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ENTREVISTA A ANA MARÍA SIGAL DE ROSENBERG*

ENTREVISTA A ANA MARÍA SIGAL DE ROSENBERG*

Por: Dirección de En Clave Psicoanalítica.**

En Clave ψª: En su formación ¿qué etapas destacaría? ¿Cómo ha sido su caminar por el terreno analítico: su esquema referencial y sus maestros?

Quizá es importante situar el momento en el cual comienzo mi formación como psicoanalista en la Argentina, momento de plena ebullición del psicoanálisis que hace un importante viraje para pensar esta práctica en el campo de la salud mental y la gran influencia que ésta podría ejercer en el ámbito de grupos que hasta entonces no tenían acceso a este tipo de acompañamiento.

Me formé en el año 1967 en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Buenos Aires. En este momento toda la formación de un psicólogo estaba atravesada por la enseñanza del psicoanálisis. Profesores como Blerger, Liberman, Rodrigué y otros psicoanalistas didactas de la Sociedad de Psicoanálisis de Argentina (APA) comenzaban a dar clases en la universidad, sacando el psicoanálisis del ámbito de una institución, en la cual, en esa época, la entrada de psicólogos y no médicos estaba vedada. Hay un intento de democratizar el psicoanálisis.

Son psicoanalistas que retoman el pensamiento freudiano expresado en su trabajo del año 1926,”[1] ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis? “, cuestionando la apropiación que la medicina hace de este saber, que para Freud iría mucho mas allá del saber médico. También son estos psicoanalistas los primeros que cuestionan la formación dentro de la APA, criticando el análisis didáctico como criba de la formación, considerando que esta práctica iba en contra de la esencia y la ética del psicoanálisis, ya que estos análisis acababan siendo controlados por los mismos que aceptarían o no los candidatos en la institución. Estos analistas rompen con la idea de Sociedad Secreta que Freud desarrolla a partir de 1902, con el grupo de las reuniones de los miércoles. Estamos en esa época en los comienzos del surgimiento de esta práctica y era necesario instituir una forma de protección, actitud necesaria para salvaguardar los principios básicos del psicoanálisis, lo cual no tendría sentido 60 años después. Estos analistas provocaron finalmente una ruptura con la APA, fundando los grupos Documento y Plataforma en el año 1971[2].

Es en este clima de efervescencia, de discusiones políticas y de ampliación del campo del psicoanálisis que comienzan a perfilarse mis elecciones.

La primera de ellas fue entrar a trabajar en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, de la Facultad de Medicina de la Universidad, en el servicio de Psicopatología Infantil, dirigido en la época por Marta Beque, Psicoanalista de la APA, teniendo como supervisores y maestros a Emilio Rodrigué a Julia Grinberg y a María Luisa Siquier de Ocampo, con quien comencé, al mismo tiempo, a trabajar en la universidad de Buenos Aires.

Esta marca en la formación es común a gran parte de los psicoanalistas argentinos que después comenzaron a emigrar y fueron llevando su experiencia al exterior. Cada analista era responsable de su análisis personal y su supervisión y gran parte de la práctica se desenvolvía en el ámbito hospitalario con el acompañamiento, supervisión y formación teórica dada por psicoanalistas más experimentados, que tenían una formación bien definida en el campo del psicoanálisis. Experiencia preciosa que sentó los fundamentos de todo mi recorrido posterior. Riqueza en la variedad y cantidad de pacientes que teníamos oportunidad de ver, en un período diario de 5 horas 5 veces por semana, efervescencia en la revisión y lectura de los textos que comenzaban a florecer en Europa, donde también comenzaban estos cuestionamientos; llegaban las inquietudes de lo que acontecía en el viejo continente, se hablaba de la ruptura de Lacan con la IPA, surgía la producción frondosa de pensadores independientes como Laplanche, que rompían con la IPA, aunque a su vez cuestionaban a Lacan.

Fue así que Laplanche se transformo en un analista cuya producción siempre me fue rica.

Cabe destacar al mismo tiempo, que el pensamiento teórico central que se difundía en la formación en aquellos años era el pensamiento Kleiniano, ya que era el que primaba en la APA, de donde emergían estos analistas que fueron nuestros maestros. Al mismo tiempo se introducían los cuestionamientos y se profundizaban las diferencias. Así comenzamos a releer a Freud, transformándolo en la espina dorsal de nuestra formación teórica.

