Por Daniel Ustarroz*
El amor en la psicosis se presenta como un narcisismo absoluto y sin fisuras. Se trata de un afecto desmedido y loco que se extiende sobre sí mismo, el psicótico no tiene necesidad de ningún objeto de amor, porque el objeto es él mismo.
El objeto del psicótico no está separado del cuerpo y su satisfacción no se cruza ni se proyecta en la satisfacción de los demás, ya que no obedece a la lógica neurótica del amar para ser amado.
En la psicosis la satisfacción que comanda es una satisfacción inmediata pulsional, lo cual corrobora el enunciado de Freud de que en las psicosis el yo está al servicio del ello.
El famoso inconsciente a cielo abierto del que se habla en esta afección, nos muestra un funcionamiento del significante desprovisto de su envoltura simbólica e imaginaria, que hace que el sujeto se encuentre permanentemente perturbado por ecos y voces, produciéndole una gran despersonalización e inestabilidad en su existencia.
El amor del psicótico se encuentra condensado en sus delirios a los cuales según Freud ama como a sí mismo por sobre todas las cosas y no quiere renunciar a ellos, dato importante a la hora de tratarlos.
El amor del psicótico es un amor ideal y se dirige a un partenaire imposible de encontrar en la realidad y que solo es alcanzable en la figura de Dios. El partenaire del psicótico si por fortuna logra encontrar alguno, no está determinado por los clichés amorosos infantiles que predominan en las elecciones amorosas edípicas, es un amor a la deriva sin ningún ancla, que termina destruyendo todas las relaciones, porque se transforma en odio y persecución.
La neo realidad que inventa el psicótico para reemplazar a una realidad frustrante en el sentido de la castración, está determinada por un mecanismo que obedece al funcionamiento alucinatorio del deseo en la psicosis, se trata de un deseo que no está articulado a la falta ni a la prohibición.
La afirmación Freudiana de que el psicótico ama a su delirio como a sí mismo, nos plantea un problema técnico que Freud resuelve en una frase del texto sobre El Humor; “La curación de los ataques paranoicos, consiste menos en la disolución y corrección de las ideas delirantes, que en la sustracción de la investidura de que están provistos”. A partir de esta declaración, la escucha analítica no solo se dirige a encontrar el núcleo de verdad que se oculta en el delirio, sino a poner en evidencia y a señalar el goce que encierra, y que el paciente se resiste a abandonar.
¿Qué o quién es el responsable de esta tremenda perturbación del psiquismo del psicótico? La respuesta que se ha impuesto desde la experiencia clínica, es el dato fundamental de que en las psicosis no ha funcionado la represión. El psicótico es aquél que dice o actúa lo que los neuróticos callan o reprimen.
Esta falta de represión se encuentra motivada por la forclusión del nombre del padre, de un padre simbólico, que no es una persona sino una función, un decir, un operador estructural de la castración, que según J. Lacan, le da un sentido al goce y lo hace entrar en la lógica de la significación fálica y la castración.
En las psicosis la significación fálica no se realiza y el amor y el deseo se ven perturbados por tendencias delirantes que impiden su realización.
La forclusión del nombre del padre produce trastornos y fallos en el lenguaje que se caracterizan por la aparición en el discurso de frases interrumpidas, fenómenos de cadena rota y una lengua privada y fundamental que requiere ser descifrada.
Esta situación psíquica impide que el psicótico disponga de un discurso corriente que le permita establecer un lazo social.
En cuanto a las identificaciones que puedan producirse en las psicosis, la que resulta ser primordial y decisiva es la que el sujeto hace para satisfacer el deseo de la madre, ser su falo, esta identificación congelada y fija, impide los desplazamientos posibles del deseo y la constitución de un objeto causa que se encuentre más allá de si mismo.
¿Cómo lograr que el objeto de amor del psicótico al no estar marcado por el falo y su falta, pueda encontrar su lugar en la demanda y el deseo?
¿Qué hacer entonces si la función del padre está ausente en la constitución de la estructura psíquica?
En su texto de Joyce el síntoma, J lacan se pregunta sobre que cosa puede hacer de suplencia para reparar ese fallo en la estructura y responde que en el caso Joyce fue su obra literaria y el querer hacerse un nombre, su ego, lo que compensó la carencia paterna sufrida por él. Pero no debemos olvidar que en este caso se trata de una carencia del padre y no de una forclusión. Su ego pudo reparar, a través del sinthome el desanudamiento imaginario del nudo.
