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La transmisión del saber. Ética, belleza y creatividad * de Francisca Carrasco**

La transmisión del saber. Ética, belleza y creatividad * de Francisca Carrasco**

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Francisca Carrasco**

Quiero agradecer a la junta directiva y muy especialmente a Lilian Ospina la in­vitación a este acto, que me ofreció con mucho cariño y reconocimiento porque me invita a compartir la bienvenida a los colegas que han decidido pararse a pen­sar en las vicisitudes por las que pasa­mos todos hasta convertirnos en el su­jeto adulto que llegamos a ser, es decir pensar sobre los aconteceres del niño y del adolescente para ayudar a poner pa­labras en su sufrimiento inconsciente  y  que no se ponga en acto sus desasosie­gos.

Me emociona la invitación porque dar la bienvenida siempre es muy agradable y la propuesta de hablar de la transmisión me hace mucha ilusión ya que llevo mu­chos años intentando transmitir la teoría, mi practica e inevitablemente mi identi­dad como psicoanalista, por si a alguien le puede ayudar a colocarse en esta pro­fesión.

Este verano, en El País salió una entre­vista con Sara Baras, el entrevistador le preguntaba: ¿qué hace que un bailarín destaque sobre los demás bailando to­dos lo mismo y teniendo la misma téc­nica? Su respuesta me parece que puede ayudarnos a pensar. Ella con­testa, “Camarón decía: O transmite o no” lo que diferencia a un bailarín de otro es su identidad y tiene que saber trans­mitirla. Hay que asimilar bien la tradición para luego cada uno expresarla a su manera. 

Se transmite o no se transmite según la identidad que se tiene, hoy hablamos de transmisión y para ello es imprescindible que hablemos de la identidad, y como lo explica Víctor Korman en Estudios Psi­coanalíticos (2016. Tomo 10), la identi­dad es un correlato de la identificación.

La identidad es parte del conjunto de rasgos identificatorios e implica sentirse y reconocerse poseedor de unas carac­terísticas singulares determinadas y de características compartidas con otros (esta dimensión social de la identidad, que compartimos con otros psicoanalis­tas) es a la que quiero referirme.

La identidad contempla un aspecto ima­ginario y otro simbólico, lo imaginario re­lacionado con aquello que se cree ser y lo simbólico atado a lo inconsciente, lo pulsional, el goce, son estos aspectos los que determinan las diferencias signi­ficativas entre los sujetos.

Es precisamente la identidad como co­rrelato de la identificación a donde apunto para hablaros de la transmisión, ya que la identidad de analista muchas veces se ve sumida en una identifica­ción narcisista. la identificación narci­sista es productora de una seguridad ilu­soria, la de seguir con la fantasía de te­ner el objeto fálico. Se tolera mejor man­tenerlo ilusoriamente que aceptar la per­dida.

Cuando queremos ser psicoanalistas, la profesión es un intento de procurarse un ser, cuantas veces hemos escuchado a los jóvenes que no pueden encontrar trabajo para lo que se han preparado, decir: “no encuentro de lo mío” , EL  yo soy va delante del título al que hemos accedido  es un paso en el que se jue­gan muchas identificaciones y un intento de paliar la falta en ser que todos tene­mos, podemos a veces buscarnos una institución que nos preste una identidad para mantener la ilusión de amamantar­nos de ese objeto fálico que para algu­nos, supone el “Ser Psicoanalista”.

Por esto pienso que la prevalencia de la idea de que pertenecer a una institución potente te va a dar una identidad psicoa­nalítica, enrarece lo que de verdad te puede procura la institución, que no es poco: un lugar de pertenencia y de for­mación para que puedas conseguirte   un lugar social e intelectual, y un creci­miento personal que te procure tu propia identidad como psicoanalista. Si el acer­camiento a la institución es buscando esa identidad prestada, las consecuen­cias será el sometimiento rígido y dog­mático a las normas institucionales. Es­tas identificaciones secundarias narci­sistas alimentan idealizaciones inten­sas, denigraciones y omnipotencias, que impiden la identidad vera del psi­coanalista.

Así vemos cómo se puede pasar de sen­tirse el rey del mambo por llevar el em­blema de tal institución, a denigrarla sá­dicamente si no ha podido tener lo fan­taseado en ella. A veces las institucio­nes no ayudan mucho a poder sostener bien esta identidad no narcisista, porque se pueden sentir únicas portadoras del saber.  El narcisismo es muy insistente y se nos escurre a todos.

La identidad es dinámica, va cambiando con los cambios personales que permi­ten ir modelando su relación con la pro­fesión elegida. Lacan nos dice: “la trans­misión de una enseñanza encontrará su definición en el posible surgimiento de un acontecimiento significante producto a la vez de la experiencia y la practica analítica” La transmisión, seguirá di­ciendo, es la posibilidad de entrelazar los elementos teóricos con los prácticos además de con la experiencia del trans­misor para que aparezca una estructura que su efecto sea la posibilidad de que el que lo escucha pueda asumir un cam­bio en su ser analista. Espero, que algo de lo que os transmito pueda anidar en algunos de vosotros.

