Por Virginia Mora Febres**

A mitad del camino de la vida
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado
(Dante Alighieri, Divina Comedia, Infierno, Canto I)
Dos años antes de su muerte, Freud escribió un artículo llamado “Construcciones en el análisis”. En éste plantea cómo los analistas ayudamos a los pacientes a reconstruir su historia y, al igual que los arqueólogos, lo hacemos con restos. Restos de recuerdos, restos de sueños y con las exteriorizaciones y las repeticiones del paciente. A falta de recuerdos, construimos ideas que ayuden al paciente a entender parte de su historia.
Brandon y Sissy vienen de una historia que no se cuenta, algo malo pasó durante su infancia. Igual que trabajo con mis pacientes, pondré palabras a las imágenes y pondré palabras a las actuaciones, con el fin de dar un sentido al sin sentido de estos dos personajes.
Desde que nacemos hay un exceso de lo vivo, nacemos desvalidos, en un estado completo de desamparo; el hecho de estar sucios, tener hambre o tener frío no posee de entrada ningún sentido, no tiene una significación precisa.
Necesitamos de “otro” que nos cuide y que nos ayude a sobrevivir, de “otro” que comience a darle significado a lo que nos pasa o sentimos. Generalmente, ese primer “otro” suele ser la madre y sólo de forma retrospectiva, a partir de la respuesta de “otro”, es que va a comenzar a tener significado una satisfacción, que se experimenta más allá del desamparo.
A partir del juego entre desamparo y satisfacción, se aprecia que el placer y el displacer están entrelazados y que el cuerpo es el eslabón que los une de forma permanente. De esta manera, es el vínculo con el cuerpo el que impone un trabajo al psiquismo, pues éste debe transformar las excitaciones somáticas en psíquicas.
Tengo que mencionar el concepto de pulsión, pues es un concepto prínceps en el Psicoanálisis y en el contexto de este cine fórum y de esta película.
La pulsión es un proceso dinámico, consistente en un impulso que hace tender al organismo hacia un fin o meta. Tiene su origen en una excitación corporal (estado de tensión), su fin es suprimir esa tensión y gracias al objeto la pulsión puede alcanzar su fin.
Hablando más claro, la pulsión se caracteriza por aquello que da energía al psiquismo, es lo que lo mueve y lo motiva, sería el motor del psiquismo y de toda posibilidad de acción futura.
Desde que nacemos, la pulsión de vida coexiste con la pulsión de muerte. La pulsión de vida sería la fuerza que impulsa a formar unidades más complejas, une lo disperso, tiene que ver con la creación, la vinculación siempre y cuando haya habido un “otro” significativo que nos haya cuidado suficientemente bien y que permita ligar placer con displacer sin dejarnos caer en el vacío, en la nada o en lo destructivo que conlleva la pulsión de muerte. Esta última tiende a lo inorgánico, a la nada, a quebrar las relaciones, al nirvana. Freud dirá textualmente “La vida misma parece ser un combate y un compromiso entre estas dos tendencias”.
Los dos escenarios
Shame, desde el principio, no nos deja indiferentes: nos captura, nos desconcierta. La primera escena nos muestra al protagonista en un plano cenital; al inicio no sabemos si es una imagen estática, vemos un rostro inexpresivo, como congelado en el tiempo, con la mirada perdida. Está tan quieto, tan inalterable, que casi nos sorprende cuando comienza a moverse y así constatamos que es un cuerpo con vida. Levemente se escucha de fondo un tic-tac, tic-tac, sonido idéntico que refleja un tiempo que pasa pero que siempre suena igual.
Brandon es un hombre con una vida aparentemente ordenada, que transita de forma habitual sumido en sus imágenes y en sus recuerdos erotizados. Sabemos que el pensar en imágenes es algo que está mucho más próximo a los procesos inconscientes que a las palabras.
Dos escenarios, con el telón de sus viajes en el metro, se contraponen en la vida del protagonista: su cotidianidad perfectamente ataviada con un trabajo correcto, en un piso aséptico y frío, con el escenario del exceso, del goce. A través de este tránsito subterráneo, se aprecia como viaja desde la orilla de la realidad a la orilla de su otro escenario, el que vive con su sexualidad. Una sexualidad que como vamos viendo, cada vez más, se ha ido colando por todos los resquicios de su vida.
