Augusto Abello Blanco**
Mi agradecimiento a las tres instituciones (AMPP, AECPNA y ACIPPIA) que han hecho posible que este libro esté con nosotros y a todas las colegas que hasta el mismo día de la presentación han trabajado de manera constante.
Presentar un libro es asistir a un nacimiento, en este caso la criatura tiene ya unos añitos, pero es que la pandemia, como bien sabemos, congeló -de esa manera muchas veces cruel- muchos procesos.
El libro que presentamos lo he pensado como una orquesta de 13 personas que saben mucho de música desde sus talentos y desde la interpretación de sus respectivos instrumentos en un largo concierto que hace que en 370 páginas se desplieguen 3 movimientos de ese concierto en una afinada sinfonía coral. Como también hay 3 instituciones que unidas a lo largo de muchos años pudieron dar lugar a esta obra. Dije tres instituciones amigas que trabajaron codo a codo poniendo de manifiesto que tienen un principio común, una creencia tan profunda como rica: en palabras del poeta Luis Rosales: lo vivo es lo junto.
Me refiero a la colaboración que fue necesaria para que -desde lo diferente- se alcanzase un objetivo común, algo poco frecuente y que yo celebro como una declaración de salud mental -institucional, además de personal en este caso- en el sentido de que los narcisismos que siempre pujarán por defender las pequeñas diferencias han tenido que dejar lugar a lo colaborativo, al respeto por la alteridad y a sostener la otredad como forma de acceder a una mirada cada vez más compleja, algo que en nuestro caso van a desembocar siempre en una clínica más rica y -muchas veces- algo más incómoda.
Las tres piezas que se interpretan en este concierto tienen por título:
Ciclo pareja y familia, ciclo sobre perversión y ciclo clínica psicoanalítica presente y futuro. Este último es el que me ha tocado a mí comentar; en un momento dado pensé que cuando la pareja o la familia sufría algún tipo de perversión (algo que está a la orden del día) la cosa terminaba inevitablemente en alguna clínica psicoanalítica que intentará atender a esa persona, a esa pareja o a esa familia.
En la introducción del apartado que a mí me toca comentar Ana Abello y Roberto Longhi hacen hincapié en los nuevos retos que tienen nuestro trabajo clínico y en algunos de los rasgos que presentan lo que podemos llamar los nuevos pacientes o las nuevas patologías, aun cuando puedan ser patologías que tienen un pie en todo aquello que venimos estudiando desde hace décadas pero que tienen otro pie en manifestaciones originales, producto de los impresionantes cambios socioeconómicos, tecnológicos y relacionales que nos toca vivir.
Varios de los capítulos que yo comento tienen ese eje al que me acabo de referir, podemos llamarlo en las nuevas patologías y un segundo eje que es los retos para el analista a la hora de afrontar esas nuevas patologías, repensar nuestra manera de entender la clínica, nuevas propuestas, nuevas ideas, nuevas reflexiones.
El primer artículo de este tercer ciclo está a cargo de Norberto Marucco y presenta una profundidad y un calado teórico importante. El autor se va a centrar en algo que probablemente recorra la clínica permanentemente y que de una manera muy resumida podemos decir que tiene que ver con la problemática de la repetición y con la expresión clínica que se presenta en nuestro trabajo como destino en su versión de insoportable repetición sufriente.
El conocimiento de Marucco sobre la obra de Freud es algo a destacar y recordar y refrescar conceptos freudianos básicos es algo que una y otra vez celebro y no dejo de agradecer.
Como no podía ser de otra forma hablando de repetición y de las patologías que él mismo denomina como todo lo que se encuadra más allá (evocando el artículo de Freud Más allá del principio del placer) la pulsión de muerte encuentra su lugar en este artículo.
Si hablamos de la clínica de la repetición, Marucco se pregunta ¿qué es lo que se resiste al recuerdo, a la palabra, a la representación?
Y nos da una primera respuesta donde aparecen los significantes prelingüísticos y sabemos que eso nos sumerge y nos permite pensar en un tipo de patologías muy específicas y en general muy graves: por decirlo en las palabras del propio Marucco, cito:
El concepto de neurosis de transferencia donde la repetición podía ser dominada en el escenario transferencial deja paso al dolor avasallante causado por esas huellas anémicas ingobernables que cede desde más allá del deseo reclaman alguna posibilidad de ligadura para aquello que se produjo antes del advenimiento del lenguaje.
En un -para mí- ingenioso juego de palabras nos dice que repetición, o re-petición, es un doble pedido de ayuda.
