Iluminada Sánchez García **
– Desde el punto de vista psicológico, ¿cuáles son los cambios por los que pasa una niña en la etapa adolescente?
La etapa adolescente implica un tránsito y una travesía entre lo infantil y lo adulto. Podríamos equipararlo a un viaje que como tal conlleva etapas que van desde que uno empieza a planteárselo, a decidirse, a hacer las maletas, a iniciarlo, pasando por diferentes despedidas y cambios a lo largo del recorrido que se emprende. En verdad todo el desarrollo es un caminar con etapas donde la llegada y la marcha de cada una supone bienvenidas y adioses, despedidas y cambios.
Ahora bien, debemos entender que al hablar de etapas estamos haciendo referencia a fenómenos dentro del proceso de desarrollo en los cuales lo que está en juego es la realización de tareas psíquicas. En ese sentido cada etapa tiene un valor inestimable puesto que para proseguir en el desarrollo unas tareas realizadas darán la posibilidad de pasar a otras. Esto no es una cuestión meramente cronológica; lo cronológico tiene su impronta pero la empresa psíquica es lo decisivo.
Llamamos tareas psíquicas a todo aquello que el sujeto ha de resolver y elaborar en el ámbito de las emociones.
La llegada a la adolescencia pasa por lo pre – púber y lo púber.
Lo corporal y lo psíquico siempre van de la mano desde los orígenes de nuestro ser. La constitución del aparato psíquico se apuntala en las vivencias corporales dentro del marco relacional.
El alimento psíquico nutriente de nuestro desarrollo emocional nos llega a través de los primeros y fundamentales vínculos. El qué nos dan y el cómo nos lo dan más nuestra forma de recibirlo, de metabolizarlo, establecen la dialéctica del crecimiento, pasándose de una vinculación y dependencia extrema a la constitución de una identidad propia y una independencia psíquica.
Ahora bien, todo esto para entender que la niña al caminar hacia esa independencia afrontará cambios físicos que entrañaran despedidas del cuerpo infantil, un cuerpo lleno de promesas cargadas de idealizaciones; un cuerpo que pasa de su aspecto asexuado a ser un cuerpo con una producción de hormonas que convoca a la sexualidad. Todo esto abocará, a su vez, a un replanteamiento de los modelos identificatorios y a la identidad en sus diferentes vertientes. La idea y el sentir de sí misma cambia. Su vestimenta identitaria ha de buscar otros modelos; habrá de despojarse de lo anterior para adquirir lo nuevo.
Hemos de entender que desde esta óptica son muchos los cambios, unos se verán desde fuera por su conducta, otros serán internos graduales, causantes de sensaciones, deseos, temores, dudas. Es un caminar que deja cosas atrás y que tiene mucho por delante, conjugando sentimientos de ambivalencia en cuanto a lo que se quiere alcanzar y a lo que apena dejar atrás. Los adioses entrañan duelos, es decir una tarea psíquica de especial impronta.
Son muchas las tareas psíquicas que el sujeto, chico o chica han de emprender y realizar en un período que se inicia y termina según, cuando y cómo esas tareas puedan realizarse y concluirse.
Los padres vistos como gigantes por los ojos de la niña dan a paso a unos padres de una estatura menor a los ojos de la joven. La madre que todo lo podía y lo sabía será descalificada, surge la rivalidad, el “yo también sé”, “yo también soy mujer y mejor”,… combinado con un recurrir a la madre ante cualquier necesidad. Con el padre surge el pudor de una manera más marcada, la relación no tendrá el cariz de rivalidad que con la madre; será un modelo de lo que espera en un hombre (estas relaciones con los padres tendrán también sus etapas en este crisol de cambios y ambivalencias).
El grupo de pares pasa a ser el que sabe, con quienes se entiende y con quien comparte. Aunque los padres son figuras fundamentales en su vida, y siempre lo serán, ahora centra su interés y da un máximo valor a su grupo y amistades. Sale afuera, busca lo exogámico y lo propio.
