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COMENTARIO SOBRE LA PELÍCULA “LA CHICA DEL TREN”

COMENTARIO SOBRE LA PELÍCULA “LA CHICA DEL TREN”

Sábin Aduriz*

Introducción

El hilo conductor de mi comentario de la película va a ser la pregunta: ¿Por qué una joven de nuestro tiempo decide inventarse que ha sido víctima de un atentado antisemita y para ello se hace cortes en su cuerpo? Trataré de ir desplegando ciertas ideas para responder a la pregunta formulada.

André Téchiné, quien figura en la fotografía, es el director de “La chica del tren”, nacido 13 de marzo de 1943 en Valence-d’Agen, Francia, además de director de cine es guionista. Entre 1952 y 1959 estuvo en un internado católico. Después entró en una escuela laica y participó en un cine club; sobre la escuela y el cine club afirmó: “Ellos fueron mi única posibilidad de escapar de mi entorno familiar y de mi internado. Aprendí, a través de las películas, cómo funciona el mundo y las relaciones humanas. Fue mágico y decidí seguir el hilo de la magia”.

André Téchiné realizó sus estudios en París y se inició en el cine como ayudante de dirección de Jacques Rivette. Téchiné trabajó como crítico para los Cahiers du cinéma (1964-67). En 1970 realizó su primera película Paulina s’en va. En 2003 ganó el Prix René 27 Número 5 Clair por su obra. Se le encuadra, como a Bertrand Tavernier, en la generación que siguió a la famosa Nouvelle Vague.

Sus películas se caracterizan por examinar las relaciones humanas con un estilo intimista, cuidadoso y poco sentimentaloide. El mejor filme de Téchiné para muchos es Les Roseaux Sauvages (1994) (Los Juncos salvajes). En esta película el director estudia la vida sentimental de un grupo de adolescentes con la guerra de Argelia de trasfondo. Este filme recibió los premios César y Delluc de 1994. Se ha supuesto que esta película está basada en las experiencias autobiográficas del director.

La chica del tren es por ahora su última película; rodada en el año 2009, está basada en un suceso real ocurrido en el año 2004. El director se basó en la obra de Jean Marie Besset sobre el escándalo del atentado inventado. La historia, para A. Téchiné, se convirtió en espejo de todos los franceses, en una revelación del inconsciente colectivo: un individuo se transforma en verdad respecto de una comunidad, en espejo de sus temores; se trata de un tema fascinante.

El tren como objeto transicional

El director de la película, André Techiné, utiliza el símbolo del tren como transporte, conexión, viaje…El tren es también el lugar en el que ocurren los atentados antisemitas transmitidos profusamente por los noticiarios de la televisión. A Jeanne, nuestra adolescente protagonista, le llegan mensajes del mundo circundante a través de los medios de comunicación, mensajes que tienen una indudable influencia sobre ella. Podemos considerar al tren como el objeto transicional 28 que pone en contacto a nuestra joven adolescente con el mundo externo. De ahí la importancia que tienen los planos exteriores en la película, contrastando con los interiores que evocan más el mundo interno, el repliegue adolescente, a veces las cuatro paredes de un mundo cerrado.

Los adolescentes nos hacen saber que el vínculo social es un organizador del psiquismo. Disponer de un espacio transicional cultural es vital para la conquista del mundo exterior. Es preciso empezar por ahí para no reducir el proceso psíquico adolescente a algo exclusivo de su mundo interior. Por el contrario, el objeto externo es fundamental para el adolescente.

Siguiendo a Winnicott podemos afirmar que una parte sustancial de la actividad adolescente se juega en la cancha del espacio transicional, espacio de ilusión entre el mundo interno y el externo, en el que acontecen los fenómenos culturales significativos para el adolescente. Se trata del espacio de la ilusión del “nosotros” grupal, vivido en la fiesta, en la música, en el compartir experiencias que provocan sentimientos comunes.

Espacio, que, a falta de ritos de transición en la sociedad actual, cumple una función simbólica, pero que puede perderla en las actuaciones grupales adictivas y violentas.