Y si todo aquello que no fue engarzado a través de la trama del lenguaje se repite en acto -o se descarga en el soma- nuestro autor propone inventar los orígenes de una historia como producto de haberla revivido en el análisis con el fin de que pueda detener la repetición y dice: no en todos los casos habrá una reconstrucción histórica de la verdad material, pero podrá haber en su lugar con esa creación antes mencionada: construcción de lo nuevo, o sea: neo-génesis.
Al mismo tiempo plantea una definición teórica con importantes repercusiones en la clínica psicoanalítica contemporánea cuando menciona que hay 3 clases de repetición.
- la representativa: la edípica y por lo tanto para nosotros la más conocida, entiendo que se refiere a la que trabaja en base a representaciones
- la de aquello no representado -que llama narcisista– pero que puede adquirir representación y
- la de lo irrepresentable, basada en huellas genéticas ingobernables que a veces se disfrazan como destino
De una forma muy coherente y solvente con todo lo que viene planteando Marucco en relación a este tipo de sufrimiento, a este tipo de patologías, a este tipo de nuevos pacientes, propone -del lado que a nosotros como analistas nos interpela- esta realidad. Cito:
La única fuerza que puede animar ese tiempo detenido por la repetición del trauma la encontrará el analista en su propia apuesta pulsional y por apuesta pulsional se refiere a incluir en la dimensión de la cura la presencia del analista involucrado con todo su ser y su saber en una tarea analítica con alma y vida.
Aparece también un concepto que nos es familiar desde que hace muchos años contamos aquí con la presencia de Carlos Némirovsky hablando de cómo se podía pensar que en la transferencia no todo es repetición, sino que en el vínculo analítico se pueden generar nuevas ediciones, originales, inéditas.
Al igual que Ana Abello y Roberto Longhi hicieron en la introducción de este apartado, Marucco nos habla de un nuevo tipo de pacientes que aparecen en la clínica y así se refiere a ellos: (con un cierto tono poético, algo muy de agradecer y no es el único autor del libro que recurre a esa potente herramienta terapéutica que es la poesía).
Cito:
Dolor incontenible de aquellos que no pueden detener el furioso y temible padecer que la repetición sostiene ardiente, la urgencia de esos analizados que convocan al analista en una petición que sienten última ante la repetición del más allá, de la pulsión de muerte. Muchas veces los analistas nos sentimos incómodos o desanimados.
Termina esta idea proponiéndonos ser audaces para desenmascarar la compulsión que desespera construyendo y reconstruyendo una y otra vez con sus propios escombros hasta que el sujeto del análisis pueda sembrar en ese tiempo arrasado de la repetición la simiente de una historia propia inédita y con final abierto.
En el segundo trabajo que conforma este tercer apartado Stefano Bolognini nos hablará de lo interpsíquico (un concepto que, al leerlo, me hizo pensar que debería estar más presente en la literatura psicoanalítica). Hay una primera definición nada más comenzar el capítulo muy clara que incluye un matiz que a mí me resulta muy atractivo, cito:
El presente trabajo trata de los intercambios de contenidos internos entre dos personas, del paso del mundo interno de uno al mundo interno del otro y de las modalidades utilizadas por dos seres humanos para combinarse tanto en el contexto de un análisis como en la vida.
Ese como en la vida me parece que es un hallazgo que quiero resaltar en el inicio de este comentario: el psicoanálisis dentro de la vida y viceversa.
Tomará como uno de los conceptos centrales para su reflexión la idea de equivalentes psíquicos del artículo de Freud: Tres ensayos para una teoría sexual para poder plantear que esos intercambios psíquicos aparecen a menudo en el marco de un análisis -como también en la vida- (y aquí reaparece las cosas en común que tiene nuestros procesos psicoanalíticos con la vida misma) decía que aparecen de manera imprevista y espontánea y se generan esencialmente en un nivel preconsciente pudiéndose organizar como automatismos de un procedimiento recurrente y no pensado.
Hay un párrafo de Bolognini en el que da la impresión de que entra en debate directamente con Marucco -el autor del capítulo justamente anterior- Bolognini nos dice:
El trabajo analítico no es un proceso correctivo o educativo sino una exploración compartida de la experiencia pasada y de la actual, consciente preconsciente e inconsciente que puede permitir la recuperación, la representación, la eventual reintegración y la elaboración de dicha experiencia.
Pero me gusta pensar que Marucco le/nos podría preguntar: ¿y qué pasa con aquellas experiencias que no han pasado o no han entrado en la trama del lenguaje como para ser compartidas desde el mundo simbólico tan bien representado en la palabra?
Y yo también agregaría -debatiendo con Bolognini: en ocasiones el espacio analítico sí es un proceso correctivo, desde Alexander y French la noción de experiencia emocional correctiva, con las salvedades actuales de que no deberían de ser intervenciones preparadas ad hoc, es una potente herramienta al servicio del proceso analítico.
