Saltar al contenido
LOS SÍNTOMAS EN LA ACTUALIDAD.

LOS SÍNTOMAS EN LA ACTUALIDAD.

Francisca Carrasco*

Desde hace tiempo los que nos dedicamos al ejercicio de la clínica nos preguntamos si las personas que nos consultan en la actualidad tienen los mismos síntomas que antes, ¿si sufren de lo mismo o si en realidad son estructuras nuevas que no responden a lo que entendíamos por neurosis, psicosis o perversión?

Julia Kristeva se pregunta ¿Quién sigue teniendo un alma en nuestros días? Si miramos el diccionario entendemos por alma el principio que organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida. El alma es la que produce el sufrimiento psíquico, si un hombre no tiene capacidad de amor al prójimo se le llama desalmado, el alma es un concepto antiguo que viene como dice Jean –Claude Miilner “ Del mundo antiguo y de la espíteme”, cuando se traspasa el mundo antiguo al moderno se pasa por este concepto y podríamos decir que el psicoanálisis se hace cargo de ello y le nombra de alguna manera, como lo que está fuera del universo, lo que queda fuera de la representación y aún con el peligro de ser anacrónica yo me pregunto ¿cómo es el alma que sufre del hombre de ahora?

Podemos pensar que el hombre moderno (el que resultó de vivir la edad moderna del siglo XIX y principios del siglo XX), era un hombre que conquistó la posibilidad de pensar por sí mismo. Descartes, con su “pienso luego existo” es el exponente de lo que el ser humano obtuvo como consecuencia de La muerte de Dios.  Freud, como dice Jorge Alemán, “sin tener explícitamente la idea de que debía asumir un proyecto intelectual critico a la modernidad, se vio envuelto en una experiencia tal por lo que enseñaba con respecto al trauma, la compulsión a la repetición y el más allá del principio del placer, quedesmontaba la metafísica de la emancipación y la idea de un progreso hacia la liberación”. Descubre Freud que tras esa verdad científica hay un hombre que sufre que no es exactamente correspondiente con el anhelo moderno de esa certeza, en el ser que piensa y que se refugia en la ciencia. Descartes sabe que es porque piensa, el hombre de Freud es dónde no piensa. El hombre moderno es un hombre que pensaba y necesita tomar conciencia de las cosas que le pasaba, de los sentimientos que tenía y puesto en el lugar donde antes estaba Dios, si las cosas no le salían bien se atormentaba, sufría y era presa de sentimientos de culpa, este hombre es el sujeto social que surge de la concepción metafísica de la época: la ciencia y el método científico toman el lugar que antes había tenido la religión y Dios, y la práctica psicoanalítica siguiendo este esquema, piensa que el método que utiliza, empeñado su descubridor en ser científico, es un seguro ineludible de que las cosas van a ir bien. El fracaso explícito del socialismo, con la caída del muro y la barbaridad que ha supuesto el capitalismo a ultranza hace replantearse las cosas de otra forma y es así que aparece lo que se ha venido llamando La postmodernidad, reacción anti toda una tendencia filosófica, cultural o social. Trajo un cambio en la subjetividad. Los textos de Lyotard “La condición postmoderna” y distintos autores como Toffler “La tercera ola” nos dicen que hemos entrado en una sociedad post-industrial con cambios fundamentales: de manera que todo el saber “que no puede ser traducido en cantidades de información, será dejado de lado y todos los lenguajes serán traducidos a un lenguaje de máquina”, con lo cual el saber del hombre cambia y ya el saber no está tomado como enriquecimiento personal y formación del espíritu, pensar no es un aval frente a la existencia, pensar no es asegurarse de que uno existe porque si no se piensa quedamos en la falta de ser, sino que saber es como  una moneda de cambio para entrar en un mercado; esto es lo que hace cambiar radicalmente la relación del conocimiento y la ciencia a lo largo del siglo XX y el momento actual.

La mercantilización como dice Moguillansky, R “En pensamiento único y dialogo cotidiano” llega a privilegiar una ideología donde los mensajes son rápidos, ricos en información y fáciles de decodificar. En este contexto el saber útil tiende a ocupar todo el escenario en detrimento del saber narrativo, del saber que cuenta, que es el que necesita el psicoanálisis. Para esta conceptualización el saber es poder y no se contempla como encuentro con uno mismo.

Si la explicación que en muchas ocasiones se ha dado en los inicios de una cura al paciente de que “Usted debe pensar hacer un análisis para conocerse mejor y ponerse en contacto con sus deseos” era una inexactitud que dejaba al pobre hombre que venía por un síntoma fóbico un poco anonadado. Este planteamiento hoy es el mejor método para que salga corriendo a un cognitivista que le dirá lo que tiene que hacer para amortiguar sus miedos.

Esta forma de ser social produce cambios en la forma de expresar el sufrimiento.

