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“HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO. CÓMO SE CONSTRUYE EL LUGAR DE UN PADRE”

“HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO. CÓMO SE CONSTRUYE EL LUGAR DE UN PADRE”

  • por
psicoanálisis y parentalidad con padres separados

CICLO FORMATIVO “EL QUÉ-HACER DE LOS PADRES”

SESIÓN CLÍNICA del 21 de noviembre 2019

A cargo de: Belén Alonso

Presenta: Lilian Ospina


PRESENTACIÓN

¿A qué me resuena el título? Me retrotrae a la infancia, esa expresión que utilizamos cuando nos enfadamos con alguien y no queremos escuchar aquello que no queremos saber ¿Que me dice este caso? ¿Qué he podido escuchar? ¿Cómo hacer que las palabras tengan un sentido, cómo hacer que las palabras lleguen? Poner palabras es necesario, ¿pero qué palabras? Lucas le gritaba a su padre “¡no me hables en tú idioma!”, rechazaba su lengua, lo más idiosincrático del padre, rechazaba sus palabras reales, no eran simbólicas, no le decían nada, sus palabras no estaban dotadas de significado, estaban vacías de función simbólica y Lucas las despreciaba. El padre de Lucas estaba presente físicamente, pero era pesado e insidioso hasta para sí mismo y entonces optaba por DES-ENTENDERSE.

Lucas a su vez era un hijo molesto, un alumno molesto, un paciente molesto…hasta para mí Lucas ha sido molesto, llevar a cabo esta presentación me ha obligado a re-presentarme, a dejar de DES-ENTENDERME, a salir de mi cómoda silla de oyente y ocupar otro lugar, a decir unas palabras que se ENTIENDAN, que lleguen y que tengan una presencia pero no solo física, también simbólica.

El trabajo con los padres y concretamente con el padre de Lucas, con su lugar de Padre, ha sido fundamental en este caso, una sesión clínica que inaugura un ciclo de sesiones que van a mostrar la importancia del trabajo con los padres que consiste, como explican las autoras en el libro “El quehacer con los padres” en ubicar el entramado transferencial que subyace para evitar ser atrapados en su repetición. Aprovecho para traer las palabras que le dirige Creonte a Edipo, “lo que es buscado puede ser cogido, pero se escapa lo que pasamos por alto”.

De igual forma que no es necesario que haya un hombre para que haya un padre, el hecho de que lo haya, no garantiza que ejerza su función que según Bernstein, consiste en impedir la prosecución de la dependencia infantil con la madre. Durante los 4 años de trabajo con Lucas y con sus padres, ha sido muy bonito para Belén ver como Lucas ha ido incorporando al padre, como ha podido rescatar ciertos aspectos identificatorios del PADRE, con el significado de ser un hombre. Lucas y Mario han empezado a compartir y a aceptarse el uno al otro. Una mirada transgeneracional, ha permitido a Belén ver la dificultad de estos padres para desempeñar las funciones parentales. Los padres de Lucas proceden de familias con posiciones triangulares muy desordenadas, Mario desconocía absolutamente lo que era ser padre, ha tenido que construirse como padre de la nada. A su vez, su madre, estaba atrapada en la imagen de un padre idealizado.

¿Cómo no des-entenderse de sus funciones parentales? ¿Cómo entender a Lucas? Los padres discrepaban mucho y en medio estaba él, un niño molesto que llegó en un mal momento. Así es como Lucas se ha hecho oír. Se encerró en su mundo y para poder salir de ese Sí mismo, de ese lugar difuso en el que se encontraba perdido, de ese triángulo desordenado o inexistente, con un padre presente pero insignificante y una madre que no dejaba entrada al padre y demasiado cercana al hijo incluso físicamente, debe primero saber quién es él. Excesiva presencia física de ambos, presencia real pero no simbólica como escribe Freud en “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci(Freud, 1910) donde alude a la importancia de la presencia real del padre como una terceridad que opera como barrera del incesto, es decir, como función paterna o padre funcional.

¿Cuál es esa distancia óptima en la función paterna? Quizá nos lo expliquen los puercoespines de Schopenhauer, la separación les produce frío y un acercamiento excesivo, heridas. La ausencia y el vacío no se tapan con charlas, instrucciones, control… ¿Cómo se regula esa distancia? ¿Cómo estar presente cuando se está en un agujero negro? A Lucas le gusta la física cuántica, le explica a Belén complicados conceptos pero ¿de qué agujeros negros está hablando? De ese oscuro lugar ha sido rescatado. Belén trabajando con los padres ha podido ayudar a Lucas en su desarrollo como hijo para iniciar su salida al mundo.