Cada mujer que él mira es un posible blanco para sus encuentros sexuales. Sus pensamientos, sus recuerdos, sus imágenes oscilan entre la prostituta del día anterior o la masturbación cotidiana que se le impone. Recordaba al personaje de Samantha de Sexo en Nueva York: hombre que le gusta, hombre con el que se lía.
Brandon va a su trabajo, cumple sus obligaciones y con la precisión que da el hábito casi estereotipado, llega a su casa, enciende su ordenador para enchufarse a alguna película pornográfica o a algún encuentro erótico a través de la red. Así come, así respira, así trabaja, así vive.
Freud hablaba de que existen dos tipos de energía, una que tiende a la descarga inmediata o corta y una que tiende a demorar la descarga, vía larga. Esta posibilidad de demora conlleva ligar las ideas, las palabras, constituir un pensamiento, un trabajo de enlace, de vínculo. Probablemente, detrás de esta posibilidad de demora está una “madre-otro” que ha sido capaz de contener, de dar sentido a las cosas que pasan, de poner límites a los excesos pulsionales que todos experimentamos desde muy pequeños.
Empezamos a captar a Brandon como un personaje cuya capacidad de demora, de ligar pensamientos, de vínculos pareciera más bien ausente.
Mientras tanto, una mujer que sabemos que es su hermana Sissy llama y deja mensajes en el contestador. Son llamadas que Brandon ni siquiera quiere escuchar, perturban su quehacer, perturban su rutina, perturban su adicción.
Brandon pareciera que tiene éxito con las mujeres, es un hombre muy atractivo, con cierta expresión enigmática. Es experto en “aquí te pillo, aquí te mato”. Así la chica que su jefe quería ligar termina teniendo un encuentro sexual en la calle con él, de pie, un coito rápido de pura descarga.
Dice Freud que cuando uno quiere disfrutar suele buscar la mayor comodidad posible y que esto es válido para las dos pulsiones primordiales: la del hambre y la del amor. Explica que mediante la posición yacente se revela la voluntad de permanecer largo tiempo dentro de la situación deseada.
Las relaciones sexuales de Brandon son la puesta en acto de una masturbación que no se detiene nunca, imposible de saciar, podríamos hablar de su sexualidad como adictiva. Una psicoanalista inglesa llamada Joyce McDougall habla de neosexualidades y neonecesidades donde el objeto sexual es buscado de manera incesante como una droga.
Sissy o el otro rostro de la melancolía
La aparición de Sissy en la escena es abrupta, intempestiva. El director, genialmente, logra que tanto Brandon como los espectadores quedemos sorprendidos ante su presencia, ante su desnudez, ante su falta de pudor frente al hermano. De fondo la canción I want your love (“Quiero tu amor”) enmarca el encuentro.
En un primer momento él intenta que su piso y su orden se mantengan, pero ya nada volverá a ser igual. Él no dispondrá del mismo espacio físico ni mental. Las secuencias en la película nos van desvelando la manera como sobreviven y se relacionan cada uno de ellos: Brandon se engancha a la red para erotizarse aunque sea de forma virtual, Sissy se engancha a “un clavo ardiendo” como una manera de existir.
Cuando Brandon le permite quedarse, ella lo abraza eufóricamente, se le monta encima por detrás y él la rehúye; ella le agradece el desayuno, él da un portazo.
La fragilidad de Sissy es evidente en cada gesto, tanto en sus pies asomados peligrosamente en las vías del metro, como en su taconeo expresando alegría cuando él promete ir a verla cantar.
Al verla vestida de forma similar a Marilyn Monroe, Sissy es la encarnación perfecta de los sueños rotos. Creo que la inolvidable escena donde canta la pieza New York, New York expresa magistralmente, no sólo a través de la letra sino también de la interpretación, su tristeza profunda, el ideal inalcanzable, el volver a comenzar una y otra vez. Por primera vez vemos a Brandon verdaderamente conmovido frente a la tristeza y endeblez de su hermana.
En la conversación que mantiene Sissy con el jefe ligón de Brandon, aparecen destellos de su vida errática, sin lugar fijo, sin saber conducir, con sus brazos marcados por viejas cicatrices, delatoras de posibles intentos de suicidio.