Porque siempre fui contra las adhesiones religiosas y dogmaticas, la libertad de lectura primaba en mi formación. Hasta el día de hoy entiendo que los “ismos” solo nos limitan y nos empobrecen; su preocupación central es la fidelidad al texto, una forma de adquirir una identidad que como prótesis protege de la incertidumbre de nuestro saber que siempre es escurridizo. La clínica va mucho más allá de la coherencia interna del pensamiento teórico, que a veces esta más centrado en sí, que en considerar lo que proviene del paciente y escucharlo. Sin ser ecléctico, me parece importante que nos abramos en nuestra formación al conocimiento que los diversos autores nos ofrecen. Cada analista va formando su propio bagaje. La experiencia de devenir analista está marcada por la singularidad; el camino a recorrer será particular y original guiado por el deseo de ser analistas. El sentido de esta senda será reencontrado après-coup. Es en un camino de resignificación que podremos encontrar la razón de nuestros movimientos; es en un mirar hacia atrás que reconoceremos las huellas, las marcas del camino; entonces reconoceremos nuestras filiaciones, las transferencia acabadas o inacabadas que propulsaron nuestro ideal. Es a partir del presente que podemos reconocer las lecturas fundamentales que cartografiaron nuestra geografía. Es difícil saber por donde comienza el viaje, es imposible pensar que este tenga un fin.

Puedo decir que así como Freud, Melanie Klein, Lacan, Winnicott, Manonni, Dolto, Rosine y Robert Lefort y Piera Aulagnier fueron algunos de los teóricos que funcionaron como brújula, filósofos actuales como Foucault, Deleuze, Guatari, Octave Manonni, Morin, Agamben fueron algunas de las lecturas obligatorias. La literatura y la poesía me acompañaron desde siempre.

Tenemos que tener en cuenta que el análisis personal es siempre una baliza que funciona como saber constituyente y no constituido, por ser éste la experiencia del sujeto con su inconsciente. El análisis se transforma en la piedra fundamental sobre la cual se constituirá nuestro saber. Es este saber el que permite al analista colocarse en el lugar de escucha, constituyéndose como nos dice Freud, en uno de los tres pilares fundamentales de la formación: análisis personal, estudio teórico y clínica supervisada.

En Clave ψª: ¿Qué supuso para Ud. el traslado a Brasil, el cambio de idioma y construirse ahí un lugar profesional?

En el año 1976 hubo un sangriento golpe de estado en Argentina, que dejó como secuela más de 30.000 muertos y desaparecidos.

Todo intelectual era sospechoso, todo librepensador era una amenaza para un gobierno que se imponía por el terror.

El psicoanálisis por su ética de cuestionamiento y su búsqueda de la verdad, aparecía como un enemigo; todos los psicoanalistas éramos sospechosos, mucho más aquellos que por su espíritu inquieto, ya venían cuestionando lo instituido. Fue un momento en el cual no había mucha opción, emigraron no por casualidad, todos mis maestros: Marie Langer a Méjico, María Luisa Siquer primero a Brasil y después a Barcelona, Fernando Ulloa, Emilio Rodrigué y Gregorio Baremblit a Brasil, también muchos compañeros de trabajo se dispersaron por el mundo.

Cuando se emigra se llevan las marcas con uno.

Llegué a Brasil y me instalé en São Paulo donde conocí algunos analistas brasileños cuya solidaridad fue admirable y a quienes les estoy agradecida hasta hoy, en especial a Regina Chneiderman, psicoanalista independiente, que junto a otros analistas de la Sociedad de Psicoanálisis estaban pensando un proyecto para dar formación más amplia y con una perspectiva de un psicoanálisis más arraigado en lo social, que no se reducía a los consultorios y podía comenzar a desarrollarse en los hospitales públicos.