Para mí, lo más bonito de este caso, es que Lucas HOY, tiene el deseo de salir, él sabe que saliendo de sí mismo, puede ser mucho mejor y lo desea, aunque ello suponga abandonar el lugar de la omnipotencia infantil. Lucas desea crecer a pesar de las dificultades que supone.  No le gusta relacionarse, no le gusta trabajar en equipo, le dice a Belén: “cuando salgo de mi mundo, me desoriento”. Pero Belén, en su función de PADRE y representante de la terceridad, ha ayudado a sus padres en sus funciones, les ha proporcionado ese aire fresco del afuera, Lucas ya no ocupa el lugar de ganador con mamá en el que estaba atrapado, atrincherado, ahora dice: “sería mucho mejor salir afuera”. Pero aún no lo ha logrado.

Yo, identificada con Lucas siento el deseo de salir, La Escuela en su función paterna ha posibilitado mi salida, me ha dado un lugar en el afuera, salir de mi silla, refugiada en ella, atrincherada… como Lucas. Ahora sin embargo, estoy pudiendo compartir con mis iguales. Lucas está encontrando un nuevo lugar de hijo, está pudiendo incorporar al padre y Mario está aprendiendo a ser PADRE con una presencia simbólica. Yo, como ellos ocupo un nuevo lugar, ahora con mis reflexiones soy la telonera de Belén, hoy no me he podido quedar sentada escuchando, cómoda, pequeña… Yo, como Mario y Lucas he tenido que transformar el “HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO” en unas palabras que se entiendan y que introduzcan en unos minutos un trabajo de cuatro años que no solo ha posibilitado un nuevo lugar para el hijo, sino también un nuevo lugar para el padre y la madre.

Agradezco por lo tanto a la Escuela y a Belén que me den esta oportunidad, la de transformar “UNA OBLIGACIÓN MOLESTA” en una oportunidad de crecimiento.

Lilian Ospina. Psicóloga General Sanitaria.

 

SESIÓN CLÍNICA.

Lucas es un niño de 10 años, angustiado, metido en su mundo, un niño especial, con dificultad para relacionarse y que según su madre “siempre ha necesitado más de nosotros”. Es un niño molesto para sus compañeros, para sus profesores, para sus padres, a veces incluso para mí. Pero ¿qué se escondía detrás de ese síntoma? Desde lo intrapsíquico, Lucas necesitaba hacerse oír, construir un lugar propio que le ayudara a salir al mundo. Desde lo intersubjetivo en la escucha a los padres, su síntoma puso de manifiesto lo que en realidad fue Lucas para ellos en un principio, una molestia. Una molestia para una madre que en esos momentos tenía otros planes en su vida y una molestia para un padre que estaba gestionando la muerte de su propio padre y que no estaba disponible emocionalmente.

A Lucas le faltaban palabras, gritaba, mordía e incluso chupaba para expresarse. Que comunicaba con ruidos y sonidos lo que no podía expresar con palabras. Esas palabras, ese lenguaje, el idioma de un padre que a Lucas le costaba entender “¡no me hables en tu idioma!” le decía. Palabras (la del padre) que no calmaban a ese Lucas bebé que gritaba por las noches, que no ubican, que no cortan. Palabras de un padre que la madre tampoco valoraba porque según ella “siempre estaba echando charlas”. Un padre que habla sin que le escuchen y un hijo que necesita hablar a través del síntoma para ser escuchado desde su diferencia.

HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO, pero ¿qué es lo que no se escucha en esta familia? No era el idioma materno que atrapaba a Lucas en muchas ocasiones en una relación incestuosa con su madre, sino el de la Ley de la palabra, aquella que hace de corte en esa relación madre-hijo colocando a éste en otro lugar en la tríada edípica, el lugar del 3º excluido.

Mario, el padre de Lucas también ha tenido que recorrer un camino para construir su propio lugar como tal, muchas dudas e incertidumbres le han acompañado en este tiempo, ¿qué palabras son las que tengo que transmitir a mi hijo?, ¿qué distancia tengo que ocupar en la relación con él? ¿cómo es la presencia de un padre? ¿El que se desentiende como resultado de la identificación con su propio padre? ¿El que quiere que su hijo tenga un padre y para estar necesita llenar esa presencia hablando sin decir nada? O ¿el que desde la identificación con su hijo se siente en continua pelea con él, como él con su propio padre?, en definitiva, ¿cómo se es padre cuando él no ha tenido el modelo con el suyo propio y además tuvo que sustituirlo en sus funciones?