Las personas como Sissy, masoquistas, se someten y se aferran a cualquier cosa, a cualquier persona, por el terror a la desintegración. De esta manera, cualquier frase romántica es una posible historia de amor, en esa demanda que la lleva a una repetición estéril y a sentirse vacía y frustrada. Cualquiera puede servir, hasta el jefe de Brandon.
Sissy como buena masoquista, se acuesta con él jefe de Brandon y podríamos pensar también que, inconscientemente, es una forma de acostarse con el hermano.
Brandon se molesta, se siente contrariado, furioso. Solo puede salir a correr ¿De qué huye? ¿De su piso invadido por su hermana y su jefe teniendo relaciones? ¿De recuerdos o de viejas sensaciones que han venido junto con Sissy? Cuando finalmente Brandon intenta dormir en su habitación, Sissy se acurruca contra él en la cama y él la echa fuera.
Todas estas situaciones nos están dando a entender que ha habido una relación erotizada, de tinte incestuoso, entre estos hermanos.
De ética y de moral
Con la hermana llegan el desorden psíquico, el caos, lo que permanecía escondido sale a la luz. La llegada de Sissy ha sacudido los cimientos de Brandon, pues tal vez ella refleja un aspecto de él mismo con el que no puede tomar contacto.
Sus dos orillas, tan férreamente distanciadas, comienzan a unirse peligrosamente, en la medida en que el escenario secreto y escondido de su sexualidad está cada vez más expuesto.
Su aparente normalidad queda puesta en tela de juicio cuando sale a la luz lo que él también mira a través de su ordenador, en la oficina. Su jefe, dando falsas lecciones de ética y de moral, le dice: “Tu disco duro es asqueroso, hay que estar muy enfermo para ver todo el día esa mierda”.
El intento
Brandon es un hombre de relaciones frías, virtuales, ajenas, sin compromisos ni vínculos serios. Sin embargo, cuando sale con Marianne, su compañera de trabajo, vemos a un hombre que, de forma tímida y escudado en sus fuertes defensas, puede tener la intención de tener una cita diferente; por primera vez no es “aquí te pillo, aquí te mato”.
Brandon sabe moverse muy bien en las ciénagas de la sexualidad descarnada, pero el encuentro con una mujer que le proporciona una conversación con sentido, para él es como moverse en peligrosas arenas movedizas.
Marianne le pregunta por él, se interesa en lo que él quiere, de donde viene. Brando no es solo una máquina de follar, es un hombre con pasado, con familia, con posibles proyectos y este es el hombre que intenta encontrar Marianne a través de su conversación.
Es curioso como el recuerdo infantil que él cuenta posiblemente sea un recuerdo infantil traumático, pues alude a una pérdida de conciencia por varios días y a un descontrol de sus esfínteres; él no puede seguir hablando de este tema, tal vez otros recuerdos aún más dolorosos puedan acudir a su memoria.
Esta ha sido verdaderamente una cita diferente, un encuentro con palabras de saludo y de despedida, con risas, con conversación. Brandon se ha sentido verdaderamente mirado y escuchado, está deseoso de repetirlo.
Sin embargo, al llegar de nuevo a su casa, es como si se topase con su verdadera realidad, con su disco duro: las pelis porno, la casa desordenada y sucia, la interrupción de su intimidad por parte de Sissy; es como si no hubiese ningún lugar para esconder esa pulsión imperios, esa sexualidad desparramada, casi hemorrágica. A Brandon lo vemos angustiado y avergonzado. Pienso que en un intento de unificarse, en un intento de cambiar, en un intento de controlar esa pulsión que lo domina, recoge todo el arsenal de cosas podridas que posee (películas pornográficas, comida, el ordenador…) con el fin de tirarlas a la basura.
Freud mencionó que los sentimientos de asco, el pudor, la vergüenza y la moral son una especie de diques psíquicos que protegen de la fuerza y violencia de las pulsiones parciales. Son organizadores de nuestro psiquismo.
Brandon, quién trata de introducirse en unos caminos desconocidos para él, de una relación con un matiz diferente donde probablemente se ha sentido acompañado, intenta mostrarle a Marianne toda su potencia sexual, todo lo que él sabe hacer y que hace tan repetidamente. A Marianne sí parece importarle él y para Brandon, ella es alguien con quién podría tener una relación afectiva. Es llamativo cómo, cuándo Marianne le mira, parece que se hubiese sentido desnudado por la mirada, descubierto; así que aunque estaba muy excitado, se queda impotente. Pareciera que el afecto lo remite al incesto.
