Por: Beatriz Bonanata,
Mariano Díaz-Miguel;
Silvia Falcó;
Clara Kirmayer;
Iluminada Sánchez García**
En Clave Ψª: Nos gustaría que, como introducción, nos hablara de cómo se ha perfilado su recorrido profesional desde sus inicios en Argentina. ¿Cómo llegó al psicoanálisis?
No llegué al psicoanálisis por una actitud científica ni una curiosidad teórica, sino por mis inhibiciones, mis sufrimientos, por un intento de encontrar respuestas que aliviaran la sobrecarga de la vida.
El primer pensador que vino en mi auxilio fue Nietzsche al cual conocí a través de un amigo que había comenzado a leerlo a los 17 años y me hablaba de él con mucho entusiasmo. Luego vino Freud, y decidí comenzar la carrera de psicología que era también un anhelo de mi hermana y de mi madre.
Resultó también ser importante en esta elección el hecho de que a nivel familiar la posición de independiente era muy valorada. Mi padre siempre decía que no había que tener jefes.
También había un tío hermano de mi madre que me llevaba desde muy pequeño al estadio de fútbol con una camiseta del club “Independiente”, cuyo apodo era “los diablos rojos”.
De esta forma podría continuar evocando hechos, ubicando escenas, significantes, que marcaron esa elección. Podría argumentar incluso el hecho de que esa carrera universitaria siempre se caracterizó por la presencia enorme de mujeres en relación a la poca cantidad de hombres. Recuerdo por ejemplo que para el primer año de psicología se habían inscripto ciento cuarenta mujeres y diez varones entre los cuales figuraba un ex-cura.
Todos estos acontecimientos fueron como diría Espinoza las casi causas que condicionaron mi destino, las que me condujeron a tratar de encontrar respuestas en el psicoanálisis pero también debo agregar que para algunas personas esa pregunta no se realiza jamás.
La experiencia del psicoanálisis transformó esos traumas en algo más Light, más suave, llevadero.
Comencé a trabajar como psicoanalista cuando era aún muy joven, y desde ese entonces no he parado, y siempre he respetado la regla de oro que imponía Freud a todo aquél que deseara hacerlo; primero psicoanalizarse.
En Clave Ψª: El tiempo es una convención que regula y confronta al sujeto a un límite. ¿Qué se podría decir sobre el manejo y la relación con el mismo en el caso de la histeria, la neurosis obsesiva y la psicosis? ¿Habría alguna especificidad en relación a ello en esas patologías?
Es una equivocación creer que podemos manejar el tiempo, aunque podamos encerrarlo en fórmulas, él no se detiene. Sin embargo podemos ver en toda neurosis, un tiempo muerto, un tiempo de detención provocado por las inhibiciones del sujeto. En las psicosis se trata del tiempo de la alucinación. El fogonazo del instante.
De todas formas el tiempo que tal vez nos debiera preocupar es el tiempo del inconsciente y en este tema J. Lacan hace aportaciones muy importantes como las del tiempo lógico, y en el Seminario XI nos habla de la manifestación del inconsciente como una pulsación temporal que se abre y se cierra, instalando la dimensión de la pérdida.
También es conocida su propuesta de un tiempo instalado en el proceso analítico dividido en primer lugar en el instante de ver al que hace equivalente al insight, luego el tiempo para comprender y por último el momento de concluir.
Pero el tiempo en que se manifiestan las formaciones del inconsciente es un tiempo que tiene relación con el tropiezo, el fallo, la fisura del discurso tal como subraya Lacan.
Quiero aclarar que de ninguna forma mi breve comentario apunta a resolver tamaña pregunta, que en otro ámbito fue la mayor preocupación de los grandes pensadores. También el tiempo de duración de la sesión en el proceso analítico, ha sido reformulado por J. Lacan en relación con la noción del significante, y del corte, en relación con una clínica del goce. Cuestión que me parece muy estimulante para continuar siendo elaborada, revisitada.
En Clave Ψª: ¿En qué se diferencia el hombre que busca la histérica del hombre que busca la neurótica obsesiva?
Creo que debemos volver a retomar la noción “neurosis mixtas” de Freud y no dar por pura a ninguna de ellas. En este sentido es importante diferenciar clínicamente la estructura del montaje. Por ejemplo en una estructura histérica podemos encontrar montajes obsesivos, delirantes. melancólicos etc. Y en otra obsesiva, montajes homosexuales, perversos, histéricos etc.