Creo también -y esto ya es una opinión personal- que hay cierta función educativa en nuestro rol y me refiero a que nosotros enseñamos, como mínimo en el sentido de mostrar una forma de entender el psiquismo (incluyendo -sobre todo- las articulaciones Cc-Incc y pasado-presente) que abarca todos los ámbitos de la vida de un sujeto, de un grupo, de una familia, de instituciones que en muchos casos son muy diferentes a las que el paciente trae cuando llega a nuestras consultas.
Así como en el título del capítulo aparece la propuesta de pensar el estado normal, la patología y las diferencias entre lo interpersonal y lo intersubjetivo, más adelante agregará en una simpática viñeta que se titula En los autobuses de Bolonia, una diferencia entre un intercambio inter-psíquico y una relación interpersonal y de ahí nos conduce a una reflexión interesante -y a un aporte original- cuando rescata un concepto de Racamier (1961) que es el de personación y su contrario despersonación diferenciándolo del proceso o del concepto de personalización y despersonalización.
De una manera refinada va a exponer las diferencias entre inter-psíquico, intersubjetivo e interpersonal, lo que lo llevará a reflexionar sobre lo que es un sujeto, lo que es una persona y cómo las diferentes escuelas se van a posicionar frente a estos conceptos y sus repercusiones clínicas.
Hay una reflexión clínica en un apartado muy simpático llamado La gatera que remite a esas puertas que tenían o tienen un hueco para que los gatos puedan entrar y salir y establece a partir de ahí una analogía con el funcionamiento psíquico muy interesante.
Si tuviese que elegir un pasaje breve que refleja algo de esta reflexión en torno a conceptos que no siempre se presentan como claramente diferenciados, escogería este:
Para mí la persona es algo distinto que el sujeto y cada vez más distinto también de una psique trabajando, un paciente podrá estar allí subjetivamente, pero ser impreciso y sin límites como persona. Una persona puede estar allí como un individuo completamente definido, pero fuera de contacto con su subjetividad (como ocurre con un hombre o una mujer que tiene sexo sin ningún sentimiento subjetivo). Un sujeto puede estar allí sin ser una persona (puede haber sensaciones, pero puede haber confusión entre los dos).
Todo lo anterior es digno de ser releído.
Hay una viñeta clínica más larga, que es el caso de Rita, con algunas intervenciones originales de este autor y que no voy a desvelar aquí porque hablando de casos clínicos cuanto menos spoiler haya, mejor. Lo que sí voy a decir es que hay una intervención que el analista hace y que después defiende teóricamente de esta manera:
El término interpretación se extiende también al sentido teatral de interpretar un personaje que entra en escena con un mandato de transformación y un conocimiento técnico accediendo a lo onírico a través de la inter psíquico (él apela a ese modo de entender la interpretación en una intervención original, le grita a la paciente como si ella estuviese muy lejos).
El tercer tema musical que forma parte de mí tercer acto está escrito por Maurizio Balsamo y se titula:
Sobre algunos aspectos de la clínica psicoanalítica contemporánea
Declara el autor que se va a fijar especialmente en las estructuras no neuróticas y que va a explicar los cambios en las teorías del funcionamiento psíquico y en las modalidades de intervenciones en sesión.
Cito:
Nuestro trabajo no va a estar solamente puesto en el vértice representacional y transformacional de los procesos, sino que se va a realizar también a través del acto y la descarga.
Reaparecen -otra vez- las diferentes formas de entender la patología o las nuevas patologías o lo nuevo que traen las patologías de siempre (no sé bien cómo enunciarlo para ser rigurosos).
Toma una idea que considero luminosa de André Green qué dice:
Cada cuadro clínico contiene de forma más o menos implícita un análisis del propio tiempo, de su contemporaneidad. Así la sexualidad reprimida en la época de Freud nos trajo la histeria como presentación característica, la del narcisismo de los años 50, la de la patología límite de los años sucesivos que dio lugar a la confusión identitaria y a la pérdida de los grandes ejes metapsicológicos de estos últimos años.
Y hoy -defiende este autor- las diferencias o las transformaciones radicales del pensamiento y su funcionamiento, los cambios en la institución simbólica del vínculo hombre o mujer, las cuestiones ligadas a la transmisión generacional como aparecen en las familias monoparentales y homoparentales proponen un nuevo eje que sería el de la filiación y agrega:
Se trata de una transformación radical de la novela familiar donde a la lucha edípica se la sustituye por un heredero en búsqueda que aparece siempre demasiado débil o ausente para constituirse como sujeto.