– ¿Qué variaciones puede sufrir su personalidad?
En este punto podríamos distinguir diferentes momentos del proceso, pero de forma general cabe decir que tendrá actitudes contradictorias hacia los padres, cambios de humor que pueden ser repentinos, un talante tendiente a filosofar y defensor de ideales, será corriente la crítica a los adultos, la incomunicación, la reivindicación de estilos propios del hacer y formas de vestir diferentes de los cánones de los padres, gran valoración de la amistad y necesidad de sentirse perteneciente y aceptada en un grupo. Pasará a preocuparse por su cuerpo y el atractivo. Todo esto estará motivado por la búsqueda de lo propio (de su yo, de su identidad), por su cuestionarse acerca de qué es ser una mujer y de la independencia.
– ¿Por qué todos los adolescentes piensan que nadie les entiende?
En realidad ellos mismos sienten dificultad de entender lo que sienten y les sucede siendo que, a su vez, sus puntos de vista están atravesados por el idealismo y chocan con el punto de vista del adulto que ha alcanzado una visión más realista, conservadora y prudencial. Esto les hace sentirse solos frente a lo que sienten, máxime cuando la actitud de los adultos es reprobatoria.
– ¿Cómo cambia la relación de los padres (el hombre) con las hijas cuando llega la adolescencia?
Para entender la situación de los padres hemos de decir, en líneas generales, que los hijos e hijas son para sus padres el fruto de su vida no solo física sino emocional. Cada hijo comporta un hijo real y uno ideal; sobre los hijos se depositan muchas expectativas, (y es importante que así sea, pues eso hace de motor del desarrollo ya que no hay nada más importante en el mundo para el niño pequeño que el deseo de sus padres). Para el padre generalmente la niña va a representar la mujer idealizada (esto a su vez procede de su propia historia y de su relación con el mundo femenino al cual accedió de mano de la primera mujer en su vida: su madre) para la que espera lo mejor; en la adolescencia la “princesita de papá” toma distancia, ya no se relaciona con el padre con tanta cercanía física, surge el pudor de una manera más acentuada por ambas partes. Ante el interés por los chicos el padre se ve vigilante y crítico; se preocupa y le resulta turbador que “su niña” se vea expuesta a la mirada masculina que él tanto conoce en sí mismo hacia las mujeres; hay un cierto choque entre la niñita amada y esta mujer que empieza a brotar en su esplendor juvenil.
– ¿Cuáles son los problemas a los que puede enfrentarse un padre con hijas adolescentes?
Los problemas a los que pueden verse abocados unos padres con hijas adolescentes hay que observarlos desde una doble vertiente: la chica, por un lado y ellos mismos, por otro. Ya hemos hecho referencia a la situación de la chica en cuanto a que está en un momento en el que sus tareas psíquicas de ese tramo del desarrollo propician conductas y actitudes que van a chocar con lo establecido hasta entonces en su relación con los padres, con los demás y consigo misma. La situación de los padres también cambia; su función de padres precisa de un reajuste, de una adecuación a la nueva situación. A la par que para la adolescente también hay para ellos un tránsito que hacer, no solo la joven se encuentra con cambios y despedidas, también los padres. Los hijos continuamente, a lo largo de todo el desarrollo, estarán convocando y evocando en éstos los conflictos internos que ellos mismos vivieron, es decir, los hijos que fueron y la relación con sus propios padres.
Entre otras cuestiones, esta etapa va a marcar la “caída” de la niña pequeña y esto supone, por lo tanto, la “caída” de los padres jóvenes. La niña inicia su juventud y los padres inician el fin de la suya. Los padres también tendrán una tarea psíquica, duelos que elaborar respecto de todo lo que pueda suponer, emocionalmente hablando, esta travesía entre lo infantil y lo adulto que hará su hija y que les implicará. Los cambios no ocurren solo por parte de la niña.
