Lilian Ospina**
Buenos días, en primer lugar, quiero agradecer a AECPNA su generosidad por confiarme este Acto, para mi tan delicado como significativo, a mis compañeros de Secretaría científica Ana Isabel Perales y Gabriel Ianni y a todos los que a lo largo de estos años han hecho posible que estemos aquí hoy, en este lugar de encuentro y trasmisión. Mi especial mención a Curra, que aceptó mi petición para acompañarnos y brindarnos su saber, para mí es un honor sentarme con ella en esta mesa. Mujer sabia, “vieja” dice ella, persona bella, ética y creativa que sin duda representa la trasmisión del saber.
Quiero también agradeceros vuestra presencia y escucha a quiénes habéis venido a acompañarnos, es un placer dar vida de nuevo a esta sala. Gracias también a los que nos acompañáis en la distancia, una novedosa forma de estar que hemos heredado de la Pandemia y que sin duda nos enriquece y nos aporta nuevas posibilidades y forma de encuentro.
Difícil tarea la de presentar este acto inaugural cuyo título casi no me atrevo ni a nombrar por su dimensionalidad tanto conceptual como simbólica: “La trasmisión del saber, ética, belleza y creatividad”; y si lo concretamos en el saber psicoanalítico ¿qué se puede decir? No es sencilla la respuesta, este saber no se encuentra solo en los textos, no versa sobre teoría, no es un saber científico; cito textualmente a Freud: “La ciencia no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como unas pocas palabras bondadosas”.
Apertura del curso 2022/2023, año en el que se celebra el vigésimo quinto aniversario de AECPNA, un cuarto de siglo de una Asociación-Escuela fundada por nuestra querida y recordada Ana María, 25 años de lucha para mantener vivo este encantador lugar, cuyo principal objetivo ha sido y es, la trasmisión del saber.
En marzo de 2020 se nos arrancó de cuajo la presencialidad y lo que en un principio posibilitó una continuidad en un momento de corte, pérdida y caos, se tornó en costumbre, rutina y finalmente en una forma de vida y una apertura a nuevas posibilidades. Repensemos esta reciente realidad, reflexionémoslo y hagámoslo de forma responsable. Me inquieta principalmente una cuestión, que se desdibuje la esencia identitaria de lo humano, del contacto, del cuerpo a cuerpo en el encuentro con el otro. Tiempos contemporáneos, ventajosos en algunos aspectos y críticos en otros, tiempos extraños, difíciles, tiempos de crisis. Cito a Borges “Le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”. Vivimos tiempos convulsos, como todos los tiempos.
Aprovechemos este evento de apertura para reflexionar sobre la importancia de la presencialidad por su relevancia en esa trasmisión, lo que no quiere decir que nos cerremos a nuevas posibilidades que se despliegan ante nosotros, ya que nos permite encuentros que, de otra forma, no se darían. Lo virtual forma parte ya de nuestras vidas y con un tratamiento cuidado y creativo, nos sirve de unión como se ha venido demostrando en estos últimos años, una apertura de fronteras no solo físicas que supone un enriquecimiento por las posibilidades que nos ofrecen la diferencias, la diversidad y al fin y al cabo, el intercambio de muy diferentes subjetividades. No obstante es nuestro deseo conservar ese espíritu de cercanía y de encuentro afectuoso; esa sensación de calidez que transforma un espacio de formación y encuentro profesional en un lugar de pertenencia.
Recuperemos esos momentos de intercambio intelectual y experiencial que comenzaban con un café y eran sellados con un vino español, los brindis navideños en los que nunca faltó el cava, el cruce de sonrisas y las flores frescas en los eventos más significativos. Encuentros llenos de sentido: tacto, vista, olor, oído y gusto… el gusto por lo humano. Hagamos por conservar parte de lo esencial, lo que ha sido y sigue siendo AECPNA, un lugar de encuentro emotivo, una escuela de formación viva y creativa en sentido winnicottiano, donde vivir es ser creativo y ser creativo supone estar vivo.
Por todo ello siento que, si no hay una presencia física, si no cuidamos y conservamos esa posibilidad, si no preservamos una cercanía a pesar de la incomodidad que nos pueda suponer, estamos abocados a una cierta muerte.
¿Por qué hablamos hoy y aquí de la trasmisión del saber? Inicialmente la idea era relacionar el psicoanálisis con el Arte, pero en realidad pienso y siento el psicoanálisis como un arte, arte-sano en su doble acepción, como una obra de artesanía y encaminada a la salud, la referida por Freud como capacidad de amar y trabajar. Sabemos de la singularidad y creatividad que comprende el saber psicoanalítico. Sabiduría y arte para dialogar en un doble encuentro, con el otro y con uno mismo, una comprometida y creativa práctica que nos convoca aquí, hoy. El arte de trasmitir el arte de la práctica psicoanalítica, su enseñanza y su aprendizaje en sus aspectos ético, bello y creativo.
