Por Agustín Genovés**
Un hombre intentando aliviar el sufrimiento de sus pacientes adultos descubre que, en ellos, hay un niño escondido (reprimido). Niño que emergerá en aquello que, años después, llamará neurosis transferencial. Concepto que hace alusión a aquel momento de un análisis en el que los aspectos más infantiles de un adulto, hombre o mujer surgen a la superficie
Esta observación estimulará su interés por conocer cómo es el desarrollo emocional infantil. Aparecerán conceptos como sexualidad infantil, pulsión, sexualidad perversa polimorfa, etc. Este hombre se atrevió a provocar un escándalo: ¡el niño tiene sexualidad! hacía falta mucha valentía para enfrentarse a los prejuicios de su época… ¿solo de su época? Esta inclusión de una teoría sobre el desarrollo de las distintas fases por las que atraviesa la sexualidad hasta lograr la madurez, agrega una vertiente genético-evolutiva a las ya conocidas de la metapsicología freudiana. De lo que resultó que la patología de un adulto reconocía sus raíces en las vicisitudes de este desarrollo psicosexual. De allí que el niño es el padre del adulto. El adulto resultará ser la consecuencia de la articulación entre todos los factores integrantes de las series complementarias. Y, hasta se atrevió a pensar que ese niño recoge, también aspectos de la infancia de la humanidad (Freud, S. -1913—“Tótem y Tabú”)
Yo no me atrevería a decir que, Freud, inauguró el análisis infantil, aunque sentó las bases para que, años después, este se desenvolviera. Sus teorías infantiles le resultaron útiles para comprender al neurótico adulto y crear una técnica para su tratamiento.
Para él la posibilidad de realizar un psicoanálisis dependía de condiciones muy exigentes: que se hubiera estructurado una neurosis (única indicación) (Freud, S. 1924-“Neurosis y Psicosis”) que el yo fuera uno normal (Freud, S.- 1937-“Análisis terminable e interminable”)
Es decir que sus criterios de analizabilidad eran muy restrictivos dejando de lado toda otra patología diferente a la neurótica, incluida la infancia.
El primero en flexibilizar estos criterios tan rígidos fue Sandor Ferenczi que, si bien no fue un analista de niños, se interesó en estudiar lo fundamental de los factores pregenitales en la causación de cuadros graves, no neuróticos, lo que lo llevó a profundizar aún más en reconocer la importancia de la primera infancia y sus consecuencias en la estructuración del Edipo. Se podría decir que, si Freud, fue el analista del Edipo; Ferenczi lo fue de lo pregenital y de su gravitación en la ulterior estructuración edípica.
Pero, Además, puso el acento en la influencia del adulto significativo y en el entorno en el que se cría el infans. Como lo muestran sus trabajos: “La adaptación de la familia al niño” (Ferenczi, S.-1928); “El niño mal recibido y su impulso de muerte” (1929), y “Confusión de lengua entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión” (1933).
Diría que Ferenczi, insisto sin haber sido nunca analista de niños, abrió dos caminos: uno de ellos representado por Melanie Klein. Esta pionera, junto con Anna Freud, a pesar de sus diferencias, inició el campo del psicoanálisis propiamente infantil. M.Klein se analizó con Ferenczi durante 4 años antes de trasladarse a Berlín para hacerlo con Karl Abraham. Ferenczi estimuló su interés por los niños y de él tomó el concepto de introyección que tan fructífero le resultó, así como el estudio a fondo de los aspectos pregenitales y su influencia en la estructuración del Edipo. Aunque también son notorias sus diferencias en otros aspectos, por ejemplo, en la consideración acerca del papel de la agresión.
El otro camino, a mi juicio, es el que representa Winnicott. Pienso que este último recoge y lleva más allá ideas esbozadas por Ferenczi. Ya comenté lo básico que es para el analista húngaro el papel del ambiente en el que se desarrollará el infans. Muchos títulos salidos de su pluma avalan lo que digo solo me extenderé en algunos ya enumerados:
“El niño mal recibido y su impulso de muerte” (1929) notable trabajo en el que relaciona la segunda teoría de las pulsiones de Freud con dicho ambiente. No niega la existencia del par pulsional pero su capacidad tanto mortífera como trófica no vienen ya dadas en su interior sino que su accionar depende de cómo es recibido ese ser que aparece por primera vez en este mundo. El adulto, dice Ferenczi, debe insuflarle ganas de vivir.
“Confusión de lengua entre el adulto y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión” (1933) es hoy ya un clásico que habla del abuso de poder que un adulto enfermo puede ejercer sobre un niño perturbando su desarrollo psíquico. Abuso que puede ser sexual, un adulto patológico que toma al juego de un niño como una seducción y actúa, provocando en él una disociación culposa. El niño busca ternura y el adulto le responde con sexualidad patológica. De ahí el subtítulo de este artículo. Otra consecuencia descripta la denominó “identificación con el agresor” con lo que, el niño, puede llegar a ser un futuro abusador.