Que un/una adolescente pueda hacer su propio proceso se ve complicado en la sociedad de hoy, en primer término, por la crisis económica que condena al paro y a la falta de salidas profesionales, asimismo por la confusión de referencias en cuanto a la diferenciación de los sexos y de las generaciones y por la dificultad de las En Clave Psicoanalítica identificaciones con figuras de autoridad a causa de la puesta en cuestión de la función paterna. Pareciera que el rey está desnudo, como en el famoso cuento, y se agranda la dimensión de una imago materna arcaica, ligada a la omnipotencia, la inmediatez, el dominio y adicción que constituyen una faceta de la civilización técnica. En relación con ello, tal como se nos muestra en la película, es tan importante para la protagonista, Jeanne, buscar un padre, una referencia paterna sólida.

Los cambios de roles sociales del hombre y la mujer, las técnicas contraceptivas, conducen a los adolescentes a vivir contradicciones que no son fácilmente armonizables: entre la libertad de costumbres sexuales y la complejidad que supone el vínculo amoroso y sexual con el otro; entre la solicitación a consumir objetos y la dimensión intersubjetiva de las relaciones personales; entre la saturación de las excitaciones y la elaboración de un saber personal que otorgue sentido a la vida.

Considero que no hemos de ver los cambios de la subjetividad en la sociedad actual como una nube negra que acecha y amenaza, pueden ser ocasión para la creación, favorecida por la pérdida de ideales rígidos que se tenían por verdaderos sin poder ser cuestionados, y por el uso creativo de la tecnología. Pero también pueden ser ocasión para la destrucción por el descrédito de la autoridad y por la utilización de los instrumentos tecnológicos como objetos narcisistas que suplen las relaciones personales y creativas.

Si se caracteriza por algunos la sociedad post moderna como la de la “muerte del sujeto”, la de las identidades estalladas, sólo mediante la posibilidad de ser sujeto, de poder sentir, pensar y cuestionarse es posible escapar a la alienación de las imágenes de lo cotidiano, mantener una “revuelta íntima”, poner distancia a la imitación de las pantallas. Considero, desde esta perspectiva, que el atentado fabulado por Jeanne es una puesta en escena para mostrar su malestar social y existencial y su dificultad de sentirse sujeto de su propia vida.

La conquista y la elección amorosa

Al comienzo del film aparece un túnel bastante oscuro, con apenas algunas luces. Es rica la metáfora del túnel, Freud la utilizó en 1905 en su obra Las metamorfosis de la pubertad: “La normalidad de la vida sexual es garantizada únicamente por la exacta coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a la meta sexuales: la tierna y la sensual. La primera de ellas reúne en sí lo que resta del temprano florecimiento infantil de la sexualidad. Es como la perforación de un túnel desde sus dos extremos”.

Por ese túnel una joven, Jeanne, va patinando. Patinar es una actividad que se realiza fuera, en la calle, en el mundo. Se conquistan los dos jóvenes, Jeanne y Franck, patinando, en un ritual de conquista.

Franck hace un lío al vendedor de maletas de viaje para pavonearse delante de Jeanne, le dice a ella que “saca su valor”. Ella replica que no le gustan los chulos, pero Franck la responde que puede ser por otra cosa. El joven manifiesta determinación y arrogancia. Después se produce un contacto a través del Twenti, en el cual se expresan, se seducen, se citan y entre ambos nace el amor.

La madre de Jeanne, Louise, cuida niños pequeños en su casa-guardería. Tal vez no es indiferente su trabajo pues, siendo una mujer con los pies en el suelo, no puede contener y comprender a su hija en ciertos momentos significativos, como si le costara verla psíquicamente como una joven. En una escena del film Jeanne, en actitud regresiva, se come la comida de los pequeños.

El padre de Jeanne era comandante militar y murió en Afganistán cuando su hija tenía cinco años. Ella afirma: “Mi padre era inmune al miedo, desafiaba el peligro”. Estos rasgos del padre van a marcar su elección amorosa de Franck, tal como Freud postuló en 1905 al destacar la importancia de los vínculos infantiles con los padres para la posterior elección de objeto sexual. Franck es un campeón de lucha que aspira a ganar una medalla en las Olimpiadas, es ansioso, agresivo y hasta violento. En la escena en que Jeanne y su madre le ven pelear contrasta poderosamente la expresión tensa de la madre con la admirativa de su hija, que está encantada de verle pelear y ganar. Louise le habla con respeto al novio de su hija, afirmando que es ella quien ha de elegir, pero no deja de decirle que no toda la vida será el ring.

