Carmen de la Torre Gordo**
El número de llamadas realizadas por madres y padres a las comisarías de policía por las agresiones de sus hijos, está aumentando en los últimos años, requiriendo intervenciones policiales de urgencia en los domicilios. La edad de los chicos protagonistas de estas agresiones oscila entre los 14 y 17 años.
Además, estos chicos o chicas con frecuencia, fracasan en los estudios, son absentistas, abandonan la escolarización precozmente, practican conductas sexuales de riesgo grave y no atienden a ningún tipo de norma, es decir se comportan de acuerdo al principio del placer.
Los padres relatan los problemas como situaciones sin salida, en la que el hijo se comporta de ese modo porque quiere y no se atiene a razones. Los límites y castigos no solo no funcionan si no que pueden llegar a desencadenar situaciones de verdadera violencia.
¿Qué aporta el psicoanálisis a esta problemática? A través del análisis de las entrevistas con los padres y con los hijos, desde el psicoanálisis se entiende la violencia filio parental estrechamente relacionada con funciones parentales deficitarias; la función paterna que limita, ordena y protege integrada en la función materna, falla y privan al hijo del sostén, del espacio psíquico y de las identificaciones suficientes, para poder crecer. Su constitución como sujeto queda entonces a la suerte de su deseo e impulsividad en búsqueda de descarga y satisfacción inmediata, dando lugar a episodios violentos hacia fuera, pero también a otro tipo de violencia interna del adolescente que vive atormentado y atrapado en el caos, la confusión y el desamparo.
Voy a intentar desarrollar el contenido teórico de esta formulación e ilustrarlas con material clínico.
El bebe humano ya antes de nacer está inscrito en una estructura social: la familia. Nace con un cuerpo y una psique precaria pero propia y se estructura como sujeto en una combinación entre lo interno subjetivo y lo externo intersubjetivo, donde es necesario el desarrollo de dos funciones esenciales: La función materna y la función paterna, que tradicionalmente sostienen los padres pero que pueden ser desempeñadas de otros múltiples modos.
La función maternainviste narcisísticamente al bebe y le da un lugar privilegiado, formando una díada madre-bebe única y necesaria, durante un tiempo, que permite a la madre (o quien ejerza la función) la satisfacción de las necesidades y deseos del recién nacido. La función paternaen este primer momento, es ejercida de manera velada, tiene la misión fundamental de proteger a la madre y el bebe, y de que esta primera investidura materna del bebe se desarrolle bajo el amparo, cuidado y protección del padre, o quién ejerza la función. Esta dinámica inconsciente genera bienestar a todo el grupo familiar.
Pero esta unidad narcisista madre-hijo, alcanza un desarrollo óptimo, y va finalizando en la medida en que el bebe tiene su primera experiencia de unidad, separado de la madre (estadio del espejo) La función materna continúa su función cediendo la unidad narcisista formada y nombrando a su hijo como diferente, en su deseo de crecer. La madre lo acompaña y lo calma en su crecimiento y en sus cambios ofreciéndole todo un universo fantasmático del que el hijo se va nutriendo. Esto supone afrontar un duelo de separación de la unidad narcisista inicial. Es necesario en este proceso que la función paterna regule y ordene esta separación que garantiza el reconocimiento del bebe, como un otro diferenciado, con cuerpo y deseos propios en desarrollo, sostenido en un vínculo de gran dependencia con la madre.
Es vital para el hijo, que los padres en el ejercicio de sus funciones invistan el proceso de crecimiento y cambio con continuidad, construyendo una historia que asegura, que el hijo sigue siendo él, a pesar de los cambios. Pero es el hijo quien a través de su propias teorías infantiles con las que afronta sus descubrimientos, va construyendo su propia historia en silencio. Llegada la pubertad, los cambios corporales sorprenden. Tales cambios generan fuertes crisis de identidad tanto en el hijo como en los padres, que los confrontan a la castración, y que solo pueden combatirse dando significado psicológico. Son cambios irreversibles, que suponen perdidas, en el hijo de lo infantil. La contención y el acompañamiento que supone la función materna integrada con la firmeza de la ley revelada y sostenida por la función paterna, vuelven a ser vitales para que el adolescente pueda afrontar la angustia y el placer que supone finalizar el proceso de individuación y sexuación, y finalmente pueda aprehender y contar su propia historia.
