Ana María Sigal**
Resumen
La especificidad del psicoanálisis es mantener su saber sobre los efectos del inconsciente en la formación de síntomas y de subjetividad. Las teorías de género alertan que no es la anatomía la que posiciona hombres y mujeres en ámbitos y jerarquías diferentes, sino una simbolización social. Si bien coincidimos con esta posición, no podemos transformar el psicoanálisis en una antropología o una sociología que habla sólo de los elementos ideológicos que operan en la sexuación. ¿Qué es necesario mantener para estar en el campo del psicoanálisis? Las teorías de género no dan cuenta de todas nuestras cuestiones en lo que se refiere al deseo y al modo sexuado de estar en el mundo.
Palabras clave
Identidad de género – Identidad sexual – Nuevos paradigmas – Diversidad y diferencia
La única forma de mantener el psicoanálisis vivo es pensar a partir de las formas de producción de conocimiento que puedan incorporar lo nuevo y reorganizar lo ya conocido dentro de los paradigmas que nos caracterizan como producción científica. Para poder dar respuesta a la ideologización que se infiltra en la teoría, detenernos y encontrarnos con conceptos que tienen que ser revisados, es necesario no dejar la teoría como un cuerpo muerto, coagulado o rígido. Profundizando y confrontando la teoría freudiana a la luz de los progresos de la ciencia, es como la haremos avanzar.
Es en este camino que en el presente trabajo, planteo varias situaciones que me llevaron a modificar el cuerpo teórico que sustenta mi práctica en el recorrido de largos años. A partir de la experiencia de transmisión del psicoanálisis, confrontando la práctica y revisando la experiencia clínica me he visto obligada a incorporar y abandonar supuestas verdades., vemos que la certeza existe, en tanto queremos creer que estamos apoyados en suelo firme, que nos ofrece fundamentos para poder trabajar, pero es a partir del trabajo clínico que la teoría no termina de dar cuenta y entonces partimos hacia nuevos horizontes. Los nuevos modos de expresión de las patologías conocidas y las nuevas patologías, nos desafían en la investigación. Nos confrontamos a veces, con nuevos devenires en las formaciones subjetivas que nos muestran, que nuestros desarrollos teóricos circulan por caminos poco felices. Todos estos movimientos nos hacen cuestionar nuestra producción psicoanalítica y son el motor esencial de las nuevas formulaciones.
Sin embargo, últimamente algo de incomodidad se percibe en la forma que los psicoanalistas nos apropiamos de los nuevos conocimientos. Por momentos percibo una confusión, otras veces una paralización, otras una renuncia a sostener postulados que aún tendrían vigencia. Con frecuencia hacemos concesiones o inventamos figuras para tener un lugar en la historia. Nos cuesta reinventar incorporando lo que nos llega de otros campos.
Estoy a favor de ampliar el pensamiento, de reconocer errores, de poder formular de manera diferente enunciados que quedaron desviados o reprimidos en el desarrollo de la teoría. Pienso que por momentos tenemos que dar un giro importante o retomar caminos abandonados, siguiendo el método transmitido por la investigación freudiana, donde siempre vimos la existencia de un espacio para las reformulaciones. Si pensamos que Freud plantea dos teorías de la angustia, elabora dos formulaciones tópicas, reelabora la teoría de las pulsiones, podemos pensar sin temor como procesar el advenimiento de nuevos conocimientos. En este camino la idea es ampliar el pensamiento, ser capaz de sumar y no simplemente de sustituir. No descaracterizar un pensamiento que nuestro saber ha construido en el recorrido de más de 100 años, sí reformularlo. En este sentido es de vital importancia pensar de qué modo las teorías del género son incorporadas al psicoanálisis. Vemos que para algunos psicoanalistas, con ellas llegó la verdad. No dudo de su importancia y su riqueza, no dudo sobre la necesidad de nutrirnos de ellas, pero me pregunto por qué muchos psicoanalistas las colocan en un lugar de sustitución y no de diálogo, como si hubiese llegado la verdad última y se avergonzasen de los yerros del maestro.
