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Familia sin Ley*

Familia sin Ley*

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Por Aldo Becce**

En primer lugar, quiero agradecer con cariño a las tres instituciones que nos han invitado a participar en las Conferencias. Menciono especialmente a mi compañera María Eugenia Cid, quien me ha llevado hacia otro lugar porque me lleva a mi relación transferencial con España, la cual no ha sido lineal.

Supe de la llamada España desde mi primera infancia. En la escuela, se festejaba cada 12 de octubre el Día de la Raza. Los festejos consistían en construir las tres carabelas con medias cáscaras de nuez. Se llenaban de masilla, se les ponía un palillo con una banderita de papel con la cruz roja pintada y ¡ya teníamos festejada la raza!

Pasé del festejo a la enemistad debido a una marcha, la Marcha de San Lorenzo, en ésta, los niños cantábamos a voz en grito: “…avanza el enemigo, al paso redoblado y al viento desplegado, su rojo pabellón”.

La España amiga que desde 1492 nos había traído la Raza y enemiga desde 1810 a paso redoblado y con rojo pabellón. Los niños no tienen a países enteros como enemigos y no saben odiar al por mayor como un adulto; pero en mi caso, era claro que España y yo estábamos un poco peleados.

Estaba peleado con España pero no con los españoles, pues vivía cerca de mi casa un buen tendero, llamado Don Pepe Cid. Yo hablaba con él, te fiaba, te regalaba caramelos y en mi mente de niño había transformado a Don Pepe Cid en Don Pepe “Sí” porque siempre nos decía SÍ a todo.

Cuando supe que en esta Conferencia tenía a mi lado a una Cid, me dije: “es hora que hables de tu relación con España”.

Si la relación entre la raza, las marchas y el tendero era cambiante, cuando llegué a la adolescencia se aclaró del todo y me enamoré de España.

Todo llegó con la literatura y con un pastor de rebaños llamado Miguel Hernández. El me condujo – como buen pastor – hacia otros poetas. Me llevó lejos en el tiempo hasta Góngora y Cervantes.

De la palabra a la imagen me llevó Luis García Berlanga con su “Verdugo”. El cine abrió en mí espacios que la dictadura cerraba.

Cada año en Buenos Aires acudía puntual a La Semana del Cine Español en Buenos Aires con películas como “Asignatura pendiente”, “La colmena”, El crimen de Cuenca”, “El sur” y una que vale por todas: “Los Santos Inocentes”, Azarías (“¡Milana bonita!”), la Régula, Paco el Bajo, el Quirce, la Niña Chica.

Enamorarme de España fue elegir a Mariela – mezzosangue spagnola – como se dice en italiano, nieta de anarquista castellano, de aquellos que por esquivar a los santos, han elegido nombres para los hijos que son una obra de arte.

Con Mariela llegamos a Lucía, nuestra hija, nombre que lo debemos a Serrat por “la más bella historia de amor que tuvimos y que tendremos”.

Jonás

Después de aclarar el entredicho con España me presento desde dos lugares que me llevaron a la psichoanalisi: Jonas y el Tribunal.

Pronuncio la psichoanalisi como se dice en italiano pues para mí nuestra teoría está en una posición femenina como lugar de búsqueda, de preguntas y sin certezas.

Jonás nace en el 2003 de la mano de Massimo Recalcati. Es el fruto de un acto. El acto diferente a la transgresión – como enseña Recalcati – porque apunta su flecha al futuro mientras la transgresión apunta al puro instante, al instante eterno come dice el sociólogo Michel Maffesoli.[1]

Massimo fue acompañado en el acto de fundación por unos pocos amigos que decidieron seguirlo en mar abierto. Criticados y obstaculizados, prosiguieron en aquel primer viaje fundando la sede en Milano. Era apenas una balsa y el riesgo era el naufragio. Pero las ideas eran claras: trabajar con los síntomas contemporáneos, aplicando la psicoanalisi con tarifas sostenibles.

Jonás creció y, como dijo Mariela Castrillejo en nuestro Congreso de Urbino en el 2009 “con el tiempo la balsa se transformó en una flota”.