Piera Aulagnier escribe que el yo “aprende bien pronto, que solo puede escribirse en colaboración con otro autor”.
La madre de R de 14 años cuenta en las primeras entrevistas: “En casa vivimos R y yo, pero no desde hace mucho tiempo, solo desde hace 6 meses. La situación en casa es mala, no hay diálogo, no sé con quién va, no me contesta a nada…yo creo que me comporto correctamente. Todo el curso pasado, tuvo mal comportamiento, no respetaba a los compañeros, ni profesores,…le han intentado ayudar en el IES, ella aparentemente lo admite pero luego repite su mal comportamiento…ha sido sancionada y expulsada,… le dio un ataque de agresividad, empezó a amenazar y a insultar, perdió el control.
Antes de que empezara con este comportamiento, siempre venía conmigo a todas partes, no nos hemos separado nunca…, no se ha tomado mucho interés por los estudios pero cómo es lista lo iba sacando sin problemas. El año pasado la empecé a dejar salir con amigos del IES, desde hace unos meses sale de casa día tras día sin control, cuando intento evitarlo nos peleamos, da golpes a todas partes, forcejeamos, otras veces la dejo salir porque no puedo evitarlo. Trae ropa que yo no le he comprado, me ha robado cosas, desde hace dos meses ha perdido el contacto con mi familia,…ha pasado hasta cuatro noches fuera de casa, la he tenido que denunciar por haber desaparecido, por los robos y por las agresiones no lo he hecho. He tenido que acudir a la policía en varias ocasiones…no puedo hacer nada, me quita las llaves, me quita el teléfono,…rompe puertas y me encierra en la habitación…la convivencia es insostenible”
En la entrevista con la madre llama la atención el tono invariable con el que cuenta la situación con su hija, sin pausas, inmóvil, con llamativa frialdad afectiva, como si las situaciones descritas no tuvieran que ver con ella. En su relato no trasmite tristeza ni perturbación, sí preocupación sin afecto ya que las escenas descritas son muy graves. En un momento le pregunto por la explicación que ella se da a lo ocurrido y responde: “Pienso que por un lado la adolescencia, y por otro la ausencia de padre, alguna vez me ha dicho que lo del padre le ha marcado, pero yo no he podido hacer nada, no está reconocida”
La madre se siente exenta de responsabilidad respecto a lo que concierne al padre, su representación y función, no puede hacer presente al padre en la relación con su hija. La función paterna está ausente, no está integrada en la madre. Esta falta, desorganiza al hijo y lo angustia, emoción con la que la madre no conecta, no puede nombrar y no puede acompañar a su hija en el dolor de construir su historia con ausencias, poner orden y sostener una ley que proteja. Por el contrario repite a lo largo de las sucesivas entrevistas “no puedo hacer nada”. Esta crisis estalla con los principios de autonomía del adolescente, al no existir una ley que regule este proceso de separación, el adolescente queda abandonado a su propia impulsividad, capricho y omnipotencia, o a permanecer atrapado en un entorno materno indiscriminado, sin ley, en el que no puede crecer. La ausencia de la función paterna no permite que se construya en el chico una represión suficiente que le permita la adaptación a la realidad, tolerancia a la frustración y capacidad de espera, todas ellas características necesarias para desarrollar la capacidad de pensar, dar contenido psicológico a todo lo actuado y descentrarse de uno mismo para poner interés por el mundo externo, en el otro.
R inició tratamiento con gran dificultad. Su estado profundo depresivo y desamparo lo manifestaba sesión tras sesión, alternando con mecanismos psíquicos omnipotentes, actuaciones, agresiones, huidas y reproches, dice: “NO puedo vivir con esa mujer, me machaca psicológicamente…hace 6 meses he pedido una residencia de menores…quiero información sobre la emancipación, ¿qué se necesita?, ¿con quién tengo que hablar?” Estas sesiones en la que manifestaba sentimientos de autosuficiencia, y agresión como forma de negar su fragilidad y dependencia del otro, se sucedían de sesiones en las que se ponía de manifiesto la mala vivencia de sí misma, y la angustia y depresión, que vivía en soledad.