Franck aparece como un joven desarraigado, sus padres han muerto y sólo le queda un hermano que está en la cárcel y del que no quiere hablar. Sólo ha habido sexo en las relaciones con chicas, no ha tenido un vínculo de intimidad hasta conocer a Jeanne. Se enamora de ella y está pendiente de lo que le falta a su novia, le ofrece primero la maleta y después ganar dinero para vivir juntos, lo que le lleva a involucrarse en un negocio ilegal. Los jóvenes novios van a vivir juntos durante el verano en un almacén de productos electrónicos, que en realidad es una tapadera de la droga. Curiosamente van a vivir juntos bajo el paraguas de un mafioso.

En la vida que llevan juntos en el almacén Jeanne parece encontrarse a gusto, calmada, recogiendo flores como su madre hacía en el huerto de su casa, sin embargo, Franck está inquieto, pendiente de ella y, en un momento dado, se angustia mucho porque piensa que Jeanne se ha ido. Siente angustia de separación y temor a la pérdida del amor de su novia. Franck vive para ella, dice que está loco por ella y teme aburrirla y perderla. Desde la desesperación de su angustia hace el amor con Jeanne.

Paralelamente el director nos muestra a la familia de Nathan, un púber también un poco arrogante, pero sincero, que dice lo que piensa y cuyos padres, Alex y Judith, están separados y en crisis matrimonial. Se palpa el peso de autoridad del abuelo paterno, Samuel Bleistein, abogado de prestigio, que vive en una casa restaurada del siglo XIX.

La novela familiar

Hace 25 años la madre de Jeanne había conocido a Samuel Bleistein, que estaba enamorado de ella, pero Louise entonces sólo tenía ojos para quien luego se convirtió en su marido. Bleistein, desde su prestigio como abogado, denuncia la larga tradición europea de antisemitismo. El abogado, con quien Jeanne ya había realizado sin éxito una entrevista para optar a ser su secretaria, se va a convertir en el padre de elevada cuna de su novela familiar. Para dotarse de la paternidad simbólica de Samuel Bleistein Jeanne va a identificarse con su madre, que fue deseada por Samuel. Así, Jeanne le dice de entrada a  su novio la mentira de que trabaja en el despacho del abogado Samuel Bleistein.

Freud en 1908 escribió acerca de una particularísima actividad fantaseadora que se apodera del tema de las relaciones familiares: el sujeto en su fantasía se libra de sus menospreciados padres y los sustituye por otros, en general unos de posición social más elevada, de mejor cuna. Los nuevos padres están dotados con rasgos que provienen de recuerdos reales de los verdaderos padres. Tal actividad de la fantasía sería el lamento del púber y del adolescente por la desaparición de la dichosa edad infantil y de los padres omnipotentes y omnisapientes. La novela familiar significa asimismo la puesta en escena de las condiciones sexuales de un nuevo nacimiento, con otros padres, con una nueva familia.

La familia del abogado está dominada por la sombra de la presencia del padre Samuel. Éste no soporta la manera de ser de su hijo Alex. Cuando el hijo se reconcilia sexualmente con su mujer Judith, ésta le dice con ironía que tanto él como su padre poseen la “Hubris”, en el sentido de que pretenden dominarlo todo. Como referiré más adelante nuestra joven protagonista, Jeanne, dice que la tarjeta de presentación de Samuel Bleistein, que los supuestos agresores encontraron en su bolso, motivó el atentado.

La puesta en escena sacrificial como víctima del antisemitismo

 La puñalada asestada a Franck por un traficante de drogas despierta a los jóvenes amantes de su sueño. Franck, desde su superioridad como luchador, pretende hacerse el inocente, afirmando que los yonquis no son asunto suyo, pero el desmentido de la ley y la pretensión de ser inocente no quedan impunes, el peso de la ley cae sobre el joven y lo paga con el castigo de la puñalada.

La mujer policía le insta a Jeanne a que aprenda a abrir los ojos, porque ella sabía y no quería saber acerca del carácter mafioso del negocio. Le salva de la cárcel que su novio no haya querido mezclarla en el asunto. Pero ella ve el reguero de sangre que ha dejado Franck y ese reguero se convertirá para ella en una imagen inolvidable que habrá de purgar.

