando violencia y poder.

Freud sí habló desde sus primeros escritos sobre la agresividad y la pulsión. El psicoanálisis detectó el empuje mortífero del ser humano, que es lo que conceptualizamos como pulsión de muerte.

Considera que la pulsión es un empuje que busca la satisfacción. El derecho y la pedagogía nos invitan a domesticar la pulsión, lo logran con relativo éxito; siempre queda un resto indomable, rebelde, que no se deja educar ni gobernar por la ley.

En otro texto Tótem y Tabú de 1.913, Freud sitúa una violencia originaria como fundante: violencia del padre primitivo todopoderoso sobre los miembros de la horda, pero también violencia de los hermanos por desembarazarse del tirano e instaurar una sociedad basada en el totemismo y la exogamia.

Señalará que es necesario (o lo fue en algún momento mítico de la historia de la civilización) que ocurra un hecho catastrófico: el asesinato del padre por parte de los hermanos. Así, escribe que, es la ambivalencia de sentimientos de amor y odio que los hermanos sienten en torno al padre, lo que hace que al asesinato se erija la figura de un tótem y se idealice su lugar. Ante esto, los hermanos deciden establecer los dos tabúes trascendentales para el inicio de la civilización y la cultura: la prohibición del incesto y la prohibición de asesinato al padre. Estos dos tabúes coinciden con las prohibiciones que atraviesa Edipo en la tragedia griega y que lo llevan a tan vasto sufrimiento.

Son estas dos prohibiciones, las que se desprenderán en cada persona individualmente, una vez que se sortea el Complejo de Edipo.

Freud plantea la misma concepción para el origen del sujeto y para el inicio de la cultura: el complejo de Edipo. Estas dos prohibiciones fundamentales en la cultura, dan la posibilidad de establecerse en torno a un estado de Derecho, bajo la sujeción a una ley. Es a propósito de esa ley, que podemos reconocer a otro en tanto otro.

Siguiendo este orden de ideas, entendemos que la culpa en el parricidio llevó a que se instauraran normas. Cuando la ley o normas establecidas se transgreden, hay violencia. Es como si el Super-yo diese una licencia para ejercer una acción, que es un hecho perverso en sí, es un fenómeno individual y también cultural.

La palabra violencia etimológicamente tiene su origen en vio, que significa violentar la ley, la norma. Violentar sería aplicar medios agresivos para vencer la resistencia del otro en una situación –en la mayoría de los casos- de abuso de poder.

Hanna Arendt en 1967 plantea que la violencia está muy presente en la sociedad humana y por eso los políticos y los historiadores no le han prestado tanta atención, porque se la da “por sentada”. Menciona que se podría pensar que a mayor capacidad de violencia hay mayor poder, sin embargo, se sabe que la ausencia de poder legitimado desata la violencia, o sea que a mayor violencia menor poder.

Los estudios psicoanalíticos sobre la violencia prosiguen desde Freud bajo dos concepciones teóricas: un punto de vista pulsional y un punto de vista objetal. De un lado la descarga de pulsión violenta encuentra su apoyatura en la pulsión de muerte; y por otro lado la dependencia del bebé del objeto primario que lo cuida, apoya la función de las relaciones objetales en la generación de la violencia ulterior.

Ahora vamos a situar nuestro escenario, en la relación más arcaica y primitiva que conocemos, que es la relación dual que se da entre un bebé y su mamá. Sabemos que para que pueda existir una actividad psíquica, es necesaria la presencia de otro, desde que nacemos no existe un yo como tal, este se va conformando poco a poco.

El encuentro con lo externo enfrenta el incipiente psiquismo del bebé con una cantidad de información y estímulos que éste no puede procesar por sí solo.

Los autores post freudianos –sobre todo los de la escuela inglesa- van a intentar investigar en el psicoanálisis la importancia que cobra el otro, desde los momentos más arcaicos de la vida y ese respectivo encuentro en la conformación del aparato psíquico.