Cambios en los paradigmas científicos
La revolución copernicana, que desplaza la tierra del lugar de privilegio, se une a la herida narcisista que promueve el psicoanálisis, al reconocer que la conciencia no es el elemento central que se debe analizar para entender las determinaciones que impulsan los caminos psíquicos del hombre. Hoy en día se hace necesario repensar, los modos en que el psicoanálisis operaba según los modelos termodinámicos que marcaron a Freud en su construcción del Proyecto de una psicología (1895/1982b) e incorporar nuevos modelos científicos que nos permiten repensar lo psicoanalítico. Estos modelos van a afectar según mí entender fundamentalmente, las concepciones de sexualidad que encontramos en muchos escritos freudianos. Cambian los paradigmas. Algunos anulan los anteriores porque proponen una nueva organización que se opone a enunciados formulados anteriormente, proponiendo una nueva forma de organización del conocimiento. Otros amplían la visión y cuestionan postulados ideológicos que respondían a las convenciones de la época. Los nuevos conocimientos tienen que ser puestos a prueba y reinventados. Todo este movimiento no ocurre sin consecuencias y afecta tanto a las ciencias duras como sociales.
En diversos campos de conocimiento como Física, Química, Biología, Matemática y Ciencias Sociales, los sistemas termodinámicos en los que Freud se apoyaba para dar sentido a las formaciones psíquicas, han sido reemplazados por otras formas de entender los procesos. En el siglo XX ningún concepto se resignificó con tanta profundidad como el de “complejo”. De un uso común y científico que había perdido sus raíces y lo relacionaba con lo complicado, lo enmarañado y lo difícil de entender, retomó su sentido originario y pasó a significar una nueva perspectiva para designar al ser humano, a la naturaleza y a nuestras relaciones con ella. Así, el término “complejo” designa hoy una comprensión del mundo donde todo se encuentra entrelazado, como una trama compuesta de finos hilos. El siglo XVIII se proponía eliminar lo indeterminado, lo impreciso, las complejidades. A partir de Edgard Morin y sus contemporáneos se hace el esfuerzo de incorporar lo aleatorio y la complejidad.
Pensemos en la revolución que aporta la teoría del Caos[1] para la comprensión de diversos fenómenos. En ésta vemos que sistemas complejos, dinámicos, no lineales, en desorden, sistemas en que las variables interactúan, con diversas alternativas de soluciones, tiene su origen y leyes en modelos muy simples. Sin embargo, las interferencias y accidentes en su trayecto sólo transforman su comportamiento en imprevisible, generando desordenes aparentes de difícil explicación y entendimiento. Situaciones imprevistas crean órdenes desconocidos, supuestos desordenes que en realidad son nuevas formas de ordenamiento. La lógica con que acostumbrábamos a analizar ciertos recorridos históricos en la vida de un sujeto pueden adquirir nuevas organizaciones a luz de las teorías disipativas y del Caos. Ya no pensamos el curso de una vida simplemente como situaciones de causa-efecto. La sobredeterminación adquiere un nuevo sentido y estamos siempre expuestos a la creación de nuevas inscripciones psíquicas que son producto de lo aleatorio. A partir de estas ideas, el mundo ya no se organiza más por dualidades dicotómicas o sistemas binarios causa-efecto. Se abren las diversidades, una aparente desorganización está dando origen a una nueva organización, que puede ser entendida en psicoanálisis, como la posibilidad de creación permanente de inscripciones en un inconsciente que será considerado como un sistema abierto. En relación a la sexualidad, tema que nos ocupa en esta ocasión, podemos pensar en un mundo de diversidades, en el cual los rasgos identificatorios van formando ensambles que permiten tantas combinaciones como singularidades existentes. La teoría del Caos nos dice que una mariposa que mueve las alas en Japón puede producir modificaciones a miles de kilómetros de distancia. Las figuras investidas libidinalmente que circundan los sujetos pueden producir transformaciones inesperadas según la forma de destino en que los rasgos identificatorios son incorporados, formando conjuntos absolutamente inesperados en los sujetos que de ellos se apropian. La teoría de las estructuras disipativas tienen como punto de partida el no equilibrio. Freud se resistía a considerar lo imprevisto o el azar como un elemento determinante en la consideración de una historia. Para Freud siempre había un hecho pasado que daba el sentido a la historia presente. El papel de lo imprevisto nos abre el camino para pensar en la neogénesis
Los pares duales que instauran la diferencia femenino-masculino, activo- pasivo, penetrante – penetrado, fálico- castrado se desordenan, permeando la diversidad y no la diferencia.