En este momento llegamos los psicoanalistas argentinos, que ya teníamos una experiencia de muchos años en esta línea y que estábamos formados en la idea de que el Psicoanálisis está atravesado por los fenómenos históricos sociales y culturales, donde el mundo interno no reina solo, no está aislado o ajeno al entorno en el cual toma forma. Dábamos importancia a los escritos sociales de Freud donde nos muestra cómo el discurso del paciente revela al mismo tiempo el malestar en la cultura de su época. La subjetividad se construye conjuntamente e incluida en el momento histórico que la sustenta y como nos decía Fernando Ulloa[3], pensábamos que la ética del deseo debe ser contrastada con la ética del compromiso. Había un cuestionamiento tanto al kleinianismo extremo como al Lacanismo duro estructuralista y volvíamos a Freud para destacar en su obra el vislumbrar de un psicoanálisis del futuro.

En el mismo año que llegué, 1976, un grupo de analistas paulistas habían inaugurado un curso, en una institución llamada SEDES Sapientae, Institución de la cual he formado parte hasta hoy en día.

El grupo inicial estaba constituido por algunos analistas independientes y analistas de la SBPS. Terminado el primer semestre, la Sociedad de Psicoanálisis oficial, obligó a los psicoanalistas que estaban dando clases allí a renunciar, bajo amenaza de alejamiento de la SBPS, porque el psicoanálisis no podía enseñarse sin las normas estrictas que la Sociedad imponía y en su propio seno. De los 8 analistas del Instituto de Psicoanálisis, seis renunciaron al curso y dos de ellos permanecieron. Éstos, junto a Regina Chneiderman, que no formaba parte de la Sociedad y que tenía una sólida formación independiente, decidieron seguir adelante con el proyecto. Se produjo lo que podríamos llamar un buen encuentro delleuziano. Mi llegada en el 76, trayendo una vasta experiencia formativa acorde con el espíritu del pensamiento que aquí se estaba desarrollando, hizo que fuera incorporada al proyecto formando parte del grupo fundador. Esta alianza se amplía con la llegada de otros analistas argentinos a comienzos del 1977.

El lugar podríamos decir que estaba ya construido por la historia; las piedras que colocamos como cimiento de nuestra formación se hicieron evidentes. Hubo un enlace excepcional, nosotros necesitábamos trabajo, nuestros colegas necesitaban psicoanalistas con una formación construida dentro del pensamiento que ellos estaban planteando para hacer nacer las nuevas posibilidades que deseaban. Nuestros aportes ayudaron a fortificar un nuevo edificio y prosperaron. Fui invitada a trabajar como profesora en el curso de Psicoterapia de Bases Analíticas, que se transformaría tres años más tarde en curso de Psicoanálisis. Hoy en día tenemos un Departamento de Psicoanálisis en el SEDES, donde entre otras muchas actividades, continuamos ofreciendo un Curso de Formación, entendiendo éste como un recorrido de cuatro años, del cual puede aprovecharse un analista que está construyendo su formación, siendo el análisis por su cuenta, sin control institucional. Hacer ésta formación no significa tornarse analista, ya que no trabajamos con el concepto de autorización. Según nuestra concepción, no existe institución que pueda garantizar quien es analista, trabajamos más en el reconocimiento del trabajo realizado, en el intercambio con otros colegas y en la clínica que cada analista desarrolla.

Debo decir que el idioma no fue un obstáculo en momento alguno. Era más fuerte el deseo, la experiencia y la historia que traje conmigo.

En Clave ψª: ¿Cómo ve el momento actual del psicoanálisis en Brasil, a diferencia de cuando llegó?

Creo que hoy en día el psicoanálisis en Brasil acompaña y desarrolla el pensamiento más actual que existe en relación a este saber.

El intercambio con otros países permitió un rápido crecimiento. Brasil creció como un todo, el contacto con Europa se fluidificó, recibimos muchos analistas que, interesados por un país joven donde todo está menos cristalizado, estaban deseosos de establecer contacto con un pensamiento más permeable. Fundamentalmente el advenimiento de la democracia permitió que se desarrollase más la cultura. El conocimiento y todo pensamiento adquiere otras fronteras cuando se permite pensar; se abrieron así las puertas al mundo. El psicoanálisis hizo su entrada en la salud pública y en los hospitales en la década de los 80 y esto permitió que el pensamiento psicoanalítico se viese demandado por una práctica que exigía nuevas producciones. El saber se fertilizó a partir de la exigencia de nuevas prácticas.