Melanie Klein resalta el papel predominante desempeñado por las pulsiones agresivas, desde los primeros momentos de nuestra existencia y teoriza acerca de dos posiciones por las que pasa el sujeto; una posición esquizoparanoide caracterizada por una relación con objetos parciales, en la cual predomina la escisión de partes del yo volcadas hacia fuera a través del mecanismo de la proyección, al mismo tiempo que el mecanismo de la introyección, el cual también funciona sobre partes del objeto y no sobre la totalidad del mismo. Cuando se introyecta el objeto total, el sujeto pasará a la segunda posición: la depresiva. En esta segunda etapa, los impulsos sádicos del niño darían paso a la preocupación por el objeto.

Una buena integración del objeto total, también contribuye a la formación del yo y de los procesos de simbolización. En este proceso es importante que el yo tolere las ansiedades de esta posición, ya que de no ser así recae a la posición esquizoparanoide en un eterno círculo vicioso, sabemos pues que la madre juega un papel fundamental.

Los autores kleinianos han estudiado el tema de los fantasmas violentos muy precoces, y han descrito los miedos de todo niño de ser la víctima de representaciones parentales terroríficas, poniendo en evidencia la propia violencia del niño proyectada sobre los padres en este período. Ellos muestran que la violencia no integrada en el empuje libidinal, puede conducir a actitudes que buscan la destrucción del objeto y que se continúan en el adulto en tendencias antisociales o criminales. Para Melanie Klein, el núcleo violento primitivo no desaparece nunca, o se integra a la libido para conferirle su potencia, o se integra a una parte de la libido libre para dar nacimiento a la agresividad y al verdadero sadismo.

Wilfred Bion un psicoanalista inglés, se pregunta sobre los momentos primitivos del ser humano y cómo podemos “pensar” los pensamientos. Aunque no se ocupa directamente de la violencia, prosigue los estudios de Klein, pero va a introducir modificaciones fundamentales en su teoría.

Hablará sobre la destructividad como proporcional al grado de afectación esquizofrénica, y menciona una nueva forma de violencia: el odio de la realidad interna y externa; de tal forma que ésta afectará a la destrucción de la vida psíquica por los procesos de psicotización de la personalidad.

Él va a hablar sobre el concepto de “reverie” materna: éste supone que la madre pueda recibir sin pánico, los llamados elementos Beta, que serían emociones primarias y desestructuradas del bebé, que éste transmite en una atmósfera de urgencia y de catástrofe. La madre con una adecuada función Alfa, ejerce de moduladora del dolor, recoge con su capacidad de contención y con su pensamiento estos elementos desorganizados, dándoles orden y devolviéndolos con un sentido, para que puedan ser pensados.

El bebé recibe y puede reintroyectar una parte de sí mismo envuelta en una emoción tolerable y protectora, que da posibilidad para el descubrimiento. Si esta comunicación fracasa, el bebé recibe lo que Bion denomina un “terror sin nombre” y esto incrementa su estado de indefensión y este bebé sufrirá más precariedad en relación a que pueda afrontar el dolor mental y tolerar las frustraciones.

Si la capacidad para tolerar las frustraciones es suficiente, el “no-pecho” adentro se hace pensamiento y se desarrolla un aparato para pensar. Esta capacidad permite al psiquismo desarrollar pensamientos que le permiten tolerar mejor las frustraciones y no eludirlas, haciéndose las frustraciones más llevaderas.

Si la capacidad para tolerar las frustraciones no es suficiente, el “no-pecho” adentro se transforma en un objeto malo, que debe ser evacuado, el desarrollo de un aparato para pensar estará perturbado y habrá un desarrollo hipertrófico de la identificación proyectiva. Es un psiquismo que opera basado en el principio que la evacuación del “pecho malo” será sinónimo de obtener un “pecho bueno”. Todos los pensamientos son tratados como indistinguibles entre sí, pues lo importante no es pensar sino salir de ellos, evacuarlos.