En un artículo de mi autoría, “La organización genital infantil” (A organização genital infantil, publicado en Brasil en 1997), hago una lectura del texto freudiano homónimo, cuestionando algunos conceptos allí vertidos. Proponía una revisión de la forma en que Freud organiza el mundo de la sexualidad, a partir de un análisis de la diferencia fálico-castrado donde coloca lo masculino como un universal. En su trabajo, Freud asimila lo genérico humano a lo masculino. Donde lo genérico está presente, sólo se puede ver la percepción del otro, que no es igual a lo único, como castrado, estableciendo una defensa de renegación o desmentida para toda percepción que se manifiesta como lo distinto. Freud apela a una teoría sexual infantil, que le permite pensar que hay una única percepción, la presencia del falo, y si este no está a la vista es porque está escondido o aun no creció. Se pierde la riqueza y la diversidad y se instala la diferencia de todo aquello que no es igual a sí mismo definiéndolo por negatividad. Al romper esta lógica elaborada por oposición binaria, nuestro horizonte se amplia y nos confrontamos con la existencia de los que tienen y de todas las otras formas posibles de reconocer en los otros que tienen otra cosa, modalidad ésta, donde todas las combinaciones son posibles, inclusive las no pensadas.
Utilizando estos nuevos paradigmas podemos encontrar en el cuerpo teórico del psicoanálisis, un nuevo modelo para trabajar con los conceptos ya conocidos, revisándolos y cuestionando el planteo del cogito cartesiano, del saber único. Conservar la singularidad es fundamental en la investigación analítica. El psicoanálisis privilegia una relación transitoria con la verdad y es también este saber el que hace del psicoanálisis una profesión imposible.
Teorías de género y psicoanálisis
¿Qué efectos produjeron en nuestro campo la incorporación de los estudios de las teorías de género, cuando en lugar de ofrecernos herramientas diferenciadas que agregan y nos obligan a repensar algunos elementos de nuestra teoría, alertándonos sobre los elementos ideológicos que la impregnan, vienen a tomar un lugar de verdad que anula casi la totalidad de nuestra elaboración teórica, descalificándola y hasta empobreciéndola?
El problema no es de las teorías de género. La cuestión es lo que los psicoanalistas hacemos al encontrarnos con las críticas a nuestras formulaciones. Cuando lo que importa, invade y no se enlaza necesariamente con aquello que es propiamente psicoanalítico, cuando lo que llega trata de dar una explicación totalizadora de los elementos que en el psicoanálisis con su metodología podrían ser revisados, estamos en un camino errado. Nos perdemos en luchas científicas de poder y no producimos un verdadero avance.
¿Qué es necesario mantener para estar en el campo del psicoanálisis? ¿Será que las teorías de género van a dar cuenta de todas nuestras cuestiones en lo que se refiere al modo sexuado de estar en el mundo? El psicoanálisis corre el peligro de transformarse en sociología o antropología si no tomamos el cuidado necesario para pensar lo que es específico de su campo. Las teorías de género que nos proporcionan valiosos elementos críticos para repensar nuestros postulados, tienen su alcance limitado en algunas cuestiones. De Stoller R. (1924-1991) a Judith Butler, de ésta a Beatriz Preciado, encontramos diferencias fundamentales. De estos aportes a los de Foucault M. (1926-1984) y las luchas feministas, tenemos un amplio espectro para rever la cuestión sin adherir a ninguna de ellas como verdades últimas.
El elemento central que estas teorías nos aproximan se refiere al análisis del modo de producción de conocimiento, que siempre está inmerso en un medio histórico cultural que determina la comprensión de la propia producción científica. Algunas teorías de género, en especial, en lo que se refieren a la sexualidad, alertan o desautorizan el modo en que el psicoanálisis elabora ciertos postulados, porque critica que en la producción de este saber, se toman como valores epistemológicos conceptos ideológicos de la época en que fueron producidos, lo que no deja de ser parcialmente verdadero. Pero estas formulaciones son insuficientes para invalidar ciertas construcciones que deberían ser revisitadas para una mejor discriminación. Es en esta nueva espiral que podemos reformular e inferir que ciertos elementos de la construcción teórica pueden sostenerse como pilares indiscutibles y otras precisan ser repensadas, como aquellas que le dan al falo un valor jerárquico superior impregnadas por los determinantes ideológicas de la época en que fueron elaboradas.
A partir de la separación creada entre procreación y placer, producto de fenómenos socio económicos que son resultado de la revolución industrial, la mujer ocupa un nuevo lugar como fuerza de trabajo y se reubica en el espectro de los medios de producción. Como consecuencia de este cambio y con el control de la natalidad, ya no se le destina como único papel el de reproductora, ajena al placer y al goce sexual, abriéndosele el acceso a una nueva subjetividad, lo que nos permite constatar que muchos de los lugares destinados a lo femenino, no son intrínsecos a lo femenino ni hacen parte de su naturaleza, sino que son lugares leídos a partir de una época y de la posición social que la mujer ocupaba.