Y seguimos preguntándonos ¿cuál será el alma de estos nuevos seres que nos convocan a que escuchemos su sufrimiento? Lo que es claro que las estructuras sociales han cambiado el sí mismo.  La conciencia de sí del post-moderno es poca cosa: atrapada en complejas y móviles relaciones, él es el destinatario de la venta de objeto (nos bombardean hasta por teléfono a la hora de la comida o cena o la siesta o en los momentos de intimidad, cómo si ya no importara el tiempo íntimo, como si no hubiera unas normas de respeto al ser del otro porque lo importante es tener la oportunidad de obtener más). O puede ser el referente para un proyecto de trabajo estupendo, pero difícilmente es tenido en cuenta como sujeto.

El sistema ha cambiado la ciencia por la técnica y esta última resulta altamente peligrosa porque lleva al hombre a olvidar un modo esencial de su ser, que originariamente es oculto, un modo íntimo de ser, que no se puede desvelar en todas partes.  El peligro de la técnica no es la técnica en sí, sino el hombre, el ente, el ser que no se oculta en ella, un ser que está demasiado lleno de y por eso siente que está vacío; con facilidad tantas cosas le desvelan, se pierde en la burocracia del tener y a veces se olvida de una posibilidad de salida de una forma distinta a la que marca el protocolo técnico. La técnica lleva a poner los progresos técnicos en el lugar donde antes estaba el pensamiento o la autoridad.

La tendencia de esta sociedad post-moderna es a reducir las señales de autoridad, acrecentar las opciones privadas y privilegiar la diversidad “Lipovetzky 1983” y sin embargo, esto no ha llevado al hombre a un compromiso con la técnica sino a una cierta indiferencia que ha supuesto que los dirigentes se hagan decididores y deciden por nosotros y a través de un protocolo, ¿Cuándo tenemos que vacunarnos de la gripe A?

Y la ministra nos dice que ellos siguen el protocolo de la Unión Europea sin que se dé un debate serio sobre la propuesta. O se piensa cuando hay que darle dinero cuando y como hay que pagar a un chico para que vaya a la escuela, ¿Qué valor tiene el saber? en una sociedad donde se reducen las tendencias al respeto, a la autoridad y se impone el tu como marca de la falta de diferencia y esto da lugar a que se piense que se tiene derecho a todo. La pregunta es ¿Qué ha cambiado? ¿Podemos seguir pensando las estructuras clínicas de la misma manera que antes?

El psicoanálisis que tenía un dialogo fluido con la sociedad moderna tiene que aprender a tener un discurso con la sociedad post-moderna y para ello tenemos que entender bien ¿cuál es el alma de los pacientes que vienen a vernos?

El hombre de hoy es un ente que se oculta tras la técnica. Ese ente que se oculta posicionado por el estrés, y atrapado por el juego de artificios de los objetos que la técnica crea de forma excesiva en una sociedad que pasan de venerar a un objeto, a dejarlo como un desecho absoluto cuando se estropea o no cumple la función, ya no se arreglan las cosas sencillamente de tiran. El hombre siente tener el mismo funcionamiento: se gana, se gasta y no hay tiempo de una pregunta sobre la propia vida interna ya no hay un Dios que pueda castigar o una conciencia de clase que atribuya unos valores éticos personales sobre los que recaiga la culpa. No hay remordimiento; pero el hombre sufre y ¿cómo tramita ese sufrimiento?

Lo pone en el cuerpo, el cuerpo se pone en el lugar que antes estaba el pensamiento, dice Kristeva que aparecen la sudoración, el ataque de angustia, el insomnio y sobre todo, siente un enorme vacío de sí mismo: tengo baja autoestima es la frase favorita. Pero lejos de que esta baja autoestima sea cierta lo que nos encontramos son dificultades de tramitación del narcisismo, no es una baja autoestima, es un ideal del yo puesto en el lugar de Dios.

Está saturado de imágenes que le confunden y podemos ver un asesinato en tiempo real mientras comemos “agradablemente” un plato de la nueva cocina: lo verdadero y lo falso se confunden ¿alucinamos? Las imágenes captan las angustias y las interpretan. Aparentemente hay una sociedad que nos elimina la inquietud metafórica, la imagen suple la imaginación (el cine es buen exponente de este realismo exacerbado que no deja nada a la metáfora no hay nada que se deje a la imaginación del espectador, dicen todo. Nuestro ser queda mudo tras ese “aparente ser total”. Es total, es también una frase habitual.