Por otra parte la noción de rasgo que rescata tan bien J. Lacan en la obra freudiana, nos permite diferenciar la perversión, de otras neurosis. Para tomar un ejemplo, en la clínica de la obsesión encontramos fantasmas perversos inconscientes, y un juego fetichista importante, pero no una estructura fetiche, ni una voluntad de goce que dirige toda la vida del perverso.
Sin embargo debemos aceptar que la sexualidad infantil que Freud descubre en todo ser humano está caracterizada como polimorfa y perversa. Perversa en tanto su fin último no es la reproducción y polimorfa porque se puede gozar con cualquier cosa.
En cuanto a la pregunta sobre las diferencias de elección de un hombre en la mujer histérica o en la obsesiva, creo que el único abordaje válido para despejar esta cuestión, es la pregunta sobre que objeto del deseo soy para el otro, y el otro para mí. Se trata de ir más allá de lo que ese objeto nos muestra, de no engañarnos con lo que J.A.Miller nombró como el objeto meta. Es decir no confundir la demanda con el deseo; abrir la pregunta en esa brecha en ese gap, tal como lo enuncia J. Lacan; “me pide esto, ¿pero que es lo que realmente desea?
Muchas veces uno pide exactamente lo contrario de lo que desea.
Y también tenemos noticias que lo temido puede ser lo deseado.
Y que detrás del odio se esconde el amor y detrás del amor se esconde el odio.
En Clave Ψª: En los recorridos que hace Lacan sobre la función paterna, hay una definición que querría que aclararas: Cuando refiere la función paterna cumpliendo una función síntoma en la que un padre solo podrá cumplir su función paterna si tiene a la mujer como causa de su fantasma: ¿Qué se quiere decir con función síntoma?
Esta pregunta, como casi toda pregunta, llevaría más tiempo y elaboración para verdaderamente intentar contestarla.
La función paterna, el Edipo, la castración, hacen posible la neurosis, y la neurosis va acompañada de inhibiciones, síntomas y angustia.
J. Lacan llega a decir que el padre es un semblante, que podemos no creer en él, con la condición de saber utilizarlo, servirnos de él.
¿Pero que pasa cuando esta función, este significante no está?
¿Y cuál es el valor de esta función que Lacan dice “humaniza el deseo”, es decir, que le impone una ley, la ley de la cultura, la ley de la prohibición del goce con la madre y que no significa solamente no follar con la madre. Se puede gozar de ella de diferentes maneras: Por ejemplo no trabajar a los 30 años y ser mantenido por ella, no encontrar jamás siendo hombre o mujer una pareja, etc.
Respecto de la otra pregunta sobre que un hombre deba tener como causa de su deseo, de su fantasma a una mujer, se me ocurre como una condición necesaria, para el deseo de un hijo.
La función padre puede realizarse también con suplencias, un tío, un abuelo, la madre misma, etc., se trata de que alguien o algo que cumpla esa función.
El síntoma mismo, puede anudar al sujeto a la neurosis, y cumplir dicha función paterna. También lo puede hacer en un análisis la construcción de un ideal.
En Clave Ψª: ¿Y cómo articularlo con la posición de la mujer como objeto de deseo de un hombre o como síntoma de un hombre?
La mujer como síntoma de un hombre es una frase que J. Lacan tomó de uno de sus oyentes y que yo traduzco en una sus versiones, en el sentido de que al abordar el hombre la causa de su deseo se enfrenta con su castración.
Sin embargo no dice lo mismo para la mujer, sino que utiliza la palabra estrago, que tiene mucha resonancia con los efectos mortíferos de la relación madre-hija. Cuando Freud se ocupa de descifrar el Edipo femenino encuentra grandes diferencias con el masculino y una de ellas, la más relevante, es que a las mujeres no les va la amenaza de castración como pérdida del pene, sino que lo propiamente estructural en la mujer es la pérdida del amor, allí se encuentra enmarcada su angustia, y es por esto que se encuentra más sometida al reconocimiento, al deseo del Otro.
De cualquier forma todo encuentro de pareja es sintomático, y cada uno a su manera en su elección amorosa inconsciente pone en juego sus propios fantasmas. En todo encuentro amoroso se producen dos tipos de frustraciones; para el hombre la imposibilidad de encontrar a una mujer que satisfaga plenamente su deseo sexual, y para la mujer la decepción en el amor. Esto se puede observar en las quejas y los reclamos de la vida cotidiana respecto de un sexo al otro.