En lo que se refiere a la teoría de la sexuación tenemos de S. Freud (1856-1939) a J. Lacan (1901-1981) de M. Klein (1882-1960) a J. Laplanche (1924-2012), A. Green (1927-2012) o D. Winnicott (1896-1971), una diversidad de aportes que permitieron a cada uno de ellos construir sus propios abordajes que difieren entre sí. Algunos más impregnados por valores ideológicos, otros por sostener la importancia de lo biológico, crearon sus propios conceptos metapsicológicos. Sin embargo, todos ellos se mantienen dentro del psicoanálisis porque priorizan el desplazamiento que sufre el yo y la conciencia en favor del concepto de inconsciente.
¿Qué es innegociable a mí entender para mantener la especificidad del pensamiento psicoanalítico?
- El dislocamiento que hace el psicoanálisis a partir de una concepción Ptolemaica de un Yo que posee la verdad, al recentramiento del Inconsciente como un espacio extranjero que deja al sujeto a merced de lo desconocido en sí.
- El desplazamiento que Freud produce en los Tres Ensayos (1905/1985) al demoler el preconcepto de una sexualidad preorientada instintivamente en el hombre, en beneficio de una pulsión que solo encontrará su objeto de manera aleatoria en su historia individual, objeto éste, esencialmente vicariante y contingente. Esta sustitución saca al sujeto del campo de la pura biología y lo constituye en su propia diferencia fuera del determinismo biológico con valorización de la fantasía y el lenguaje.
- La sexualidad infantil como camino por el que transita la formación de la subjetividad. Esta idea que tanto le costó al psicoanálisis imponer porque rompía con las necesidades de la época de mantener al niño inocente y alejado de los pecados del deseo, no puede ser fácilmente renunciable. Sobre todo cuando vemos al pequeño sujeto perverso polimorfo circular por un cuerpo erógeno que le produce placer.
Metapsicología
En consonancia con la metapsicología que trabajo, próxima al pensamiento de Laplanche, el inconsciente se origina como producto de la represión originaria y se nutre de la sexualidad infantil reprimida que es implantada en el encuentro con la alteridad. La tópica psíquica se constituye en el marco de la tópica intersubjetiva. El aparato psíquico se constituye en una perspectiva histórico-vivencial- estructural, en la cual hay verdaderos momentos de organización psíquica que permitirán la reubicación de elementos constitutivos en constituyentes. Estos fundamentos son centrales para ver de qué modo lo que nos llega del otro hace marca, pensando que el inconsciente tiene un realismo histórico vivencial. Parto de la idea de que el inconsciente se constituye más allá del discurso del cual emerge o se da a conocer, adhiriendo a la fórmula que Laplanche plantea en el coloquio de Bonneval (1987) donde junto a S. Leclair (1924-1994) postulan que el inconsciente es la condición del lenguaje. Es a partir de estas concepciones que deseo reforzar la idea de que hay enunciados en la teoría psicoanalítica que pueden cambiar, pero hay constituyentes básicos que se mantienen como pilares vigentes. Aun considerando diversas conceptualizaciones metapsicológicas, se impone la radicalidad del inconsciente en el campo del deseo y en la forma en que se transita por el camino de la sexuación en la inscripción de la alteridad.
¿Cuál es entonces la cuestión? Pienso que la adhesión masiva a las teorías de género, nos posiciona en un psicoanálisis del Yo, en el cual todo lo que tendríamos que decir sobre la sexualidad infantil perversa polimorfa y el Complejo de Edipo, depende exclusivamente de elementos conscientes, históricos y sociales y no de modos inconscientes de elaborar las identificaciones, la prohibición del incesto o el encuentro con el adulto y su sexualidad que implanta su propio deseo a partir de su inconsciente.
Corremos el riesgo de que al tratar de anular los efectos deletéreos que produce la concepción jerárquica del falo, apaguemos las marcas de la diversidad sexual de los procesos identificatorios.