La visita de Jeanne a Franck al hospital donde está convaleciente y bajo vigilancia policial cobra una gran relevancia para comprender el montaje por parte de la joven del falso atentado. Su novio culpabiliza a Jeanne, le dice: “Corrí el riesgo por ti, para vivir contigo…mi error fue querer cuidarte”. Cuando su novia le responde que ella también le quiere cuidar, Franck le espeta que mentir es su segunda naturaleza, le acusa de querer impresionarle con la mentira, le llama a Jeanne “cabeza de chorlito”, llora y se queja amargamente de que le caerán diez años y la expulsa de la habitación diciéndole: “¡Ojalá no te hubiera conocido!”. Franck no se hace cargo de nada como sujeto, proyecta en ella la culpa y la acusa de mentirosa, pero con ello él se despoja de su propia subjetividad.

Esta escena desencadena la actuación posterior: ella está profundamente triste, asume totalmente el discurso de su novio y asevera frente a su madre que Franck “todo lo hizo para hacerme feliz”. Louise, la madre, no responde a esas palabras y comenta a su hija que ha ido a ver a Samuel Bleistein para buscar un abogado para su novio. Jeanne le dice que no interfiera más, que ella ya sabe lo que tiene que hacer.

Nuestra joven ya no significa nada para su amor, se siente perdida y desbordada internamente y esta amenaza de su mundo interior la va a jugar mediante una actuación en la realidad: recurre a un acto masoquista, tratando de dominar su angustia de disolución. La cultura ambiente le ofrece una figuración a su malestar, se siente el objeto victimario de un agente que ha causado sus heridas. La cultura actual, que privilegia el exhibicionismo de las heridas del alma, le propicia un campo identificatorio.

Antes de prepararse para la puesta en escena sacrificial nuestra joven protagonista ve con su madre un documental en la televisión y llora, identificándose con las víctimas del Holocausto. Lo que llego a entender que menciona el narrador del documental es lo siguiente: “El exterminio de los judíos se llevará a cabo, es una tontería. Entonces llega todo el mundo, ochenta millones de valientes alemanes, cada uno con su buen judío diciendo: ´Todos los judíos son unos cerdos, pero el mío el bueno`. Pero todos sabemos los que es ver cadáveres apiñados, quinientos aquí, mil allá…Y habiendo soportado eso (pienso que se refiere tanto al exterminio como a su negación) manteniendo nuestra decencia nos ha hecho más fuertes. Es una gloriosa página de nuestra historia que debe permanecer en secreto para siempre”. Transcribo todo el texto porque me parece significativo, en él por una parte está la mentira de los que negaron las atrocidades, por otra parte, está la fortaleza de las víctimas y la elevación del acontecimiento a gloriosa página de la historia. Jeanne se va a identificar con el papel de víctima, pero también con el de heroína. El documental sobre el Holocausto le ofrece a nuestra joven un referente identificatorio.

Jeanne se hace cortes (escarificaciones) en la piel, con rabia, se corta el pelo como hicieron a los judíos, y en especial, a las mujeres judías, en los campos de exterminio y se pinta una esvástica al revés en su vientre. Jeanne busca rehacerse un cuerpo, encarnarse; su sufrimiento es un medio de sentir el cuerpo, de padecerlo.

Desde la experiencia puberal el cuerpo cobra un gran protagonismo, las marcas en el cuerpo representan o figuran el pasaje corporal que impone la sexualidad genital. Los cortes que se hace la protagonista expresan un conflicto, es como si dijera: “Hay algo dentro de mí que no va bien, al cortarme lo saco fuera”. Dramatización en la realidad de un fantasma inconsciente. La búsqueda de sensaciones corporales testimonia de fallas en la contención y en la internalización.

Después Jeanne se dirige al tren y más tarde denuncia que ha sido víctima de un atentado antisemita, el cual, en realidad nunca ocurrió, sólo es producto de su fantasía. Jeanne duerme en un hotel esa noche buscando un momento de repliegue, mientras los noticiarios difunden la noticia del atentado. Ella le esconde algo a su madre, con la que se siente tal vez demasiado transparente. Ha dicho a la policía que lo que precipitó el atentado fue que encontraron en su bolso una tarjeta de presentación de Samuel Bleistein. En realidad, ella ha inventado esto, pero su invento muestra cómo ha adoptado al abogado como padre.

Nuestra joven se sacrifica haciéndose víctima del antisemitismo para ganar el favor del padre y para hacerse famosa en tanto ideal de figura heroica, siendo castigada después por su pretensión de lograr el amor edípico del padre. Operación psíquica de resexualización del complejo de Edipo. Se trata de un movimiento masoquista por el que busca ser amada, ser elegida como especial, como objeto predilecto para el otro. Puesto que, como hemos afirmado, después de la conversación con su novio en el hospital se encuentra vacía y desesperada porque ya no significa nada para él y evoca con nostalgia el tiempo pasado con su novio, al ver el árbol desde su ventana le recuerda el paisaje del almacén en el que vivió con su amor.

