Estos días leo a muchos colegas de profesión hablar sobre todo tipo de patologías que aparecerán a causa de la pandemia, y especialmente como resultado del confinamiento. Hablan mayoritariamente de los efectos negativos, de las secuelas, de lo traumática que es esta situación para los niños. Ya van saliendo a la palestra todos los diagnósticos que vendrán vaticinando el padecimiento de estrés postraumático. Todos esos avisos alarmistas con diagnósticos que los niños tendrán (atención: especialmente los que viven en situación de vulnerabilidad) reconozco que son como la letra de una mala canción que se te mete en la cabeza y aunque no te guste no te la puedes sacar. Y uso la metáfora de la canción porque defiendo que hay muchas letras de canciones por escribir, muchos ritmos y melodías por descubrir en cada niño/a.
La cantinela de los trastornos me preocupa, pues impiden ver, escuchar y comprender lo que para cada niño y niña esta situación significa, significará, con los miles de matices que eso pueda suponer. Me preocupa que, ahora o en un futuro próximo a causa de la pandemia, se siga etiquetando el malestar y el sufrimiento de la infancia.
Me gustaría, quizás es utópico, que los profesionales de la salud mental no asustaran a la población, a los padres y madres que los escuchan, si no que les ayudaran a comprender, a normalizar las reacciones que los niños tienen estos días y promovieran formas de elaborar la situación para prevenir los problemas psicológicos.
Me gustaría que transmitieran:
– La importancia de la esperanza, de las ilusiones que vendrán y no ahogaran a la infancia con el sufrimiento que está por venir.
– Que, si bien es cierto, que hay hechos y circunstancias cargadas de fuerza traumática, el hecho en sí pasará a formar parte del mundo interno de cada niño/a y a comprenderse de una manera particular. La explicación que haga de ese hecho será lo que le marcará y podrá, obstaculizar o no su desarrollo. La interpretación que haga dependerá de sus circunstancias y de su subjetividad. Recordemos que llamamos trauma sólo no a la fuerza de lo externo sino a una magnitud de estímulos que tienen la capacidad de desorganizar al psiquismo, por eso es tan importante que cuenten con un entorno lo más amable posible y ayudarles a que desarrollen recursos yoicos para afrontar la difícil situación que viven y vivimos todos.
– La idea de que el juego es la forma por excelencia que tiene los niños para comprender y elaborar las situaciones de la vida. En el juego los niños miniaturizan la realidad para poder manipularla y controlarla sin sentirse llevados por ella.
– El mensaje de que es fundamental que los padres y madres estén bien, todo lo bien que puedan a nivel psicológico y emocional, para que así puedan ayudar a sus hijos/as a estar mejor. Y que si los progenitores necesitan ayuda ahora es bueno que la pidan, pues lo que se aborde ahora será una medida para prevenir el malestar futuro.
Estas reflexiones no pretenden ser ingenuas, problemas y dificultades los habrá y los tendremos que abordar, pero no pongamos de nuestra parte para conseguir una profecía autocumplida sobre la infancia, pues la infancia de hoy es el futuro de mañana.
Nuria Sánchez-Grande
Psicóloga psicoterapeuta
Miembro de la comisión directiva de AECPNA