La semana pasada inauguramos en Rímini la sede número 32 en Italia y somos ya 250 socios orientados por la psicoanalisi.

Preguntándonos sobre cuál es la diferencia entre Jonás y McDonald´s, respondemos que concebimos el nacimiento de cada espacio Jonás como si fuera un hijo. Interrogamos el deseo de quienes desean fundar y estudiamos el fantasma fundacional. Acompañamos al grupo por el camino que va desde la idea hasta su materialización en sede.

En Jonás trabajamos y estudiamos. Intercambiamos ideas y proyectos. Escuchamos en la cárcel, en las escuelas, en los centros de inmigrantes y en nuestras sedes.  Jonás tiene vocación de ir allí donde alguien sufre porque no encuentra una escucha. La periferia es su centro como afirma Mariela Castrillejo. Es una flor vagabunda que crece en terrenos imposibles.

Tribunal

El Tribunal es el otro lugar desde donde me presento.  Desempeñé mi cargo de Juez de Menores en el Tribunale per i Minorenni de Trieste durante ocho años y aún hoy continúo trabajando como perito en ámbito de lo penal y lo civil. Llegué a los Tribunales trabajando desde un servicio social.

Podría parecer extraño un psicoanalista en Tribunales, y de hecho no hay algo más lejano al psicoanálisis, un psicoanalista no juzga. Suspende el juicio que nosotros llamamos diagnóstico. Cuando llegamos al diagnóstico rápidamente lo olvidamos porque no atendemos a un obsesivo o a una histérica, escuchamos a Juan o a Juana y sus tres heridas – como diría Miguel Hernández – “la de la vida, la del amor, la de la muerte”. El paciente siempre estará hablando de estas heridas. El analista escucha a un herido que pide ser curado. Uno escucha, acompaña y ayuda a que el paciente se cure a sí mismo.

Entonces, si un analista no juzga, ¿cómo puede trabajar de como Juez de Menores?

“¡Qué pregunta!, ¡Aquí te quiero ver mariposa!”.

Los analistas pensamos un caso, lo construimos con nuestra teoría. Es lo que hacemos con los pacientes y también en supervisión.

Y eso es lo que hago en Tribunales, pensar un caso. Explico al juez mis razones, en un lenguaje donde podamos entendernos, evitando etiquetas.

En el centro de Milán se encuentra el Antiguo Palacio de Justicia, el Broletto, llamado Palazzo delle Ragioni (Palacio de las Razones) porque ese es siempre el trabajo de la Justicia, en el lugar de tercero, trabajar con la razón. 

Cuando trabajo como perito en lo civil o en lo penal, cuando respondo a un juez ante la pregunta crucial de si la persona al cometer el delito estaba en su sano juicio; yo respondo exponiendo mis razones basadas en mi teoría. Quizá el psicólogo perito de parte no esté de acuerdo con mi conclusión, casi siempre pertenece a otro paradigma teórico porque no hay muchos psicoanalistas trabajando en tribunales y entonces dialogamos dentro del marco jurídico. Nos escuchamos, nos respondemos, debatimos… Un defecto de los lacanianos y quizá de los analistas en general es no exponer sus ideas y confrontarlas con otros paradigmas teóricos. En Tribunales el analista debe exponer su pensamiento y allí se aprende del Otro, una de las indicaciones más antiguas en el orden jurídico dice:”Audi Alteram Partem”, escucha la otra parte. Los analistas escuchamos siempre esa otra parte, esa otra parte del que habla que es el inconsciente.

Tras este largo rodeo, y ante la necesidad de escuchar la otra parte llegamos al título de la conferencia: “Familia sin Ley”.

Hablar de Familia sin Ley es un oxímoron. La Ley funda la familia y esta se constituye sobre una prohibición sexual, la interdicción del incesto que funda la Cultura, como afirma Levi-Strauss. 

Salimos de la naturaleza, abandonamos el paraíso del instinto, de la certeza absoluta para encontrar la pulsión y sus destinos, para construir en modo individual e irrepetible la forma de estar en el mundo, la forma de gozar y desear.