Se hace necesario considerar que el problema de la diferencia y de la diversidad sexual sobrepasa los límites de la pura interrogación sobre las influencias culturales y sociales de la época y nos habla de elementos inconscientes que actúan en la formación de la identificación sexual. El lugar del deseo del otro, así como la implantación del objeto fuente de la pulsión, tienen que ver con el inconsciente del adulto que se ofrece al niño como matriz por la cual circulará el camino de su sexuación. Estos caminos están definidos por las elaboraciones Edípicas, aun entendiendo el Edipo de una forma no exclusivamente familiarista. Siempre se ejerce un impacto en el encuentro del adulto con el niño, independientemente del papel que represente. Teniendo en cuenta que las figuras que en parte lo determinan, están constituidas por los rasgos sumatorios que implican la conjunción “y” y no “o”. Dichas figuras se complejizan y no representan oposiciones dicotómicas, donde también las definiciones de género están preñadas por elementos que incluyen la complejidad y la diversidad. Hablamos hoy de casamientos homoparentales donde se ejercen de una forma bien diversificada los papeles que antiguamente se atribuían al hombre o a la mujer en la unión estable. Tendríamos que entender que ya no hay un concepto biunívoco de lo que es una madre o un padre, así como lo que es en esencia “femenino” y “masculino”. Por esto pensamos que los diversos trazos a ser recorridos no responden solo a patrones histórico-culturales, sino también a los caminos del deseo inconsciente que sitúa la relación intersubjetiva.
Sin duda que en el texto freudiano, en lo que se refiere a la identificación, sexualidad y Edipo, hay valores que se desprenden de los valores axiológicos de la época. Freud produce la teoría de la primacía del falo en una época del surgimiento del feminismo donde están en cuestión los valores axiológicos que se refieren al papel de la mujer que se defiende de la híper-valorización androgénica. Afirmar el valor jerárquico superior del falo, es casi una tentativa política de lucha contra la igualdad de papeles y de esta producción no sólo es responsable el momento histórico, sino también la propia historia y biografía de Freud.
Por lo tanto creemos que las nuevas lecturas nos obligan a rever estos postulados y a repensar los caminos de los procesos identificatorios, ya que si la entrada y la salida del Edipo, no pueden considerarse exclusivamente a la luz de la angustia de castración y la envidia del pene, otros serán los resortes que empujan este proceso, esto no implica anularlos o desconsiderarlos, sino pensarlos a la luz de las nuevas ideas.
Deleuze y Guattari, en el Anti-Edipo (1972) ya cuestionaban el camino de la sexualidad en Freud, ridiculizando la “imbécil dialéctica binaria de dos sexos” y formulando teorías de flujos y devenires. No por esto el psicoanálisis dejo de producir teoría, pero tampoco dejo de preguntarse sobre las cuestiones que esta teoría nos ofrecía.
Creo posible recorrer otros caminos a partir del texto “Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular sobre el erotismo anal” (1917/1979) en el cual, al desenvolver el concepto de ecuaciones simbólicas, sin atribuir un lugar de máximo valor a ninguna de ellas, Freud se mantiene en el campo de la diversidad y no trabaja los conceptos por exclusión binaria. Penes, bebés, regalos, dinero, heces, están entrelazados por un signo igual, sin hacer de ninguno de ellos un referente ultimo del cual todos los otros son dependientes.
Conceptos como la envidia al pene, la forma que describe el super-yo femenino y darle a la mujer adulta el lugar de la histérica, no son los únicos modos posibles –para entender el camino de la sexuación femenina. Podemos decir que estos tres conceptos se formulan a partir del artículo de Freud “La organización genital infantil” (1923/1986a), en el cual afirma la primacía del falo y a partir de esta posición se desprenden todos los elementos que van a definir el camino de la sexuación de la mujer. Aquí el texto freudiano está determinado por conceptos ideológicos, pero a lo largo de su obra nos ofrece otros caminos posibles para transitar estos temas.
Tanto el camino de la masculinidad como el de la feminidad pueden tomar otros rumbos si no partimos de la primacía jerárquica del falo y nos abrimos a una nueva paradoja de la potencia femenina. Podemos pensar la envidia como aquello que se desea porque no se tiene y no necesariamente porque es mejor. Pero lo que no se tiene no es una cosa única, y necesariamente opuesta, lo que no se tiene está determinado por multiplicidad de deseos de otras posesiones.
Me inclino a trabajar con la idea de “diferencia no oposicional”, como formula Derrida (1968), que nos permite una forma de repensar la diferencia sexual en términos no de oposición, sin connotación jerárquica o binaria, de forma de conferir valor a lo femenino fuera de la estructura patriarcal que mantiene lo masculino como patrón.
La diferencia es cada vez menos pensada en relación a las estructuras binarias, la diferencia es lo que no es igual, pero no es tampoco lo opuesto. Estamos en una época de policromatismos y poliformismos. La sexualidad no puede mantenerse ajena a estos movimientos. A cada momento nos confrontamos con combinaciones impensables de figuras y estéticas que denotan nuevas formas de sexualidad.
