Por Guillermo Kozameh**
Convendría aclarar que la Metapsicología, Segunda Tópica freudiana, que alberga el concepto fundamental de Superyó, es revisada por Lacan, planteando las diferencias claras entre psicología y psicoanálisis y además el riesgo del empleo del prefijo Meta, en cuanto este conlleva la idea de plenitud y no de falta o vacío
Creo que todos conocemos la influencia de Ferdinand de Saussure (1857-1913)
Dentro del estructuralismo lingüístico, se destaca el significante, que por sí mismo no significa nada, pero a partir del encadenamiento con otros significantes, produce significación, determinando actos, palabras, y un proyecto de vida sin que el sujeto lo sepa.
La Tópica Lacaniana – Imaginario, simbólico y real – permite trabajar la estructura en términos fundamentales de: límite y continuidad.
El automatismo del significante, y fundamentalmente el “más allá del principio del placer”, incorpora un nuevo e importante concepto paradigmático: el goce, cuya intensidad podremos observar en la clínica del superyó. Al menos una de las maneras que puede expresarse en conductas recurrentes: adicciones, pasajes al acto, y fracasos terapéuticos.
El concepto del yo, fundamental en Freud en cuanto a identificaciones y mecanismos de defensa, es redefinido en Lacan, en cuanto a Sujeto, el Otro, y el resto de este lazo: “pequeño a”, que a través de los textos y de acuerdo a la historia del analizante presenta significaciones diferentes.
Si las voces del superyó ayudan a consolidar un fantasma: ser humillado, ser pegado, ser penetrado, vemos que el sujeto ahonda hasta el más allá del placer, para obedecer con sufrimiento a la voz en su lugar de pequeño a.
La asimilación del superyó a la voz no es tan sorprendente. Por una parte toma una raíz en la lengua, ya que obedecer (oboedire) viene de escuchar (audire)
Por otra parte, la religión y la filosofía, ya lo habían anticipado con la expresión: “voz de la conciencia”, para designar la instancia moral (Erik Porge – “Voz del Eco” – Buenos Aires 2019 – Editorial Letra Viva)
Freud describe e insiste en la división del yo.
El yo y el Ello, la escisión del Yo en el proceso de defensa y otros textos, dan prueba de la imposibilidad del aparato psíquico de una continuidad, sino de límites a veces infranqueables.
De esta división Lacan aprovecha para calificar el yo (moi) que remite al yo- objeto freudiano, cuyo conocimiento se limita al conocimiento paranoico, y el Yo (je) un sujeto que transmite a su pesar su verdad mediante el discurso que lo habita.
Las características del sujeto “Lacaniano” es que la estructura simbólica, lingüística, que lo rodea, incide sobre lo viviente produciendo un efecto de vaciamiento, de agujero: es el concepto de “falta en ser”.
Esta falta, constitutiva del deseo humano, permitirá el goce particular de cada uno, de tal manera que esta singularidad da cuenta, Superyó mediante, de la historia simbólica de cada sujeto.
Las primeras voces constitutivas del ser humano falto en ser: decreta, legisla, aforiza, es oráculo, se le confiere al otro real su oscura autoridad.
En este primer momento mítico, el Otro irrumpe con un mandato: “Tu eres”, siendo esta raíz del superyó, un recorte de la palabra desprendida del Otro.
Es una voz que se incorpora, pero aún no se asimila, solo actúa como esqueleto de la red significante, porque la indefensión lo mantiene en dependencia del Otro, de quien recibe la voz.
Es imposible lograr el “Je” sin el “Tu” superyoico. “Tu” intruso que desde el exterior se hace íntimo, funcionando como pura orden descarnada.
Podríamos allí detectar calificaciones del Superyó arcaico, que justamente Melanie Klein, describió y fue cuestionada, por una lectura evolucionista.
Una confusión, mantenida por el propio Freud, fueron los términos Yo-Ideal e Ideal del-yo, incluso por defecto de traducciones, y englobarlos dentro del Superyó
El Yo- ideal es la imagen de sí que devuelve el espejo: ideal en cuanto niega la insuficiencia, dependencia e incompletud del niño
El Ideal del Yo, simbólico, contiene significantes insignias, que el otro parental deposita y marca en el sujeto, siendo la primera de ella el nombre propio.
En esta lógica el yo ideal, y el ideal del yo, son las maneras imaginaria y simbólica fundamentales de identificaciones que actúan como un velo en la falta en ser originaria.
El superyó en cambio se ubica del lado del goce, haciendo contrapunto con la función del Nombre del Padre: ley pacificadora y socializante.
Ley diferente a la función que no conoce límites del Superyó, es peligroso, no porque prohíba, sino que empuja al sujeto a gozar hasta el crimen.
Retomo la importancia de la voz:
…“Descubrir que el Superyó, en su íntimo imperativo es efectivamente la voz de la conciencia, es decir, una voz en primer lugar, y bien vocal, y sin más autoridad, que la de ser la voz gruesa” Lacan.
Aparece entonces la pulsión invocante, que no figuraba en las clásicas freudianas, lo que lo lleva a postular que el Superyó es un imperativo de goce, de satisfacción pulsional, de no conformarse con el rodeo del objeto pulsional, sino una y mil veces obtenerlo, disfrutarlo… hasta la muerte.