(los compiladores agregan que por heredero en búsqueda podemos pensar la búsqueda de un padre).
Nos propone una reflexión sobre el concepto de contemporáneo y se pregunta ¿qué es lo contemporáneo? (algo que yo jamás me hubiese preguntado) y da algunas definiciones, complejas, que a mí me han enseñado matices sobre el concepto que no conocía, comparto solo una:
La contemporaneidad es una singular relación que adhiere al propio tiempo y además toma distancia.
Y agrega: coincidir o encajar demasiado con la propia época implica el riesgo de no verla.
Tiene una propia definición de lo que es nuestro trabajo y lo define como:
El desarrollo de un funcionamiento asociativo de la mente intentando que se produzca la desligadura de las cadenas conceptuales preexistentes para que puedan emerger cadenas latentes y de creaciones de nuevas articulaciones.
Subrayo creaciones de nuevas articulaciones representativas que permitan la generación de nuevos estados del ser .
Una pregunta que destaco:
¿Cómo realizar condiciones analíticas capaces de desbloquear el mecanismo autoconstructivo para que no quede instalada la dinámica homicida del pensamiento y los afectos?
Y agrega un poco más abajo una reflexión sobre el valor de la palabra, hablando de pacientes graves dice algo conmovedor:
La palabra es utilizada no tanto para comunicar aspectos profundos, temidos, sino para mantener con el objeto un contacto que garantice, y al mismo tiempo que evite que sea una distancia excesiva o una vecindad angustiante… evitando una presencia intrusiva (como lo dijo Hugo Bleichmar hace muchos años: los pacientes graves o borderline solo escuchan un susurro que traducen en: ¿me quiere?, ¿me acepta? ¿o no me quiere?, ¿no me acepta?).
Como otros autores, se va a referir -una y otra vez- a los problemas clínicos a los que nos enfrentamos. Para nuestro autor es la identidad la que emerge como problema clínico: en el sentido que aparecerá en su fragilidad con fenómenos de pérdida del sentido de sí, de despersonalización, de inconsistencias, de vacuidad, o por una posición en lo opuesto: como una reivindicación de identidad absoluta, lo llama fetichización de la identidad y dice que van a aparecer dos directrices relevantes en el espacio clínico:
La primera se mueve en la corriente de las palabras, de los intercambios afectivos, de los sueños y del movimiento regresivo progresivo y viceversa: de la elaboración.
La segunda directriz aparece a través de la modalidad de la acción, del acto, de la falla o déficit representacional, de la construcción de la memoria amnésica.
Repitiendo algo que ya dije, este autor discute con el autor de un capítulo anterior, me refiero al que proponía que el análisis no incluye en absoluto un proceso educativo, pienso que este autor le da una cierta importancia en la relación analítica de algunos casos (graves, claro) al hecho de que se generen y cito: procesos de alfabetización emotiva (concepto fuerte e interesante para mí).
Parafraseando a Freud en su reflexión sobre dos tipos de angustia, hace una distinción entre afecto señal y afecto automático y sus consecuencias Propone -directa e indirectamente- un rol más activo para que el paciente pueda identificar mejor aquellos antecedentes que le permitan tomar medidas para evitar que el afecto señal desaparezca dejando lugar solamente al afecto automático, a las afectos de origen traumático, para el que cada vivencia amenaza precipitar hacia una condición de desaparición y fractura del ser.
También este autor se refiere a ese tipo de pacientes que venimos mencionando en toda la presentación y que él los presenta como aquellos en los que: predomina la evitación asociativa, la pérdida de la dimensión metafórica del lenguaje, el presente sin memoria, pacientes en los que frecuentemente aparece el recurso a las operaciones de inscripción corporal, prácticas deporte extremas, de comportamientos de riesgo, depresiones silenciosas, confusiones identitaria y fracaso generalizado de los procesos terciarios, concepto que toma de André Green.
Los procesos terciarios y sus correlatos con los procesos creadores me han llevado -intuyo que también a Ana Abello y a Roberto Longhi- directamente a una evocación entrañable y nostálgica del que fuese nuestro maestro durante muchos años: ¿Héctor Fiorini y -cómo no? – a su libro:
El psiquismo creador
Aparece un ejemplo clínico que se inicia con una frase del paciente (que es lo único que voy a contar) ya que como dije antes: es mejor no hacer spoiler de un material clínico (que siempre tiene la potencia de una buena novela, o de una buena película), la frase con la que se inicia la viñeta clínica dice:
…no he odiado jamás a nadie como le odio a usted (fue una frase dicha en el séptimo año del análisis de ese paciente).