Pero el abuso puede no ser sexual. También abusa de un niño aquel adulto que lo toma como “paño de lágrimas” haciéndolo partícipe de sus sufrimientos reales o imaginarios y que lo confunde con un sustituto maternal sin tener en cuenta las características infantiles. A esto lo llamó “el terrorismo del sufrimiento”. En ambos casos la consecuencia sería una “progresión traumática” o “premaduración”.
Solamente mencionare otro título muy sugestivo en el aspecto que estoy planteando:
“La adaptación de la familia al niño” (1928) en el que muestra las dificultades las que se ven abocados los padres en las distintas fases del desarrollo infantil. Estas dificultades se deberían a que “llegar a ser padre es más fácil que serlo” (proverbio alemán). Sostiene que el primer error de los padres es haberse olvidado de su propia infancia hecho que se constituye en un obstáculo para comprender a los hijos y la importancia de ciertos momentos del desarrollo, por ejemplo, el destete, momento al que M.K. dará particular relevancia, la educación esfinteriana y lo que llama “supresión de los malos hábitos” con lo que alude a las diferentes expresiones de la sexualidad infantil (autoerotismo, masturbación, etc.) Es notable en este artículo la descripción que hace de las consecuencias que tiene en los padres el desconocimiento de su propia sexualidad infantil. Hecho ya señalada por Freud pero que Ferenczi lo considera como el momento del origen del ocultamiento que el niño debe hacer cuando sus preguntas acerca de la sexualidad y del origen de los niños es contestada con las “metáforas botánicas” o bien sofocadas.
Creo que aquí encontramos algunas huellas del posterior pensamiento winicottiano.
Hasta aquí he expuesto la contribución que han hecho dos analistas de adultos (Freud y Ferenczi como paradigmas) al desarrollo del psicoanálisis infantil. Lo que habría que agregar es que estos “niños” reconstruido por estos analistas de adultos no es el niño que fue sino aquel construido après-coup a través de la pubertad, la adolescencia y la madurez, en un juego dialectico permanente donde realidad interna y externa interactúan permanentemente.
El psicoanálisis de niños se fue afianzando después de Freud gracias al trabajo de muchos analistas que sí se dedicaron específicamente al tratamiento de niños.
Yo he recordado solo a dos, pero sería una injusticia no mencionar una larga lista de ellos que enriquecieron nuestra ciencia, pero esto sería extenderme demasiado esta noche. Personalmente creo que ha habido un trasvase entre analistas solo dedicados a la terapia de adultos (casos Freud y Ferenczi) cuyos aportes contribuyeron al análisis infantil y analistas de niños (casos Klein y Winnicott)) que enriquecieron la comprensión de patologías del adulto y la posibilidad de su acceso terapéutico como en los casos de psicóticos y borderlines.
Lo común es que el psicoanalista de niños lo sea, también, de adultos. En este caso podría hablar desde un panorama ampliado. Pero este no es mi caso dado que solo he trabajado con adultos, pero sé qué contribuciones ha hecho el psicoanálisis de niños al de adultos.
El psicoanálisis infantil tiene hoy carta de ciudadanía, pero no siempre fue así. Desde el punto de vista de una concepción clásica con aquellos criterios de analizabilidad ya mencionados, que lo reducían a una terapia apta sólo para neuróticos, muchas cosas quedaron fuera y rotulados como ”psicoterapia” algo que se hacía cuando no se podía hacer nada mejor. Entre los excluidos quedaba el psicoanálisis infantil. Hoy sabemos del aporte fundamental que han hecho los analistas infantiles al enriquecimiento de nuestra ciencia ampliando el espectro de patologías de adultos pasibles de ser analizadas. Además de esta contribución no podemos olvidar la tarea que desarrollan los terapeutas infantiles en el campo de la psicoprofilaxis. Su contribución a la educación trabajando con educadores, con padres y también en grupos interdisciplinarios con pediatras y cirujanos infantiles.
Hoy no hay duda del valor que tiene el psicoanálisis infantil, por eso estamos todos aquí.
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*Conferencia de apertura del curso 2.014-2.015 de la Escuela de Psicoanálisis con niños y adolescentes.-. Madrid 7 de octubre de 2.014
**Sobre el Autor: Agustín Genovés: médico, psicoanalista, miembro asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM), profesor invitado del Master de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid, miembro fundador de la Sociedad Forum de Psicoterapia Psicoanalítica, miembro de la Comisión Directiva y docente de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid. Psicoterapeuta reconocido por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas).
Revista nº 9
Artículo 4
Fecha de publicación: MARZO 2016