El acercamiento a la teoría psicoanalí­tica siempre empieza por una seduc­ción, la elegimos porque queremos sa­ber del sufrimiento, muchas veces del propio, y podemos vernos seducidos por una institución, una figura de autoridad, un personaje, una transferencia en la que ponemos el imaginario de la verdad y del saber. Así, pensamos que “ellos” nos darán todas las bondades que en un primer momento creemos que nos harán psicoanalistas verdaderos, sin fallas, les damos así el poder saber, alejándonos del verdadero saber psicoanalítico.

No por casualidad circula el chiste: Se encuentran dos colegas psicoanalistas y uno le dice al otro: ¿sabes que Pedro ha muerto?, y el otro dice: ¿pero no estaba Pedro en análisis?

El chiste nos ilustra la idea y la espera deque sea la pertenencia a una institu­ción o el método psicoanalítico, teoría o persona del mundo del psicoanálisis la que nos libre de la finitud y los tropiezos a los que tememos porque nos hacen desconfiar de ese lugar que buscamos del ser. Así he podido ver cómo sufren las personas jóvenes cuando vienen a supervisar, palabra que no me gusta, al­gún caso que creen que han errado, se sienten hechas polvo y se fustigan de forma muy dura.

Se transmite con la identidad que uno tiene y a veces la identidad construida con la institución termina siendo más moral que ética.

¿Qué diferencia hay entre moral y ética? Es importante poder diferenciarlas. La creencia supone adherirse a la verdad de un Otro considerándola verdad abso­luta con mayúscula sin posibilidad de error. Esta es la posición que se toma con las reglas morales.

Es, a través de la creencia que nos libra­mos de los actos, no respondemos de lo que hacemos, porque es lo que hay que hacer; así se puede matar por una idea, una religión etc., sin responsabilidad persona. En el encuentro con quien nos elige para que oigamos sus padeceres tenemos miedo a no saber y nos acoge­mos a la creencia inquebrantable de la teoría sin ponerla en duda.

El objetivo fundamental de la formación de Aecpna es intentar que esta identifi­cación no se dé con la institución, sino que cada uno pueda encontrar su dis­curso, poder crecer como sujetos ana­listas: tener un discurso propio que no es más que pasar de la creencia a la ética.

Como dice Freud en “la novela familiar del neurótico”: El cambio psíquico más importante del hombre es el poderse se­parar de los padres, porque conlleva un sufrimiento enorme sin el cual un sujeto no puede ser ético.

Ser él mismo y aceptar lo que hace como propio, lleva implícito muchas re­nuncias y la elaboración de la soledad y la responsabilidad de sus actos.

Tener un discurso propio es poder acer­carnos a la teoría creyendo en su vali­dez, estudiarla, crecer con ella y luego ponerla en duda, y siempre ponerla en duda cuando escuchamos a un pa­ciente. Es duro aceptar la soledad que supone pasar de la obligación de la obe­diencia a la responsabilidad de la elec­ción propia. Implica renunciar a pensar que somos portadores de una teoría ver­dadera que es igual a renunciar a un dios padre Freud, Lacan, Melanie Klein o maestros y descendientes del santa sanctórum, y que saben.

En mi tierra hay una figura en el campo que se llama el sabeó, es decir, el que sabe. Queremos sabeores psicoanalíti­cos y esto hace que a veces nos pegue­mos a la teoría como si fuera una obli­gación moral, y que en las supervisiones por ejemplo surjan preguntas sobre cómo se manejan o se gestiona tal o cual cosa. Pensando en un superyó in­falible, que, sometiéndote a sus reglas morales aciertas. Un método que nos asegure y sin responsabilidad clínica.

Tendremos que pensar no sólo en cual es la ética del psicoanálisis, sino una ética del psicoanalista. ¿A qué me re­fiero con esto?, me refiero a la posición y lugar que ocupamos cuando escucha­mos el dolor del sujeto, y en este acto el dativo ético ha de estar presente en la relación con el paciente, el dativo ético lo forma “ese pronombre no es necesa­rio en el sentido de la frase y que indica a la persona afectada por la acción o in­teresada por ella.” (Se me ocurre: mi niño no me come) pero no quiero que pensemos en la madre sino en el interés ético que tiene ella en su niño. Nos im­plicamos éticamente en la clínica, como en la frase. Por ello es importante, la responsabilidad clínica (esto de la ope­ración ha sido un éxito, cuando se va a operar de cataratas, pero el medico trae el ojo en la no vale, si uno va a operarse del ojo más vale salir con los dos pues­tos). Si el sujeto en análisis sufre en de­masía, si no hay cambio psíquico, algo pasa, por muy bien que este la teoría, es esta responsabilidad clínica a la que me refiero, está sustentada por la ética y la estética.