Hablando de pacientes graves o con patologías que van más allá de la neurosis, hace una interesante definición sobre las estructuras falso self y añade a modo de hipótesis de trabajo una idea que resume así:
Algunos de estos pacientes parecen no poder disponer de estados afectivos, porque constantemente tienden a la revelación, individuación y monitoreo de los estados afectivos del otro, sentido como particularmente amenazante y destructivo.
El siguiente capítulo está escrito por Rafael Paz y se titula:
Lo infantil en el proceso analítico
Empieza con un precioso poema de Borges y es una profunda reflexión sobre la infancia y las consecuencias que para nuestra disciplina emergen en relación a algo tan profundo y ese concepto protagonista desde Freud hasta nuestros días. Podríamos pensar que sobre la infancia está todo dicho pero la mirada lúcida de este autor va a desmentir ese malentendido de manera rigurosa y creativa.
Rafael Paz va a incluir lo socioeconómico y más directamente la crisis capitalista cuando, por ejemplo, dice:
El desdibujamiento de las figuras primordiales es evidente en la medida que los efectos de la crisis capitalista a escala global se generalizan en extensión y en profundidad.
Y afina más: No se trata -nunca es así- de un mero modelo económico sino de un modo de producción de cosas y de seres que requiere cada vez más penetrar en las estructuras íntimas para reproducirse.
Hace una observación sobre las infancias actuales y dice:
La infancia connota en la actualidad un estado precario del ser, cuyo estatuto navega entre los extremos de la explotación y del abandono hasta (para quienes pueden) cuidados extremos y mal-crianzas ansiosas como reflejo extendido de no saber qué hacer.
Y en relación con la tarea profesional de los analistas que trabajan con niños comenta algo muy llamativo:
Los psicoanalistas somos requeridos para intervenir no ya en una suerte de compañía discreta, no pedagógica, al costado de los padres, como en ciertos estilos y corrientes, sino en el proceso mismo de la normatividad inherente a la socialización. Para suplir continencias vacilantes y normativas diseminadas, que a veces recalan en figuras que aleatoriamente surgen, en búsquedas creenciales novedosas, que den sentido a todo… incluso mediante dispositivos extravagantes: por ejemplo, de ordenamiento dietético-existencial.
Rafael Paz coincide con del autor el capítulo anterior (otra vez los autores dialogan -o se hacen guiños-dentro del libro) cuando cita -más de una vez- tanto A Green como a Winnicott poniendo en valor el eje que se genera a partir de psicoanalista húngaro y que llega hasta nuestros días con mucha fuerza en lo que conocemos como psicoanálisis relacional, o al menos con una buena parte del psicoanálisis relacional, y hablando de lo relacional, Paz postula que lo relacional es crucial en el dispositivo transformador del encuentro analítico.
Volviendo a André Green, propone una breve, pero muy rica reflexión en torno a su artículo La madre muerta en la que el autor francés reflexiona a raíz de un hallazgo clínico en su día conceptualizado como depresión blanca.
Termino este breve comentario del artículo de Rafael Paz con el último párrafo de su artículo que me parece que es de una inmensa riqueza y compromiso, dice así:
…de ahí que el sentido estratégico de explorar el concepto de lo infantil en la teoría psicoanalítica obedece a su incidencia directa en los modos de entender la clínica y más allá de las fronteras del psicoanálisis se vincula a las luchas plurales por la dignidad de los más débiles.
El penúltimo capítulo que me toca comentar es una obra que tanto en lo cuantitativo como el cualitativo me parece muy importante.
Es un artículo de Massimo Recalcati titulado:
La evaporación del padre y el discurso del capitalista
Lo primero a destacar y a agradecerle al autor es su habilidad traducir conceptos de la obra de Lacan de forma que podamos aprovecharlos de manera sustantiva, con algunos colegas y amigos hemos usado el término lacanés para referirnos a ese lenguaje muchas veces incomprensible, Recalcati traduce muy bien del lacanés al español y a los conceptos más habituales de nuestra disciplina como para poder aprovecharlos. ¡Gracias Massimo!
Se me hace difícil comentar este artículo porque está lleno de cosas interesantes… De forma tal que tengo que asumir desde el principio y de una forma elocuente la castración de no poderlo todo, que es justamente uno de los temas que atraviesa este capítulo.
El primer subtítulo es:
El discurso al capitalista como destrucción del vínculo
Si, como dije, asumo la castración de no poderlo todo me voy a limitar a leer algunas citas para transmitir la esencia de Recalcati en este trabajo.
El discurso del capitalista -como ha hecho notar Lacan- es claramente una forma de sometimiento y no de liberación.
