
Calabazas y esqueletos: la muerte en juego
En Halloween – víspera del Día de los Muertos- las calles se llenan de excitación y risas. Niños y niñas se disfrazan de fantasmas, vampiros, brujas y esqueletos. En nuestro imaginario, como en las películas, las casas se decoran con calabazas, telas de araña, y luces parpadeantes; y buscamos caramelos como recompensas. La muerte se hace visible, teatral, se convierte en juego: sustos, desapariciones y apariciones; gritos y carcajadas. La muerte se dramatiza sin tragedia, se representa como máscara y ficción, se vuelve experimentable. Durante unas horas, la muerte se vuelve tangible… pero no aterradora, porque se juega. La muerte, enmascarada, se hace ligera; lo temido se vuelve manejable y lo oscuro y lo siniestro se hacen escena, y de