También la entrada en la universidad e innumerables trabajos de investigación desarrollados en las tesis de masters y doctorados dieron más impulso a un pensamiento local. Es bueno dejar claro que pienso que la universidad es un campo fértil para el desarrollo de la ciencia. La interrelación con otras disciplinas como la literatura, la filosofía, la poesía y las artes siempre fue un campo que fertilizo el psicoanálisis. Estos espacios son posibles en la universidad, pero se hace necesario distinguir entre transmisión y formación. En verdad un psicoanalista no puede formarse en la universidad. Ésta en sí no tiene cómo reglamentar los análisis de los candidatos ni poner éste como exigencia. La universidad puede realizar una importante tarea de transmisión teórica de conceptos, pero ninguna manera estoy a favor de transformar el psicoanálisis en una profesión cuya titulación sería dada por la universidad.

En este momento, acompañando los problemas que en Francia se levantaron a raíz de la ley de salud pública y los problemas que los convenios de salud proponen para subvencionar el coste de un tratamiento de salud mental, se instaló en el mundo una discusión sobre la reglamentación del psicoanálisis. Aquí en Brasil formo parte de un movimiento llamado Articulación de las Entidades Psicoanalíticas Brasileñas[4] que lucha por mantener el psicoanálisis fuera de toda égida del gobierno o del ministerio de Salud Publica o Educación. Tiene como característica importante que lo componen instituciones de diversas filiaciones teóricas, pudiendo establecer un diálogo fértil en la base de acuerdos teóricos mínimos y de un reconocimiento mutuo que incluye las diferencias, cosa que no es fácil ni común en nuestro ámbito.

En Clave ψª: En Enero de 2009 publicamos un texto suyo en homenaje a Silvia Bleichmar, y en este número homenajeamos a Jean Laplanche, que ha fallecido recientemente. Ud. que ha conocido a los dos y nos ha hablado de la influencia de ambos en su trayectoria profesional, ¿qué le gustaría decirnos sobre ellos?

Hablábamos de los emigrados. Así como muchos vinimos a Brasil, Silvia Bleichmar se radicó en México. En una de mis primeras visitas a Laplanche en París, él me habló de Silvi. Estaba orientando su tesis de doctorado y tenía una excelente opinión de su trabajo. A partir de ahí los caminos corrieron paralelos. Varias veces visité a Laplanche en Paris hasta que conseguí que aceptara la invitación para venir a Brasil, un viejo sueño realizado. El año anterior Silvia Bleichmar lo había invitado a Buenos Aires. Después tuvimos oportunidad de hacer en Porto Alegre un “Coloquio con Jean Laplanche”; fueron sus únicas intervenciones en Latinoamérica. En el SEDES dio varias conferencias y tuvimos una jornada de discusión sobre formación, donde participó el grupo de profesores del Departamento de Psicoanálisis del SEDES. Laplanche en esa época estaba dirigiendo la APF (Asociación Psicoanalítica Francesa), que mantuvo su pertenencia a la Internacional de Psicoanálisis pero con reglas de formación propias; también allí se cuestionaba el análisis didáctico.

Tiempo después me invitó para visitarlo una vez más, pero en esa oportunidad no fue en París sino en Pommard, donde tenía su plantación vinícola y preparaba sus vinos. Experiencia encantadora de convivir con un alquimista, alguien que trabajaba los vinos como lo hacía con el psicoanálisis. Cada día íbamos a ver y probar la maduración y fermentación del vino, su cuidado, su trabajo riguroso. Su dedicación era semejante a la forma en que se entregaba al psicoanálisis. Al atardecer en general hablábamos sobre psicoanálisis. En éstas conversaciones desgajaba los conceptos hasta sus extremos permitiéndoles mostrar nuevas sutilezas, expresar nuevas facetas, hablar de lenguas renovadas. Las ideas fermentaban, se almacenaban y después de un buen tiempo las ofrecía para ser bebidas y criticadas, haciéndolas trabajar al extremo. Laplanche decía que los conceptos se trabajaban como se trabaja la madera de un mueble, que rechina y se expande, hace fuerza sin percibirse, así también el psicoanálisis está en permanente trabajo.