Pasemos ahora a hablar de la estética porque la cultura está cambiando y por tanto tenemos que ver la estética del psicoanálisis.  Un texto muy interesante de Eva Castro que amablemente me pasó para comentarlo titulado: Tatuajes, pircings y otros agujeros del cuerpo (Trabajo no publicado), me permitió re­flexionar la estética modal y de cómo ésta sirve para saber qué somos como seres humanos, como cultura y hasta donde llegar. Es decir, lo que hay, lo que podemos conocer y lo que podemos ha­cer. En cualquier teorización hemos de ver el equilibrio estético entre lo que so­mos como cultura, en lo que se refiere a lo establecido lo repertorial, en lo refe­rente a lo establecido, lo coherente y lo que da sentido, pero a la vez tenemos que indagar en lo que está a nuestra dis­posición, lo disposicional, que nos per­mite, e invita a experimentar, y poner en relación estas dos categorías.

Y en psicoanálisis ¿cómo llevamos a efecto esta concepción de la estética? Teniendo un discurso propio, es decir poniendo en relación lo que está esta­blecido en la teoría psicoanalítica, poder acercarnos a las fuentes, a los clásicos como decía Sara Baras, ver el repertorio de elementos coherentes en la teoría psicoanalítica, sabiendo que cada es­quema conceptual tiene elementos que aseguran las hipótesis planteadas a la que nos adscribimos y poder indagar las posibilidades que hay de innovar. El pro­blema, es cuando la institución se toma como lo único coherente y nos impide experimentar a la hora de analizar la realidad del sujeto cultural de este mo­mento; que no es la misma realidad del hombre freudiano o del sujeto laca­niano, ni tampoco la del sujeto de hoy atravesado por la era del cíborg.

En el paso por la posmodernidad la so­ciedad ha cambiado, vemos como con­ceptos psicoanalíticos han tomado una dimensión diferente y han pasado de la psicopatología clásica a la diversidad: homosexualidad, bisexualidad, género no binario, familias monoparentales; aquello que se juzgaba antinatural toma otro estatuto y seguimos en este avance estético que a veces nos cuesta incor­porar.

Nos encontramos en una época donde lo natural toma otra dimensión, porque antes, lo natural era lo que venía de la naturaleza, lo psíquico era lo humano, no había más. Ahora tenemos lo natural, lo psíquico y lo tecnológico. Vemos que el hombre aprovecha todos los avances tecnológicos para hacer la vida más fácil y estos toma parte de las tareas y solu­ciones antes hechas por el hombre, to­mando terreno propio del sujeto como por ejemplo: la traducción automática, las mascotas robóticas, los camareros robóticos, etc.… o como ya se hace en China según las noticias más recientes, donde el gobierno favorece una impre­sionante industria digital, para imponer un Metaverso que consiga controlar las ideas de la población, y “prevenir” sub­versiones.

Adolfo Berenstein reflexiona sobre ello cuando afirma que, una mayor inteligen­cia biológica u organizativa acelerará los avances científicos y tecnológicos lo que amplificará la inteligencia artificial como la emulación de cerebro completa.

Por tanto, como señala Bernstein la an­tinomia naturaleza- sociedad humana es prácticamente insostenible en nues­tra época. Entre las cosas y el ser huma­nos se han tendido enorme cantidad de puentes en la creación de híbridos. Es desde este punto de llegada desde donde se debería partir para alcanzar una nueva definición del sujeto que con­tenga la dimensión ética y la estética con estos avances sociales. Los reper­torios tendrán que ir cambiando creati­vamente en función del sujeto con el que nos estamos encontrando. Evidente­mente, por más esfuerzos que hago, a mí la tecnología me viene a veces, mu­chas veces, casi siempre grande, así que este es un trabajito que me parece tendréis que hacer y afrontar vosotros. Ojalá esta institución os anime y provea de los medios para estos menesteres. Muchas gracias por escucharme.

Bibliografía

FREUD, S. (1909 [1908]). La novela familiar de los neuróticos. Tomo IX. Buenos Aires: Amorrortu.

FREUD, S. (1914 [1916]). Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos sobre metapsicología y otras obras. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu

KORMAN, V. (2016). Estudios psicoanalíticos. Transmisión psíquica intergeneracional inconsciente, la identificación. Barcelona: Ediciones Triburgo.

LACAN, J. (1959-1960) La Ética del psicoanálisis. Seminario 7. Buenos Aires: Paidós.

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*  Conferencia  del Acto Inaugural curso 2022 – 2023, celebrado en AECPNA,  el 15 de octubre de 2022. Dos reflexiones en torno a la trasmisión en psicoanálisis. (Francisca Carrasco y Lilian Ospina)

** Sobre la autora: Francisca Carrasco Cabrera. Psicóloga clínica. Psicoanalista. Docente de Aecpna, miembro de la junta directiva de la AECPNA hasta 2018. Coordinadora y Profesora del Máster de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid hasta 2018. Miembro Didacta de la Asociación Madrileña de Psicoterapia Psicoanalítica. Supervisora y didacta de FEAP.

Revista nº 20
Artículo 5
Fecha de publicación DICIEMBRE 2022


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