“No te acerques mucho a mí, no cogerás nada bueno… cuando discuto con ella me dan dolores de cabeza terribles, llevo meses que sin ninguna razón me pongo a llorar…he pasado por muchos problemas, drogas, robos, hace mucho que estoy alejada de todo esto, sin embargo dentro de mí me siento insegura, mal, no sé por qué, ni cómo explicarlo…desde hace varias semanas no puedo dormir, me despierto con taquicardia…quiero sentirme bien, ¡necesito sentirme bien, ya!… me paso el día llorando, solo puedo hablar de esto aquí, nadie me ayuda, todo es una mierda, no puedo más… ¿Qué me pasa? No me interesa nada…(habla con la mirada perdida llorando sin consuelo, levanta la cara y dice) ¡ayúdame! (más tranquila continúa) Le he preguntado a mi mejor amigo y dice que no se acuerda de cómo era antes…quiero hacer memoria pero tampoco me acuerdo …(silencio) creo que era alegre y me llevaba bien con todos… sé que he tenido muchas experiencias pero creo que no he tenido tiempo de pasar de ser una niña a una joven de 14 o 15 años”
Cuando R se mira se encuentra perdida, sola. En esta tarea necesita de otro, que en espejo le ayude a verse, habla de un amigo, las sesiones de tratamiento. La función materna de acompañamiento y reconocimiento y la paterna de protección y separación fallan y la colocan al borde de un abismo que la asusta y la angustia demasiado, angustia que va dejando sus marcas en el cuerpo y le dicen que su funcionamiento interno es tan caótico como sus somatizaciones. Sus vivencias de riesgo en la calle, conductas sexuales indiscriminadas, el contacto con las drogas, y la percepción de su propia agresividad la hacen sentir como un verdadero monstruo, pero viva, vida que transcurre en soledad, sin rumbo ni sentido, fijándose en ella estas características, como pseudoidentidad que tapa un proceso depresivo narcisista grave, sentido internamente como muerte.
Para la madre de R, su hija era un fracaso sin remedio. También R se resistía a la terapia desplegando su omnipotencia. Actualmente madre e hija conviven sin violencia. R ha retomado su formación. Las relaciones sociales son más discriminadas y reflexivas, pero lo importante es que a pesar de las dificultades, continúa ligada al mundo externo que le puede dar sentido a su existir.
El trabajo con estos casos discurre ante la continua amenaza, fugas, agresividad de los chicos hacia sí mismo y hacia otros, acting que el terapeuta tiene que contener y sobre todo dar sentido. Los espacios terapéuticos del chico y de sus padres ofrecen la posibilidad, de mirar, mirarse y ser mirado de otro modo. Al hijo le ofrecen la posibilidad de construir la ley paterna que le permita protegerse, ordenarse y dar sentido a sus propios deseos inconscientes, parafraseando a P. Aulagnier, para construirse su propia historia. A los padres restituir la función paterna que ordene, proteja a todos y cada uno de los miembros de la familia. En estos casos, el trabajo en red interinstitucional también es necesario pero ha de ser muy cauteloso, permiten al adolescente mantener el principio de realidad y frenar el abandono de sí mismo.
BIBLIOGRAFÍA
- “Marcas en el cuerpo de niños y adolescentes”, 2009. Janin Beatriz, Kahansky.
- “Construir(se) un pasado”, 1991. Aulagnier Piera. Revista de psicoanálisis- APdeBA- Vol. XIII-Nº 3.
ΨΨΨΨΨΨΨΨ
*Comunicación oral presentada el Congreso FEAP 2014. El artículo fue presentado como comunicación libre en el II CONGRESO NACIONAL DE PSICOTERAPIA FEAP “La psicoterapia en el siglo XXI: Investigación y Eficacia”. Barcelona 2014
** Sobre la Autora: Carmen de la Torre Gordo es Psicóloga Clínica, Psicoterapeuta de FEAP. Desarrolla su ejercicio profesional en el ámbito de la Protección a la Infancia en Riesgo y como Psicoterapeuta de niños, adolescentes, y adultos en la consulta privada. Miembro asociado de AECPNA.
Revista nº 12
Artículo 3
Fecha de publicación DICIEMBRE 2018