La persona se avergüenza no de lo que hace sino de lo que desea hacer pero esconde. Según Janin, el origen de la vergüenza está en la confrontación de la persona con su desamparo, con su impotencia y con el “otro” como espejo de esta impotencia.
La siguiente escena muestra de nuevo a Brandon sodomizando a una chica; es una escena violenta, de exhibicionismo, tal vez probándose que si puede, pero el balance termina siendo el mismo: una dramática soledad con sentimientos de vacío.
Dolores antiguos
Las imágenes en la televisión de unas comiquitas nos transportan al mundo de la infancia. Brandon y Sissy frente a una pantalla. Su infancia quizás pasó delante de ellos como esas comiquitas, sin que pudieran prestarle mucha atención. Es probable que ellos hayan vivido situaciones que no hayan podido metabolizar, pues su psiquismo no estaba preparado.
En un momento dado, la hermana le dice: “No somos malas personas, venimos de un lugar malo”. Podemos pensar que ellos han sufrido posibles abusos físicos o sexuales. Cuando un niño es víctima de un abuso por un adulto o niño mayor, esto resulta tan agresivo que hay como una necesidad de evacuar esa situación, de alejarla para no tener que pensar en ello, pues el niño experimenta inconscientemente el abuso sufrido como algo adentro de sí mismo monstruoso que confirma o es testigo perpetuo de lo que ha sucedido. Esta experiencia puede generar a veces el círculo destructivo de vergüenza, culpa y castigo.
Brandon está rabioso por lo que le ha ocurrido. Su potencia viril ha quedado por los suelos y trata de restablecerla mediante la rabia. Sissy tiene el don de la inoportunidad.
En un duelo verbal se sacarán los trapos sucios: mientras Sissy pide perdón por tantas veces que se ha equivocado, y una vez más se coloca en su papel de víctima, Brandon le plantea desde su coraza narcisista que a él sólo le importan los hechos, no las palabras.
Hay una escena durante esa contienda fraterna donde ambos logran mirarse de verdad y Sissy capta que hay algo más allá del desorden de ella con lo que él no puede.
Sissy ha traído en su equipaje la historia infantil común, los recuerdos olvidados y además su dependencia extrema y fragilidad, aspectos que también Brandon posee, pero que necesita mantenerlos separados de sí mismo, escindidos.
Brandon camina por la vida convencido de que él se abastece a sí mismo, en todo lo que necesita: piso, trabajo y sexo. De esta forma, sus necesidades afectivas y sus sentimientos de dependencia quedan colocados y proyectados en la hermana.
Hay un momento del duelo verbal en el cual Sissy le logra decir unas verdades a la cara, cuando le espeta: “No me hables de vida sexual, no eres quién” o “Tú no tienes a nadie, solo a mí y al pervertido de tu jefe”. Que balance más pobre y doloroso para este hombre que ostenta tanta suficiencia.
Veremos qué camino toma cada uno de ellos tras la sacudida por este duelo.
El averno
Quien se siente avergonzado quiere desaparecer: “que lo trague la tierra”. Dentro de los vagones del metro, el director nos transporta junto con un golpeado Brandon a su viaje por los infiernos.
Sus pensamientos, transformados en imágenes nos dejan ver que las dos orillas que mencionaba al principio, que Brandon necesitaba tener distanciadas, ahora están confusas adentro de él.
La secuencia de imágenes y de actos nos muestra de forma más cruda la incapacidad que tiene Brandon de organizar su escenario psíquico, convirtiéndose la descarga en la única alternativa, en la única posibilidad.
Es fantástico como el director nos va mostrando parcialmente, a trozos, lo que ha venido ocurriéndole a Brandon en esa noche infernal. Menciono, esto de los trozos, de la no totalidad, pues así funciona en los inicios, en los primeros tiempos de la infancia, la sexualidad, de forma parcial.
Las palabras soeces y la vulgaridad con que Brandon trata a la chica del bar, reflejan en un primer momento una posición sádica, agresión pura y gratuita en esa forma tan procaz de buscar un encuentro; sin embargo, el reverso del sadismo, que es el masoquismo, es lo que parece que él está buscando, pues claramente provoca ser pegado, apaleado como si inconscientemente necesitase expiar su culpa.