“Todo aquello que el hombre ignora no existe para él. Por eso el universo de cada uno se resume al tamaño de su saber”, esta frase atribuida a Einstein nos permite pensar el psicoanálisis como el pasaje de la ignorancia a la pasión del saber y del deseo. Lacan propone que el psicoanálisis es un remedio contra la ignorancia. El yo intenta mantener una imagen ilusoria de completud que recubre la falta en el ser humano.
El “saber”, nace de la falta, de aceptar que no se sabe, como dijo el sabio, una verdad que le salvaba de la ignorancia. El saber también pasa por la pérdida, no vamos a encontrar en ningún lugar los fundamentos del psicoanálisis ni de la práctica clínica. Cuando comencé a escribir estas palabras, a lo primero que me enfrenté es a la frustración, la de no saber ni como comenzar, la del vacío, el conocido folio en blanco.
Recientemente vi una bella película, “El festín de Babette”, transcurre en un lugar en el que parece que nada pasa; lejano, frío, húmedo y sombrío; habitado por personas que aún lo son más; virtuosos de lo austero, rancios y lúgubres que finalmente son seducidos por el placer de los sentidos a pesar de la resistencia de un tirano y cruel Super Yo. Una película que rebosa sabiduría y belleza. Termina con una preciosa reflexión sobre la vida, un militar vencedor de grandes batallas que reconoce que su mayor éxito lo ha obtenido en una derrota; anverso y reverso de la mayor obra de arte, la vida. Contrastes y opuestos que forman parte de ella.
Me resultó imposible hablar del “saber” sin mencionar la filosofía. Etimológicamente se entiende como “amor a la sabiduría”. Pero no solo pertenece a la filosofía este amor ¿Se puede trasmitir “el saber” si no se ama? y ¿Se puede acercar uno al psicoanálisis si no lo ama incluso antes, de conocerlo? Todo acto de amor es arriesgado, conlleva renuncias y un doloroso encuentro con la pérdida, el saber psicoanalítico me convoca cada día esa sensación de no saber. La trasmisión del saber es un acto de amor, “su saber”, es el saber de una trasmisión y se produce por un cierto lazo. Es incompatible con el hastío. Por eso no cejamos en la búsqueda de lo nuevo, siempre jóvenes a pesar de las canas y con el deseo de descubrir, de dar nuevos sentidos, de encontrar nuevas respuestas que parirán nuevas preguntas. Y no por ello nos olvidamos de conservar aquello que heredamos, reconocemos lo valioso de la tradición, hemos de ser cuidadosos también con ella. Cito textualmente a Mahler: “Tradición no es cuidar las cenizas, sino mantener el fuego”.
En AECPNA mantenemos viva la curiosidad, el deseo de compartir, el deseo de enseñar y en ese encuentro, el deseo de aprender. La trasmisión del saber psicoanalítico nace de una dialéctica, de un encuentro, en el compartir singular y único de al menos dos sujetos que crean un nuevo saber, es un proceso vivo y por lo tanto creativo que emerge de la duda. Navegamos permanentemente en ese mar, pero si lo compartimos, el camino se hace menos espinoso, como en la vida.
Pensemos la trasmisión del saber cómo algo que nos humaniza, cómo acto humano que se sustenta en tres elementos necesarios para que haga honor a lo que estas palabras representan. La trasmisión del saber psicoanalítico necesita sustentarse en la ética y como todo proyecto ético, parte de la libertad ¿Se puede pensar la libertad al margen de la individualidad? En proceso de asociación libre, se me viene a la mente el oficio del analista, arte-sano de la mente, como si de un fino trabajo de orfebrería se tratara. Mirada, comprensión y conocimiento del complejo aparato psíquico. Por ello, el psicoanálisis apuesta por la “singularidad” y huye de la objetividad, pretende casi irremediablemente, dirigirse a la subjetividad; su enseñanza, también.
No se puede concebir la ética sin hacer mención a la libertad; escribeOctavio Paz, en La otra voz. “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana”. Que bella forma de describir la conflictiva naturaleza humana, una esencia que sería arrolladora y tanática si no fuera porque la libertad es también esencial a su naturaleza. No hay nada más humano que el uso de la libertad, así como inhumano no poder hacer uso de ella y ´cómo refiere Spinoza, en Ética, “Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría no es una meditación de la muerte, sino de la vida” (Spinoza, Ética). Así, en ese encuentro íntimo, único e irrepetible, se sustenta, sostiene y construye un estado de libertad el analizante (o analizado?), encuentro con el otro que anhela escapar de la repetición inconsciente.
