Los adultos solemos preguntarnos por qué muchos niños se sienten atraídos por las historias de miedo o las figuras de personajes monstruosos.
Todo lo que nos atrae es por algo. Siempre. Y, así también, la atracción que los niños y niñas sienten por los libros que cuentan historias de miedo tiene sus motivos.
No es posible sintetizar todos esos motivos donde entran a participar, además, las singularidades de cada uno. Pero sí cabe explicar, que si nos fijamos, los elementos que hay en esas historias son los mismos que encontramos en los Cuentos de Hadas; y, los Cuentos de Hadas siempre gustan mucho porque tratan cuestiones que para los niños son muy importantes: los deseos, la bondad, la maldad, los celos, la envidia, la rabia, el amor, lo prohibido, la trasgresión, los conflictos, lo que amenaza, la justicia y la injusticia, lo feo, lo bello,… en fin, lo anhelado, los sentimientos, sensaciones y temores de la vida. Todo eso que están explorando y descubriendo en las relaciones con los demás, con el mundo y consigo mismo. Cosas que se sienten por dentro y que en el cuento se ven desde afuera, como espectador y que emocionan, excitan, inquietan y se resuelven. Se viven a través del protagonista y desde un lugar seguro: la fantasía.
Y si nos centramos en las historias de miedo, específicamente, podemos añadir: la sensación de atrevimiento y valentía, así como la acentuación de la excitación y de la emoción, por el riesgo continuo del protagonista. Es como ponerse a prueba y salir victorioso del miedo con él.
El protagonista, como todo personaje con el que el niño se identifica cuando juega, viene a ser como un avatar, que él observa y acompaña en su aventura. Cuando juega, él dirige la acción, decide; plasma, desde la fantasía, en diferentes soportes, como pueden ser los juguetes o algún objeto, aquello que, o bien desea, o necesita “digerir” psíquicamente. En el cuento se encuentra con un plano diferente: la historia está trazada, no la domina y eso imprime la sensación de aventura.
La vida no es sencilla ni exenta de dificultades para los pequeños, por más que los adultos queramos pensar que lo es.
Nuestros niños tienen que hacer un recorrido de encuentros con las frustraciones, deseos – que pueden sentir como aceptables y alcanzables o prohibidos y punibles – y, sentimientos que resultan inquietantes. Tendrán que manejarse con lo que no se puede dominar a voluntad y fortalecerse con las vicisitudes.
En el cuento, en las historias de miedo, muchos niños encuentran un medio de confrontar sus inquietudes y temores a través del personaje que corre los riesgos, hallando la satisfacción final del éxito, es decir, salir ileso y triunfante de lo temible. La emoción que ello suscita proporciona un disfrute que se ve acompañado por lo reconfortante: es posible atravesar lo que nos inquieta.
¿Esto quiere decir que hemos de darles cuentos de miedo para que lean? No se trata exactamente de eso. Se trata de darles la posibilidad de acceso a ese tipo de lecturas en el caso de que así lo deseen. Y siempre con textos adecuados y recomendados para su edad.
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Iluminada Sánchez
Psicóloga-psicoanalista
Miembro del Equipo Directivo y docente de AECPNA