Y si esta intolerancia a la frustración es importante, pero no tan intensa, tal vez en lugar de eludir, surja la omnipotencia como sustituto del aprendizaje a través de la experiencia.

Por último, en relación a este autor me gustaría resaltar el concepto de capacidad negativa. Este representa un estado mental de tolerancia a la ignorancia por parte del analista, y fue definido a raíz de una carta que el poeta John Keats escribe a su hermano, como la capacidad de tolerar o crear un espacio mental para la incertidumbre, el misterio y la duda. Si esta capacidad no se tiene se genera un lenguaje de acción, desde donde se ejerce el poder de forma arbitraria.

Otros autores como Donald Winnicott y Esther Bick han enfatizado también el papel tan importante que tiene la madre, o quién haga las veces, como objeto que posibilite el pensar y que ayuda a sentar las bases para una estructuración psíquica con significados acerca de las primeras experiencias infantiles.

Me gustaría también mencionar que la violencia es un fenómeno individual y también cultural, de grupo. Si la culpa del parricidio provocó que se hiciesen normas, la normatividad es la que nos permitirá discriminar la agresividad de la violencia.

Si la ley, entendida como la que nos preserva del parricidio y del incesto se transgrede hay violencia. Cuando la ley está ausente, cuando no hay función paterna, la pulsión de muerte se hace poderosa y efectiva.

Freud en sus textos El malestar de la cultura y Moisés y la religión monoteísta; nos habla sobre la tendencia natural a la maldad, la agresión que proviene del odio primordial y que tiene consecuencias sociales muy graves. El hombre explota, humilla, mata, roba, pero debe renunciar a satisfacer plenamente esta agresividad en la sociedad, la gran tarea será domesticar o domeñar esas pulsiones.

Me gustaría mencionar a Byung-Chul Han un filósofo surcoreano, quién en 2015 en su libro Topología de la violencia nos dice que en la actualidad la violencia ha mutado de visible a invisible, de real a virtual, de física a psíquica, de negativa a positiva. La vieja violencia se ha mudado de afuera hacia adentro, el enemigo está en uno mismo.

Este autor plantea que la violencia de la lengua es una de las formas de la violencia actual, suplantando a la violencia corporal, es una violencia difamatoria, recluida en la spamización del lenguaje, la sobrecomunicación y la sobreinformación. Los sujetos actuales se someten a poderlo todo. El yo actual se enfoca totalmente en sí mismo y casi no hay libido para el otro.

El sujeto post moderno se maneja por poder más que por deber.

Hay un exceso de producción, de consumo, de comunicación que no es informativa, todo se excede más allá de su objetivo. Estamos en una sociedad transparente, donde todo se transforma en lo mismo, se quitan las diferencias.

Cada ser humano debe hacer un camino que le permita elaborar ese empuje fatal, ese empuje mortífero, nuestros aspectos bestiales, parricidas e incestuosos, y es en el tránsito por este difícil camino, donde el psicoanálisis ofrece una vía para poder hacerse responsable de la forma en que nos relacionamos, amamos, trabajamos y del modo en que podemos encontrar un gusto por la vida.

El conocer y el poder pensar, nos da la ventaja de elegir y decidir cómo queremos vivir la única vida que poseemos.

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*Sobre  la autora: Virginia Mora Febres es Psicóloga clínica, Psicoanalista, Miembro asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM). Coordinadora de las Jornadas Anuales sobre Salud Mental y Psicoanálisis en Santa Cruz de Tenerife. Ha desarrollado su actividad clínica en Caracas, Madrid y Santa Cruz de Tenerife. Ha publicado diferentes trabajos sobre Psicoanálisis infantil, proceso analítico, Encuadre y pandemia y ha participado como invitada durante varios años en el ciclo de Cine y Psicoanálisis realizado por el Colegio Mayor Universitario Isabel de España.

Revista nº 17
Artículo 11
Fecha de publicación JULIO 2021


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