En Clave Ψª: ¿Cuál es la posición de Lacan ante la pulsión si es que efectivamente minimizó su importancia en beneficio del significante?.
Esta pregunta la responde muy bien J. A. Miller al decir que en toda la primera etapa de la elaboración lacaniana lo simbólico era para Lacan lo real. Primera etapa de su enseñanza en la cual quedaba aparte la problemática del goce del cuerpo, la libido, la pulsión, en la cual el sujeto, solo era sujeto del significante, un cadáver, un desierto de goce, este cambio de perspectiva que tiene en cuenta al goce lleva a J. Lacan a sustituir el concepto de sujeto por el de ser-hablante. Parlêtre.
La primera tentativa para atrapar ese goce dejado de lado fue la creación, la invención de una criatura llamada objeto “a”, que tampoco era un objeto sino un hueco, un vacío, un agujero y en su condición lógica una letra.
Lacan creyó durante un tiempo que al construir el objeto “a”, había atrapado el goce, sin embargo luego se dio cuenta de que solo había encontrado un semblante de goce, y lo llamó “plus de goce”.
En su “muy última enseñanza” y a partir del seminario XX, el goce ya no obedece a una satisfacción transgresiva, sino que en esta nueva versión el goce está por todas partes, y se interesa fundamentalmente por el goce autista, aquél que no comunica con el Otro.
De todas formas no debemos olvidar que para Lacan la palabra es cuerpo sutil, pero es cuerpo; “La palabra en efecto es un don de lenguaje, y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil pero es cuerpo. Las palabras están atrapadas en todas las imágenes corporales que cautivan al sujeto; pueden preñar a la histérica, identificarse con el objeto del penis-neid, representar el flujo de orina de la ambición uretral, o el excremento retenido del gozo avaricioso”. (Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis).
En Clave Ψª: En relación a lo que antecede, al concebir el inconsciente – de manera similar a como hace Lévi-Strauss con la estructura – como un organizador de formas, una matriz vacía, Lacan elimina las ideas de fuerza o sustancia que podrían revertirse con características de significado y por tanto portadoras de sentido. ¿Es así este proceso?
La definición de Lacan de “El inconsciente estructurado como un lenguaje”, toma como apoyo fundamental a la lingüística de F. de Saussure y manifiesta la anterioridad lógica del lenguaje antes del inconsciente. Sin embargo en el seminario XX, Lacan dice que no es más lingüista, sino que hace linguistería. Esta declaración se anticipa a lo que dirá más tarde; que el lenguaje es una elucubración de saber sobre lalengua.
Esta lalengua considerada como la lengua materna, será lalengua del goce, fuera de toda gramática y puntuación. Se trata también del descubrimiento de Lacan sobre un lenguaje, y una palabra que no comunica nada, sino que sirve para gozar. Para el goce del bla,bla,bla.
En esta nueva apreciación el inconsciente estará referido a lalengua y no al lenguaje, y más adelante este inconsciente estará estructurado como una topología, y también se manifestará en una pulsación temporal, estas diferentes versiones justifican lo insuficiente de la primera definición, de esa primera fórmula.
Se trata de recorrer el camino del inconsciente en su apreciación, simbólica, imaginaria y real.
Se ha utilizado mucho el concepto de estructura, se ha abusado de él para dar cuenta de las “estructuras clínicas”, pero no debemos de olvidar, que la estructura también padece de fallos, de agujeros, de un real que la socava. Y es por ello conveniente, sin rechazar el término de estructura, volver a la escucha analítica de la sorpresa, del hallazgo.
En Clave Ψª: ¿Podrías explicar la conceptualización diferente que presentan Lacan y Freud en cuanto al significado de la feminidad? Cuando dices que lo femenino no se agota en la histeria, y la diferencia entre ambos autores en relación a la problemática del Ser y no del Tener.
No creo que sean diferentes las conceptualizaciones de Freud y Lacan respecto de la feminidad, lo que sí creo es que Lacan continúa las investigaciones de Freud y propone algo inédito en la clínica de lo femenino a través de la oposición del binomio Madre/mujer y llega a decir “cuanto más madre menos mujer”. Creo que esta propuesta es subversiva en razón de que por una parte cuestiona el lugar de llegada de final de la partida, en la realización femenina como madre, y sin sustraerle su valor y su importancia a esta experiencia que encierra una ecuación fundamental en el psiquismo femenino (niño=falo) nos invita a ir más allá, al rescate de lo femenino, que no se agota, que trasciende la maternidad.