La invención del atentado es una llamada, que busca producir un efecto en los otros. Lo fundamental es que, en este caso, la llamada tuvo respuesta y no se quedó en la exposición de una violencia autodestructiva. Si no hubiera tenido respuesta podría haberse producido un repliegue desvitalizado de Jeanne.

La madre de Jeanne desconfía desde el principio de la versión de su hija sobre su atentado, apela a su antiguo enamorado y Samuel las invita al campo diciendo a Louise: “las madres son ciegas”.

La confesión y los ritos de iniciación

Aunque Louise no quiera entrometerse en la familia de Samuel, se ve obligada a hacerlo al aceptar su invitación. La familia de Samuel está preparando el Bar-Mitzva de su hijo Nathan, un personaje importante en la trama. La mencionada celebración es un ritual de iniciación puberal, de gran peso en la tradición judía. Bar-Mitzva significa “Hijo del precepto”.

El diálogo familiar en presencia de Louise y Jeanne no tiene desperdicio: Alex, el hijo de Samuel, es crítico con su padre, dice que cuando era joven quería dedicarse a una profesión artística y su padre le dice que le faltaba talento para ello. Replica entonces Alex que entró en una escuela de negocios para obedecer a papá y su padre, de nuevo, le responde con dureza: “Cúlpate a ti mismo, a la edad de Nathan todos somos aspirantes a héroes, después viene la vida ordinaria y es difícil resistir a la presión social”. También Nathan se rebela de palabra y dice que tiene que ir a Venecia para complacer a su padre y realizar el Bar-Mitzva para complacer a su madre, que esa es la educación liberal que ha recibido, que su único derecho es callarse. A renglón seguido critica la relación entre sus padres y la define como nula. Su padre le tacha de insolente y le expulsa de la mesa y entonces el abuelo le dice al padre de Nathan: “Besas a tus hijos o los maldices. Eres un judío a la vieja usanza”. Pero la conversación pone de manifiesto que detrás hay una historia, una trasmisión familiar y una confrontación.

El campo es el escenario abierto en que se desarrolla la acción, muy del gusto del director. Los dos personajes más jóvenes van a alejarse de la mesa. Nathan va a su cabaña y Jeanne dice a los mayores que está cansada, que no tiene nada que decir y que va a acostarse, pero en realidad se dirige al río, por un momento piensa en tirarse al agua, en el mismo lugar en el que Nathan mira plácidamente la corriente de agua, le ronda la idea del suicidio pues está triste y hasta desesperada. Nuestra joven protagonista, que despierta ternura en nosotros, coge una barca y surca el río en medio de la tormenta, este acto simboliza su viaje interior lleno de peligros. La rescata Nathan, quien la lleva a su cabaña (Sukkoth).

La fiesta de las cabañas es una celebración judía para conmemorar los cuarenta años de los judíos vagando por el desierto. La cabaña puede simbolizar también, desde mi punto de vista, el lugar propio del púber o del adolescente, allí donde puede encontrar su propio espacio, donde llevar a cabo un repliegue de necesaria soledad. En la cabaña, al calor del fuego y después de despojarse de su ropa mojada Jeanne va a confesar, precisamente a Nathan, su mentira. En un hermoso diálogo Nathan le dice a Jeanne que por qué se ha inventado el atentado. Ella, como Jesucristo, le responde mostrándole sus llagas y conminándole a creer: “¿Me crees ahora?”. Entonces el púber le dice que le gustaría creerla, pero no puede porque su abuelo no tiene tarjetas y entonces le pregunta por qué se hizo las marcas. Jeanne primero responde que no lo sabe y después que buscaba ser querida y ha ocurrido lo contrario.