En esta carga continua en la relación con su hijo, Mario está perdido entre lo que desearía hacer a veces, “des-entenderse” y lo que cree que tiene que hacer como padre, “estar encima” de Lucas. Y en esa ambivalencia se cuela una historia personal, la historia con su propio padre ausente durante su infancia y que además muere 15 días antes de nacer Lucas, un padre que dejó un hueco que él tuvo que ocupar.

Cómo hacerse oír desde su subjetividad, es el camino que Lucas está recorriendo. La palabra, el lenguaje que transmite la función paterna, ha sido y es el hilo conductor del trabajo con él. Pero esta introducción de la función paterna, no hubiera sido posible sin una madre que acompañara en la tarea, esa tarea de excluir a su hijo como objeto de su deseo y dando entrada a un padre que ocupara y arrebatara a Lucas de ese lugar.

Trabajar lo transgeneracional y la construcción de enlaces con los padres de Lucas, ha permitido discriminar y organizar sus propias historias, la de ellos con sus propios padres, donde ambos también estaban en medio, nunca en el lugar del 3º excluido, como le pasa a Lucas. Esto está posibilitando descubrir quién es Lucas más allá de las identificaciones que ambos han puesto en él y más allá de esa conducta molesta que fue la manera en la que se hizo mirar y escuchar.

A través del trabajo con ellos, esas “charlas”, esas palabras carentes de contenido simbólico, que sólo servían de llenado, se han ido convirtiendo en un lenguaje que da significado, las palabras han adquirido otro significado en la relación con su hijo. Esas palabras se han ido convirtiendo, como dice Recalcati*, “en palabras que humanizan la vida y hacen posible la potencia del deseo a través de la pérdida. Una pérdida que es salvación de la vida porque sólo el encuentro con la existencia del límite puede generar el deseo como potencia generativa”.

Lucas está descubriendo quién es y qué lugar ocupa en el mundo, ahora como adolescente. Empieza a poder mirar hacia fuera, a salir aunque sea haciendo de “padre” con sus compañeros como defensa ante su propio deseo, un deseo que ha estado muy ligado a ese deseo omnipotente, a ese deseo como pura voluntad de quererlo todo que se convierte en goce compulsivo cuando no obedece a la Ley de la palabra. Últimamente se atreve a plantear tímidamente su deseo de vivir lo sexual, de hablar con la chica que le gusta, con salir de su mundo, ese mundo que le da seguridad pero que también le aísla y le condena a no poder avanzar en la vida.

Ahora ya no necesita molestar para hacerse oír, ha adquirido más palabras con las que representar su mundo y sus padres han podido soltarle y retirarse lo suficiente para posibilitar que Lucas pueda desplegar lo necesario a nivel psíquico para vivir su adolescencia. Una meta, la de conquistar la adolescencia que ha ido recorriendo, como esa montaña rusa con vagones que dibujó, donde representaba su recorrido desde la infancia a la tan temida adolescencia.

A través de sus juegos, dibujos y videojuegos, ha podido empezar a poner en juego su deseo, el deseo de salir, de “investigar”. Ha cambiado el “si salgo de mi mundo, me desoriento” mientras jugaba al Minecraft a “voy a cambiar de pantalla así pruebo cosas nuevas” cuando lo hace con el Call of duty.
La relación con el padre ha tomado otro significado, pasando de ser ese 3º molesto a alguien con quien puede pelearse, pero al que también desea parecerse y del cual también rescata cosas que él necesita para crecer. La aceptación de lo que significa la función paterna, le permite poder vehiculizar su deseo, un deseo que le ayude a salir hacia fuera, relacionarse con los demás, no desde la omnipotencia, sino desde la falta.

El trabajo con la función paterna ha ayudado a reestructurar lugares. Una función paterna que ha permitido a Lucas salir de la relación fusional con su madre, permitiéndole pasar de la omnipotencia del Narcisismo a la incompletud del Edipo; que ha ayudado a la madre a renunciar a esa relación narcisista con su hijo; y a un padre permitir construir un lugar desde el que ser portador, en palabras de Recalcati*, “de la Ley que prohíbe el goce incestuoso y al mismo tiempo, como aquel que otorga en herencia el sentido de la Ley, no como castigo, sino como posibilidad de libertad, como fundamento del deseo. Una herencia que no es sólo recibir un sentido del mundo, sino que es también la posibilidad de abrir nuevos sentidos del mundo, nuevos mundos de sentido. No es la búsqueda de una confirmación identitaria, sino un salto adelante, un desgarro, una peligrosa reconquista que Lucas tiene que realizar”.

*Recalcati: “El Complejo de Telémaco

BELÉN ALONSO MUÑOZ
Psicóloga Psicoterapeuta de niños, adolescentes y padres.
Miembro de la Comisión directiva y profesora de AECPNA.
Miembro de la FEAP.


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