En verdad creo que si tuviese que elegir uno, él sería mi maestro. Conocer la obra de Laplanche me permitió continuar siendo Freudiana. En un momento en que el lacanismo avasallaba el mundo, Laplanche revisitaba a Freud, retornaba a Freud, pero, como él decía insistentemente, en relación al escrito freudiano ”es necesario hacer justicia al texto”. No podemos hacerle decir a Freud lo que Freud no dijo, por lo tanto, si a partir de su lectura recuperamos un concepto lacaniano, tenemos que decir que esto lo dijo Lacan y no Freud. Adjudicarle a Freud conceptos que son lecturas posibles de su pensamiento es una artimaña para hacernos pasar gato por liebre. Es dar un toque de credibilidad a algo que quizás el propio autor no tiene fuerza de sustentar por sí mismo.

Laplanche discute a Freud, a veces sistematiza su pensamiento como lo hizo en su “Vocabulaire” escrito con Pontalis y a veces piensa que Freud se detuvo y provocó una represión en su pensamiento. Se preocupa en retomar la historia y pone de manifiesto lo que a su ver quedó como pensamiento interrumpido. Así lo hace en “La teoría de la Seducción Generalizada”. Es en este escrito en el cual funda aspectos importantes de su pensamiento. Vuelve al Freud anterior al de la carta 69, escrita a Fliess, en la cual revela que ya no “cree más en su neurótica” y que aquello que en algún momento fue pensado como seducción del adulto al niño, era solo producto de la fantasía. Laplanche retoma la idea que hay una seducción real a partir de la cual es el adulto el que implanta la sexualidad en el infans. El adulto vehiculiza, en el contacto con el niño, sus propias fantasías inconcientes, dando así origen al objeto fuente de la pulsión.

Laplanche rompe con Lacan, que fue su maestro y analista, y junto a Leclaire produce un articulo llamado “El Realismo del Inconsciente”, publicado en el coloquio de Bonneval, en el cual invierte la fórmula que Lacan estaba imponiendo en su aproximación al estructuralismo y nos dice que el inconsciente es el que da la posibilidad al lenguaje y no viceversa. Es fiel pero no es sumiso. Es un pensador que no se somete a dogmas y, que como su maestro Freud, es capaz de poner todo en cuestión. Encontramos en su obra un pensamiento propio. Estas características son las que me hacen sentirlo como el maestro elegido.

Silvia fue una amiga, una colega y también una maestra. Siguiendo el pensamiento Laplanchiano, nos aproximamos. En un viaje que hice a Buenos Aires la visité y la invité a escribir en un libro que estaba organizando, de alta significación para mí, porque Pichona, que era el nombre familiar con que llamábamos a María Luisa Siquier también escribiría. Silvia ya había regresado a Argentina, María Luisa y yo permanecimos en el extranjero y desde allí producíamos. Así nos encontramos, así constatamos que compartíamos muchas ideas. Yo estaba dando en Brasil un seminario que se llamaba “La formación del sujeto psíquico” que ya duraba algunos años. Poco tiempo después supe que Silvia estaba escribiendo un libro con el mismo nombre. Tengo gran admiración por Silvia, era incansable, abarcaba todos los frentes. Participaba y escribía sobre política argentina, producía psicoanálisis, daba seminarios, organizó grupos con las víctimas de un ataque terrorista a una institución judía en Argentina y teorizaba incansablemente sobre su práctica. En verdad siempre teorizaba sin desligarse de la clínica. Parecía que algo le anunciaba que su tiempo era corto, y que tenía que luchar para transmitir ese mundo inconmensurable de ideas que producían su psicoanálisis. Su muerte dejó un vacío, éste nunca será obturado, solo nos acostumbraremos a vivir con él.

En Clave ψª: En 1994 hizo Ud. una compilación en una obra, sobre una cuestión que, para los que trabajamos con la infancia, es necesaria e importante: el lugar de los padres en el tratamiento del paciente infantil. ¿Cómo ve esa obra hoy día? ¿Haría Ud. alguna reformulación o remarcaría algún aspecto sobre esa vertiente del trabajo del analista con niños?

El lugar de los padres en el tratamiento psicoanalítico de niños fue una compilación con la cual estoy satisfecha hasta el día de hoy. Si tuviera que elegir nuevamente, invitaría a las mismas personas, no porque seamos las únicas que hablamos sobre este tema, sino porque el enfoque de cada una de las autoras complementa y enriquece el trabajo de las otras. Este libro es una muestra de que no es necesario que todos pensemos lo mismo, sino que lo que importa en psicoanálisis es hablar desde la clínica, es poder hacer teoría pero no como aventura epistemofílica sino como una forma de dar cuenta de nuestro quehacer. La segunda edición Brasileña contiene un artículo más, que se refiere al trabajo que presenté en el coloquio de Jean Laplanche en Porto Alegre, se denomina “Psicoanálisis con niños. La Legitimidad de un campo. Los padres, la represión y la circulación de significantes enigmáticos en la conducción de la cura.”*** Este trabajo amplía más los conceptos metapsicológicos que dan sustento al trabajo con los padres.