Estamos en una época donde ya no existe más un modelo ejemplar de familia que tienda a repetirse. Como ya lo anticipaba Lacan en 1938, en los Complejos Familiares[2], la caída de la Imago paterna, la evaporación de su función, lleva a la simetría entre padres e hijos. Hoy padres e hijos se parecen, son todos padres o son todos hijos. 

Las últimas tres conferencias que me han pedido escuelas primarias y un jardín de infantes giran sobre el mismo tema: la importancia que los padres digan NO.

¿Por qué las escuelas demandan ese “no”? Porque falta ese NO entre los niños que llegan a la escuela, falta ese elemento que opera internamente en los niños para frenar el cuerpo, para posponer la demanda.

Lo quiero todo y lo quiero ahora, dice ese niño y no encuentra una función paterna capaz de decirle “no puedes tenerlo todo”, “debes aprender a esperar”. 

Muchos de esos padres han esperado demasiado para tener un niño y cuando nace, nace el pequeño Buda, “His majesty the baby”, que no puede ser expuesto a ninguna provocación, a ningún trauma. Quizá los psicoanalistas hayamos influido en ello. Tanto hemos insistido con el trauma infantil y sus consecuencias, que la respuesta social es evitar el trauma.

Entonces si se evita el No en la casa el No llegará en la escuela: “NO eres el único”. El  niño descubre que en su clase ¡hay un montón de Budas! Y la escuela para este niño contemporáneo es mensajera de malas noticias: “no sos único, hay otros”.

Lacan hablaba de la fraternidad como complejo de intrusión, de ser hijo UNICO con mayúsculas. Y ese hijo UNICO descubre que le han nacido 30 hermanos en un solo día.

Las parejas que conciben estos Budas se construyen precariamente, quizá porque ya lo han hecho todo y les falta el hijo, el caso es que se dan poco tiempo para conocerse y se separan a la menor dificultad, vuelcan en la primera curva. Poco tiempo para conocerse y toda una vida para separarse.

No habiendo podido construir un discurso en común, no habiendo podido establecer un propio sistema jurídico familiar con sus reglas y prohibiciones, recurren a la Justicia porque falta la Ley de entrecasa. De modo que el Tribunal será interpelado como ese tercero ideal.

Padres o madres que habiendo recuperado la soltería, esperan ser reafirmados por los jueces en su enunciado de que el hijo le pertenece con exclusividad a cada uno de ellos. Guerras violentas, golpes bajos: “cuando dos elefantes pelean, el que sufre es el pasto” dice un proverbio africano. Y el pasto son los hijos.

Quiero presentarles un caso que versa sobre algo de lo que he hablado, pero desde el punto de vista del lugar del Juez de Menores.

Se presentan dos jóvenes hermanas colombianas de 14 y 16 años, enviadas por la Procura della Repubblica. La Presidenta del Tribunal de Menores me nombra juez instructor, me pide encontrarlas y me autoriza a utilizar el idioma español.

Las hermanas vienen a denunciar al padre por violencia sexual cuando tenían respectivamente 6 y 8 años. Cuentan que la madre estuvo casi siempre en hospital padeciendo una enfermedad y que hace poco tiempo había muerto. No habían denunciado al padre para no infligirle un ulterior dolor a la madre. “Ahora es el momento”, dice la hermana mayor con gesto seguro y desafiante. No obstante lo sucedido, le reconocen como un buen padre; siempre se ocupó de la madre enferma y ha estado presente con ellas. “Pero debe reconocer su error, no puede seguir mintiendo”.

El informe de la trabajadora social describe una familia unida, dos hijas inteligentes y bien integradas, con la particularidad de que la hija mayor contesta a veces con vehemencia a los profesores y discute con la autoridad. El día después de haber encontrado a las hijas, se presentó el padre.

Inicié mi trabajo leyendo el informe de la trabajadora social, explicándole que me parecía que las hijas lo reconocían en su rol paterno, salvo por algo que había sucedido ocho años atrás.