Nuestra joven encuentra en Nathan consuelo, pero también un interlocutor que la reconoce, la estimula y la guía y que, sin duda, se siente atraído por ella. Después todo va a ser más fácil. Jeanne confiesa ante Samuel, que le dice que su confesión tenía que salir de ella ya que él no es un policía y le manda escribir una carta disculpándose. Samuel quita hierro a lo ocurrido, afirmando que sólo fue una mentira, una fantasía, todo un alboroto social sin pruebas. Louise habla de la confusión de Jeanne y ésta prefiere ir sola a la comisaría de policía a entregarse, no sin antes haber reencontrado el placer de patinar, retomando el recuerdo de su encuentro con Franck y cierta continuidad con su vida anterior, que por otra parte ha sufrido una discontinuidad radical, pues no es la misma de antes después de esta experiencia. Nuestra joven protagonista se desnuda en comisaría, de nuevo como los judíos, y asume su acto y su castigo.

Samuel habla con un amigo periodista para sugerirle que trate la mentira del atentado sin subrayar la patología de la joven y poniendo el acento en que su difusión en los medios ha servido de excusa para acusar a los jóvenes de extrarradio y para remarcar los orígenes africanos de algunos de los agresores, reflejando los temores de la gente y evidenciando cobardía.

Paralelamente al ingreso en la prisión de Jeanne se desarrolla el ritual del Bar-Mitzva, en el cual se le ve contento a Nathan, a su madre y a su abuelo, aunque este último también aparece cansado. Samuel en una entrevista con Franck, recoge de éste el testimonio de que Jeanne era una chica sumisa que asentía a todo y que volvería a comenzar la historia de nuevo. Tal vez las mentiras de Jeanne eran su única expresión de rebeldía, aunque también de venganza. La película termina cuando Jeanne ya ha salido de la cárcel, viaja en el tren, mira las ofertas de trabajo y lee una postal de Nathan en la que el púber, evocando su bello encuentro en la cabaña, le escribe que espera que un día Jeanne le deje tenerla entre sus brazos.

El sacrificio de nuestra joven tiene el valor de aplacar y canalizar la culpabilidad y el odio vuelto contra sí misma: le da una función (el dolor sexualiza la culpa), una forma e imágenes que la estructuran. Canaliza y regula la violencia, pero no la suprime, de hecho, la pulsión de muerte liberada amenaza con el riesgo del suicidio. Si ceñimos más la culpa, se podría decir que el sacrificio es una manera de tramitar la culpa depresiva.

En realidad, podemos considerar el proceso por el que pasa Jeanne, de hacerse primero víctima de un atentado imaginario, confesar después su mentira y pagar y elaborar su culpa como una forma de auto-constitución, de nuevo nacimiento como sujeto y, desde, esta perspectiva, podemos considerarlo como un ritual de pasaje a la edad adulta a falta de disponer de otros ritos como el Bar-Mitzva, al cual tiene acceso Nathan. En este sentido considerar simplemente que nuestra joven es un producto social de su tiempo, sería una manera de negar su responsabilidad como sujeto. Ahora bien, ello no implica restar importancia a la amenaza de exclusión social a causa del paro, por ejemplo, ya que refuerza la desorganización psíquica y favorece una adolescencia interminable.

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Bibliografía

FREUD, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. Las metamorfosis de la pubertad. O.C. Tomo VII. Amorrortu.

————– (1908) La novela familiar de los neuróticos. O.C. Tomo IX. Amorrortu

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 ** Sobre el Autor: Sábin Aduriz es Psicoanalista, Miembro Titular de la APM con función Didáctica. Licenciado en Psicología y en Pedagogía ha trabajado en un Centro de Salud Mental y durante 10 años en el ámbito escolar. Ha participado activamente en el Departamento de Niños y Adolescentes. Actualmente es miembro de la Comisión de Enseñanza. Ha sido ponente en el Simposium de la APM realizado en el año 2009. Ha realizado una labor de difusión sobre el psicoanálisis en el CACI, impartiendo cursos y conferencias. Participa desde hace años en la formación en el Instituto de Psicoanálisis de la APM: Ha impartido junto a María Hernández talleres y seminarios sobre la reorganización psíquica adolescente, clínica y técnica. La clínica del narcisismo en la adolescencia, etc. Ha publicado varios artículos: “La identidad del psicoanalista en el trabajo con adolescentes”; “El encuadre como escenario de un montaje pulsional”; “La función del síntoma psicosomático en la patología narcisista”; “La sexualidad infantil”; “La inhibición y la desinvestidura de la realidad”; “El objeto en psicoanálisis y las transformaciones objetales”; “Las transformaciones objetales”; “La adicción en la transferencia” y “La inquietante extrañeza en la melancolía”.

Revista nº5
Artículo
3
Fecha de publicación: ENERO 201
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