No hay cambio generacional sin conflicto. Lo nuevo que se confronta a lo viejo. Los problemas pueden sobrevenir desde ese lado cuando estos cambios se viven con dificultad, cuando es difícil dar paso a una relación que ha de conjugar límites con flexibilidad, asumir las ambivalencias de la chica y las propias, soportar la rivalidad y las contradicciones entre reivindicación de autonomía combinadas con muestras de dependencia.
También añadirá dificultad a las relaciones si perdemos nuestro papel de padres de adolescente y entramos a pelear como otro adolescente o manteniéndonos en el papel de padres de una niña.
– ¿Y las principales patologías que pueden sufrir las niñas adolescentes?
Las patologías estarán ligadas a dificultades referentes a las tareas psíquicas propias de esta etapa del crecimiento; éstas tareas como ya se ha mencionado tienen que ver con las identificaciones y desidentificaciones, con los conflictos entre dependencia/independencia; con todo lo relativo a lo vivencial del cuerpo; con los desprendimientos y despedidas y sus duelos; con la definición de la identidad en sus diferentes vertientes.
La sintomatología, es decir, la manifestación de que la adolescente se encuentra con dificultades para realizar dichas tareas emocionales puede surgir en los distintos ámbitos de su vida y desempeños: en el relacional, en el intelectual, en el relativo a lo corporal, en la autoestima… vale decir: dificultades para hacer amigos o mantenerlos, actitudes demasiado sumisas o, por el contrario, irascible, susceptible, dificultades con los estudios, preocupación excesiva por el cuerpo o dejadez, estados depresivos, ansiedades, angustia,… Cabe señalar que todo esto pasa a considerarse, como síntoma cuando no es circunstancial o pasajero sino que persiste incapacitando o interfiriendo su evolución y desempeños.
– ¿Deben prepararse ambos para pasar por esta etapa o no es necesario? En caso afirmativo ¿cómo?
La adolescencia es un tramo más de la vida de nuestros hijos (y de la nuestra como padres también), la información sobre cualquier etapa del recorrido del desarrollo es una ayuda. La preparación debe ser la misma que para cualquier tramo de dicho desarrollo: el estar a la escucha de lo que le sucede y de lo que nos sucede; comprender sabiendo que ello no supone abandonar nuestro lugar de padres para pasar a ser sus amigos. La buena relación no está reñida con la función: de poner límites (adecuados con cada edad), de dar apoyo y orientación, de dar contención,… de ser padres. A veces se confunde buena relación con no discrepar y con ser permisivos.
– ¿Cómo es la relación de las hijas con sus madres en este momento de la adolescencia?
Por lo descrito anteriormente vemos que la niña busca su propia identidad, su yo, discriminarse, descubrirse y reubicarse con relación a los demás y a sí misma. En estas tareas psíquicas ha de desprenderse de idealizaciones respecto a sus padres. La madre, como modelo femenino, pasa a ser alguien con quien va a medirse y, con quien, para salir del lugar de niña habrá de rivalizar en su búsqueda de ser tan mujer, y capaz como tal, como la propia madre. Esto podrá ocasionar entre las dos un mayor número de discusiones sobre la conducta, el vestir, la forma de hacer las cosas, la relación con los chicos, las ideas sobre como ha de comportarse una chica,… surgiendo situaciones de confrontación donde los criterios de la madre serán desvalorizados. Sin embargo, la ambivalencia estará presente produciendo situaciones donde se mostrará necesitada de su madre, de sus consuelos, sus mimos, sus atenciones y opiniones.
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* Sobre la autora: Iluminada Sánchez García es psicóloga-psicoterapeuta, psicoanalista; docente de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid; directora y coordinadora de la revista digital En Clave Psicoanalítica; colaboradora de la Cadena Ser (Radio Castilla – Burgos) en un espacio sobre psicología y salud psíquica del niño y del adolescente.
Correo electrónico: iluminadasanchezg@hotmail.com
Revista nº 6
Artículo 5
Fecha de publicación: DICIEMBRE 2012