Un título sugiere a un lector la posibilidad o no de sumergirse en un texto. Delimita un tema y parece concentrarse en torno a un área de saber. Escribir sobre el amor rompe con esa expectativa, su amplitud parece representar un mar sin límites y con respecto al saber, todos nos creemos duchos en la materia. Cuentos tradicionales, novelas, poesías e incluso el cine han encontrado la manera de crear un medio para reflexionar sobre qué es esta cuestión.
Desde el psicoanálisis el amor queda vinculado a un estado de salud, poseer la capacidad de amar nos libera de la enfermedad. De forma más amplia la teoría del amor de Freud está asociada a la repetición. Al amar estamos repitiendo, se reproduce un cliché (Freud,S. 1912).
No hay ajuste fácil entre lo que la sociedad demanda de nosotros y las aspiraciones singulares a la felicidad. Los enamorados de nuestros días a quienes no les faltan los objetos más valiosos, no consiguen aún así, lograr tapar la falta. ¿Es más fácil pagar con dinero que pagar con lo que no tenemos? ¿Es posible entrar en el terreno del amor si no estamos en falta, dar lo que no se tiene, como dice Lacan? Por qué de todas las personas posibles elegimos una en concreto. Y si nos quieren con muchos peros y no a nosotros ¿por qué nos quedamos en un amor de otra talla? Elección esta última que no suele estar exenta de sufrimiento.
Somos herederos del Romanticismo. La manera en la que las personas aman está estrechamente relacionada con el momento social que estemos viviendo. Conservamos la idea de que existe un alma gemela y es nuestra tarea llegar a identificarla. Cuando la encontremos sentiremos una sensación muy especial, un tipo de atracción instintiva hacia esa persona. La promesa reside en que nunca más nos sentiremos solos, todos nuestros sentimientos serán entendidos por ese otro.
Hoy en día cada vez son menos las personas que salen al encuentro de la misma y si les diéramos voz seguramente nos dirían: Si es verdad que existe esa alma gemela deberá ser ella la que venga a buscarme.
Paseando por el rastro un domingo por la mañana advertí el sonido de una máquina de escribir parecida a una Olivetti. Entre los puestos, en un pequeño espacio, un hombre sentado frente a una mesa plegable tecleaba sin cesar. No habiendo folio dentro de la misma quedaba imperceptible su escritura. Pese al vacío de su propuesta un grupo iba agolpándose a su alrededor para observarle. Todos sus movimientos incluidos las pausas parecían las de alguien que se encuentra inmerso en un texto. Sin saber si aquello solo era una performance me detuve también a observar. Un pequeño cartel en el suelo decía: dame una palabra y te regalo un poema de amor. El que conseguía salir de la masa llegaba a encontrar un pequeño taco compuesto de folios recortados en cachos. La persona que escribía una palabra le entregaba el mini folio que ahora sí era insertado en la máquina de escribir y todos podíamos observar que el lenguaje conseguía que entre el sonido de las teclas y las palabras hubiese una armonía: estaba naciendo un poema de amor. Cuando las personas recibían su papel personalizado, con una escritura solo para ellos, ya no regresaban a la maquinaria consumista del mercado. Quedaban sentados en bancos leyendo aquel papel.
Reflexionando sobre aquello pensaba cómo nos relacionamos con el deseo porque en esta escena nada era dado de antemano y para entrar en el amor había que perder una palabra.
Elena Traissac
Psicóloga clínica. Psicoanalista.
Profesora y miembro de la Comisión Directiva de AECPNA