Entender que el tercero aparece como rival porque separa, no tiene que ver necesariamente con la posesión del falo. Puede tener que ver con el deseo de no perder lo que se tiene, o también con el deseo de tener todo lo que se puede tener, sin por esto considerar que existe la completud sin fisura. Decir que la mujer desprecia a la madre porque descubre que no le dará el falo y es esto lo que la hace girar hacia el padre, es producto de un análisis parcial donde se niega la ambivalencia y ambigüedad del deseo inconsciente. Esta postura no toma en cuenta la valorización que después hará de ella por todo lo que tiene de positivo y que sí le puede dar.
Si observamos la conducta de los niños, y no tratamos de negar las percepciones que descalifican la teoría previa, vemos que los niños desean también tener hijos en la panza, se colocan almohadas o muñecas debajo de la blusa, imitando a las mujeres embarazadas, no porque estos equivalgan a penes, sino porque representan la potencialidad de crear. Si no fuese por las duras represiones que sufren los niños acosados por los gritos que le dicen: “esto no es cosa de hombres”, “debes parar con esto que es cosa de mujer”, quizás los hombres tendrían más espacio para elaborar una sexualidad adulta, más libre y menos amenazada por el temor a mostrar rasgos censurados por la cultura del momento. Sin embargo, si una niña se coloca una espada entre las piernas, o hace pis parada, no es tan reprimida porque parecería que esto amenaza menos, no solo porque la castración horroriza y se festeja su negación, sino porque se apuesta a la hipótesis biologista del instinto maternal que reencaminará su destino. No se la ve como un hombrecito pero si como alguien que juega a tener varias cosas. Se la ve en la diferencia y en la diversidad.
En la época de identidad de género deberían aceptarse todas las conductas lúdicas que permiten ensayos de placer, multiplicidad de posiciones y diversidad de experiencias para que los niños entren, en el camino de la sexuación y el Edipo, munidos de un abanico de situaciones que les permita desarrollarse con más libertad.
Los lugares del Edipo no son lugares vacíos, son lugares demarcados por la singularidad de una historia donde los papeles no los juegan solo los padres, sino también los diversos deseos que circundan al niño. La entrada en las guarderías de los niños de meses, la incorporación a la escuela a partir de un año, la proliferación de empleadas, vecinas, choferes, abuelos y otros, hacen que se marque al niño desde muy temprano, a partir de una multiplicidad de deseos y a veces muy contradictorios. Decir que la madre es la madre, y el padre es el padre, y por esto tienen un peso libidinal mayor, es negar una realidad que a veces muestra estrictamente lo contrario. Las teorías sexuales son válidas en cuantas fantasías imaginarias elaboradas por el infans para dar cuenta de su relación con los otros. El mundo está invertido multifacéticamente, y en contrapartida las identificaciones son múltiples y se realizan en función de rasgos y no de univocidades.
En los Tres ensayos (1905/1985) Freud nos habla de perversidad polimorfa, donde el deseo camina por senderos diversos, y los caminos de lo erótico no se diferencian en la dicotomía binaria de hombre –mujer, donde los diversos órganos son libidinizados sin apelar a la diferencia sexual. Boca, ano, piel, audición no se diferencian entre femenino y masculino, ya que todo órgano es pasible de ser erotizado, libidinizado y porque no, sexuado. Pensar la perversión como todo aquello que se aleja del fin sexual natural procreativo implica una biologización de la sexualidad.
Siguiendo a Laplanche planteamos que entre el comportamiento significante cargado de sexualidad vehiculizado por el discurso-deseo de la madre y la representación inconsciente del sujeto no hay continuidad ni pura interiorización. Entre ambos hay una descualificación, producto de un metabolismo que impone descomposición y recomposición. La idea de desconstrucción derridariana toma nuevamente un lugar. Laplanche (1987) se vale del concepto de metábola para dar cuenta de esta situación.