En las psicosis el goce no encuentra el freno de lo imaginario ni de lo simbólico como en las neurosis y por lo tanto el sujeto no logra articular su satisfacción a ningún fantasma que le serviría como defensa y pantalla contra el empuje de lo real que retorna como lo no simbolizado y se ponen de manifiesto los delirios y las alucinaciones, como fragmentos de dicho real.
Desde esta perspectiva podemos preguntarnos si es pertinente hablar de la existencia de síntomas en la psicosis al no haber represión, ya que el síntoma en la teoría psicoanalítica está producido por la represión y el retorno de lo reprimido y en las psicosis represión no hay.
El sujeto psicótico no logra articular su goce a ningún fantasma, y cuando logra hacerlo como en el caso Schreber, a través de su transformación en mujer, condición necesaria para la procreación, este nuevo escenario le permite alcanzar una estabilización.
¿Qué es lo que persigue el último intento de Lacan para dar cuenta del posible tratamiento de la psicosis?
Si apelamos a su última enseñanza para esclarecernos, comprobamos que la misma nos introduce en el tema de los nudos borromeos, y allí comienza la posibilidad de elaborar una clínica referida a los fallos que se producen en el nudo.
En su elaboración última establece que en la psicosis se puede observar un desanudamiento de lo real lo simbólico y lo imaginario, provocando que los tres registros funcionen solos, sin limitarse entre ellos y sin poder diferenciarse, una consecuencia de esta situación es que en la psicosis paranoica se halla conservado en el centro de las relaciones del sujeto con el semejante la acción de un transitivismo infantil no superado que hace imposible la diferenciación entre el yo y el otro. El pegoteo imaginario que afecta a la paranoia es un ejemplo de ello. En algunos casos de psicosis comprobamos este funcionamiento cuando escuchamos que el sujeto declara que todos los otros conocen sus pensamientos, o cuando el sujeto mismo afirma conocer el pensamiento íntimo de los demás. Este estado psíquico refleja algo que Freud comenta a propósito de la psicología del niño, de una etapa en su evolución, en donde está convencido de que la madre conoce todos sus pensamientos y sus deseos.
A partir de esta teoría de los nudos el diagnóstico de psicosis, se transforma en un problema cuya solución deberá ser pensada en relación con el anudamiento o desanudamiento del sujeto.
¿Cuál es la ayuda que puede aportarnos tratar la psicosis con una clínica de los nudos?
En primer lugar, considero que se trata de una clínica que aún no está probada como válida, ya que se necesita del tiempo para comprobar si es eficaz y si se justifica orientar la dirección del tratamiento teniendo como referente los fallos del nudo.
Un ejemplo de esta tentativa a través de los nudos sería la intervención del psicoanalista dirigida a que el paciente pueda conectar y revestir a ese goce caótico y sin ley con el registro de lo imaginario y lo simbólico. Esta nueva propuesta clínica apunta a la posibilidad de poner un freno y un límite a la satisfacción desatada de la pulsión.
En este sentido los nudos nos ayudan a ceñir y limitar ese goce.
Pensar la psicosis con la ayuda de la noción de estructura y de los nudos, nos permite no apoyarnos en la idea de que una mayor eficacia en el tratamiento de esta afección dependería de la habilidad del psicoanalista, sino que los límites de esa eficacia estarían establecidos y determinados en función de los límites que imponga la estructura psíquica del paciente.
El dispositivo analítico fue creado por Freud para el tratamiento y la cura de las neurosis, pero resulta insuficiente para la psicosis o al menos deja abiertos muchos interrogantes.
Ejemplo de ello es la necesidad que aún sigue vigente de dar a la transferencia psicótica, un esclarecimiento más sostenido y articulado, y lo mismo para la interpretación, temas y cuestionamientos que necesariamente no he podido siquiera plantear en función de la brevedad de esta exposición.
Es un hecho que los psicoanalistas siguen las enseñanzas de Freud, para hablar sobre la psicosis y nos valemos de los mismos términos que se utilizan para pensar las neurosis aunque de manera negativa; decimos que falta la represión, que no se inscribió la castración, que hay rechazo del nombre del padre, que la madre no transmitió la ley etc.
