Se acerca el momento de dar el paso, encontrarnos en nuestras consultas, espacios que hay que libidinizar, conquistar de nuevo. Reinventarse para seguir con la vida. ¿Son resistencias los que no terminamos de darlo, o tiempo necesario de duelo, impasse que los acontecimientos vividos nos han provocado? Al igual que los pacientes, los terapeutas también vamos uno por uno, sin uniformarnos, ni seguir ortodoxias. Nos convertimos en ese uno terapeuta para ese uno paciente.
Me pregunto cuál será el motor que me lleve como terapeuta a crear/creer en mi trabajo. Hace tiempo una colega psicoanalista me dijo que íbamos a análisis porque sufrimos. Igual me asusta qué puedo encontrar fuera de las seguridades que durante el confinamiento he construido, para seguir, en momentos de vacío y de sin sentido.
Me acude una conversación mantenida con un sanitario, una enfermera: “lo hemos vivido no se ha visto, no ha salido en ninguna parte, hemos tenido que decidir quien vive y quien muere. Muchos de nosotros están de baja por depresión, o por estrés”. ¡Y cómo no iba a ser así ante semejante desolación, indefensión!
Acude a mi mente la definición de trauma: cuando las respuestas del entorno no permiten a las potencialidades desarrollarse produce dolor y sufrimiento, que si se prolonga produce agonía. Sufrimos de nuestras potencialidades cuando no pueden desarrollarse, en particular cuando están relacionadas con la creatividad, en realidad con todas las cosas esenciales de nuestra organización psíquica.
Los sanitarios han estado en primera línea de fuego, sin lugar a dudas una actuación ejemplar, actuación heroica, pero humanos en primer plano, no olvidemos, no pongamos eslóganes que impidan la demanda, que impidan la exteriorización de lo que ha tenido que ser relegado para hacer frente a la tarea de salvar vidas, o por lo menos hacer todo lo posible.
El psicoanálisis apuesta por esa diferenciación, por el uno a uno, por lo más esencial y sensible que construye a la persona. Tal vez lo que se habrá quedado clivado para poder ser eficaces en la tarea que tenían que desempeñar. Sin olvidar que también están los que han salido reforzados y con mayor capacidad de resiliencia, sin lugar a dudas.
Me preocupan los diagnósticos que podrían generar escisión y no generatividad simbólica, ni subjetividad. Hacerlo así, hablar de estrés post traumático podría ser un punto de partida, ya se habla de algo que aún no conocemos, ya hay un coto al horror sin nombre para muchos que han vivido en primera línea de fuego. No será el momento de aprehender/aprender lo emocional, en todo caso.
También es un momento social para reconocer y dar lugar, mascarilla si, mascara no, que evite y aleje.
Me pregunto por qué me he decidido a escribir cuando escuché la conversación que he aludido de una enfermera de un hospital. Creo que vi la demanda, quién va a estar dispuesto a escuchar, sentir, quien nos va a tratar las cicatrices del alma… Ahora quién?
Bibliografía:
Roussillon, R. (1999): “Agonie, clivage et symbolisation”. Ed. Puf.
Marian Rosales Pajuelo
Psicóloga General Sanitaria y Psicoterapeuta del Centro Hans de AECPNA