De este modo, propongo dos caminos posibles de análisis que delimitan el campo de la sexualidad:
- Identidad de Género (aspectos conscientes )
- Identidad sexual (sexuación, aspectos inconscientes)
Identidad: Trabajamos este concepto que nos ofrece la psicología, como modelo mimético de identificación primaria teñido por la identificación de género, en la cual no reconocemos la existencia aun de la relación de objeto. Para la definición conceptual de identificación primaria tomamos del Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis (1971) que nos dice: “modelo deconstitución de sujeto sobre el modelo del otro, que no es secundario a una relación previamente establecida” (pag.196). Se trata de una identificación directa e inmediata que se sitúa antes de la catexia de objeto. Se basa en el juego mimético de actitudes sociales, de adaptaciones perceptivas y motoras que constituyen un primer Yo corporal. Desde este punto de vista la sexualidad es un rasgo, una huella más de las que operan en este proceso, ya que se trata también de una identidad ontológica que ofrece matrices para recortarse y diferenciarse del otro. Esta forma de entender el proceso de identidad dentro del cual la sexualidad y el Edipo son un elemento más, podemos encontrarla por ejemplo en Winnicott, donde el proceso de subjetivación, se basa fundamentalmente en la importancia atribuida a la madre y al ambiente suficientemente bueno y los procesos que ofrece el objeto transicional para posibilitar el contorno y el proceso de separación que propiciará la construcción del sí mismo. Para Freud el modelo básico es el de incorporación oral -forma más primitiva de lazo afectivo con un objeto aun no diferenciado del sujeto-. Imitación como nos dice Jean Florence (1994) es “un efecto secundario a nivel del yo que se desenvuelve en el plano de la representación pre-consciente del cuerpo y por la vía de las actitudes sociales, de las adaptaciones perceptivas y motoras del yo corporal”[2]. Aquí la teoría de género tiene una determinación fundamental y opera según modelos ofrecidos por lo cultural, cambiantes en el devenir de la historia, según el lugar que el hombre, la mujer y los trans-géneros ofrecen como modelos.
La identidad de género es anterior a los procesos de identificación secundaria, consecuencia del Edipo. Esta situación con el otro del espejo o de los innúmeros de espejos en que se reflejan y se desdoblan, puede ser femenina, masculina u otras para cada sexo, pero es atributiva de los patrones sociales. Glitter, estrellitas o color rosa para mujeres, armas, espada y azul para los hombres nada tiene que ver con la diferencia de órgano que determina el sexo. Las diferencias y las desigualdades no derivan de la biología y si de la simbolización que se hace de ella. Son más modelos preformativos que nada tienen que ver con la sexualidad de llegada. Es una atribución parental de adecuación al papel social de época, determinada por la apariencia externa como una insignia para ser identificado por el medio, ya que los órganos sexuales no están a la vista. A no ser en poquísimos casos de bisexualidad orgánica, nacemos con un sexo biológico, el cual no nos obliga a asumir la sexuación que corresponde al órgano, ya que esta es una construcción que se elaborará en el transcurso de una vida. En este caso anatomía no es destino.
Identidad sexual. La Identificación como proceso de sexuación.
En rigor no es posible mantener el término sexo del lado de la anatomía, género del lado de los procesos sociales y fenómenos antropológicos y sexuación del lado del inconsciente. La propuesta es trabajar con el ensamble, con el tejido en malla de todos estos registros, en el cual ninguno anula definitivamente al otro y va constituyendo al otro. Es en el entrecruzamiento de un caos estructurante, que podemos dar cuenta de mantener los aportes de la teoría psicoanalítica y de género deslizándose a lo largo de una teoría estructural y vivencial de los procesos psíquicos.
Es necesario retornar a los escritos psicoanalíticos freudianos y pos-freudianos para discriminar qué corresponde a elementos de ideologización de la cultura que producen postulados que ponen en cuestión formulaciones propias del psicoanálisis y, entender qué es lo que hace parte de un inconsciente organizado por los intercambios deseantes y sus diferentes sistemas, teniendo en cuenta cómo opera la segunda tópica, cómo funcionan los enraizamientos del Yo en el inconsciente y pensando cómo deben ser reconsiderados dentro de una nueva comprensión del Edipo que propone una concepción menos familiarista a partir de reconocer otras formas de vida y parentesco que emergen en el tejido social sin que se priorice la institución familia heterosexual y reproductora.
Al hacer este trabajo sugiero rever en el complejo de Edipo, el criterio de interdicción, como la prohibición del goce del cuerpo del niño por el adulto, así como el reconocimiento de la no existencia de un goce absoluto. Propongo reconsiderar el papel que tiene la angustia de castración en el niño y la envidia del pene en las niñas, como el elemento central que impulsa la implosión del complejo y su resultado en las identificaciones secundarias. El falo puede ser envidiado por la diferencia que remite a la diversidad y no por el valor jerárquico que corresponde a un elemento valorizado por la cultura en la que se formula la teoría. Es necesario replantear la existencia de un lado femenino, sin definirlo apenas por la negatividad. La positivización de lo femenino exigiría presuponer no sólo un más allá del falo, sino otra forma de erotismo que no tenga al falo como su referencia.