Desde la perspectiva capitalista el imperativo social del superyó sádico parece decir permanentemente ¡GOZA! y este principio tiende a no construir vínculos sino a aislar al sujeto en su estado individual, precario (no hay que olvidar, -Recalcati no lo hace- que nosotros somos expertos en las vicisitudes de los vínculos).
Otra cita del autor:
¿Qué produce el discurso del capitalista? Produce insatisfacción. Produce insatisfacción como una nueva forma clínica de la precariedad.
En una pequeña demostración de las variadas fuentes de las que bebe, Recalcati hace una reflexión desde dos ángulos citando primero a Marx para decir que el capitalismo como sistema económico históricamente determinado deshumanizaba los hombres reduciéndolos a la sola función animal del cuerpo. Actualmente esta reducción alienante ha asumido la forma de llevar al sujeto al empuje mortífero del goce.
Colette Soler ha acuñado para definir esta reducción el término narcinismo (narcisismo más cinismo) la vida se ha reducido al campo del goce, a la voluntad del goce (cinismo) y este goce es autístico sin vinculación con el otro, cerrado sobre sí (narcisismo) mismo. Por esto la angustia siempre es difusa, angustia de ser reducido a la voluntad de goce del propio cuerpo.
El concepto de precariedad recorre buena parte del artículo de Recalcati
El autor -así como otros antes- describe algunos aspectos de la clínica contemporánea y en este caso se refiere a ella como la clínica del vacío y la define así:
No trata los síntomas de la vida amorosa (inhibiciones, escisión entre amor y deseo, dificultades para el goce sexual, dificultad obsesiva de acceder al deseo, insatisfacción histérica del deseo) sino que aparece la ausencia de la demanda de amor, la indiferencia para confrontar el discurso amoroso en cuanto tal, esta indiferencia se debe al hecho de que los nuevos síntomas tienden literalmente a sustituir al compañero humano y sexual por el compañero inhumano: droga, comida, ordenador, psicofármacos, imágenes narcisistas de sí mismo, evidencian la evitación de todas aquellas turbulencias que el discurso amoroso implica necesariamente.
Otra cita dice:
Allí donde la histérica elige la insatisfacción para defender el deseo, el discurso del capitalista la produce solo para animar compulsivamente la demanda de goce sobre la cual se rige el poder del mercado.
Otro subtítulo es:
El narcisismo Híper-moderno
Otro subtítulo, quizás el núcleo del capítulo es:
Evaporación del padre, universalismo y nuevas segregaciones
Se pregunta Recalcati:
¿Qué significa para el psicoanálisis constatar la evaporación del padre?
¿Qué padre se evapora?
¿A qué padre se refiere Lacan cuando propone su evaporación histórica?
Y empieza a contestar diciendo:
Ese padre evaporado es el que garantiza al sujeto y al vínculo social un sentido y un orden estable, es el padre de la tranquilidad, del fundamento, el que sabrá responder sobre la verdad de la vida, es el que como tutor del orden simbólico se ha llamado o se ha nombrado El nombre del padre, o Los nombres del padre.
Entre otras funciones, la función de ese tercero, de ese padre, reside en la responsabilidad ética de ofrecer una respuesta posible a cómo se puede mantener unido el deseo a la ley, cómo se puede sostener la alianza entre el deseo y la ley. Esta respuesta es su responsabilidad radical y esta responsabilidad es lo que en última instancia queda del padre.
Ya no sería como la película de Almodóvar La ley del deseo sino la encarnación posible del nudo que mantiene unidos la ley al deseo (en una clara diferenciación también entre deseo y goce).
Destaco esta idea luminosa desde un punto de vista más general:
La práctica del psicoanálisis apunta a reanudar éticamente a Eros y Tánatos En este sentido potencia a un sujeto la capacidad de construir y de habitar vínculos. Para Freud, Eros es el tratamiento fundamental de Tánatos.
Si Tánatos es el empuje a desligar, el des-anudamiento, la destrucción del vínculo, una manifestación de muerte, si Tánatos es pura destrucción, un empuje, una fuerza, por lo tanto, una forma de ser, pero una fuerza que rechaza toda forma, toda concesión, toda articulación, todo vínculo posible con el Otro, entonces el Eros freudiano es aquel que puede darle forma a la fuerza y a aquel que puede producir una forma que es una fuerza capaz de producir forma. En otras palabras: Eros posee la capacidad de producir un vínculo que no es solo castración del goce sino también realización de otra satisfacción. La función del vínculo no es solo regular el narcisismo mortífero del UNO, regular la potencia destructora del goce, si no es la posibilidad de permitir al goce converger con el deseo, por lo tanto, es la posibilidad de no excluir al Otro sino, de realizarse a través del intercambio simbólico con el Otro.