En principio, es posible distinguir dos aspectos en la constitución del Superyó.
Uno, que usando la interdicción, posibilita la separación del primer objeto de satisfacción, y que solamente de esta manera pueda surgir el deseo.
El otro que quizás se ha trabajado más a partir del concepto del Goce, es el Superyó aliado con la pulsión de muerte, confrontando al sujeto con su propia crueldad y la culpa que de ella se desprende.
El sadismo de la pulsión de muerte es lanzado por medio de la libido narcisista a los objetos de la realidad exterior.
Freud propone (1929) como alternativa para la convivencia humana la re-introyección de esta agresión, nominada por el: conciencia moral, conciencia de culpa o Superyó y sus consecuencias son necesidad de castigo, y expiación. La culpa se convierte así, en una alternativa para la convivencia con el prójimo.
De esta manera el Superyó, más que un educador de los ideales de la cultura, se trataría de un juez sádico, que ante la mínima intención ejerce su condena.
No hacen faltas hechos, las fantasías inconscientes, son suficientes para generar el sentimiento de culpa y castigo reiteradamente.
De este aspecto, se han aprovechado líderes dictatoriales, convirtiendo al ser humano obediente, sumiso y hasta cómplice de sus mandatos crueles
Sin embargo hay que “cuestionar esa economía que procura el castigo, investigar porqué los hombres se someten, más allá de toda lógica que pareciera repudiarlo”. (Marta Geréz Ambertín)
Pareciera que las masas, en el momento del fascismo, desean que algunos ejerzan el poder, con el precio de llevarlos incluso al sacrificio y la muerte, pero al menos, ¡y es ¡importante!, des-responsabilizarlos de sus pensamientos y actos (Foucault 1972)
Los seres hablantes tienen derechos y obligaciones, pero también ¡no olvidar ¡ tienen responsabilidad ante los mismos.
Freud comentaba que aunque es más frecuente atrincherarse en los derechos y no las obligaciones, sin embargo, es para los humanos más “fácil” incorporar la ley a través de la culpa y elementos desorganizantes de la temible ley del Superyó.
Esto es lo que hemos estado tratando de describir como goce masoquista, que des-responsabiliza, pero inmoviliza al sujeto, lo deja a expensas de un Dios cruel o Padre de la horda primitiva.
Justamente el psicoanálisis con su posición de cuestionar el “victimismo”, permite que el analizante, ser humano, se salga de esta trampa y se pregunte por el lugar que ha accedido inconscientemente, y cuál sería su modalidad de deseo y goce propio.
Nos hemos creído la libertad que supuestamente ejercemos, sin preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos.
Estamos quizás bajo un panóptico permanente que nos lleva a hacer, consumir, estudios que nunca terminan, para recuperar la plenitud perdida.
El aparato psíquico en la cadena de la productividad se aleja de la creatividad inconsciente.
“Hoy creemos que no somos un sujeto sometido, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa. El yo como proyecto, que cree haberse liberado de las coacciones externas y de las coerciones ajenas, se somete a coacciones internas y a coerciones propias en forma de una coacción al rendimiento y optimización – Byung-Chul (o Pyong-Chol Han), Seúl 1959, filósofo y ensayista surcoreano; experto en estudios culturales, profesor de la Universidad de las Artes de Berlín. Considerado uno de los más destacados filósofos contemporáneos por su crítica al capitalismo, la sociedad del trabajo, la tecnología y la hipertransparencia.
Resumen
En principio, es posible distinguir dos aspectos en la constitución del Superyó.
Uno, que, usando la interdicción, posibilita la separación del primer objeto de satisfacción, y que solamente de esta manera pueda surgir el deseo.
El otro que quizás se ha trabajado más a partir del concepto del Goce, es el Superyó aliado con la pulsión de muerte, confrontando al sujeto con su propia crueldad y la culpa que de ella se desprende.
Bibliografía
Foucault, Miche. – “Los intelectuales y el poder”. En Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta (1972-1979)
Freud, Sigmund – “Psicología de las masas y análisis del yo” – Amorrortu (1921-1979) Tomo XVIII – Buenos Aires.
Freud, Sigmund – “Más allá del principio del placer” – Amorrortu (1920-1979). Tomo XVIII. Buenos Aires.
Freud, Sigmund – “El yo y el ello” – Amorrortu. (1921-1979) – Tomo XIX. Buenos Aires.
Lacan, Jaques – “El Seminario” – Libro XVII – El reverso del psicoanálisis. Paidós Barcelona (1969/70-1992)
Lacan, Jaques – Seminario VII “La ética del psicoanálisis” Buenos Aires (1959/60-1991) Paidós
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*Ponencia presentada dentro del Encuentro Hispano-Italiano organizado por AMPP, AECPNA ACIPPIA sobre “la Clínica del Superyó en la Actualidad” el 26 de octubre de 2019.
**Sobre el autor: Guillermo Kozameh Blanco es médico, psicoanalista, miembro asociado y docente de Aecpna.
Revista nº 16
Artículo 5
Fecha de publicación DICIEMBRE 2020