Propongo que las teorías de género sufran un proceso de antropofagia y metábola para que se incorporen al campo del psicoanálisis. Repensar el complejo de Edipo no anula la posibilidad de mantenerlo como un elemento importante en el pasaje de la construcción de la sexualidad y de las identificaciones secundarias. Si bien puede no ser el elemento único que define el paradigma central de la teoría de la subjetivación, conserva la importancia que tiene la introducción de un tercero.
Si no hacemos trabajar la teoría psicoanalítica a la luz de los avances científicos, filosóficos, sociales y culturales, somos los primeros en dar a las teorías cognitivistas y al naturalismo biológico un lugar para sustituir al psicoanálisis. No se trata de una defensa corporativista de nuestro saber. Trabajar con una teoría que se reformula y que entiende la neogénesis como un elemento fundamental que aporta elementos histórico vivenciales que tienen inscripción inconsciente, nos permite entender un sujeto que cambia de posiciones en el recorrido de una vida. Una nueva elección no debe ser siempre identificada como una inscripción reprimida que viene a dar luz, puede ser una nueva constelación creada a partir de nuevas vivencias que pueden en cualquier momento producir mudanzas en la identificación y en la elección de objeto.
Asumir una posición homoerótica, no es siempre el resultado de la aparición de algo que permaneció por años reprimido, puede ser el descubrimiento de un nuevo investimento objetal. El presente no es siempre repetición, nos alejamos de un fatalismo que desconsidera lo imprevisto, lo aleatorio que puede modificar caminos. Repensar el psicoanálisis es una forma de hacer justicia al texto freudiano.
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- (1979). Sobre las transposiciones de la pulsión, en particular el erotismo anal. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 17, pp. 113-123). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado en 1917)
- (1986a). La Organización Genital Infantil. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 19, pp. 141-149). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado en 1923)
- (1986b). El sepultamiento del complejo de Edipo. En J. L. Etcheverry (Traduc.), Obras Completas: Sigmund Freud (Vol. 19, pp. 177-187). Buenos Aires: Amorrortu (Trabajo original publicado en 1924)
Morin, E. (2005). Introducción al pensamiento de lo complejo. España: Gedisa.
Prigogine, I. (1996). El fin de las certidumbres. Chile: Ed. Andrés Bello
Rezende, A.O. (2000). Paradoxo da Psicanalise. Una ciencia Pos-paradigmatica. Sao Paulo: ViaLetera. (2000)
Sigal, A.M. (2009). A organização genital infantil. En Escritos Metapsicológicos e Clínicos. Sao Paulo: Editora Casa do Psicólogo.
Sigal, A. M. (2002). O lugar dos pais na Psicanálise de Crianzas (2ª ed. ampliada). Sao Paulo: Editora Escuta.
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*Revisión de la traducción: Mariana Britos
** Sobre la autora: Psicoanalista argentina, exiliada en Brasil en 1976, donde reside desde entonces.
Ha publicado numerosos artículos en revistas. Sus libros publicados:
- “Escritos metapsicológicos e clínicos” Sao Paulo. Ed Casa do Psicólogo 2000
- “El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños” Editora Escuta, 1997.2° edición, revisada y ampliada 2002.Publicado también en Ba.As. Lugar Editorial
Profesora fundadora junto a colegas brasileros y argentinos del “Curso de Psicoanalise do Instituto Sedes” 1997 donde da aula desde su fundación. Miembro del “Departamento de Psicanalise do Instituto Sedes” desde su fundación 1981. Representante en el grupo Articulación de las Entidades Psicoanalíticas Brasileras desde el año 2000. Co-Directora del Curso De Clínica Psicoanalítica Conflicto y Síntoma desde 1997 en el Instituto Sedes
[1]Las teoría de las estructuras disipativas o teoría del Caos, constituyen la aparición de estructuras coherentes, autoorganizadas en sistemas alejados del equilibrio. Se trata de un concepto de Ilya Prigogine, que recibió el Premio Nobel de Química «por una gran contribución a la acertada extensión de la teoría termodinámica a sistemas alejados del equilibrio, que sólo pueden existir en conjunción con su entorno».
El término estructura disipativa busca representar la asociación de las ideas de orden y disipación. El nuevo hecho fundamental es que la disipación de energía y de materia, que suele asociarse a la noción de pérdida y evolución hacia el desorden, se convierte, lejos del equilibrio, en fuente de orden.(Wikipedia).
[2]Traducción de la autora
Revista nº 12
Artículo 5
Fecha de publicación DICIEMBRE 2018