La escena en la cual él no es aceptado en un bar que frecuenta, hábilmente refleja que en ese momento él está condenado a las oscuridades en las cuales se sumerge, que él no es apto para entrar a los sitios “normales”; él está segregado, hay un coto, una prohibición.
Frente a la prohibición, vemos a Brandon con total desenfreno, así se van sucediendo las escenas de manifiesto desbordamiento. El bar gay, con esos cuartos oscuros donde cualquier fantasía es sustituida por la acción, donde no caben pensamientos, no caben reflexiones ni postergaciones. Brandon aparentemente libre de hacer lo que le venga en gana, pero prisionero de su pulsión.
Entiendo que el psiquismo de Brandon ha fracasado en su función de contener y elaborar lo que le puede estar ocurriendo, así que sólo hay descarga tras descarga, acto tras acto, encuentro homosexual, menage a trois. Es una pasión fuera de los límites, que le disloca su vida. El necesita evitar la angustia que lo perturba tanto, la angustia del vacío absoluto, de la carencia de vínculos. Así, hay intentos fallidos de borrar la diferencia entre sexos, tal vez en este trío quiera confirmar su identidad sexual: si tengo a dos mujeres soy más macho, soy el único que tiene el pene. Físicamente lo vemos extenuado, sus orgasmos reflejan una mueca de un éxtasis doloroso, sexualidad pura más allá del placer, pulsión de muerte.
Hay una insistencia en un goce sin mediaciones, que tiene que ver con una aspiración narcisista y omnipotente de extinguir el deseo; esto tiene que ver con pulsión de muerte y significa el fracaso en procesar la pulsión.
El voyeurismo, el exhibicionismo, junto al sadismo y el masoquismo son pulsiones parciales, que marcan, que constituyen esos primeros movimientos de relación, en los que se va construyendo la relación con el “otro”. Este “otro” es un “otro” que mira, un “otro” que valora, un “otro” que aprueba o descalifica, que avergüenza y que puede hundir a ese yo precario en la desvalorización.
Cuando se deriva hacia lo perverso, la vergüenza es sustituida por el placer, el placer de satisfacer las pulsiones parciales, pulsiones que, aunque formen parte de nuestra vida amorosa, no tienen de forma habitual el mismo destino que en la derivación perversa, pues aquí se constituyen en un fin en sí mismas, no pudiendo ser integradas dentro de una relación total, sino caracterizadas por una monótona compulsión de repetición, que no admite mucho cambios ni variantes.
El dominio de las pulsiones, que nunca es completo, supone la normativización.
Cuando en nuestra consulta vemos pacientes con este tipo de dificultades, nos encontramos que casi no hay lugar para la rememoración ni para la representación, así que sólo prevalecen las actuaciones del paciente, dificultándose mucho el trabajo de elaboración.
El placer es algo ambiguo, hasta enigmático, pues el displacer se mezcla con el placer.
Freud se preguntó si “habría una tendencia inconsciente a encontrar una satisfacción en la insatisfacción, un placer en el displacer”. Esto lo llevó a escribir Más allá del principio del placer, donde plantea que hay algo que va más allá de la búsqueda del placer, que no cesa de ir contra uno mismo; a ese más allá lo llamará pulsión de muerte, que invade la vida psíquica y se caracteriza por el exceso y la insatisfacción.
Lacan propondrá el término goce para designar esto que obliga a la persona a ir más allá de sus objetivos conscientes y que él supone que lo llevarán al placer. El goce pasa por el exceso, resulta del exceso, produce el exceso y es incompatible con el placer.
La expresión de Brandon en el metro, mientras recuerda su noche infernal, trasluce cierta vergüenza y pesar.
La muerte
Pienso que el aviso en el metro sobre algo que ha ocurrido lo saca de su marasmo mortífero, perverso. Probablemente alguien se ha suicidado tirándose a las vías, alguien se saltó las prohibiciones y fue más allá del principio del placer.
Brandon recuerda las múltiples llamadas que le ha hecho Sissy y que él no ha atendido, probablemente recuerda los brazos llenos de cicatrices, es posible que recuerde los pies de ella asomados peligrosamente a las vías del metro; es como si de forma retrospectiva muchas situaciones cobraran significado para él. Así también cobra sentido el por qué debemos pararnos, el porqué de acatar las prohibiciones y por esto, probablemente Brandon siente angustia. Pero no es la angustia traumática que lo enloquece y que lo pierde de sí mismo, sino que es una angustia que en el decir de Freud sería una angustia señal que le funciona para anticipar un peligro.