El padre, quien estaba al tanto de la acusación, basó su discurso en la vida sacrificada junto a su mujer enferma, nunca le faltó nada a la familia, pero dijo que las hijas empezaron a contestarle, sobre todo la mayor, y que ambas son maleducadas.

“¿Son mentirosas?” Le pregunté.

“No, eso no”, respondió.

“Entonces le acusan de algo que sucedió”, concluí.

Este pequeño diálogo que es como un haiku, será el punto clave del encuentro, las palabras dichas no pueden ser canceladas.

El hombre iba y venía en su discurso, a veces retornaba sobre sus pasos, es evidente que no puede negar lo que las hijas relatan, pero no puede aceptar de lo que se le acusa. Se encontraba en un callejón sin salida subjetiva, aquella posición particular que precede a un acto o a un pasaje, al acto como afirma Lacan.[3]

Le acompañé en su tormento sin presionar. Se alzó y me dijo:

  • “Usted no me cree”,
  • Le dije: “yo no sé lo que ha pasado, lo saben solo usted y sus hijas. Ellas recuerdan escenas de violencia sexual. Hasta ahora no he escuchado su versión”.

Y allí se le quebró la voz y se dejó caer exhausto en la silla. Cuenta su historia…

Hacía poco tiempo que le habían diagnosticado un cáncer a su mujer. Él se había peleado mucho con una vecina – una bruja – dijo. Y todo se vino abajo, fue despedido de su trabajo, empezó a beber…

En esa caída vertical, en esa mierda que era mi vida – dijo este hombre- vi la belleza de mis hijas y acariciarlas fue como un consuelo, un alivio.

Después de tres horas de encuentro, aceptó firmar una declaración que decía solamente, simplemente, terriblemente: “El Señor X reconoce que ha ejercido violencia sexual sobre sus hijas cuando tenían 6 y 8 años respectivamente y por lo tanto se asume las consecuencias penales que esto conlleva”.

Al darnos la mano, le pregunté:

  • “¿Por qué ha querido contármelo a mí en este encuentro?”
  • “Porque usted me ha dado una esperanza”, me respondió.

La esperanza a la que aludía era aquella que al saldar su deuda como hombre, quizá podría volver a ser reconocido por sus hijas como un padre.

Trieste, Diciembre 2019.

ΨΨΨΨΨΨΨΨ

*Ponencia presentada dentro del Encuentro Hispano-Italiano organizado por AMPP, AECPNA  ACIPPIA sobre  “la Clínica del Superyó en la Actualidad” el 26 de  octubre de 2019.

** Sobre el autor: Nacido en Bragado, Argentina, en 1955. Vive y trabaja en Trieste como psicoanalista. Inició su experiencia clínica como miembro fundador de un servicio de psicopatología en un hospital de Buenos Aires, en 1979. Fue profesor de Psicología Social en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Argentina. Tiene décadas de experiencia como psicólogo en los Servicios Sociales.

Actualmente es juez honorario del Tribunal de Menores de Trieste y experto técnico en materia penal y civil. Miembro de la Asociación Italiana de Magistrados de Menores y Familia. Se ocupa de la orientación y apoyo psicológico para familias adoptivas vinculadas a la Asociación Nacional de Familias Adoptivas y Foster. Responsable de la rama de Trieste de la Asociación JONAS Onlus, Centro de clínica psicoanalítica para nuevos síntomas. Realiza actividades de formación y supervisión en el ámbito de la salud mental para operadores sociales privados.

Es profesor de Pedagogía Intercultural, en Ciencias y Técnicas Interculturales de la Facultad de Literatura y Filosofía de la Universidad de Trieste.


[1] M. Maffesoli L’istante eterno. Ritorno del tragico nel postmoderno. Luca Sossella Editore, Bologna 2003

[2] J. Lacan I complessi famigliari nella formazione dell’individuo. Einaudi, Torino, 2005.

[3] J. Lacan, Intervento sul transfert, in Scritti, Einaudi, Torino, 1974, vol. I, pag. 215.

Revista nº 16
Artículo 2
Fecha de publicación DICIEMBRE 2020


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