Aprovecho para citar unas bellas palabras de García Márquez de su libro Del amor y otros demonios: “Hemos atravesado el mar océano para imponer la ley de Cristo, y lo hemos logrado en las misas, en las procesiones, en las fiestas patronales, pero no en las almas”. Son palabras cargadas de sentido, de belleza, de humanidad. Palabras de libertad que gritaron los colonizados y que podemos repetir cada una de nosotros al librar las continuas batallas, las de cada día, las externas y más aún, las internas.
¿Qué puede ser más esencial en el hombre que la ética, la belleza o la creatividad? No hay humanidad sin aprendizaje cultural y sin la base de toda cultura, el lenguaje. Lenguaje que trasmite la cultura y el saber. Creación cultural que heredamos y aprendemos de otros hombres. Una cultura dentro de la cual nos humanizamos y que parte del lenguaje, pero no es simplemente lenguaje. La humanización, lo que nos convierte en lo que queremos ser es un proceso recíproco, como el propio lenguaje. Cito a Doltó: “si un adulto agrede físicamente a un niño es porque a su respecto, no tiene palabra; no lo considera humano”. Por eso hablar a alguien y escucharle es tratarle como a una persona, en nuestro caso, lo hacemos desde la escucha analítica mediante la cual el lenguaje tiene un diferente uso comunicacional, una escucha que se mantiene atenta a diferentes planos, un particular uso de la palabra de manera que lo dicho puede querer decir otra cosa.
Como ya avanzó Ferenczi acerca del origen del psicoanálisis: “…fue el descubrimiento común de una paciente genial y de un médico de espíritu amplio.” Me gusta especialmente esta idea, aquello que sucede en relación a dos, en un encuentro intersubjetivo. Pero como en todo lo humano no podemos ignorar su dimensión social; existe un vínculo innegable entre el saber, la cultura y la sociedad. Como si de un proceso de historización se tratara, en ese saber que se hereda, se ha de producir irremediablemente un proceso de elaboración subjetivo para que tenga la cualidad de “saber”. El mensaje escrito con letras de oro, en la entrada del oráculo de Delfos “conócete a ti mismo”, supone la idea de que el conocimiento requiere de una transformación del individuo, no es un puro trabajo del intelecto.
Si lo que se desea es ser analista, su trasmisión es compleja y su aprendizaje, casi un enigma. Podemos establecer una analogía entre el proceso de la trasmisión del saber y el proceso analítico. En la observación clínica, no sabemos que ocurre dentro del psiquismo de los pacientes, pero sí podemos ver que se produce una transformación. El saber psicoanalítico nunca da la espalda a su práctica, al difícil ejercicio de la escucha analítica y al complicado arte de interpretar lo escuchado en sesión.
Un saber que se va adquiriendo con el paso de los años, un proceso dinámico que se sostiene sobre tres pilares: análisis, formación y supervisión. Seguramente estaremos todos de acuerdo sobre estos requisitos, lo espinoso de la trasmisión del saber psicoanalítico es que lo esencial para el ejercicio del oficio de analista no se puede trasmitir si no hay deseo, deseo de enseñarlo y deseo de aprenderlo. Cito a Freud: “…Una vez que la represión está vencida da lugar, abre la puerta, a un deseo de saber. Se pasa de la pasión al deseo”. Fernando Colina en su libro “Deseo sobre el deseo” concibe “el deseo” como un flujo curvo que discurre entre el placer, las ilusiones y la moral. El deseo también se sostiene con y en la fantasía, porque deseo y fantasía juegan de la mano.
Volvamos al título: ¿cómo trasmitir ese saber y de que saber hablamos? ¿De la intuición como saber que no se sabe, del saber de la experiencia, del saber científico, del saber común? Me interesa hoy y aquí, hablar del saber que está atravesado por el buen hacer, el buen gusto y la vida ¿Y no sería el “saber” vivir, el “saber” de la vida al que llamamos Ética?
Platón, ensambla la ética y la belleza: “toda acción en sí misma no es bella ni fea; lo que hacemos aquí, beber, comer, discurrir, nada de esto es bello en sí, pero puede convertirse en tal, mediante la manera como se hace. Es bello si se hace conforme a las reglas de la honestidad; y feo, si se hace contra estas reglas” ¿Y que puede ser más honesto que enseñar a pensar por uno mismo, en libertad, sin trampas y responsablemente? El qué hacer del analista, oficio comprometido, íntimo, consciente, responsable. Así debe ser la transmisión de su saber, la trasmisión de un saber hacer, un saber pensar, un saber sentir, un saber escuchar ¿No es esto bello?