J. Lacan descubre un goce femenino que desborda y excede el encierro fálico a través lo cual comprendemos la histeria, y lo devuelve al enigma al cual se aproxima Lacan a través de sus fórmulas de la sexuación y la explicación del todo y no todo. No es que la mujer sea no-todo porque le falte una parte, sino porque está habitada por un goce sin límites.
Sea como sea el pensamiento de J. Lacan nos renueva, nos genera la inquietud, el deseo de seguir investigando tal como nos lo trasmitió Freud en su legado, en su pasión por el psicoanálisis y rescatar aquélla hermosa frase de Lacan: “El peor de los conforts es el confort intelectual”.
En relación con tu pregunta sobre la problemática del ser y no del tener en ambos autores, de alguna forma creo que han arribado a similares postulados y conclusiones.
Por ejemplo ser el falo de la madre., es una identificación que Lacan privilegia como causa de la neurosis.
De todas formas es Lacan quien se sirve más de estos términos para explicarnos muchas cosas de la clínica relacionadas con la experiencia de la castración.
En Clave Ψª: La vida de los que asistimos a los seminarios tuyos y de otros como tu, circula en un escuchar y ser escuchado. Ambas cosas desde distintos lugares. Somos escuchados por nuestro analista desde el lugar en que – en ese momento de la trasferencia – le hemos colocado. Escuchamos a nuestros pacientes desde distintos, varios lugares que a veces incluso no identificamos.
Tengo la impresión, en cambio, de que el lugar desde donde escuchamos al profesor de un seminario como el tuyo es un lugar muy fijo, que tiene que ver con lo actual y que se da o no se da. Si ocurre, entonces hay escucha. Si no se da, no hay escucha. ¿Desde dónde te escuchamos – con tanto interés – en tus seminarios?
Un profesor solo puede tener existencia si se constituye como sujeto supuesto saber para sus alumnos, pero fracasa si no llega a ser ubicado como causa de deseo, sino logra despertar el “interés” de sus oyentes por el psicoanálisis. En este sentido la transmisión fundamental es el deseo.
Esta transmisión tiene sus paradojas, una de las cuales como subraya Lacan es que enseñamos a gente que sabe y la otra es la calidad de ese saber, es decir evaluar de que saber se trata, ya que el discurso psicoanalítico es algo que no encaja ni con el discurso universitario ni con el discurso del amo, ya que por su composición cuestiona a ambos. No se trata de un discurso lineal que apunte a un saber cerrado, clausurado, sino más bien que avanza y se despliega desde un no saber. Y tampoco se trata del saber del amo que se arroga la cualidad de creer saber lo que quieren todos.
Respecto de la pregunta ¿desde donde escuchamos a un profesor? Podríamos amplificarla y preguntarnos simplemente ¿desde donde escuchamos? Se dice que cada uno entiende lo que quiere, lo cuál cuestiona seriamente el efecto de toda interpretación y nos lleva a considerarla como una hipótesis, una conjetura, y mantener sus efectos en reserva. Cuántas veces nos ha sucedido que el paciente vuelva a la sesión habiendo entendido cosas diferentes a las que pensábamos haber enunciado en esa interpretación, y ese es el riesgo de las interpretaciones cargadas de sentido, que en lugar de apuntar a un decir a medias, a un decir equivoco, alimentan más al síntoma, lo recargan de más sentido.
¿Desde donde escuchamos al profesor? ¿Desde el amor?, ¿Desde el odio?, ¿Desde el “odioenamoramiento”?. No podemos descuidar la función de la transferencia en toda transmisión de saber y será responsabilidad del enseñante, generar, construir, despertar en sus oyentes, en sus discípulos, la inquietud, el deseo, por la materia que imparte.
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* Sobre el Autor: Daniel Ustarroz es Psicoanalista, Miembro Titular Didacta de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Profesor invitado en el Master de Clínica Psicoanalítica de la Universidad de Salamanca y en el de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid.
** Sobre las Entrevistadoras:
Beatriz Bonanata, Psicoanalista
Mariano Díaz Miguel, Psicoanalista
Silvia Falcó, Psicoanalista
Clarka Kirmayer, Psicoanalista
Margarita Lorea, Psicoanalista
Iluminada Sánchez, Psicoanalista
Revista nº4
Artículo 1
Fecha de publicación: DICIEMBRE 2010