En el último trabajo que presenté en el Congreso de Vínculos en Buenos Aires, mantengo la posición básica que comuniqué en el trabajo del 94, pero el título ya no está más colocado como pregunta y sí como afirmación. Hoy en día creo que se hace fundamental abrir un lugar para los padres dentro del tratamiento; lugar por donde los padres circulan, tanto en su aspecto fantasmático como real. Desde que incluimos la importancia del Otro en la formación subjetiva, no podemos eximirlos del compromiso de trabajar y ser trabajados a medida que el niño va resignificando su historia, teniendo en cuenta además, que la influencia que los padres tienen, opera tanto en el tratamiento como en los destinos cotidianos que los convocan.

La postura que algunos terapeutas lacanianos adoptan, de trabajar solo con los padres y no con los niños no me satisface. Esta posición se sustenta en la idea de que el inconsciente del niño es el discurso del Otro. Pienso que en parte sí, pero hay también una apropiación y una incidencia de este discurso que produce transformaciones en las nuevas inscripciones psíquicas del niño. Los analistas Kleinianos a su vez, trabajaban todo como mundo interno, motivo que hace innecesario trabajar con los padres reales.

Winnicott da una gran importancia al mundo circundante y a los movimientos de la madre que siendo suficientemente buena, sabe interpretar y responder a aquello que serian las necesidades del niño. Vemos en el caso “The Piggle” que los padres tienen una participación que marca. Creo que este texto de 1994 aún tiene vigencia en lo que sería su médula espinal.

En Clave ψª: Sabemos que es un tema muy amplio y complejo, pero la lectura de su artículo “La prioridad del otro Vs. la medicalización”, nos lleva a preguntarle algo que vemos afín con lo que allí expone: ¿qué nos podría decir del tránsito adolescente en una sociedad donde lo que predomina es la tendencia a la predisposición al acto, a la inmediatez del “clic” de Internet, la fascinación por la imagen, el borramiento de las diferencias transgeneracionales, la búsqueda de las relaciones virtuales?

En el artículo al cual hacen mención, trabajo fundamentalmente la crisis que se provoca por el uso de la medicación y la comprensión de los problemas del hombre, como consecuencia de fenómenos neuro- biológico-químicos.

La historia, las relaciones, el deseo, los lugares psíquicos han perdido su importancia dando prioridad a una dinámica donde el Otro desaparece. Sin duda no es posible escapar a nuestro tiempo. Estamos atrapados por dispositivos donde lo nuevo, los descubrimientos de la ciencia, acabaron transformando nuestra visión del mundo.

El aumento incontestable del uso de la medicación, corresponde a las características post-modernas del momento que vivimos. La necesidad de respuestas rápidas, la necesidad de anular el trabajo y el sufrimiento como modalidad elaborativa, hacen que la tentativa sea eliminar el síntoma. El vértigo y el consumo de objetos modifica la relación entre los hombres. Hoy ya no se trata de trabajar con las causas, de buscar los orígenes que producen el conflicto. Hoy se tiende a trabajar con lo que está visible, con lo que salta a los ojos, solo hay que ver la forma en que el DSM4 trata los problemas psíquicos.

Gran parte de la patología actual está relacionada con las dificultades de simbolización, elaboración y tramitación psíquica de las inscripciones. Hay un pasaje al acto como forma de evacuar aquello que presiona desde lo interior. Hay poca capacidad de espera y predomina la disolución del lazo social. Éstas características afectan a toda la sociedad. Sin embargo, su incidencia en un período de cambio y búsqueda de parámetros nuevos para controlar el “desamparo” hacen que la fragilidad en la adolescencia provoque una inestabilidad inquietante. Estamos en una cultura del narcisismo, donde permanece una identificación con el yo ideal que nos aprisiona en la necesidad de encontrar elementos exteriores que den garantía a la subjetividad. Se aflojaron los vínculos con el ideal del yo, las conductas son más regresivas y plasmadas en la especularidad y en la espectacularidad. El tiempo del sujeto está ligado solo al porvenir investido de éxito. Hay que estar actualizado en todos los terrenos, lo anterior aparece como lo viejo y es en esta carrera en la que se intenta borrar las diferencias trans-generacionales.