Termino con esta definición de amor:
…aquello que hace coincidir el deseo con el goce y no es solo una definición del amor como vínculo entre dos seres humanos, sino que es también una definición de una ideología política posible de psicoanálisis porque propone cómo permitir el anudamiento de la fuerza de la pulsión con la apertura del deseo al campo del Otro.
¿Cómo hacer para que la fuerza pulsional no se encierra en sí misma?
¿Cómo refrenar de un modo no solo represivo disciplinario -o sea superyoico- a la pulsión de muerte?
El gran desafío del psicoanálisis es poder realizar un vínculo fundado, no sobre la utopía totalitaria del UNO, y no solo en la impotencia mística que experimenta todo vínculo como impracticable, sino sobre la dimensión de destotalizadora del no-todo en otras palabras: saber construir vínculos sobre el fondo de una precariedad de la cual no es posible protegerse.
Por último, unas breves palabras sobre el capítulo de un autor al que le tengo -y le tenemos junto con Ana y Roberto- un especial cariño. En su día pudimos invitarlo a Acippia en una larga jornada que compartimos en Madrid.
El título es:
Fundamentos de la clínica actual
Hornstein es un luchador contra todo tipo de dogmatismos y alguien con muchas publicaciones a sus espaldas. En este artículo va a marcar los ejes fundamentales y el marco general de cómo él entiende la teoría y la clínica psicoanalíticas. Así es que podemos leer desde el principio una declaración fuerte:
Hoy por hoy los fundamentos de nuestra disciplina siguen siendo freudianos … – y un poco más abajo: … pero no basta con Freud y abre una pregunta ingeniosa y profunda:
¿Ustedes querrían ser alelados discípulos crónicos?
Propone identificarnos con ese Freud que nunca estuvo sentado en los laureles porque cree que, si nos dejamos achatar por el gran hombre, la pulsión de saber será reemplazada por la idealización para eludir un duelo y un trabajo.
El deseo de no tener que pensar convierte al pensamiento en ecolalia, nace de una agorafobia intelectual y de un anhelo de seguridad en las certezas teóricas.
Sigue con su ingenio cuando nos dice que estamos condenados a investir si no queremos entrar en hibernación, ese estado en el que el oso no puede cazar y debe comerse las grasas acumuladas en la buena temporada, en cuanto al pensamiento sería imposible si solo fuera la repetición de un ya pensado. Para seguir invistiendo será necesario salir de caza en procura de piezas nuevas. Se pregunta: ¿En qué condiciones? Y se responde: renunciando a encontrar a alguien que garantice lo verdadero y lo falso. (con lo doloroso que es llegar a esa renuncia) solo así me autorizó a pensar lo que el otro no piensa y lo que no sabe que pienso.
Siguiendo con la tónica de la mayoría de los artículos que yo comento Hornstein nos va a hablar de los pacientes que él recibe en su consulta y nos aclara que va a generalizar:
Son personas con incertidumbre sobre las fronteras entre el yo y los otros, con diversidad y sufrimientos, con fluctuaciones intensas en la autoestima, con vulnerabilidad a las heridas narcisistas, con gran dependencia de los otros o imposibilidad de establecer relaciones significativas, con intensas angustias y temores, con apatía, con trastornos del sueño y del apetito, con desesperanza, o con hipocondría, con crisis de ideales y valores y con multiplicidad de síntomas corporales.
Resume una idea compleja de esta forma:
Sería fácil, tranquilizador, sustituir una problemática centrada en la angustia de castración por otra centrada en las angustias que expresan una labilidad de las fronteras entre el yo y el objeto (angustias de separación, intrusión, fragmentación) lo impide el hecho de que las dos están presentes.
En su afán por ampliar y ampliar todo lo que está en nuestras manos tanto en la teoría como en la clínica, hace una declaración a la que es fácil adherir:
La clínica es más extensa que la psicopatología
Y se refiere a que en un paciente podemos ver los síntomas, las inhibiciones, la angustia, pero también cómo procesó cierto duelos, qué sentido del humor tiene, cuáles son sus posibilidades para sobreponerse a cierto tipo de circunstancias.
La clínica escucha la subjetividad de cada paciente en lo que tiene de potencialidad, de creativo, de duelos superados, de situaciones difíciles que vivió, padeció y consiguió tramitar creativamente. Cuando se cosifica se escriben actas de defunción y se mata lo que estaba vivo.
En la misma línea afirma que ciertos diagnósticos, que reconfortan por su simplicidad y ciegan por su claridad, impiden ver la perturbadora multiplicidad de lo real.