Frente a estas formas nuevas los analistas han dicho que hay una imposibilidad de simbolización y que hay un vacío. No es lo mismo que los pacientes digan que se sienten vacíos que qué nosotros digamos que están vacíos o no simbolizan. El vacío es un concepto interesante. El sujeto sobre el que nosotros operamos no es el mismo que el sujeto de la ciencia, ni de la filosofía, ni de lo social, pero tenemos que saber que si bien operamos sobre el sujeto de lo inconsciente escuchamos al yo y el yo está formado en gran parte por el ideal social. Lo social dice que si algo se estropea no vale nada. El concepto de la nada, de encontrarse con la nada, con lo inevitable de la muerte se obtura y se suple con el ataque de angustia

Escuchamos decir que en los tiempos que corren aparecen personas que tienen imposibilidad de simbolizar traumas y se habla de déficit narcisista o de vacío de simbolización o de estructura limites o bordeline: Los analistas inventan nuevas palabras para describir cuadros nosológicos técnicos que siguen siendo protocolos para ocultar el ser de nuestros pacientes.

Se habla así de realidades in-transfigurables que nos obliga a cambiar la técnica y a creer que tenemos que cambiar la posición de analista y crear un aparato diferente.

Se habla también de nuevas estructuras y así se pude ver la anorexia como una estructura diferente, y aparece la clínica del vacío como una forma de posicionamiento ante nuevas estructuras en lugar de las que se plantean en la clínica de la falta.

Massimo Recalcati dice en “Clínica del Vacío. Anorexias, dependencias, psicosis”.

“Si bien la clínica de la falta circunscribe realmente la clínica de la neurosis. En efecto la clínica de la falta es una clínica del deseo inc, de la represión y del retorno de lo reprimido, del síntoma y de la división del sujeto; es una clínica que encuentra su terreno de abono en las formaciones del inconsciente. Lo que constituye su centro es la pasión del deseo como pasión que toma cuerpo, como Lacan nos ha indicado, de la “falta en ser” que habita el sujeto. En este sentido la clínica de la falta se puede enmarcar en la clínica clásica de la neurosis…Los denominados “nuevos síntomas” (anorexia y bulimia, toxicomanía, ataques de pánico, depresión, alcoholismo) aparecen como efectivamente irreductibles ante la lógica que preside la constitución neurótica del síntoma… asistimos a una desarticulación del vínculo dialéctica entre vacío, falta y deseo. El vacío no aparece como manifestación de una falta sino se solidifica, se hipostatiza, se presenta como disociado del deseo y, por tanto, como innombrable…” (pp. 11, 12)

Más adelante nos acerca a la comprensión de estos nuevos síntomas como pertenecientes a la clínica del vacío, es decir, no responden a la noción de síntoma como formación de compromiso, sino la angustia: “…sino la experiencia de un vacío que aparece disociado de la falta, de un vacío que ya no es manifestación de falta en ser, sino expresión de una dispersión del sujeto, de una inconsistencia radical del mismo, de una percepción constante de inexistencia que suscita la angustia sin nombre.” (pp.13).

Esta idea de Recalcati me hace pensar en lo que está diciendo como si dijera que tenemos que casi construir el sujeto. Para mí el sujeto no está inconsistente, sino que tiene una consistencia diferente y tenemos que poder oír estas formas nuevas de la insistencia de la pulsión de muerte que insiste precisamente para no con-existir por eso yo pretendo hoy una discusión desde los distintos esquemas referenciales porque me parece que desde una teorización Freud Lacaniana podemos encontrar unas herramientas claras para acometer esta problemática.

No nos podemos poner como los viejos de todos los tiempos pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor, tenemos que encontrar un modo de entender el sufrimiento y podemos desde el esquema que os he hecho llegar, entender ¿Qué pasa con el sujeto y la ley en la conflictiva edípica? ¿No ha habido una perversión de la ley? ¿Qué consecuencias tiene esta per-versión en los significados de lo significante del nombre del padre?

Oí a Iñaki Gabilondo en una de sus alocuciones que decía que le encantaría ver a la gente indignada con la corrupción que hay en el panorama político y que había una desidia como si no nos importara nada lo que está pasando. Mi pregunta es ¿qué está pasando? Que la ley no tiene su valor, que la relación con la ley ha cambiado y que tendremos que encontrar nuevos representantes de la interdicción de la figura materna.

¿Qué se duele el hombre? Este vacío es una defensa frente a la posibilidad de no ser en esencia, frente a la necesidad de sufrir en algo de las dificultades de la vida. El precio a pagar por lo que se quiere es enorme y renunciar a algo se vive como una catástrofe. El ataque de angustia es un seguro frente a la carencia. En lugar de elegir viene la angustia. La angustia tapa la inevitable seguridad de que elegir es perder para ganar.

ΨΨΨΨΨΨΨΨ

**Sobre la autora:

Curra Carrasco es psicóloga clínica. Psicoanalista. Docente y miembro de la juta directiva de la Asociación Escuela de Clínica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes de Madrid. Coordinadora y Profesora del Master de Psicoterapia Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid. Miembro Didacta de la Asociación Madrileña de Psicoterapia Psicoanalítica.

Revista nº 12
Artículo 4
Fecha de publicación DICIEMBRE 2018


Entradas Similares del Autor:

¿Hablamos?
Call Now Button