Tomemos a Schreber. Lo primero que se manifiesta en este caso son delirios hipocondríacos psicóticos, junto a espejismos auditivos y visuales que terminan en su transformación en mujer.
El registro imaginario se suelta y comienza proliferar provocando una descomposición psíquica de su persona.
Schreber tiene la vivencia de estar habitado por un cuerpo muerto, corrompido y apestado. Padece además de estados de estupor alucinatorio que lo hace permanecer durante horas inmóvil y absorto.
Durante ese proceso las ideas delirantes cambian de rumbo hacia lo mítico y religioso.
Schreber comienza a hablar con Dios.
Este estado de descomposición psíquica alcanza un nivel de estabilización a través de una fantasía; “que bello sería ser una mujer sufriendo el acoplamiento”.
Inmediatamente esta fantasía entra en conflicto con su moral y su posición viril, pero este obstáculo es superado por Schreber al entrar en contacto con Dios quien es ahora quien le ordena aceptar esa transformación y además traer al mundo hijos divinos.
La causa de todo este desarreglo Freud la encuentra en una intensa y exagerada pulsión homosexual inconsciente y la consecuente defensa contra la misma. De todas formas agrega a su pensamiento sobre esta afección trabajos sobre el narcicismo, la pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis y muchos otros en los cuales volverá sobre este tema.
J Lacan incluirá el tema del goce femenino y la cuestión de ser el falo de la madre para seguir esclareciendo el caso Schreber, en el mismo nos encontramos frente al funcionamiento de un amor erotomaníaco con Dios.
Schreber en su conexión con Dios alcanza como objeto de amor a un partenaire idealizado, imposible de encontrar en la realidad, lo encuentra en un ser superior cuyo sitio está más allá de la mediocridad de los mortales.
¿Qué podemos decir en este caso que apunte al fallo del nudo?
En primer lugar, observamos que la unificación imaginaria del cuerpo se soltó de la Gestalt, de la bella forma del cuerpo, su imagen no se ha consolidado y como consecuencia de este fallo que da sometido y alienado a un cuerpo fragmentado que prolifera en imágenes devastadoras. El imaginario que tendría que dar consistencia al sujeto no funcionó y esta situación está causada por la forclusión del nombre del padre, que produce la acción del significante en lo real, sin la atadura a la castración que produce y organiza el goce fálico.
Schreber está identificado al falo y esto le permite hablar con los pájaros, y ser un redentor que va a transformar el mundo de los mortales, pariendo seres divinos.
Schreber decide escribir sus memorias para ayudar a la psiquiatría a comprender la locura. Describe su enfermedad a través de la escritura pero esto no es suficiente como en el caso Joyce para evitarle caer en la enfermedad.
Como ya hemos comentado una cosa es una carencia paterna y otra una forclusión. El resultado no es el mismo, el ego de Schreber no llega a ser el corrector del fallo del nudo que le permitiría liberarse de la psicosis.
En cuanto a la transferencia con el profesor Flechsig podemos decir que comienza bien y termina mal. Flechsig se transforma en un objeto persecutorio, en un almicida, asesino de almas, y allí comienza una transferencia paranoide que desencadenará el delirio.
Freud aborda la enfermedad de Schreber desde el régimen y la estructura del Edipo, señalando la importancia del no funcionamiento del padre y como consecuencia la imposibilidad de reconocimiento de la castración y de la diferencia de los sexos.
Debemos agregar que el Lenguaje como una de las suplencias del nombre del padre, no llegó a elucubrar un saber sobre el goce y entonces éste queda adherido al cuerpo, impidiendo el pasaje de esa satisfacción al campo de los otros.
La nueva propuesta de Lacan acerca de una posible clínica de los nudos para el tratamiento de la psicosis, es una clínica que abre una nueva perspectiva que si bien no está probada en el tiempo, es decir es muy reciente y debemos ser cautelosos con ella, nos brinda sin embargo una orientación diferente que tal vez no sea una vana ilusión, un camino plagado de especulaciones que no llevan a nada, sino que podría conducirnos a una nueva técnica una nueva herramienta para el tratamiento de las psicosis.
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*Sobre el Autor: Daniel Ustarroz es Psicoanalista, Miembro Titular Didacta de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Profesor invitado en el Master de Clínica Psicoanalítica de la Universidad de Salamanca y en el de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid.
Revista nº 9
Artículo 2
Fecha de publicación: MARZO 2016