Del lado del analista cree que, si un analista trabaja siempre con su disponibilidad afectiva y con su escucha, en las patologías narcisistas se les solicita algo más. Se le solicita su potencialidad simbolizante, no solo para recuperar lo existente, sino para producir lo que nunca estuvo.
Postula un psicoanálisis de frontera como un psicoanálisis que conquiste territorios. Le fastidia un psicoanálisis retraído, soberbio, que actúa como si no hubiera nada importante que aprender, como si a lo sumo bastara repasar lo ya dicho o lo ya escrito.
Buen conocedor de diferentes escuelas psicoanalíticas puede describir en un apretadísimo resumen las diferentes formas que las diferentes escuelas han tenido para definir el trabajo analítico, la transformación de un sujeto.
Hay una definición aparentemente simple que nos propone Hornstein y que se resume así:
Un psicoanálisis produce suficientes cambios cuando transforman las relaciones del yo con el ello, el superyó y la realidad exterior, con independencia de que el analista use estos conceptos o no.
Otra forma de definir el cambio psíquico es la siguiente:
El paciente padece inhibiciones, síntomas, angustia, estereotipos, etc. Debemos buscar el modo para que su sufrimiento neurótico pase a ser infortunio ordinario ( lúcido resumen de Freud), para que se genere diferencia allí donde hay un predominio de la repetición. Que su presente contenga la diferencia, para que las fijaciones al pasado no lo condenen a vivir repitiendo.
Para ir terminando hay que decir que Hornstein también incluye lo social a la hora de pensar y atender a nuestros pacientes, sin el contexto social, nos dirá Hornstein, la mamá, el nene y la sexualidad forman parte de un cuento bobalicón.
Todos vivimos en un cóctel cuyos ingredientes son contradicciones sociales, psicológicas, culturales y familiares.
Es un hecho que no existe ni existió una sociedad sin valores. Esos valores que no siempre son los de uno, están. Están y conforman la sociedad y la subjetividad.
Al respecto afirma:
En el sufrimiento presente se ve la incidencia de lo sociocultural: el desempleo, la marginación y la crisis en los valores e ideales.
La autoestima y la identidad se resquebraja cuando la sociedad maltrata al sujeto. La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores personales, instituidos en la infancia, pero siempre resignificándose.
También cita a Marx (no es el único autor del libro que lo hace):
La esencia humana no es una abstracción inherente al individuo aislado, es en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales (creo que esta definición de Marx está emparentada claramente con la forma en la que muchos de nosotros entendemos hoy la teoría y la práctica psicoanalítica).
Termino con un alegato de Hornstein que hace, fiel a sus intereses, cuando dice:
Al sistema cerrado lo debemos distinguir del sujeto encerrado por teorizaciones encerrantes.
Sobre nuestro trabajo dirá:
El psicoanalista debe ser imaginativo -cuanto más imaginativo mejor- en su manera de reunir el material. Otra cosa es imaginar el material. Debe trasladarse al pasado, pero también debe trasladar el pasado al presente. Aspira a rescatar la alteridad del paciente fundada en su historia singular.
Hace una diferencia muy interesante entre coger de otras disciplinas modelos (algo que ha hecho daño al psicoanálisis desde su punto de vista) o tomar aspectos de otras disciplinas como metáforas, una distinción que nunca había pensado y que me aportó algo muy valioso.
Termina hablando del trabajo en interdisciplinas, algo que a muchos defendemos y a lo que apelamos con frecuencia, nos dirá:
Hay que estar fogueados en una disciplina para que la multidisciplina no sea una ensalada.
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*Mesa redonda sobre el libro “Jornadas científicas sobre clínica psicoanalítica contemporánea” convocada por Acippia, Aecpna y Ampp el 20 enero de 2024 en la sede de Aecpna, Madrid.
**Sobre el autor: Augusto Abelló Blanco es Psicólogo y Psicoterapeuta de Orientación Psicoanalítica. Psicoterapeuta reconocido por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas) en la sección de Psicoterapia Psicoanalítica desde septiembre de 1998 Ha sido Miembro de ACIPPIA y del INSTITUTO DE PSICOTERAPIA RELACIONAL. Miembro de la Junta Directiva de este último, en calidad de Tesorero. Cofundador junto a Ariel Liberman Isod del GTI.POP (Grupo de Trabajo Independiente en Psicoterapia de Orientación Psicoanalítica)
[1] Este texto es una versión ampliada de la intervención verbal que tuvo lugar el día de la presentación. Como no podía ser de otra forma no se incluyen en ella los comentarios espontáneos que tuvieron lugar ese día
Revista nº 23
Artículo 8
Fecha de publicación JULIO 2024