En el caso del adolescente tenemos una complicación de doble vía, porque a su vez, los adultos con el culto al cuerpo y la exigencia de mantener la juventud hacen hincapié en borrar las marcas que los diferencian de sus hijos. Es común ver una madre que se jacta de parecer la hermana, que tiene los mismos gustos, que tuitea, tiene facebook y ofrece su intimidad para ser compartida en el espacio virtual.

El lugar paterno está en rediscusión, sea por el cambio del papel de la mujer en la sociedad, en el mundo corporativo y en el panorama económico, sea porque se habla de la declinación del padre como falla de la función paterna, se hace necesario repensar el alcance de las funciones simbólicas vitales para el psiquismo humano y una posible desestructuración actual.

Hay una figura patriarcal en crisis que a veces nos habla de nuevas formas de organización de la parentalidad, lo que puede ser muy saludable, pero otras nos habla de un padre lacunar, con un superyó sin condiciones de estructuración que puede llevar a la actuación por falta de relación adecuada con la ley.

Los jóvenes procuran marcas y a veces solo las encuentran en los tatuajes que pueden definir su cuerpo. Por otra parte, buscan formas de pertenencia a tribus que les den un contorno. La propia exigencia de un crecimiento acelerado no deja que se solidifiquen las conquistas. Podemos decir que las marcas de la posmodernidad enaltecen al máximo el consumo y ponen en riesgo los proyectos colectivos, motivo por el cual la identificación se basa en rasgos de exterioridad. Los adolescentes entran en un segundo tiempo de la sexualidad que resignificará sus traumas, tiempo que sobreviene después de la latencia, tiempo en el cual se encuentran con un mundo pulsional avasallador al que muchas veces no pueden encauzar. Es en este período donde se reactualizan los síntomas y se perfilan las elecciones que adquirirán estabilidad en la vida adulta. La adolescencia siempre fue un período conflictivo. Sería infantil pensar que solo ahora encontramos adolescentes en crisis. Pero se hace necesario también destacar que las condiciones sociales y de inestabilidad de los adultos en cuanto a su propio proyecto es lo que produce una tendencia a exacerbar la fijación en la sexualidad infantil, provocando una verdadera catástrofe cuando el joven tiene que encontrarse con la realidad.

Es necesario recordar que junto a la singularidad de cada historia, la construcción subjetiva siempre lleva las marcas de una época, de una cultura y de un sistema económico-político. Nuestra época lleva el signo de la inestabilidad, situación de alta peligrosidad para los adolescentes.

En Clave ψª: Estamos muy agradecidas por su generosidad.

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*          Sobre la Autora: Ana Maria Sigal Rosenberg es psicoanalista, profesora del curso de psicoanálisis del Instituto Sedes Sapientae. Coordinadora del curso: Clínica psicoanalítica: conflicto y síntoma del Instituto Sedes Sapientae (S. Paulo – Brasil); compiladora y co-autora (S. Bleichmar, M. C. Kupfer; B. Salzberg y M. L. Siquier) del libro “El Lugar de los Padres en el Psicoanálisis de Niños”, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1995 y Editora Escuta, Sâo Paulo, Brasil, 1994.

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[1] Sigmund Freud,1926,Pueden los legos ejercer El Psicoanalisis? Tomo20,Bs As, ED Amorrortu

,[2] Questionamo I e Questionamo II , Compilacion e direcion de Marie Langer, Bs As,Ediciones Busqueda

[3] Fernando Ulloa fue fundador del grupo Documento em la escicion que se produjo em la APA

[4] Oficio do Psicanalista,formação VS regulamentação, e um livro que contem o pensamento deste Movimento,no qual participi com um articulo Denominado “Psicanalise e Universidade” Sao Paulo,Ed Casa do Psicologo,organização Sonia Alberti e outros.

Revista nº 6
Artículo 1

Fecha de publicación: DICIEMBRE 2012


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