Vemos a Brandon correr, corre con apuro, él sabe de lo que puede ser capaz Sissy. A su hermana se le puede ir la vida y a él también. Cuando vemos a Sissy desangrada pensamos que ha llegado demasiado tarde, su desesperación también es nuestra; sin embargo, Brandon reacciona, intenta reanimarla, llama por teléfono, logra salvarla.
El paisaje gris, lluvioso y de profunda soledad que rodea exteriormente a Brandon a su salida del hospital, es un reflejo de lo que le puede estar pasando por dentro. Brandon está triste, Brandon está solo, Brandon está asustado, Brandon llora profusamente como la lluvia pertinaz que cae y curiosamente la palabra que pronuncia es “¡Dios!”. ¿Búsqueda del padre? ¿Búsqueda de una ley que lo ayude a contenerse de tanta desmesura? ¿Búsqueda de una protección divina que lo salve?
El desenlace
De nuevo con el metro como telón de fondo, vemos a Brandon perfectamente ataviado con su traje correcto, seguramente para acudir a su trabajo correcto.
El director nos hace un guiño al cerrar la película con la misma chica de la escena del inicio: en esta oportunidad la chica se le insinúa con una mirada y una sonrisa más elocuentes; él solamente la mira.
Uno se puede preguntar si volverá a desencadenarse como una especie de repetición perpetua, o como un eterno retorno de lo igual, lo que a Brandon le es tan conocido: su desmesura, su falta de metas, sus no límites… o si, por el contrario, las experiencias vividas, tan desgarradoras y tan cercanas a la muerte, le han producido una posibilidad de querer buscar una salida diferente frente a la violencia de sus impulsos, una búsqueda del otro para conectarse y para poder poner límites a sus desenfrenos.
Mencioné a lo largo de esta lectura que placer y displacer son como dos orillas de un mismo río, una no puede ir sin la otra, y esto es lo enigmático que nos planteaba Freud, pero sólo es el límite al goce lo que permite desear ser uno mismo.
No puedo dejar de comentar que Shame también supone una reflexión sobre el vacío existencial, los valores actuales y la banalización de los vínculos, manifestado todo esto en el comportamiento de casi todos los personajes. Pienso que el recurso de los vidrios y cristales refleja como la urbe es testigo silente, pero también parte implicada, en este sórdido descenso a los infiernos e los excesos sin límites.
Al principio de mi trabajo leí una cita del Infierno de la Divina Comedia; habla de alguien perdido en una selva oscura y de rutas extraviadas.
Cada uno de nosotros puede hacer su propia ruta, perderse en los caminos o seguir un sendero, ser creativo o ser destructivo, buscar el placer y el disfrute o querer ir más allá y, según sus elecciones, sentirse cautivo o no. Sin embargo, también hay experiencias que en un momento dado dan la posibilidad de marcar un antes y un después, que permiten salir de lo tanático, de lo repetitivo, de lo mortífero para recuperar la vida, lo simbolizable, en sus otras versiones. Este es el gran desafío del Psicoanálisis.
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*Sobre el texto:
Conferencia presentada en el Colegio Mayor Universitario Isabel de España, en el ciclo Sexualidad y Psicoanálisis en Madrid, 2013. Publicada en el libro Cine & Psicoanálisis editado por el Colegio Mayor Universitario Isabel de España en 2015.
**Sobre la autora:
Virginia Mora Febres es Psicóloga clínica, Psicoanalista, Miembro asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM).
Coordinadora de las Jornadas Anuales sobre Salud Mental y Psicoanálisis en Santa Cruz de Tenerife.
Ha desarrollado su actividad clínica en Caracas, Madrid y Santa Cruz de Tenerife.
Ha publicado diferentes trabajos sobre Psicoanálisis infantil, proceso analítico, Encuadre y pandemia y ha participado como invitada durante varios años en el ciclo de Cine y Psicoanálisis realizado por el Colegio Mayor Universitario Isabel de España.
Correo: virginiamorafebres@gmail.com
Revista nº 17
Artículo 12
Fecha de publicación JULIO 2021