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Cuando al abrir la puerta para ir a jugar se cierra. Avatares en la inscripción del cuerpo genital en la adolescencia

Cuando al abrir la puerta para ir a jugar se cierra. Avatares en la inscripción del cuerpo genital en la adolescencia

  • por

Lic. Ileana Fischer*

“No va de suyo que un cuerpo esté vivo”

Lacan, 1974 en RSI

Si hay algo que caracteriza a la ado­les­cencia es la perentoriedad de la exigen­cia pulsional y los complejos procesos simbólicos necesarios para cualificar la cantidad fluyente a raíz de la vertiginosa irrupción de lo pu­beral. Sabemos que di­chos procesos no ocurren exclusiva­mente en solita­rio e intrapsíquicamente, sino que se despliegan en entramados vincula­res en presencia y virtualidad:

La pandemia nos impuso la retirada, el repliegue a nuestros hogares como me­dida de cuidado y hemos experimentado en primera persona y en los otros los efectos que ha te­nido. Esta situación me invitó a pen­sar acerca de los procesa­mientos adolescentes atinentes al en­cuentro con el cuerpo del otro seme­jante, es­pecialmente, en lo que respecta a la genitalización de la pulsión y el he­tero erotismo. Me pregunté: ¿Cómo par­ticipa la presencia real del otro seme­jante en esta metamorfosis? ¿Cuáles son los efectos de las res­tricciones en el encuentro con el cuerpo real del otro en la inscripción del cuerpo genital?

La nueva voluptuosidad erótica de la pu­bertad desborda sobre el aparato psí­quico y el cuerpo y requiere del trabajo representacional para su ins­cripción. La satisfacción sexual de la infancia que se caracterizaba por el autoerotismo debe iniciar el camino para el hallazgo de ob­jeto. Pero este recorrido inicia con una posta que funciona como antesala y geografía transicional de juego, ensayo y es­pera que se configura como aque­llos parques naturales que conocemos como fantasía. Freud nos habla de ha­llazgo como reencuentro en Tres ensa­yos de teoría sexual sin em­bargo po­dríamos apuntar que lo que se halla no se busca y por tanto no se encuentra. El hallazgo es un des­cubrimiento y como tal, aunque lleve impresas las huellas de la historia, conlleva la cuota de sorpresa y nove­dad de todo lo inédito.

En tanto la adolescencia no coincide con lo puberal es que sostengo que algo tiene que agregarse a la puber­tad, una nueva acción psíquica, para que la ado­lescencia se constituya, parafraseando a Freud en su texto “Introducción del narcisismo” (1914, p. 74) cuando refiere al autoerotismo y la nueva acción psí­quica necesaria para la constitución del narcisismo.

Palabras en primera persona

Una adolescente de 18 años des­cribe su inicio universitario en con­texto de vir­tualidad con estas pala­bras.

Frustrante. Se me rompió el auricu­lar izquierdo y me olvidé de acomo­dar la pila de ropa que ahora se está viendo en un rincón del encuadre de mi cámara. Es el izquierdo. El mismo lado del auricular que no fun­ciona y que ahora está caído, ha­ciendo que no escuche el 50 % de la clase. Uno pensaría que las mita­des son siempre necesarias, pero no en este caso.

Hoy siento que estoy cursando a la mitad: estoy medio entusiasmada, medio presente, medio apren­diendo. Medio porque estoy en clase, pero también en mi casa. Porque conozco a mis compañeros, pero no realmente. La mitad que le falta a la cursada se me hace más extrañable que mi auricular iz­quierdo, que ya no parece la mitad de nada. Frustrante.

La idea de comenzar algo nuevo, algo que elijo, que me interesa. Y los sueños, y las ganas, y los obje­tivos y el placer aparecen cuando escribo una idea al margen de un texto, mientras lo leo por segunda vez. Y es que tengo ganas, ganas enteras, de aprender a mirar, a pen­sar, a crear. Sin embargo, esas ga­nas se me parten al medio cuando siento que me falta ese contacto con el otro, ese auricular roto, y más que ninguna otra cosa, el movi­miento.

La joven adolescente describe su ex­pe­riencia como frustrante. La ”frus­tración” (Freud 1912), versagung, en tanto dene­gación de la satisfac­ción y su conse­cuente estado de pri­vación y angustia, nos invita a ubicar esta denegación como una suerte de ruptura de promesa de satisfacción. La experiencia des­cripta a medias introduce la dimensión de aquella promesa rota con relación al encuen­tro. Si bien no podemos soslayar la siempre presente dimensión del des­encuentro entre lo anhelado y lo ha­llado, en esta situación pareciera abrirse una brecha mayor e inespe­rada. Es tarea del sujeto habérselas con la falta y el des­encuentro. Dicha tarea corresponderá, por ejemplo, al trabajo de duelo: elabo­rar la pérdida de lo anhelado, inscribir su pérdida para así relanzarse a investir nuevas posibilidades como promesa de ga­nancia de placer. Ahora bien ¿acaso no todo encuentro conlleva un des­en­cuentro? ¿Acaso no es ese en­cuentro con la diferencia lo que com­plejiza el funcionamiento psíquico? Recordemos lo que Freud (1895) nos dice sobre el complejo del seme­jante (p. 376) en su maravilloso “Pro­yecto de psicología”. El pensar sólo se complejiza abandonando la iden­tidad de percepción, y la realidad fuerza a ello.

Nuestra adolescente escribe y la es­cri­tura es un modo de elaborar, un modo de recortar aquel real del aconteci­miento y de transformar en memoria el devenir. Escribir es histo­rizar y tejer trama significante. Nues­tra joven hace del dolor poesía.