Me decía una paciente en sesión: “No te sé explicar porque estoy conociendo cosas de mí que no estaban antes, no son pensamientos, no son emociones, ni sentimientos. Es una forma de sentirte tú en el mundo. Tengo que encontrarme cómoda en esta etapa, no estoy incómoda, pero estoy en aguas desconocidas”. Bellas palabras a propósito de su proceso que reflejan lo dinámico y creativo de su naturaleza. Eso es lo vivo del psicoanálisis, con razón decía Winnicott: “El principio es que es el paciente y solo el paciente el que tiene las respuestas”.
Sabemos que hay cosas que nos convienen para vivir y otras que no, pero no siempre está claro qué cosas son las que nos convienen y cuando la realidad se complica nos toca inventar y no limitarnos a repetir. “Quiero estar a la altura de la situación, de mí misma, vivirlo con honestidad, con sinceridad”, reflexionaba esta misma paciente en sesión. Si entendemos la creatividad, como la capacidad humana de transformar la realidad y proponer soluciones antes no pensadas, un producto creativo será el resultado entre el mundo de la fantasía y el mundo real, el cual a su vez establecerá una nueva relación de comunicación y de relación con “los otros”. Como reza Martin Buber en Yo y tú, “Toda vida verdadera es encuentro”, si lo trasladamos a la trasmisión del saber podríamos decir que es un encuentro verdadero con el otro. Siguiendo con Buber: “Hombre libre es el que quiere sin la arrogancia de lo arbitrario. Cree en la realidad, es decir, en el lazo real que une la dualidad real del yo y del tú.”
El proceso creativo al ser complejo y dinámico implica indudablemente una dimensión psíquica y comporta un acto de apertura y comunicación al otro. Trasmitir el saber no debe reducirse a una mera comunicación de información, a un traslado frío de datos, hechos y teorías, ya que, si se hace con afecto, aumenta el potencial creador del que aprende y del que enseña. Porque en esta trasmisión también se produce un movimiento único, creativo y creador que modifica a su vez a quienes están implicados. Es por ello que la aproximación afectiva del trasmisor favorecerá la actitud creativa y expresiva del que quiere recibir ese saber.
Si lo que se enseña/aprende es teoría psicoanalítica que pretende ser trasformadora y así convertir al pupilo en analista, uno de los pocos oficios artesanos que nos quedan hoy día, se hace fundamental hacerlo con afecto. Un afecto que necesariamente proporciona una confianza en el que aprende y como dice Bion, al haber confianza, los vínculos adquieren sentidos verdaderos que solo nacen de la función reverie de la madre. Los niños pueden contemplar el mundo y aprenderlo gracias al cuidado y amor que han recibido: “El amor, ese estar con el otro y admirar juntos un recorte de lo real, un pequeño espacio en el que se posan dos miradas ensimismadas y a la vez recíprocas” escribe Elisa Martín en su libro “La belleza en la infancia”.
Sentimos habitualmente un profundo desamparo cuyas raíces son la subjetividad y, por lo tanto, la duda. Un espacio de formación es a su vez un lugar para disipar la soledad de la consulta, un trabajo artesano y solitario que cada día nace y muere en el encuentro con el otro. Al igual que en nuestra praxis diaria, cada curso, cada año académico en AECPNA se convierte en un lienzo en blanco que se dibujará con cada persona que se acerque y que forme parte de ella. Veinticinco años de historia e historias, de permanencia, de vínculos, de afecto y afectos. En este curso, como en cada curso, esperamos y deseamos que este lienzo se pinte con arte y que al contemplarlo podamos apreciar su belleza.
Para terminar, cito a Shakespeare “Todos los humanos estamos hechos de la sustancia con la que se trenzan los sueños”. Que se note que nos damos cuenta de ese parentesco”
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* Conferencia del Acto Inaugural curso 2022 – 2023, celebrado en AECPNA, el 15 de octubre de 2022. Dos reflexiones en torno a la trasmisión en psicoanálisis. (Francisca Carrasco y Lilian Ospina)
* Sobre la autora: Lilian Ospina Martínez. Psicóloga General Sanitaria. Licenciada en psicología por la UCM con la especialidad de psicología clínica. Formación de Posgrado en AECPNA. Miembro de SERYMP (Sociedad Española de Rorschach y Métodos Proyectivos) y AECPNA. Trabaja en consulta privada con adultos, niños y adolescentes. Mail: lospinamartinez@gmail.com
Revista nº 20
Artículo 4
Fecha de publicación DICIEMBRE 2022