Sobre el cuerpo y la experiencia en la adolescencia

La referencia más directa al con­cepto de experiencia podemos ubi­carla en lo que Freud describe en su “Proyecto de psi­cología” (1895) como vivencia de satis­facción. Dicha experiencia es sólo posi­ble mediante el encuentro con otro real que cum­ple la función de auxiliador. Otro hu­manizante (Bleichmar, 1999) que se­xualiza e introduce en el mundo de lo simbólico a la promesa de sujeto.

Este encuentro produce una marca como inscripción de la satisfacción y el placer y deja como resto una pér­dida y el motor del deseo según la perspectiva freudiana. Y de este modo el nacimiento del sujeto psí­quico está inaugurado por una expe­riencia sexual.

En el tiempo puberal, la subjetividad se ve demandada para encontrar un nuevo orden en el des-orden pro­puesto por la reactivación de lo pul­sional y cierta pér­dida de la vivencia de unidad del cuerpo que ahora de­berá enlazarse a lo genital. Es un tiempo en el que urge inscribir un nuevo cuerpo en simultaneidad a la re­estructuración de la trama identifi­cato­ria.

Vuelvo a las palabras de nuestra ado­lescente que renuncia a la “expe­riencia más extrañable” a la del mo­vimiento. Sin dudas se refiere al des­plazamiento de un sitio a otro con destino cierto, o deambulando por las calles vivenciando aglomeracio­nes de tránsito y personas, la brisa en el rostro o el abrazador calor de las tardes de verano, los “pogos” en recitales y el frenesí de música y lu­ces de las discotecas. Pero aun, sin esa ex­periencia de desplazamiento en la que su habitación es en simul­taneidad su adentro y su afuera, po­demos pensar en movimientos. Mo­vimientos psíquicos que requieren simbolizar de un modo di­verso la in­tersubjetividad.

Ahora bien, el mundo de lo virtual es el mundo en el que reina lo escópico. Mi­rar, mirarse y ser mirado es el modo en el que se revisita el estadio del espejo (Lacan, 1975) en la ado­lescencia como operatoria constitu­cional. Pero, para ins­cribir lo genital en el cuerpo, no basta con lo escó­pico y con la satisfacción masturba­toria. Grassi nos dice: “El otro (a la vez par y extraño), en su función de compañero/a sexual (opaco, ajeno), en presencia (y diferencia), con su partici­pación coadyuva en la inscrip­ción del cuerpo genital” (p. 35). La genitalización es efecto de la com­plejización psíquica. Es una novedad y experiencia que re­quiere más que el goce autoerótico. La presencia real con el otro semejante en la ex­periencia sexual introduce una falta, una diferencia que promueve un tra­bajo. La barradura del goce autoeró­tico es efecto del encuentro con la al­te­ridad que, como todo encuentro, con­lleva un desencuentro.

Sostengo que el distanciamiento so­cial ha provocado un impasse en la inscrip­ción de dicha experiencia que segura­mente encontrará próximas ocasiones para retomar su senda. El compartir la territorialidad en presen­cia con el otro abre una hiancia sus­tancial respecto del encuentro me­diatizado en el “espacio de lo virtual”. El sexting, como otra práctica del erotismo posibilitado por la virtuali­dad, refuerza el goce autoerótico sin po­ner en juego la diferencia que se pro­duce en la sensorialidad, en el hallazgo del cuerpo del otro. El otro del vínculo en presencia deja una huella en el cuerpo propio y activa una sensorialidad singu­lar que per­mite a cada adolescente en­tramar la experiencia sexual y compleji­zar la inscripción del propio cuerpo como genital. Si el “yo deriva en última ins­tancia de sensaciones corporales” (Freud, 1923), entonces en este tiempo de la sexuación adolescente, el par, en su función apuntalante y desde su dife­rencia, invita a abrir la puerta para ir a jugar- se en el terri­torio de la sexuación y el deseo, en una cartografía erógena por cons­truir.

Bibliografía

Bleichmar, S. (1999). En la producción de subjetividad y la constitución del psiquismo. Ateneo Psicoanalítico, (2).

Farrés, E., Ferreira dos Santos, S. y Veloso, V. (2008). Adolescentes y ambiente tecno­lógico. En A. Trímboli (presidente), Modernidad, tecnología y síntomas contem­poráneos.Trabajo presentado y publicado en el III Congreso Argentino de Salud Mental (AASM), Buenos Aires.

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Freud, S. (1991). Sobre los tipos de adquisición de las neurosis. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 12, pp. 239). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1912)

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Freud (1991). Introducción del narcisismo. En. J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Com­pletas: Sigmund Freud (Vol. 14, pp. 65-98). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1914).

Freud, S. (1991). El yo y el ello. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 19, pp. 1-66). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado 1923).

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Rother Hornstein, M. C., Sternbach, S., Lerner, H. y Hornstein, L. (2017). Adolescencias contemporáneas. Un desafío para el Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

Sternbach, S. (2006). Adolescencias, tiempo y cuerpo en la cultura.EnM. C. Rother Hornstein (comp.), Adolescencias: trayectorias turbulentas (pp. 51-79). Buenos Aires: Paidós.

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Sobre la autora: Lic. Ileana Fischer. Miembro de AEAPG Argentina. Prof. de las carre­ras de Especialización y maestría AEAPG/UNLAM. Coordinadora del programa de inicios de la práctica profesional. Compiladora de “De vínculos, subjetividades y males­tares contemporáneos” (Ed. Entreideas).

Revista nº 19
Artículo 11
Fecha de publicación JULIO 2021


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